[María Julia]
De todos mis hermanos yo fui la más rebelde y sé que puede sonar un poco descarado admitirlo pero debo fue verdad, esa fue la relación que tuve con mis padres y que posiblemente yo fui la que tuvo que aprender por las malas y bueno, al final creo que lo hice.
Ser la pequeña de dos hermanos fue complicado, sobre todo cuando nos cambiamos a otro país cuando yo tenía 8 años. Mi padre y mi madre no cambiaron sus costumbres ni la manera de educarnos, a todos nos dieron lo mismo y lo que necesitábamos, pero siempre hay una oveja negra en la familia y en este caso, me tocó a mi.
Yo fui la que más tiempo pasé con mis padres no sólo por ser la más pequeña si no por las cosas que hice que me obligaron claramente a quedarme aquí por un tiempo más, pero debo admitir que mis padres siempre fueron geniales conmigo en todos los aspectos y se comportaron como un caramelo “ dulces pero firmes”.
Todos mis hermanos “dejaron el nido” cuando tenían 17 años. Luz, a esa edad, se fue a vivir a Madrid para poder estudiar fotografía documental y comenzó a viajar por todos lados sólo regresando en Navidad como era prometido.
Manuel, igual se fue, pero a los 18, cuando yo tenía 16 años, él persiguiendo una carrera de escritor apoyada cien por ciento por mis padres, así que se regresó a México un rato a vivir con mi tío Francisco, mi tía Montse y su hijo Carlitos, para después irse a Barcelona unos años después.
Así que al final quedé sólo yo y nadie más que yo y pensará ¿la descuidaron? ¿Tal vez ya no le prestaron atención? Y la respuesta es, no, soy hija de Tristán Ruiz de Con y Ximena Caballero y el descuidar a sus hijos no era algo posible.
La caída empezó cuando solovino, mi perro, murió unos días después de que cumpliera 17 años, y de pronto todo lo que me “mantenía” bien en mi hogar se esfumó. Sin hermanos, sin perro, y en plena adolescencia caí en un momento de “independencia” y “adultez” temprana que me llevó a juntarme con un grupo de amigos que tenían la misma filosofía y entre ellos encontrar a Eduardo, mi primer novio.
Desde al principio a mi padre no le cayó nada bien, pero confiando en mi y dejándome la independencia que sabía necesitaba para comenzar a hacer mi vida, simplemente de dijo que me cuidara y mi madre me dijo como, iban por mi a las fiestas, no me rebajan quedarme en la habitación sola con él etc… pero apesar de todo, no me importó, pasé por alto todos sus consejos, y en una de las fiestas del colegio hice la tontería más grande del mundo, a los 17 años les di su primera nieta, trayéndoles una increíble decepción al principio y dándome una de las lecciones mejor aprendidas de toda mi vida.
Traté de ocultarlo, en verdad lo hice, pero una madre y un padre que tuvieron 3 hijos saben más que una adolescente de 17 años que con su primer novio se embarazó y si mis papás no estaba desilusionados de mí, cuando les dije, lo pude ver en su rostro.
Ese día mi madre entró a la habitación y me vio sentada sobre la cama viendo al jardín. La tonta de yo había tirado la prueba de embarazo en la basura de la cocina, y Alicia la había encontrado felicitando a mi madre, que a sus 40 y algo de años estaba segurísima de que no estaba embarazada porque mi padre se había hecho la vasectomía despues de que nací, entonces, sin Luz, sin mi madre, sólo quedaba yo y ahora tenía que enfrentar las consecuencias.
—¿Mi padre sabe?— le pregunté a ella mientras me veía a los ojos.
—No, y tienes suerte de que yo haya sacado la basura hoy porque si él lo hacía, arde Troya María Julia ¿qué fue lo que hiciste? — me dice enojada.
—No sé, no sé.—
—Sí, sí sabes… creo que tu padre y yo te dimos la educación indicada para que supieras lo que estabas haciendo ¿no es cierto? — me reclamó.
—Sí, lo sé pero… — y de pronto me suelto a llorar porque no sé en realidad que contestarle. Sé que lo hice mal y que posiblemente haya arruinado mi vida en todos los sentidos. Me volteo a verla con los ojos llorosos y esa cara de decepción jamás la olvidaré.
—¿Me va a correr mi papá? — pregunté.
—¡No! ¡Claro que no! Sé que posiblemente hiciste algo no planeado pero jamás te correríamos de la casa. Eres nuestra hija, pero si vas a tener que enfrentar las consecuencias de tus actos María Julia, porque si fuiste lo suficientemente “adulta” para hacer lo que hiciste, debes comportarte como una.—
Esa fue la primera y última vez que vi a mi mamá tan firme y molesta. Ella siempre había hablado con nosotros de una manera pacífica pero ahora, no la reconocía.
—Debemos hablar con los padres de Eduardo— me comenta.
—No, él aún no sabe sus padres lo van a matar, yo no quiero…— y sólo de pensar lo que podría pasar me suelto a llorar.
—Primero hablaremos con tu padre, y luego con los padres de Eduardo María Julia, deben saber lo que pasó y tomar una decisión, sea cual sea ¿entendido? — y se acerca a mi para tomarme el rostro y verme a los ojos.
Asiento mientras me suelo a llorar y ella me abraza — ¡Ay hija! ¿En qué te fallé? — me pregunta.
—En nada mamá, te juro que fue en nada, es que yo…— pero no tengo palabras, no sé qué decirle, tengo una mezcla entre miedo y coraje conmigo misma. Yo sabía que mis padres aceptarían cualquier propuesta o decisión que les hiciera, pero ahora, me sentía tan pequeña como para pensar en un embarazo adolescente.
Pase la tarde angustiada, sin querer comer ya que tenía unas nauseas horribles, nunca supe si era por el embarazo o por miedo de saber que a las 7:00 pm mi padre entraría por esa puerta como siempre y nos saludaría como siempre lo hacía. Mi madre se encontraba parada en medio de la sala y yo sentada sobre uno de los sofás viendo al suelo y moviendo los dedos nerviosa.
Entonces mi padre entró y yo tenía un deseo enorme de salir corriendo porque no sabía que lo que venía. Ya había visto a mi padre firme antes y enojado, pero no eran este tipo de situaciones, sólo travesuras y peleas entre hermanos.
—Buenas noches Tristán — escuchamos a Alicia que le ayudó con el saco y luego vio a mi madre
—¡Hola vida! — le comentó feliz y mi madre se acercó para abrazarlo. Luego me vio a mi — ¡Qué milagro señorita! Nunca bajas a saludarme antes de que yo te diga que ya llegué.—
Esbozo una sonrisa ligera pero mis ojos se llenan de lágrimas.
—Alicia, nos puedes dejar solos un momento por favor — escucho que dice mi madre y ella se va de la sala.
—¿Qué pasa? ¿Están bien? — pregunta él preocupado.
—Tristán, tu hija necesita decirte algo — y cruza los brazos y me ve — dale María Julia.—
Mi padre me ve a los ojos y yo tiemblo horriblemente — Estoyemnrazada — murmuro.
—¿Cómo? — me dice mi padre sin entender.
—¡Qué estoy embarazada! — repito alto y la cara de mi padre cambia de inmediato.
Me preparo para el enojo, para la rabia, tal vez uno que otro grito pero la reacción de mi padre fue diferente. Se llevó una de las manos para acariciar su frente y luego suspiró.
—¿Es de Eduardo? — me pregunta serio
Yo asiento.
—¿Tu quisiste? ¿Te obligó? — continúa el interrogatorio.
—Papá.—
—Dímelo, ¡te obligó María Julia!— habla en tono firme y yo niego con la cabeza.
—Vale — respira y luego voltea a ver a mi madre — debemos llevarla al doctor para ver que todo esté bien y luego hablaremos con los padres de Eduardo — dice molesto.
—Papá — le murmuro entre lágrimas — perdóname, sé que te fallé.—
—No, yo te fallé — dice en tono severo — era mi responsabilidad decir algo o hacerlo y no… — y deja de hablar — vida, no quiero cenar.—
—Papá, perdóname, yo sé que ustedes me dijeron y me aconsejaron pero…— y él me ve a los ojos — no te enojes sí.—
—No, no estoy enojado, pero sabrás que la decepción es más grande que el enojo, y ahora, en este momento estoy decepcionado.—
Se dió la vuelta y desapareció de la sala dejándonos a mi madre y a mi solas. Ella se puso de rodillas y me vio a los ojos — mi pequeña, es hora de crecer — fue lo único que me dijo y después siguió a mi padre escaleras arriba.
Entonces todo se volvió triste en la casa, mi papá no se comportaba grosero conmigo y tampoco me dejó de hablar o me trató mal, pero sí cambió mucho la manera en que me hablaba. Se terminaron los chistes, se terminaron las risas y sobre todo el apodo de “mi pequeña” que pasó a un María Julia esto, María Julia aquello.
También fue obvio que Eduardo no se quiso hacer responsable y sus padres tampoco lo hicieron, así que mientras él se fue de “intercambio” a Canadá, yo me quedé con la responsabilidad de decidir, era obvio que la opción de perderlo estaba sobre la mesa y sé que mis padres me hubiera apoyado si lo hubiera decidido, pero cuando vi su ecografía la primera vez y lo chiquito e indefenso que era, dije que no. Cuatro meses después me enteré que era nena y la llamé Sabina.
***
Mientras esperaba el nacimiento de Sabina no dejé de estudiar, aunque le rogué a mi padre que no me dejara ir al colegio así pero él dijo que yo tenía una responsabilidad con él y era estudiar, así que ahí fue cuando entendí mi primera lección de adulto, si uno toma decisiones debe aceptar las consecuencias por más duras que sean y yo acepté de todo, habladurías, teorías y uno que otro “pobre Maria Julia” que me calaba dentro pero cuando llegó el momento de estudiar desde casa cuando ya me era imposible salir todo es se terminó, y pude al menos estar tranquila los dos últimos meses del embarazo.
Mis padres también cambiaron un poquito, ya que ellos eran los que me acompañaban al doctor al ver a mi hermosa hija que cada día crecía más. Mi padre jamás me negó alguna vitamina o revisión con el doctor y estaba al pendiente de todo lo que me decían, mi madre se encargó de que comiera bien y otras cosas que no sabía se debían hacer durante el embarazo, me tranquilizaba cuando me quejaba de que estaba engordando mucho y que los pantalones no me quedaban ya y tenía que usar vestidos holgados.
Una tarde encontré unos pantalones pre mamá sobre la cama regalo de mi padre y así supe que habíamos empezado otra etapa, supongo que pasamos de la decepción y poco a poco nos fuimos ajustando hasta llegar a la calma, a planear todo para la llegada y crear, lo que me acercó más a mi madre.
Ella me enseño a tejer y juntas le hicimos mucha ropa a Sabina, ropita calientita ya que nacería en noviembre, también le tejió una hermosa colcha y pañales de tela, todo mientras me aconsejaba sobre como cargar a la bebé, como darle pecho y todas esas cosas que sabía que pasarían.
—Cuando salga del hospital la cubriremos en esta cobijita — me dijo emocionada mientras me la enseña. Era una color blanco que decía el en letras rosas “Sabina”.
—Sí mamá, te prometo que será su cobija favorita.—
—Y le puedes poner uno de estos conjuntos o no sé, tal vez el la repita que te envió tu abuela Rosalva.—
—No, el tuyo está bien, me gustan las florecitas que le hiciste.—
Yo le muestro el mío y ella sonríe — No sé si sea tan creativa. —
Ella me abraza y acaricia mi vientre — verás que todo va a salir bien ¿si?—
—Sí — murmuro con lágrimas sonríente.—
—Tu padre y yo estaremos contigo, y tus hermanos también, todos vendrá a ver a Sabina y será un nacimiento feliz ¿va? —
Sí, fue uno muy feliz pero por ahora no lo contaré. Mi padre por otro lado se dedicó a pintar el cuarto de su nieta de blanco y luego le puso un hermoso color lila decorando hermosamente las paredes, sí él lo hizo solo, supongo que por terapia y cuando me lo entregó era uno de los cuartos más bonitos del mundo.
—Mañana iremos al Centro comercial para que compremos una cuna y las cosas que Sabi necesite ¿vale? — me dijo en un tono tranquilo, el que hasta ahora había llevado.
—Gracias papá—
—De nada.—
—No sabía que llamabas a la bebé Sabi — le dije y él sonrió.
—Pues es mi nieta que ¿no? Debo llamarle con cariño, porque la quiero, no la conozco y ya sé que la amo.—
Mi padre que por meses ha tenido ese rostro de decepción total conmigo, por primera vez me sonríe a mi, ya lo había hecho pero solo cuando ve las ecografías de mi hija en el doctor.
—Lo siento mucho papá, lo último que quería es que tuvieras una hija adolescente embarazada, digo, eres Tristán Ruíz de Con el hombre que arregló su vida y tiene la relación perfecta y hasta hace poco la familia perfecta.
Él me abraza y cuando lo hace las lágrimas corren por mis mejillas — sí, al principio me decepcioné, pero luego vi como poco a poco empezaste a comprender tu papel, te hiciste una hija responsable, seguiste estudiando y sobre todo tomaste decisiones sabias, a pesar de que tuviste que hacerlo sola. Estoy orgulloso de ti, y sé que harás a tu hija más orgullosa por todo el ejemplo que le darás.—
—Gracias por apoyarme.—
—El hogar nunca cambia María Julia, y jamás perderías mi apoyo, sobre todo sabiendo que mi primera nieta viene en camino y que mi hija me necesitará más que nunca ¿entendido? —
Asiento y él me da un beso sobre el cabello — todo estará bien hija, creciste más rápido de lo que pensábamos, pero te prometo que todo estará bien.—
Mi padre y yo duramos abrazados ese día por mucho tiempo, supongo que nos desquitamos de todos los meses en que no lo hicimos, y sí ,todo estuvo bien y si tuve que crecer a sí de rápido, pero las lecciones no habían terminado ahí, si no que había muchas que seguirían más adelante y que me formarían a la persona que soy hoy.