Alegra

-Madrid- 

Escogimos al compañero de Role Play más aburrido de la vida. Sin embargo, debo admitir que no me fue tan mal y que el resfriado intenso que nos dio a Karl y a mí por andar follando en la piscina, en cierta forma valió la pena, gracias a la hermosa vista y al momento maravilloso que pasamos. Aun así, aunque Copp es bastante aburrido, y en muchas actitudes sospecho que finge, lo que me decía no era para nada disparatado. Incluso, llegó a proponerse como mi inversionista para abrir mi propio estudio; aún conservo su tarjeta. 

Así que París, no fue tan genial como lo pensamos. Después de la boda regresamos a Le Manoir du Paradis con la sola intención de continuar nuestro día libre haciendo lo que mejor sabemos hacer. Sin embargo, la gripe no nos dio tregua, y pasamos todo el día en la cama, durmiendo, estornudando y oliendo a eucalipto y mentol. 

Al siguiente día regresamos a Ibiza, aún enfermos, pero felices. El ver a nuestros hijos después de unos cuantos días nos llenó de energía y nos dio un segundo aire. No cabe duda que sus sonrisas, risas y abrazos pueden aliviar cualquier cosa. Aunque confieso, que cuidar a dos bebés con gripe no es algo que se lo deseo a nadie. 

Sin embargo, el regreso a casa, aunque fue reconfortante, estuvo cubierto por las malas noticias, mi abuela ya no responde a los estímulos, ha dejado de comer, y solo quiere dormir. En palabras de mi padre solo se tiene que esperar y aquí estamos, haciendo eso. 

Por iniciativa de mi hermano David, todos los nietos nos venimos a su casa, para convivir en la sala y simplemente estar cerca de ella. Es raro ver la casa tan llena de vida y a la vez esperando algo tan triste como la muerte, lo que da ese hermoso contraste, conmovedor y profundo. 

La sala se encuentra llena de bullicios de los más pequeños. De los hijos de Sila, liderados por la pequeña Fátima, jugando sobre el enorme tapete blanco. Mis hijos y mi sobrina, la pequeña Mena, conviviendo de la forma más tierna mientras tratamos de enseñarles a gatear. 

Héctor, Daniel y mi hermano, platicando de sus aventuras, esas que extraño volver a tener a su lado, aunque ahora no puedo, así que en verdad me divierte escuchar lo que han hecho, ahora incluyendo a Moríns. 

Y en contraste, la seriedad del momento, se encuentra en la cocina, donde mis tíos y madre se la pasan platicando en un tono suave, mientras ambos consuelan a mi tía Ainhoa, que está destrozada. De vez en cuándo ellos suben a ver a mi padre, quien no se ha separado del lado de mi abuela, y que solo baja para beber un poco de café. Sin embargo, él se ve tranquilo, sereno y pensante, no como cuando mi abuelo David murió; ahí mi padre fue otro. 

Recuerdo perfectamente su rostro completamente serio, sus ojos expresando un dolor inmenso, aunque siempre nos habló con cariño y con paz. Al ser hija de doctor, él siempre nos enseñó que la muerte era parte de la vida, y así lo hemos tomado, hasta ahora. 

 Éramos jóvenes cuando mi abuelo David murió, y para ese entonces no estábamos familiarizados con la muerte, el sentirla tan cerca. Después se fueron mis abuelos Tristán y Mena, y lo tomamos como si fuese parte de la vida. Sin embargo, ahora que mi abuela partirá, tengo el corazón completamente roto. Ahora soy madre, y el solo hecho de pensar que algún día me iré, me hace temblar. No sé cómo se sienta mi abuela, al saber que ya no volverá a ver a sus hijos, saber que ya no estará aquí y se perderá de lo que siga. ¿Se sentirá triste?, ¿angustiada?, o simplemente ya sabe lo que vendrá y siente paz. Mi abuela siempre lo sabía todo, quiero pensar que es la última. 

—¿Es raro no? —escucho la voz de Lila detrás de mí, mientras observo una de las fotografías familiares con detenimiento. Aquí aún están los cuatro, sonriendo y mirando a la cámara, siendo que pronto, esta foto, colgaría en los muros de cada casa—. Cada Navidad nos tomamos una fotografía familiar y este año que mi abuela no estuvo presente, no nos la tomamos. El año pasado tampoco lo hicimos. Es como si hubiera ajustes, ¿sabes? 

—¿Ajustes? —pregunto. 

—Sí. Aunque aquí todos somos iguales, es bien sabido que los lugares de los nuevos cimientos se renovarán. Ahora papá será uno de los grandes pilares, junto con mamá, los tíos y la tía Julie y Robert. Es la renovación y nosotros, seremos los siguientes. 

Volteo a verla. 

—Nunca te había escuchado hablar así. 

—No es nada malo. Simplemente es sentido común. Si te confieso, a mi me aterran estos ajustes. 

—¿Por qué? 

—Eso significa que, en algún momento de nuestras vidas, papá y mamá ya no estarán presentes en esta foto. Seremos solo nosotros y nuestros hijos. Pero la mera idea de que mi gemela pueda no estar aquí para posar en este retrato me parte el corazón. 

Lila apenas logra contener sus emociones, y se suelta a llorar desconsoladamente. Yo la abrazo de inmediato, y el recuerdo de cuando éramos pequeñas y hacía lo mismo para consolarla, destella en mi mente. 

—Sé que hemos estado muy alejadas, Alegra, pero te juro que yo te amo. Eres mi verdadera alma gemela, en cuerpo y alma, y mi intención nunca ha sido apartarte. 

—Tranquila, no pasa nada —le murmuro. 

—Te confieso que esto que está pasando me tiene aterrada. Siempre he sentido que la abuela Fátima era una especie de símbolo de protección y, ahora que se irá, quedaremos a la deriva. 

—Claro que no. Todos estaremos bien. 

Lila siempre ha sido una mujer reservada y tranquila, todo lo contrario a mí. También es asustadiza, pero no es insegura como yo. Así que estoy segura de que este llanto es simplemente el inicio de lo que posiblemente, después, será una guerra y ella ganará. 

—Lo siento. No quiero llorar en frente de todos. Ellos se ven tan tranquilos y no quiero parecer exagerada. 

La veo al rostro y limpio sus lágrimas. 

—No lo eres. Yo también he llorado mucho. Y sé que Daniel, David y Héctor están mal. Simplemente, todos lo demostramos de maneras diferentes. ¿Recuerdas cuando el abuelo David estaba a punto de morir y la Tía Ainhoa se obsesionó con la limpieza? 

—Sí. 

—Ahora está obsesionada con las flores. Si notas que hay más flores que de costumbre, es una forma de expresar que se siente triste. Quiere alegrar la casa para su madre, para saber si se queda un poquito más. 

Lila me sonríe. 

—Siempre sabes explicarme todo. 

—Trato. Espero tener la misma capacidad con mis hijos. Creo que me volveré loca. 

Lila se ríe. 

—Nunca pensé verte como madre y ahora que lo eres, me encanta. No puedo esperar a que nuestros hijos crezcan juntos. Que dentro de unos años, vean estas fotografías y tengan tan bonitos recuerdos como nosotros. 

—Yo también lo espero. 

Veo a Karl que se acerca a donde estamos nosotros y con una señal me pide que vaya. 

—Me llaman. Es mejor que vayamos a descansar, Lila. 

—Te quiero — me confiesa. 

—Te quiero más. 

Camino hacia Karl y él me toma de la mano. Sentir su calidez me hace bien, me alivia un poco de la tristeza. 

—Los niños están ya dormidos en la habitación, y la niñera se quedará con ellos. Tus primos y hermano están proponiendo que pasemos la noche en la sala. La mayoría ha aceptado, ¿te animas?

Sonrío con nostalgia. Hace mucho que no disfrutamos de algo así. Solíamos reunirnos antes de Año Nuevo en la sala de la casa de mi tío Manuel. Colocábamos colchones y sacos de dormir, encendíamos el calentador y nos entregábamos a la diversión. Veíamos películas, jugábamos a juegos de mesa y compartíamos anécdotas sin parar. Pero lo más especial era nuestra dinámica llamada “El pacto”, donde nos confesábamos secretos y jurábamos mantenerlos entre nosotros, lejos de los oídos de los adultos. Eran secretos simples y a veces tontos, pero fortalecían nuestro lazo y nos unían aún más.

—¿Tú también estarás? —pregunto, con una sonrisa. 

—Estaré. También Moríns y Antonio. Estaremos todos. 

—Bien. Los niños están en la misma casa que nosotros, así que no pasará nada. 

Tomados de la mano, caminamos hacia la sala, donde ya se encuentran solo los adultos. No me he percatado del tiempo, así que cuando veo en el reloj que son las once de la noche, me sorprendo. Yo pensé que el tiempo pasaba lento en estas situaciones, pero pasa más rápido de lo que es. 

Karl y yo nos sentamos en uno de los sofás, y tomamos una taza con chocolate caliente. La luz de la cocina se encuentra encendida, y sé que mi madre y mis tíos siguen esperando ahí. No sé por qué justo en ese lugar, pero, ¿dónde más podrían ir? La parte de arriba parece una zona sagrada, dónde solo está permitido que mi padre entre, y al parecer, Sila; ella viene bajando las escaleras. Se mete a la cocina y sale momentos después, para sentarse junto con Moríns. Todas nuestras miradas se posan sobre ella. 

—Los signos vitales están descompensados. Sin embargo, sigue hablando con papá. Me pidieron que bajara y… 

En ese instante, vemos a mi tía Ainhoa saliendo de la cocina y subiendo las escaleras hacia la habitación. Va sola, supongo que la plática es solo para ellos. 

—Entonces, ¿casi llega el final? —pregunta Daniel. 

Sila encoge los hombros. 

—No lo sé. A la muerte no se le apresura ni se le retrasa; ella llega en el momento preciso. Se maneja con su propio tiempo.

El ambiente se ensombrece, y la tristeza nos invade. Aquí estamos, estamos conscientes de que nuestra vida cambiará en unas horas o días, pero nos aferramos a que no suceda así. Las lágrimas empiezan a caer y mojar los colchones y sabemos que esto terminará en un llanto comunitario; tal vez eso necesitamos. 

—Juguemos un juego, mejor —propone Lila, limpiándose las lágrimas. 

—Juguemos a “El pacto”. 

—No, es muy intenso —habla Daniel. 

—¿El Pacto? —pregunta Antonio. 

—Sí. Cada uno cuenta un secreto y lo escuchamos todos. Nadie lo puede decir saliendo de este círculo. Es chistoso porque siempre decimos tonterías. No nos podemos enojar, ni reclamar. Lo que queda en el círculo se queda en el círculo. 

—Yo empiezo —dice David, mientras ve a Moríns—. Fui yo quien rompió el lavabo de tu casa, no Lucho. 

—¡QUÉ! —expresa Moríns, bastante sorprendido—. Regañé a mi hijo por tu culpa. 

—No era mi intención que lo hicieras, yo te lo iba a decir. Pero sabes que Lucho me quiere mucho, y me protegió. 

—¿Cómo lo rompiste? 

—Me agaché porque se cayó mi móvil y me pegué en la cabeza. El lavabo se rompió. 

Todos nos reímos. 

—Eso solo comprueba que eres un cabezota. 

—O que soy resistente. Lucho se rio mucho. 

—Yo quiero confesar algo —interrumpe Antonio—. Confieso que no me gusta para nada la cerveza. 

—Lo sabemos —contestamos todos al mismo tiempo. 

—Karl, ¿algo que confesar? —le pide Moríns. 

Él suspira. 

—No lo sé. 

—Venga —le anima Lila. 

—Confieso que… —me ve a los ojos y yo sonrío—. Confieso que al conocer a su familia, tuve un crush ligero con Luz. 

—¡Qué! —expresa, David, bastante sorprendido—. Claro que no. 

—Lo es… pensé que era una mujer soltera. 

—¡Dios! Ahora, ¿cómo viviré con eso? 

—Lo bueno es que no sale de aquí. 

Todos nos reímos. 

Las miradas se ponen sobre mí y yo no tengo nada que confesar. No estoy en humor de seguir el juego, pero sé que tengo que decir algo. 

—Bueno, confieso que extrañaré mucho a mi abuela Fátima por qué, desde pequeña era mi modelo a seguir. Siempre admiraré su sentido de la moda, sus modales, la manera en que habla, tan pausado, tan elocuente. Recordaré cómo peinaba cada riso de su cabello, y en la playa los enredaba con esas mascadas finas de seda coloridas. La forma en que su cuello vestía esas joyas que el abuelo le regalaba y, sobre todo, cuando trataba que todos supiésemos plantar y cuidar las plantas. —Las lágrimas van rodando por mis mejillas—. Extrañaré su pasión por la música, y su perfume, ese fino Chanel que envolvía su cuerpo. Pero lo que más voy a extrañar, es su mirada, tan sincera, tan hermosa, tan brillante. Ella nos amaba a todos a su manera, sin repetir nada, ni siquiera palabras y ahora, está a punto de irse. Hoy Lila me dijo que tenía miedo de que su partida nos dejará desprotegidos y yo también tengo miedo. Ella es la reina, el pilar, es lo que nos mantiene así de unidos. Ella es quién nos dice qué hacer. Y ahora no sé qué haré. 

Levanto mi rostro y noto que todos están en lágrimas, incluso Daniel que no le gusta llorar. No era una confesión, solo algo que me salió del corazón y al parecer, ha roto esta calma disfrazada de tristeza. 

—¿Qué les parece si cambiamos el pacto? —propone Sila—. En lugar de decirnos secretos, que en realidad no tenemos tantos, debido a nuestro historial de alta comunicación. Que tal, si el pacto es, que no importa lo que pase, no importa dónde estemos o lo que estemos haciendo, siempre nos mantendremos juntos como familia. Que haremos a nuestros abuelos muy orgullosos. Y que le haremos saber que todo estará bien, ¿qué dicen? 

Moríns levanta su taza llena de chocolate caliente. 

—Por la hermosa y sabia Fátima Lafuente, para que su paso al mundo de los recuerdos sea en paz. 

—Por Fátima —expresamos todos, mientras levantamos nuestras tazas también. 

El ambiente se queda en silencio, mientras nos vemos los unos a los otros con una sonrisa discreta. Todos nos hemos percatado de que ya estamos grandes, y que los secretos de la infancia que nos contábamos, ahora solo eran simples jugarretas y tonterías que ahora nos hacen reír. 

Nuestro mundo ha cambiado, nuestras vidas han cambiado, y nuestros sueños poco a poco van tomando forma en caminos distintos. Sin embargo, sentados en esta gran sala, todos comprendemos una cosa: somos una familia fuerte y aunque haya ajustes, siempre serán para bien. Mi abuela nos enseñó bien. 

Poco a poco la plática regresa en forma de anécdotas, y conforme pasan las horas vamos quedando dormidos. Las luces de la casa se mantienen encendidas, y el calentador se apaga después de las horas programadas. 

Karl y yo caemos en un largo sueño. Bastante reconfortante. Estamos tranquilos de saber que nuestros hijos están bien y que podemos dormir sin preocuparnos. 

Mis ojos se abren cuando escucho unos pasos firmes bajando las escaleras. Hoy es treinta y uno de diciembre, el último día del año. Este año que trajo tantos cambios en mi vida y que me despediría con el último. 

Veo entre sombras como mi madre sale de la cocina y abraza a mi padre con ternura. Mi padre, el hombre fuerte que conozco desde niña, se rompe en llanto, y ese llanto es el que nos despierta. La imagen para Sila, Lila, David y yo, es impactante, cuando nos percatamos que mi padre ha envejecido, y que siguiendo la línea de acontecimientos, ellos son los siguientes; y el miedo a la incertidumbre se hace presente. 

Mi padre se seca las lágrimas y voltea hacia la sala. Uno a uno van despertando, con cada paso que él da hacia nosotros. Cuando llega al umbral de la puerta, suspira. Nosotros sabemos qué pasó, pero, necesitamos escuchar para bajarlo a la realidad. 

—Niños. —Sale de sus labios—. Su abuela, Fátima, falleció. —Las palabras son poderosas, porque con solo una frase hizo que todos nos quebráramos en lágrimas—. Se fue en paz, mientras dormía. No hubo contratiempos, ni situaciones alarmantes. Solo se fue a dormir y ahora… despierta en otro lugar. Ya está con su abuelo, con mi madre y con Esme. 

Mi padre se aguanta las lágrimas, pero mi Tía Ainhoa, llora como niña pequeña. Yo la entiendo. Su madre se fue, yo no me puedo imaginar la vida sin la mía. No me puedo imaginar a mis hijos sin mí. 

Karl me abraza y me da un beso sobre la cabeza. De pronto, un miedo se apodera de mí, uno infundado, pero que en este momento es tan real como lo que estoy viviendo. 

—Hoy era el cumpleaños de mi abuelo David —le digo, y él me ve a los ojos—. Estoy segura de que él vino por ella y ahora están festejando juntos.

— Seguro será un festejo espléndido… —me dice Karl. 

—Claro que lo será. Ella ya está con él.

13 Responses

  1. Q triste pero es la realidad todos en un momento X debemos de partir. Quisiera saber si habrá algún capituló o en qué historias pondrás la despedida de Fátima con todos así como pusiste la de David, Tristán y Gimena.
    Muchas felicidades x tus historias y x hacer magia para deleitarnos con ellas a pesar de lo ocupada q pasas. 🙂

  2. Y acá llorando como corresponde porque el reencuentro y la celebración valgan la pena.
    Gracias Ana

  3. Que triste, la última de la primera generación Ruiz de Con-Canarias, muere dejando un legado de generosidad, una niña que se comportaba como una mujer tenaz, muy inteligente, siempre cumplió sus promesas, larga vida a la Reina 🥹

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *