Alegra
-doce horas después-
El tic tac del reloj parece un eco ensordecedor en la silenciosa sala de espera del hospital. Las horas transcurren con una lentitud agónica, como si el tiempo se hubiera detenido por completo. Mi mirada se pierde en el suelo, mis manos descansan sobre mis rodillas, inquietas, mientras trato de contener las náuseas que amenazan con hacerse presentes en cualquier momento. No he probado bocado en horas, el estómago vacío se retuerce pidiendo comida, y el persistente dolor de cabeza se aferra a mi mente como una sombra.
Rico, no solo es mi enemigo, sino mi compañero de vigilia. Él permanece en la misma habitación que yo, pero una distancia simbólica nos separa de las sillas de la sala. Ambos compartimos la misma preocupación y angustia, y velamos por Karl, quien continúa inmerso en un sueño profundo del cual no ha despertado. Sin embargo, Karl está estable, su respiración es pausada y regular y no ha habido complicaciones.
Ha transcurrido una noche desde que recibimos la noticia y ahora, nos enfrentamos al día. El sol se filtra tímidamente por las ventanas del hospital, iluminando la sala con una luz tenue y tranquilizadora. El tiempo se desliza con una lentitud desesperante, como si cada segundo fuera una eternidad de angustia y espera.
No puedo dejar de pensar en todo lo que está sucediendo. ¿Cómo es posible que todo haya cambiado tan drásticamente en un instante? ¿Cómo podemos enfrentarnos a la posibilidad de perder a Karl, el pilar de nuestra familia, el amor de mi vida? ¿Cómo es posible que una historia de amor que empezó de forma tan sencilla, termina así de forma drástica?
Karl sigue luchando, aferrándose a la vida con una determinación férrea que me llena de admiración. Su fortaleza me recuerda que él sabe que esto tiene un mejor final, y que recuerda la promesa que me hizo hace tiempo; sé que la cumplirá, tiene que hacerlo.
Rico y yo nos mantenemos en silencio, sumidos en nuestros propios pensamientos y temores. Sé que tenemos diferencias y conflictos, pero, agradezco de cierta forma que esté aquí. Si tengo que recibir una mala noticia, al menos sé, que él la recibirá conmigo, o, tal vez, quiero que se dé cuenta de todo lo que pasó por su culpa y la familia que arruinó.
El sonido de los pasos que se acercan rompe nuestro silencio tenso de la sala de espera. Levanto mi mirada, en espera de que sea el doctor con noticias, pero mis latidos se aceleran lleno de emoción cuando lo veo a él, con una sonrisa en su rostro y ese rostro de calma.
—¡PAPÁ! —grito, mientras me pongo de pie y corro hacia él.
Mi padre me rodea con sus brazos con una ternura reconfortante, y me dejo llevar por su abrazo, buscando refugio en su pecho. Un torrente de emociones abrumadoras se desata dentro de mí, y las lágrimas brotan de mis ojos sin control. Es como si todo el miedo y la angustia que he estado conteniendo finalmente se liberaran en un corriente incontenible.
En este momento, con mi padre junto a mí, siento un respiro de alivio. Sé que estoy en un lugar seguro, protegido por su amor y su presencia. Su abrazo me brinda consuelo en medio de la tormenta que estoy atravesando. Es como si su mero contacto tuviera el poder de calmar mis temores y restaurar un poco de paz en mi alma.
—¿Qué haces aquí? —pregunto. Porque yo no lo llamé. Estoy guardando batería para hablarle a la niñera cada hora solo para saber cómo están mis hijos.
—Bueno, el Doctor Rico me llamó.
Mi padre le hace una seña a Rico y él levanta la mano. Después, se pone de pie y sale de la sala de espera para dejarnos a solas.
—¿Por qué no me llamaste, hija?
—Lo siento, papá. No sabía qué hacer. He estado llamando al seguro y haciendo todo tipo de trámites. Karl está allá adentro y apenas y lo he podido ver dos veces. Mis hijos… —Trato de continuar, pero, no puedo, simplemente salen lágrimas y sollozos.
—Tranquila, papá ya está aquí.
—Ha sido horrible. Me dicen cosas que no entiendo y que nadie me explica. Mi Karl está allá adentro, debatiéndose entre la vida y la muerte, y yo aquí, sin poder hacer nada. Mis hijos se encuentran con la niñera, están preguntando por mí, las náuseas y el dolor de cabeza me están matando y hay cosas que no puedo hacer, como donar sangre, porque estoy embarazada y está prohibido.
—¿Cómo? —pregunta mi padre, viéndome a los ojos—.¿Cómo estás embarazada? —inquiere impactado.
En mi desesperación, le confesé a mi padre que estoy embarazada de mis trillizos, una noticia que pude haberla dado de otra forma, un poco más creativa como lo había planeado con Karl.
—Sí. Nosotros reaccionamos igual. Resulta que nuestros bebés vienen de París.
—¿Bebés? —pregunta.
Mi padre, aun sujetando mi mano, se sienta en una de las sillas de la sala. El rostro de asombro es épico. Si estuviera de mejor humor y en una situación más animada, le tomaría una foto para luego mandarla al grupo familiar.
—Sí. Trillizos.
—¡TRILLIZOS! —grita, asustando un poco.
—Papá, contrólate —le pido, al notar que las enfermeras nos están viendo.
—Lo siento, pero… ¿trillizos? —murmura.
—Sí, lo sé. Alegra Canarias tuvo gemelos, ahora trillizos. Esa soy yo.
—¡GUAU!, bueno, no se me hace raro, ¿sabes? Heredaste la fertilidad de tu abuela Alegra.
—¿En serio?
—Sí. Tu abuela perdió cinco embarazos antes de que naciera yo. Uno era de gemelos, según los registros que leí. Si no hubiese sido por el padecimiento de tu abuelo, seguramente hubiese tenido hermanos, muchos hermanos.
—¡Dios!, me estás diciendo que me tengo que sentir afortunada por heredar eso.
—No digo nada, solo me estoy yendo a los hechos.
Suspiro.
—Lo siento. No era mi intención que te enterarás así.
—Está bien. La verdad, yo también porto malas noticias de España —comenta—. Incluso, es la razón por la que vine solo.
—¿Qué malas noticias? —pregunto con nerviosismo, sintiendo un nudo en el estómago mientras espero la respuesta de mi padre.
Él vacila por un momento antes de responder, y su expresión grave solo aumenta mi ansiedad.
—No sé si sea adecuado decírtelo ahora, también tienes malas noticias acá —dice con voz tensa, como si le costara encontrar las palabras adecuadas.
—Solo dime. No me dejes con la angustia —ruego, sintiendo que el corazón me late con fuerza en el pecho, presagiando lo peor.
Mi padre inhala profundamente, como si estuviera preparándose para pronunciar algo extremadamente difícil.
—Menita… desapareció —susura finalmente, dejando que las palabras floten en el aire cargado de preocupación y temor.
Un escalofrío me recorre la espalda al escuchar esa noticia, y automáticamente llevo mis manos al vientre, como si instintivamente quisiera proteger a mis bebés de la conmoción y el dolor que me invaden en ese momento.
—¿Cómo? —inquiero.
—No sabemos cómo. Tu hermana se encontraba en Madrid y la robaron directamente de la cuna en el piso donde se quedan Antonio y ella. Las sospechas van a Théa, por una pelea que tuvo con Antonio. Pablo insiste en que no es así. Las cosas están tensas. Lila está deshecha y luego, llegó tu noticia. Tu madre estaba entre venir a verte o quedarse de apoyo de Lila. Al final, yo vine.
—Te hubieses quedado, papá. Es Menita, la hija de Lila y…
—Tu problema es igual de importante, que el de Lila. Tú, puedes perder al padre de tus hijos… Digo, no es que uno sea menor que el otro, simplemente, son iguales en urgencia.
—Lo sé —agrego—. Ahora entiendo eso que decías: no puedo lidiar con ambas a la vez.
Mi padre sonríe levemente.
—Claro que puedo. Eso solo era broma.
Abrazo a mi papá.
—Pobre Lils. Quisiera estar allá con ella consolándola.
—Ella sabe que lo harías, pero, ahora, esto es importante para ti. Desgraciadamente, me quedaré poco Alegra, pero sé que tendrás la fortaleza para enfrentar lo que sigue. —Mi padre toma mi mano con cariño y me ve a los ojos—. Siempre fuiste la más ruda de los cuatro. Recuerda que Dios no pone pruebas que tú no puedas superar.
—¿Dios?, jamás me habías hablado de él. Pensé que no creías en él como mamá lo hace.
—Lo hago. Solo que en privado. Es imposible que yo haga tan buenos diagnósticos u operaciones exitosas sin tener ayuda de Él. Le agradezco bastante. Incluso, en este momento le ruego porque todo salga bien. Tu abuelo confiaba en Él, tu abuela también, tú también házlo. Dicen que obra en formas misteriosas.
Lo abrazo de nuevo. Él besa mi frente con cariño.
—Viniste…
—Siempre estaré para ti, para todos ustedes. Estaré mientras pueda y tenga vida. Después, espero que se las arreglen ustedes solos porque en cuánto vaya al más allá, olvídense de molestarme. Serán mis vacaciones después de tantos años de paternidad.
—Papá, no digas eso —le pido.
—Es en serio… nada de ouijas, capaz y David las usa para preguntarme si puede usar mi auto antiguo.
Ambos nos reímos, y la risa simplemente nos libera de la tensión. Es como si un peso se levantara de nuestros hombros, permitiéndonos respirar con facilidad después de haber compartido esa carga emocional. En ese momento, el humor se convierte en nuestro aliado, ayudándonos a encontrar un respiro en medio de la adversidad. Me recargo sobre su hombro y cierro los ojos. Estoy tan cansada que no noto que me quedo dormida, y que mi cuerpo me pide que baje al ritmo un momento.
Estoy segura, mi padre está aquí, nada malo puede pasar. Él es el doctor Canarias, el más talentoso de todos los pediatras de España. Si él está aquí, todo estará bien. Siempre está todo bien. Incluso, si Karl se va, si nos deja, sé que estaré bien.
—¿Alegra? —escucho la voz de mi padre en mi oído.
Abro los ojos y me reflejo en los de él. Mi padre me mira atento, con una leve sonrisa en sus labios.
—Karl, despertó —pronuncia la frase que me acelera el corazón—. Y pregunta por ti.
Me levanto del asiento y lo abrazo. Una vez más, todo estará bien. Espero que sea lo mismo para Lila.
Madre mía, todos esperamos que Karl este bien y que sobreviva a esta situación crítica y se recupere, aunque sea lento y le cueste mucho trabajo. Que regrese por sus bebes.
Hay canallas como decía la sirenita Sabina, llegaste en buen momento aunque lástima que rico no te dijo el verdadero motivo del daño de Karl, y no puedo creer lo de menita, fijo fueron los kargianis o fue chez, estos capítulos están candentes,
Espero que Karl lo logré, es buena señal que haya despertado,
Hay Anita nos tienes con el Jesús en la boca
Si aparece Picaflor todo va a estar bien ❤️🩹
Ahí que bueno que despertó. Merecen seguir siendo una gran familia
Ohh ppr Diosss. Se vinieron con todo las historias de las gemelas, ambas pasando por grandes adversidades. Confiar en Dios que todo saldrá bien, como dice David. 🙏🙏🙏🙏🙏🙏 y despertooooooo mi Karl. ❤️
Cada capítulo con el credo en la boca Ana por Dios…
Una de cal y otra de arena!!! Por Dios, David que difícil vida te ha tocado!! Y lo de Mentira, suena a los malditos Karagianis 🤬
Aaayy y🥺🥺🥺🥺 triste por Menita pero con esperanzas al despertar Karl 🙏🏻🙏🏻
Sentí tanto alivio como Alegra cuando llego su papá aunque sea por un instante y luego ya llego la noticia de Menita =( y luego el despertar de Karl este capitulo lo sentí como una escalera de emociones =(
Medicina y Regueton me ha robado momentos únicos y propios de Llamas Gemelas, me entero acá de cosas que ni siquiera han sucedio allá…
Dios estu sufríendo igual que ellos 💔😭