Alegra 

-Febrero- 

Flores, muchas flores, tantas que el jardín y la entrada de la casa se vieron al borde de su capacidad. Decenas de personas vinieron al velorio de mi abuela, uno que fue a puerta abierta y que reunió a amigos, familiares y conocidos que querían rendir homenaje a Fátima Lafuente, una mujer excepcional que dejó una huella imborrable en la vida de todos los que la conocieron.

El velorio se llevó a cabo en la casa, esta que fue diseñada, creada y decorada por mi abuela. Desde temprano, el equipo de preparación del Conglomerado trabajó arduamente para transformar cada rincón de la casa en un lugar de recogimiento y celebración de su vida.

El aroma de las flores inundó el aire, mezclándose con el perfume de las velas encendidas que iluminaron el camino hacia la entrada. El suave murmullo de las conversaciones llenaron el ambiente, creando una atmósfera solemne pero reconfortante. Fue en verdad impactante ver a todas esas personas que viajaron desde lejos solo para hacerle honor. 

En el interior de la casa, el salón estaba decorado con delicados arreglos florales en tonos blancos. Grandes retratos de ella adornaron las paredes, capturando su belleza y elegancia atemporal. Una mesa central estaba cubierta con fotografías que narraban la historia de su vida, desde su infancia hasta sus últimos días. Fue difícil verla ahí, al lado de mi abuelo, con esa sonrisa que no veré nunca más. 

Los invitados llegaron de todas partes. Todos le mostraron sus respetos a mi padre y a mi tía, y les mencionaban la gran pérdida que había tenido el mundo. Entre ellos se encontraban amigos de toda la vida, vecinos, colegas y los socios que compartieron momentos inolvidables con ella a lo largo de los años. 

El impacto de mi abuela fue tan grande en la música, que el salón se llenó de músicos que pronto formaron una orquesta improvisada, con mi primo Héctor, que se unió en el piano y tocó una de sus piezas favoritas. La música se filtró entre las conversaciones y le dio al ambiente calma y serenidad. 

Las personas se agruparon en pequeños círculos, compartiendo anécdotas y recuerdos con mi abuela, recordando su generosidad, su sabiduría, su filantropía y el amor incondicional que tenía hacia su familia. 

Mientras tanto, en el jardín trasero, mis sobrinos y mis hijos jugaron libremente, ajenos al dolor que embargaba al resto de la familia. Corrieron entre los árboles y las flores, riendo y gritando con inocencia, recordando que la vida continúa, y que la muerte, para ellos, aún no se encuentra en el mapa. 

A medida que pasaron las horas, más y más personas llegaron a ofrecer sus condolencias y honrar la memoria de mi abuela. La casa se llenó de vida y emoción, un testimonio del impacto duradero que mi abuela había tenido en la vida de todas las personas, especialmente a las que amaba.

Cuando cayó la noche, las antorchas se encendieron en el jardín y cientos de velas se iluminaron en su honor. Para ese momento, solo quedamos la familia, acompañándola en sus últimas horas en este hogar, para pasar después al lugar de su eterno descanso. Una misa se hizo en su honor, y mi tía Ainhoa le programó nueve más. Ahora yace descansado en una tumba rodeada de flores, en un sitio donde se puede escuchar el sonido del mar, y el viento corre con frescura. Mi padre se encargará de las flores, y la casa quedará en silencio por un rato, hasta saber qué pasará con ella. 

El velorio no solo estuvo cargado de emociones, sino de noticias que definieron el rumbo de algunos en la familia, especialmente de Lila, quien después de terminada la situación, me confesó que regresaría a Madrid a vivir, ya que deseaba que Mena estuviera cerca de su padre. Por el momento viviría con mi hermano David y, después, se mudaría a un piso para ella sola. Supongo que ahora la única que vivirá en el extranjero seré yo. 

También, mi abuela, nos dejó un regalo especial para toda la familia. Una semana después de los acontecimientos. El tío Manuel le entregó a mi padre un sobre, que traía una simple nota y una dirección, que resultó ser un lugar en la marina. Lo que nos llevó a un grandioso yate que ella compró para todos nosotros, un regalo para disfrutar en familia.  

“El pirata siempre buscó su tripulación y ahora que la tiene, necesita un barco para navegar los siete mares. Este es el tuyo, disfrútalo. 

¡Que los vientos nos lleven a nuevos horizontes y nos reúnan nuevamente!”, decía la nota. Y ahora hemos acordado que en el verano nos reuniremos todos para salir a navegar en familia. No puedo esperar. 

Así, después de todos los acontecimientos y de despedirme de toda mi familia, Karl y yo regresamos a Nueva York, con nuestros hijos, y nuestra nueva niñera, a la que decidimos contratar después de que mis pequeños se encariñaron con ella. Ahora, ya tengo más ayuda, y podré respirar un poco más. 

Tan solo llegamos a la ciudad, la rutina llegó a nuestras vidas. Karl entró de lleno al trabajo de la clínica, al parecer mi padre le dio más responsabilidades y ahora subió de puesto, uno que ha puesto a Rico bastante nervioso. Karl pasó de ser un doctor más a jefe de la clínica, lo que hace que ese consultorio clandestino esté en peligro o, no. 

Una de las más grandes virtudes de Karl es la fidelidad, lo que lo convierte también en un defecto. Rico se aprovechó de ese defecto. 

Yo, por mi parte, tengo la agenda llena de aquí a junio, así que tan solo pisé la ciudad, el móvil no dejó de sonar. Entre juntas, sesiones y planeaciones se me han pasado las semanas. Agregando, también, que debo estar al cuidado de mis hijos. 

Nunca pensé que fuese tan difícil el balancear el trabajo y la maternidad. El estar presente en dos lados y sobrevivir a la presión social, los regaños del pediatra, y, sobre todo, a las reglas del trabajo. 

Dos semanas después de nuestra llegada, mis hijos contrajeron un fuerte catarro que hizo que mi agenda fuera un caos, porque tuve que quedarme en casa y trabajar ahí. Por más que me gusta mi casa, debo admitir que está muy lejos de un lugar adecuado para que mis clientes puedan venir, así que no me quedó de otra que llevar a la niñera con mis hijos enfermos al estudio para la sesión de fotos. 

Fue una idea pésima. Ahora comprendo el porqué mi madre se retiró de su trabajo cuando decidió que era momento de criarnos, por lo que la admiro más. Frenar sus propios sueños para criar a sus hijos y darles la libertad de soñar también, es un trabajo duro; yo me siento como un egoísta al no pensar así. 

Yo quiero seguir soñando. Deseo continuar siendo una profesionista, cumplir mi deseo de tener mi propia marca, mi propio estudio, seguir haciendo lo que sé. Mi nuevo trabajo me ha dado los contactos adecuados, y estoy prosperando, pero, deseo pasar tiempo con mis hijos. Mi abuela Mena decía que cuando nace una madre, nace la culpa. Me pregunto si Lila lidia con todo esto también, ahora que su nueva marca está despegando con fuerza.

—Ya te he dicho que no compares tu maternidad con otras, y mucho menos con la de tus hermanas. Sila, también tiene niñeras y Lila, bueno, tiene un niñero. Que yo haya decidido parar mi carrera para criarlos a ustedes, es otra cosa—me explica mi madre mediante el teléfono. 

Hoy la nieve está a tope, y voy tarde hacia el estudio. Maël no quería separarse de mí, vomitó sobre mi blaser y tuve que cambiarme de nuevo. Se nota que no tienen idea de lo que tardo en escoger un nuevo conjunto. 

—Y, ¿no te sentiste mal? —pregunto. 

Mi mamá suspira. 

—No. Supongo que en ese momento yo me sentía satisfecha. Regresaba de un viaje por México, iniciaba mi marca, había cosas que podía hacer desde casa y podía seguir tomando fotos, aún embarazada. Así que no lo vi como algo negativo. 

—Yo no creo que mi trabajo se pueda hacer desde casa. Digo, tengo opción de cambiar de locación, pero, no es la respuesta. Amo mi casa, pero solo de pensar en Arqui corriendo por el estudio, me da terror.

—Y, ¿por qué no usas el Penthouse de Ainhoa? 

—¿El Penthouse? 

—Sí. Podrías proponer ese como una propuesta de locación. El Penthouse está bien ubicado. Está cerca de Central Park, y otros lugares accesibles. Es exclusivo y privado, por lo que tus clientes no tendrían problemas. El lugar es de tres niveles. Podrías instalar tu estudio en uno de ellos y dejar otro para los niños. Hay cocina, comedor, sala, habitaciones. Ellos podrían estar cómodos ahí, y tú, podrías bajar a verlos en los descansos. 

Sonrío. Creo que es la mejor idea que me han dado en todo este tiempo. Ahora entiendo por qué mi madre pidió que su estudio fuese en la casa y no en otro lado.

—Creo que es buenísima idea. Lo haré, lo propondré —comento, emocionada. 

Antes de bajar al metro, me detengo para que la llamada no se corte. 

—Ma, ¿cómo está papá? —inquiero. 

—Bien, pero con muchos trámites. Está viendo lo del testamento con Manu, y ha llevado tiempo. Tu abuela donó su dinero a varias beneficencias y sobre todo, para su fundación. Así que anda de arriba para abajo, firmando cheques, tomándose fotos. 

Sonrío. 

—Y la tía Ainhoa. 

—Deshecha. No me he movido de aquí para estar junto con ella. Hoy estamos limpiando su armario. Ha sido una gran terapia de shock, pero, está tranquila. 

—Lo comprendo. 

—Cuando yo me muera, comenzaré a sacar mi ropa para que ustedes no tengan que hacerlo. 

—¡MA! —expreso—. No digas eso, ni siquiera lo pienses. Se me acaba de revolver el estómago solo de pensarlo. 

—Es algo que pasará, solo voy a prevenir que mis hijos tengan que guardar mis cosas… En fin, me voy. Iré con tu tía Julie a cenar. Nos vemos. 

—Bye. —Me despido. 

Bajo las escaleras corriendo porque ya voy tarde al trabajo. Paso los torniquetes y justo entro al vagón cuando la puerta está a punto de cerrarse. Aún siento el estómago revuelto por lo que mi madre me dijo. No puedo creer que hable de un tema tan delicado como la muerte como si fuese algo pasajero. 

—¿Regalar tu ropa antes? —digo en un murmullo, para después tomar un sorbo de agua. 

Me cojo del tubo de arriba, ya que no hay asientos, y saco el celular para enviarle a Karl un mensaje. Escribo un poco, pero, después, las letras se ponen borrosas y decido dejar de escribir. El estómago se me revuelve de nuevo. 

—No vuelvo a salir de casa sin desayunar. 

Siento cómo un vértigo repentino me invade, como si las fuerzas abandonaran mi cuerpo en un instante. Las piernas, que antes me sostenían firmemente, ahora parecen ceder bajo el peso de mi propio cuerpo. Es una sensación abrumadora de debilidad, como si mis músculos se negaran a responder a mis órdenes.

Mis manos, que antes aferraban firmemente el pasamanos del metro, ahora se aflojan involuntariamente. Intento mantenerme en pie, luchando contra el mareo que amenaza con arrastrarme. Pero la lucha es inútil. Justo en el momento en que el tren se detiene bruscamente en la estación, mi cuerpo ya no puede resistir más.

Siento que todo a mi alrededor se desvanece en un remolino borroso mientras mi conciencia se olvida de mí. Mis manos pierden su agarre y, como si estuviera flotando en el aire, olvido todo contacto con la realidad. Una sensación de vértigo me envuelve mientras mi mente se sumerge en la oscuridad. 

***

El dolor en mi frente me devuelve a la realidad, y me doy cuenta de que he caído al suelo del vagón del metro. La sensación de frío y dureza bajo mi cuerpo me hace entender que he perdido el conocimiento y he caído desmayada.

Con un esfuerzo titánico, logro incorporarme, apoyándome de lo que ahora sé es una camilla.  

—¿Dónde estoy? —pregunto, poniéndome la mano sobre la frente. Noto que está un poco inflamada—.¿Qué pasó? 

No hay respuesta. Me encuentro sola, con mi bolsa sobre una silla al otro lado del cubículo y con un suero inyectado en mis venas. Comienzo a sentir un poco de dolor, supongo que el golpe me ha pasado factura. 

En ese instante, la cortina del cubículo se abre, y noto que un doctor alto y de piel morena me sonríe. 

—Señorita Canarias, ¿cómo se siente? —pregunta, en un español, con un acento inglés bastante marcado. 

—Mejor —miento, porque en realidad me siento bastante mal. 

—Tuvo un golpe fuerte, pero todo está bien. Con unos días de descanso se arreglará. 

De pronto, recuerdo que yo iba rumbo al trabajo, así que volteo a todas partes tratando de encontrar un reloj que me diga la hora. 

—¿Qué hora es? 

—Pasa del medio día. 

—¡No! —exclamo, bastante sorprendida—. Me tengo ir, tengo que presentar un proyecto y… 

—Lo siento, pero aún le faltan unas horas de observación. 

—¿Qué?, ¿por qué? Solo fue un desmayo en el metro. Este frenó y yo no me pude detener —explico. 

El doctor me ignora. Creo que no está dispuesto a escuchar lo que pasó. Puedo sentir el suero lastimando mi brazo, y el dolor en mi frente. Una enfermera se acerca y le da unas hojas al doctor. Él las lee y me ve a los ojos. 

—Sí, todo bien. Justo lo que sospechaba. 

—Ve. Soy hija de doctor, mi pareja es doctor, sé de estas cosas —le hablo con confianza, tratando de tranquilizarme. 

—Bien. Entonces debe saber que está embarazada.

—¿Embarazada? —pregunto, mis palabras, son apenas un susurro de incredulidad. 

En ese preciso momento, siento una vez más cómo la presión en mi interior desciende bruscamente, sin previo aviso. Mi cuerpo se debilita al instante, como si todas mis fuerzas se desvanecieran de golpe, y me desplomo de nuevo sobre la camilla, completamente inerte. 

El vértigo me envuelve mientras me hundo en la oscuridad, una combinación de incredulidad y asombro se mezcla con el mareo que me consume. ¿Embarazada? La palabra resuena en mi mente como un eco lejano, mientras trato de procesar la impactante noticia que acabo de recibir.

7 Responses

  1. Mucho que pensar Alegra, es hora de poner en pausa tu carrera y dedicarte a la maternidad.
    Ese fue el recuerdo que se trajeron de París jejejeje

  2. Jajajaja ay Alegra, bienvenido polizon de Paris, jajaja Karl no falla jajaja.😅
    Hoy si debes de pensar mejor todo Alegra. 😊

  3. Ay por Diosssss….. los bebes son asi llegan en esos momentos a dar un rayito de luz. La pobre Alegra va a enloquecer jajaja

  4. Ahora sí se acabó de joder Alegra jajajaja, los bebés siempre serán una bendición tu puedes mi Ale, eres fuerte 💪🏼

  5. Fátima Lafuente mujer excepcional =)

    Dios las consecuencias de Paris =) jijiji de darle rienda suelta a la pasion =) la idea de Luz es muy buena y sigue siendo viable solo que ahora con uno mas solo hay que respirar y ir acomplandose a los cambios y si se puede ya veras =)

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *