[Tristán]
Los días después de la muerte de mi madre Lucha fueron difíciles, bastante, porque me encargué de todos los trámites uno peor que otro y completamente largos y tardados, estuve dando vueltas por toda la ciudad, contratando servicios, viendo precios, firmando papeles y por fin, pude darle a Lucha el descanso que se merecía.
Después ofrecimos una misa como ella nos pidió, llevamos las cenizas a la casa y sin tener otro tipo de instrucción de su parte, en una pequeña ceremonia en el jardín, esparcimos sus cenizas sobre las rosas que tanto amaba, cerrando el ciclo de dolor y tristeza que todos tuvimos y recordándola con cariño. Lucha ya estaba en paz y la vida tenía que continuar, así que continuamos.
La mudanza hacia Cuernavaca llegó a principios de agosto, un mes antes de que Manuel naciera. Todo se había preparado desde semanas atrás ayudándonos a hacer una limpieza profunda de lo que se iría y lo que se quedaría. Por consejo de mi suegro, decidimos no llevarnos muebles o cosas muy pesadas, ya que en nuestros planes estaba regresar a la ciudad y seguir viviendo en nuestro bonito piso junto con nuestros dos hijos. Así que empcamos nuestra ropa, todo lo que habíamos comprado para Manuel, los juguetes de Luz y quedamos listos para una nueva aventura.
Tita, por otro lado, se casó y lo hizo con una sonrisa den su rostro. Fue en una ceremonia en nuestro amado jardín, decorado a la perfección pero sencillo, vistiendo un hermoso vestido que entre ella y Ximena diseñaron y con Luz corriendo por todos lados. Nunca en mi vida pensé que sería yo él que la entregaría y mucho menos que iría a su boda. Ella y Lorenzo, junto con su hijo, se mudaron a otro lado de la ciudad, por lo que el piso de Lucha se quedó sólo por un tiempo hasta que ella se encargó de guardar, donar y conservar todas sus fotos, que ahora forman parte de su colección.
Después de la boda, y de despedirnos de Paco, Montse y nuestros amigos. Ximena, Luz y yo, nos instalamos en Cuernavaca, en la pequeña casa que su madre le había dejado. Ese lugar que anteriormente había sido parte de nuestras aventuras, de nuevo cobró vida con los gritos, risas y llantos de mi pequeña que cada día se comporta más traviesa y me vuelve loco, pero de amor. Debo confesar que amo esta nueva etapa, aunque deba viajar a la Ciudad de México para ir a trabajar, no sólo por el hermoso clima que hace, sino que ver a Luz salir a jugar con los niños de la privada todas las tardes, verla saltar, correr a mi lado, sacar su carrito para que la empuje por todo el estacionamiento, nadar con ella en la piscina y sobre todo llevarla a caminar al bosque, que se encuentra arriba de la casa, junto con Solovino, son momentos que aprecio y que quiero repetir por el resto de mi vida, porque es tan hermosa que no puedo creer que sea tan perfecta.
También, además de todo lo que pasa con Luz, Ximena se está preparando para el nacimiento de Manuel, que viene grande, así nos dijo el doctor, y entre los dos hemos arreglado la habitación, hecho la maleta y planeado todo con la esperanza de tener una parto bonito y tranquilo sin nada de contratiempos, en verdad estamos deseando que sea así y, ya que hemos entrado al noveno mes, estamos listos para lo que sea y Manuel, nuestro pequeño, puede llegar cuando desee, porque su hermanita y padres lo están esperando con mucha ilusión.
Así que el día, cuando Ximena se paró de pronto en medio de la noche, se le rompió la fuente y todo comenzó a fluir tan rápido, supimos que éste sería un niño inquieto, mucho más que su hermana, que ya estaba mostrando su personalidad, y que posiblemente nos enfrentábamos a un amante de los deportes extremos, en algún futuro y unas cuántas canas verdes. Sin embargo, estábamos felices de que decidiera llegar en una noche estrellada de septiembre, para ser exactos, el 10, justo seis días antes que el cumpleaños de su hermana.
―Respira mi amor, respira ― le pido mientras camino por toda la habitación buscando la ropa que se supone yo ya había arreglado.
―Respiro, respiro ― dice Ximena recargada en una de las paredes con una de las manos posándose sobre su espalda baja.
―Todo saldrá bien, todo saldrá bien ― repito nervioso, tranquilizándome más que tranquilizándola.
Ximena me toma del brazo y me para. Volteo asustado pero ella me sonríe ― Tranquilo mi amor, estamos muy a tiempo, sé que posiblemente esto se vea peor de lo que está pero…. Ahhhhhhh ― se queja y me aprieta el brazo tan fuerte que sé mañana tendré un morado. Después respira y continúa ―todo saldrá bien ― finaliza y se ríe ligeramente.
Lo que me da buena espina es que al menos ahora ambos estamos tranquilos y no en caos como cuando nació Luz. Termino de vestirme, me pongo los zapatos y luego me acerco y la veo a los ojos ― ¡Vamos a ser papás de nuevo! ― le digo feliz para después darle un beso sobre los labios.
―Sí ― responde sonriente.
―¿Estás lista para esta nueva aventura? ―
Le abrazo y ella me murmura ― aléjate si no quieres que…. Ahhhhhh ― y me aprieta el hombro tan fuerte que siento que se va a dislocar. La contracción pasa ― lo siento, lo siento.―
―No, está bien vida ¿el hombro vuelve a crecer no? ― y ella me da un pequeño golpe sobre este mismo ― voy por Luz.. ¿puedes ir bajando o te ayudo? ―
―Ve por ella, yo bajo ― me dice agitada y me pongo de pie para ir por mi hija que yace profundamente dormida.
El plan es este, vamos a casa de los padres de Ximena, les dejamos a Luz, después subimos al auto, vamos al hospital que ya está previamente pagado y recibimos a Manuel, así de simple… creo. Entro al cuarto de Luz, tomo la pañalera, la cobija que ya está lista sobre su sofá y la cargo mientras duerme. Su hermoso cabello rizado se encuentra completamente desordenado dándole el típico aspecto adormilado. La envuelvo en esa hermosa cobija que le hizo su mamá y después de acomodarla sobre mi hombro salgo de ahí.
―Vas a ser hermanita mayor, mi amor ―le murmuro al oído.
―¡Tristán! ― escucho que Ximena me habla abajo.
―Voy ― murmuro para no despertar a Luz.
Bajo las escaleras ― Vale, vale… llaves, pañalera, maleta del bebé, cartera, Solovino en su sofá… todo listo.―
Abro la puerta, salgo de la casa con Luz en mis brazos, camino lo más rápido que puedo hacia mi lugar de estacionamiento, abro el auto, la acomodo en su sillita mientras la arrullo diciendo “shhh” “Shhh” “Shhh” la aseguro, pongo la pañalera en el asiento de al lado. Me subo y arranco el auto, llegó a la puerta, el guardia me abre y salgo de ahí. De pronto una cuadra abajo ―¡Ximena! ― digo en alto y me doy la vuelta para regresar de nuevo a la privada y encontrarla en medio del estacionamiento con los brazos abiertos y con la maleta del bebé sobre el suelo.
―¿Es en serio? ― me dice un poco molesta y con evidente dolor.
―Perdón, perdón, perdón… ― repito mientras bajo por ella y la ayudo a subir al auto.
Voy por la maleta del bebé, la subo a la cajuela y regreso al auto ― Vale, llaves, maleta, bebé uno, bebé dos ― y señalo a Ximena ― pañalera…―
―¡Sólo arranca! ― me dice ella en una contracción y de pronto las risas y bromas se fueron… al igual que la ternura.
―Vale, vale.. ― me doy la vuelta y vuelo a pasar por la puerta del guardia quien me abre la puerta.
―Casi se le olvida su mujer güero ― me dice divertido.
―No empieces Juanito. Te encargo la casa ― comento serio y arranco para ir a casa de mis suegros.
***
Subimos, bajamos, manejé por la ciudad y tiempo después llegamos al hosptial. Bajé a Ximena en la entrada de éste y una persona trajo una silla de ruedas para sentarla de inmediato.
―Voy a estacionarme ― le digo firme y me arranco para meter el auto al estacionamiento y bajarme corriendo. Entro al hospital y escuchó un grito que invade todo el lobby.
“¡Tristán!”
―¡Voy! ― digo en alto y ya ni pregunto donde está mi mujer, simplemente subo las escaleras y dos niveles después llegó ella mientras un enfermero la lleva hacia la habitación.
―”¡Tristán!” ― y alza la mano y yo salgo corriendo para tomársela.
―¡Aquí estoy! ¡Aquí estoy! ― le repito ― ya llegué, ya llegué.―
―¿Trajiste la maleta? ― me pregunta.
―¡Mierda! ― exclamo inmediatamente ― voy por ella..―
―¡No! ¡No te vayas! Luego vas por ella… no te atrevas a irte porque… Ahhhhhhhh! ― vuelve a gritar y se pone las manos sobre el vientre.
―Entendido mi amor, no me voy ― respondo haciendo reir al enfermero.
Llegamos a la habitación y tan solo se pasa a la cama el chico pone un rostro que nunca olvidaré. Me acerco ―¿Qué pasa? ―
―El parto viene rápido ― dice ― Ya está muy dilatada, unos momentos más y nacería en el auto.―
―¡Qué! ― dice Ximena mientras lo ve ―¿cómo? ¿Qué? No, no puede ser, ya ves, por olvidarme en el estacionamiento ― reclama
―Pero llegamos… ― me justifico y sé que ahora bromeo pero por nervios.
―Sí, voy por el doctor.―
El chico sale rápido de la habitación y me acerco a ella ― no, yo quería la epidural ¡Dime que me van a dar a epidural! ― me pregunta mientras otra contracción llega.
Ximena me toma de la mano y de nuevo vuelvo a sentir esa increíble fuerza. Ella aprieta pujando, su cuerpo se lo está pidiendo y necesita hacerlo.―
―No, no.. espera no… me dijiste que tendríamos un parto tranquilo.―
―Mi amor, pero si estamos en el hospital.―
―Lo sé, pero… esto va muy rápido…― y empieza a hacer los ejercicios de respiración.
Le beso la frente y luego ella me ve a los ojos ― Vida, todo saldrá bien, dijimos que cuando Manuel estuviera listo y creo que está muy listo. Estamos en el hospital, con todos los doctores y enfermeras que puedas tener ― y ella se ríe ― lo vamos a hacer de nuevo, darás a luz a este bebé y yo estaré aquí a tu lado, tomando tu mano.―
―Sí, sí…. Lo haremos…. Ahhhhhhhhhh” ― y de pronto me muerde la mano.
―¡Ahhhhhhhhh! Vida, vida vida… ― le digo tratando de alejar mi mano antes de que me la arranque.
―Perdón, perdón, perdón…― se disculpa y vuelve a respirar.
―No te preocupes, la próxima me alejo de tus dientes.―
El doctor entre por la puerta, completamente listo y después de revisar a Ximena nos dice ― este niño quiere nacer ya… y quienes somos para impedírselo ― bromea.
―¡No bromée y sáquelo ya! ― dice ella en un tono de desesperación y dolor.
El doctor preparar todo y de pronto dice las palabras que tanto tiempo habíamos esperado ― Muy bien Ximena… ¡Puja!―
Ella lo hace tan fuerte como pueda y de nuevo veo esa fuerza en su rostro como el día que dio a luz a nuestra hija. Sus cuerpo se tensa, aprieta mi mano y con la otra se aferra a las sábanas.
La contracción pasa y ella vuelve a respirar, la imito ― venga Ximena, respira, respira, respira.―
―Respiro, respiro, respiro ― se repite como si fuera mantra.
―Muy bien Ximena, en la próxima contracción llega tu bebé ¿lista?―
―Lista, lista…―
―Puja, puja, puja… ― le dice el doctor.
―¡Ahhhhhhhh! ― grita.
Ximena puja y de nuevo vuelvo a repetir esa escena que viví hace casi dos años atrás. Me asomo y veo el cabello de mi hijo, negro, muy negro como el de su mamá.
―Vida, tiene cabello negro y mucho, muchísimo.―
―¡Aja! ― dice ella a duras penas y luego vuelve a pujar para después ver a nuestro hijo ser levantado por los aires y en seguida, ese hermoso llanto que exclama vida.
―¡Ya llegó tu hermoso bebé! ― nos dice el doctor, mientras Manuel llora a todo pulmón y le grita al mundo que hoy hace su entrada en este mundo para completar nuestra familia.
―¿Está bien? ¿Está sano? ― me pregunta Ximena mientras llora emocionada.
―Sano, muy grande y es precioso, vida ― le murmuro, y le doy un beso sobre los labios.―
Veo como lo pesan y lo revisan ― 3 kilos 900 gramos ― dice la enfermera.
―Será comelón ― le bromeo a ella y se ríe feliz.
La enfermera se lo pone sobre el regazo a Ximena mientras sigue llorando y ella le toma la manita ― Hola mi amor, mi Manuelito, bienvenido te esperábamos desde hace meses.―
―Fuiste hecho en Paris mi amor… ― bromeo y Ximena me ve con cara seria.
―Eso es lo primero que le dirás a tu bebé ― me dice entre risas.
Lo cargo entre mis brazos y lo voy tranquilizando, le beso la frente y él se mueve un poco ― Hola hijo, soy tu papá, tu compañero de juegos y tu aliado en todo lo que necesites. Te enseñaré a nadar, a andar en bicicleta, a como rasurarte, porque sé que tendrás mucha barba y sobre todo iré siempre de tu mano para hacerte un buen hombre, tal y como tu abuelita Lucha me crió.―
Las lagrimas vuelve a correr por mis mejillas. Lo veo, y sigo sin creer que este pequeñito es mitad mío y mitad de Ximena. Me siento increíblemente invencible en este momento y a la vez tan vulnerable por todo lo vivido, porque este recién nacido que tengo entre mis brazos es mi responsabilidad hasta el día que yo me muera y junto con su hermana me han dado la mejor de las vidas, una que jamás pensé que me mereciera.
Me acerco a Ximena con el bebé tranquilo entre mis brazos y la beso en la frente ― gracias vida, por tanto. Sé que te lo digo siempre, pero eres el mejor acierto de toda mi vida. Te prometo que siempre estaremos juntos y que mi vida es tuya, de Luz y de Manuel.―
Ella sonríe y acaricia el cabello del niño ― Te amo tanto Tristán, pero prométeme que este es el último ¿si? No quiero tener más partos de anécdota.―
―Te lo prometo vida ― le digo con una sonrisa.
Dos años después llegó María Julia y con ella fuimos cinco.