(Antepenúltimo capítulo) 

[Tristán] 

Que mis hijos estén se regreso para esta fecha es especial, ya que no sólo será para Navidad si no porque su madre y yo cumplimos 24 años de casados. 

Así es, mi hermosa mexicana y yo, llevamos todo ese tiempo juntos y sé que todavía iremos por  otros 24 años más. Ambos hemos criado a nuestros hijos, los hemos visto partir, hemos hecho nuestras vidas, ayudado a María Julia criándo Sabina  y también hemos disfrutado juntos ya  que cada día crece más. Pero es hora de dar el siguiente paso. 

Ximena se adaptó muy bien a Ibiza desde el primer momento que llegó, reconstruimos de nuevo un hogar y se adaptó a un país y se enamoró de él sin embargo, para nosotros era momento de regresar, y eso, sería lo que anunciaríamos a nuestros hijos esta noche. 

Tanto ella como yo llegamos a la conclusión que nuestro tiempo en Ibiza había terminado. La empresa iba viento en popa bajo la dirección de David y los socios, nuestros hijos todos habían tomado su camino y según los planes de María Julia deseaba que Sabina estuviera más cerca de ella para poder verla más seguido, así que ya no había vuelta atrás. 

Ésta sería nuestra última Navidad en Ibiza, porque después Ximena y yo volaríamos de regreso a México y ya no volveríamos más, bueno, excepto que alguno de nuestros hijos se quedara a vivir acá y viniéramos a visitarle, pero como lo vemos eso no está en sus planes.

Sin embargo, antes de anunciar esta decisión, tenía que decírsela a la única persona que se quedaría en esta ciudad, y con la que poco a poco he ido retomando mi relación que, aunque complicada, me ayudó a entenderla, comprenderla y hacerla parte de mi vida; mi madre. 

Después del trato de paz entre los dos y que ella regresara a la casa donde vivió toda la vida con mi papá, mi madre y yo hemos tenido una relación de estira y alfoje, por así decirlo. Mis hijos la ayudaron a estar presente en la familia pero ella sola quiso alejarse de todo y encerrarse en su propio mundo donde a veces yo tenía acceso, permitiéndome ayudarla de todas las maneras que me fue posible pero sabiendo que nunca era suficiente. 

Un día, mi madre, empezó con algunos problemas para recordar cosas, luego reconocer gente y finalmente se le dio el diagnóstico de que tenía alzheimer y ya no había vuelta atrás, así que simplemente  se vendió la casa donde crecí y se fue a vivir a una casa de descanso, donde todos los fines de semana Sabina, Ximena y yo vamos a verla en las horas de visita, aunque cada día es más difícil que ella nos reconozca, por lo que tomamos la decisión de que nuestra nieta ya no fuera porque simplemente no sabe quién es y la nena no lo comprende. 

Sé que tal vez seria más fácil para mi irme de Ibiza sin decirle nada, porque al fin y al cabo ella no lo recordará sin embargo, tengo la ligera esperanza de que ella lo haga y sepa que su hijo estará bien, que seguirá igual de feliz y todas las buenas noticias que trae este fin de año. 

Mientras todos están en la casa festejando que nos hemos vuelto a reunir para las fiestas, me escapé unos momentos para ir a ver a mi madre y llevarle una cobija que Ximena le hizo como regalo de Navidad. 

—Dile que tiene unas florecitas que dijo Sabi que le gustarían— me indicó con cariño— deséale feliz Navidad por parte de todos, dile que sus nietos la quieren… dile que la quieres, aunque a veces no lo sientas así.—

Ximena, a pesar de todo lo que viví con mi madre, siempre me inculcó que llevara una buena relación con ella, ya que decía que la familia era la familia y que posiblemente un día la iba a necesitar, nunca lo hice pero ella siempre necesitó de mi. 

Entré a la casa de descanso adornada completamente con guirnaldas de colores, esferas y un árbol de Navidad en la recepción y me dirigí a su habitación al fondo del pasillo, mientras caminaba hacia allá, iba pensando en las palabras que le diría para explicarle que posiblemente está sería una de las últimas veces que la vería, porque, debo admitirlo, mi madre cada día empeoraba más de salud. 

Toqué la puerta para avisarle que entraría, la abrí y me la encontré sentada viendo a la ventana. Su cuerpo era en realidad muy simple por no decir desangelado, ya que, a comparación de las otras habitaciones de los que vivían ahí, la de mi madre no tenía fotos de ningún tipo, ni nada para adornarla; ella no quiso hacerlo y se respetó su decisión.

—¿Madre? — le murmuré y ella volteó a verme y me sonrió —Soy Tristán, tú hijo.—

Sé que era una línea muy evidente pero posiblemente este era uno de los días en el que ella no me recordaba, para mi buena suerte lo hizo. 

—¡Mi hijo tan guapo! — me comentó y yo me senté a su lado sobre el sofá — ¿Cómo está la pequeñita? —

—¿Sabina? — pregunté. 

—Sí, sí, tú hija, la que viene contigo y Bego.—

Sonrío. Mi madre casi no recuerda a Ximena a pesar de que ha venido miles de veces conmigo, se quedó en el pasado y recuerda más a Bego, a veces de buena manera, a veces de mala, pero siempre está en su mente. 

—Sabina no es mi hija madre, es m nieta, es la hija de María Julia, mi hija menor.—

—¿Tienes una nieta ya? ¡Imposible! Estas muy joven.—

—Mamá, tengo 52 años.—

—¿Quién? — me preguntó y supe que de nuevo empezaba ese lapso de no recordar nada. 

Saqué la cobija de la bolsa y la extendí poniéndole sobre el regazo — Feliz Navidad Mamá, esta cobija te la hizo Ximena y Sabina, para que te protejas del frío.— 

Ella la acaricio sonriente y luego me vio quedándose callada por un momento, luego expresó — ¡Mira Ian! ¡Qué bonita cobija! — y yo sonrío. 

—¿Te gustó? —

—Me encantó, muchas gracias… pero hoy no es mi cumpleaños, es mañana.—

Debo admitir que ultimamente me da más tristeza verla así. Mi madre solía ser una mujer fuerte, de carácter y verla como terminó me hace pensar que a veces la vida te pasa factura y por eso debes saber como vivirla de la mejor forma. No es que yo le haya deseado todo esto pero tampoco es que ella hubiese sido alguien bueno u honorable. 

Me pongo de rodillas y la veo a los ojos — Ma, vengo a decirte que dentro de unos días Ximena y yo cumpliremos años de casados y nuestros hijos están aquí con nosotros para festejar. Luz, mi hija más grande se comprometió y planea casarse en México en la primavera… en Cuernavaca, donde vivíamos antes.— 

Ella me sonríe aunque sé que no me entiende — Luz, la chiquita que traes ¿verdad? La recuerdo tan bien, eses día que la vi en el restaurante, su cabello rizado…—

—Así es, la del restaurante, se casará.—

—¡Qué bueno! ¿Bego está de acuerdo? —

En otro momento me enojaría mucho que mi madre confundiera a Ximena con Bego, pero al ver las circunstancias sé que no lo hace apropósito. Además, Bego ya está muy lejos de aquí, después de la muerte de mi padre, tomó su dinero y se fue, nadie sabe precisamente, pero me llegó el rumor que posiblemente esté en Grecia o algo así. 

—Mamá — vuelvo a decirle lento — Ximena y yo nos regresaremos a México a vivir. Hemos tomado la decisión de hacerlo y después de la boda de Luz nos quedaremos definitivamente allá, así que no sé si pueda volver a verte.—

—Está bien hijo, es justo — dice tranquila — tú sabes que lo debes hacer.—

Acaricio su cabello blanco y sonrío — no te preocupes, aunque esté lejos me haré cargo de ti en lo que mas pueda, siempre tendrás gente atendiéndote y en caso de que necesites algo, regresaré ¿si? No te preocupes por nada.—

—No quiero que te preocupes por mi Tristán — comentó recordándome de nuevo — sé que no fui la mejor madre y mucho menos la mejor abuela, pero, te confieso que siempre me sentí muy orgulloso de ti, y quiero que lo sepas.—

Me quedo en silencio un momento disfrutando lo que mi madre me acaba de decir — te quiero mamá, porque al final aprendiste de tus errores y trataste de mejorar.— 

Por un momento nos vemos a los ojos y al verlos cansados y cristalinos sé que es la última vez que la volveré a ver y recuerdo cuando mi madre Lucha murió en esa cama del hospital. Tal vez Ximena y yo deberíamos esperar a que ella se fuera para nosotros regresar. 

—Salúdame a Ximena y a la pequeñita — me dice de pronto — que les vaya bien, sé feliz Tristán.—

—Gracias madre — contesto y me pongo de pie — los muchachos vendrán a verte el veintiséis ¿vale? Para que los recibas y ellos te den mucho amor.—

—¿Quiénes vendrán? No, yo no tengo porqué recibir a nadie, mi hijo se fue a México hace mucho… no sé donde está.—

Le tomo la mano y se la beso — descansa mamá, disfruta tu cobija… feliz Navidad.—

—Feliz navidad Ian, dile al muchacho que lo extraño.—

—Se lo diré, yo le diré a Tristán que lo extrañas — digo eso con ternura y luego dejo el lugar. 

***

Después de la visita a mi madre, quedé con un sabor de boca bastante amargo y con un nudo en la garganta que me costó deshacer. Un día escuché a mi suegro decir, que cuando uno se va haciendo viejo, había cosas que pegaban más y que uno se volvía más sentimental. Por un momento no lo creí, pero ahora,  después de lo que pasó con mi madre y mientras  veo a mis hijos riendo a carcajadas con su madre en la sala de mi casa, la comprendí perfectamente. 

—¡Papá! — me dijo María Julia cuando me vio — ¡Mi madre le hará el vestido de novia a Luz! — comentó alegre mientras iba por mi y me tomaba de la mano. 

—¿En serio? — pregunté. 

—Sí, entre todos le convencimos de que lo hiciera, ya que ella quiere un vestido sencillo y bonito, y aún no encuentra algo que le agrade.—

—Me da mucho gusto mija — le comento. 

Ambos llegamos a la sala y al verlos todos reunidos ahí sé que hay llegado el momento de hablar — Familia, junta —  les digo como cuando eran pequeños y teníamos que planear algo todos juntos. 

Todos me ponen atención y David y Robert se ponen de pie. 

—Los esperamos a fuera — dice David educadamente. 

—No, por su puedo que no, ustedes deben aprender a hacer estas juntas — le bromeo y Luz me sonríe porque sabe lo que eso significa. Tenemos dos nuevos integrantes. 

—¿Todo bien papá? — dice María Julia con Sabina en sus brazos. 

—Hijos, esta será la última navidad que pasemos en Ibiza, porque su madre y yo hemos decidido que nos regresaremos a vivir a México el próximo año.—

Todos se quedan en silencio y me observan atentos. Ximena se acerca a mi y me abraza pasando su mano al rededor de mi cintura — ustedes saben que su madre y yo nos venimos para acá hace mucho tiempo para darles una vida mejor y con más oportunidades. Los criamos lo mejor que pudimos y siempre tramos de que fueran felices y no se preocuparan por nada. Sin embargo, ahora, todos  han tomado su rumbo, están haciendo sus vidas y es hora de que su madre y yo retomemos nuestro rumbo de nuevo.— 

—Eso es genial, absolutamente genial — dice Luz sonriente y luego se acerca a mi y nos abraza.

—¿Eso quiere decir que puedo dejar de vivir con la abuela? — bromea Manuel. 

—No, tú puedes vivir con tu abuela y después ir a visitarnos, pero tu madre y yo, seremos solteros por un buen rato. Bueno, abuelos solteros porque Sabi se viene con nosotros.—

María Julia me sonríe y me dice gracias con los labios. 

—Entonces, prácticamente  esta es nuestra última celebración en esta casa — dice Manuel. 

—Así es y la siguiente… en Puerto Vallarta, pero siempre juntos, como mueganos.—

Abro los brazos y mis hijos se acercan a mi y me abrazan, es una sensación tan rara el tenerlos a todos así de grandes, y con la pequeña en los brazos de María,  pero a la vez es una gran alegría, porque los tres siguen aquí conmigo y somos una familia unida, tal como siempre lo quise — lo que cabe en estos brazos es nuestro hogar… — les digo. 

—Y el hogar jamás cambia —dice Manuel. 

—Y el hogar jamás cambia, papá — sigue Luz. 

—Y el hogar jamás cambia, Tristán — repite María Julia. 

—Y el hogar jamás cambia — repite Sabi haciéndonos reír y yo la cargo entre mis brazos y le doy un beso en la frente. 

Ximena se acerca a nosotros y recarga su cabeza sobre mi hombro, mientras la abrazo con el brazo que tengo libre — creo que nuestro hogar ha cambiado un poquitito — me murmura. 

—No mi Mena, no ha cambiado, el de ellos ha crecido. Luz hará su hogar, Manuel también, María Julia ya lo empezó pero el nuestro sigue igual, porque tu mi Mena eres mi hogar, y mientras pueda seguir resguardándote entre mis brazos y diciéndote que te amo, todo siempre se mantendrá igual.

Ella me mira a los ojos y me sonríe. Mi mena, sigue tan guapa como la primera vez que la vi, tal vez puede que tenga una que otra arruga, pero en su mirada sigo viendo reflejada a la joven que me enamoró en México hace casí 25 años atrás.  

—¿Lista para regresar a donde comenzó todo? ¿Al México de mis amores?— le pregunto. 

—Lista, mientras sea a tu lado.—

—Siempre a mi lado Ximena Caballero, de eso que no te quede duda.

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