[Tristán]

Ximena está triste, se le nota, no necesita decírmelo cuando sé que lo está por la manera en que me mira. Sus ojos ya no brillan como antes y es un poco difícil acercarse a ella sin que salte y cierre los ojos, por lo que abrazarla por detrás o hacer movimientos rápidos ha quedado descartado. No me aleja pero tampoco me quiere cerca, se encierra cuando va a ducharse, no se desviste en mi presencia e incluso me pide que me salga de la habitación y varias veces la he escuchado llorar en el baño escondida en la ducha. 

Me siento increíblemente impotente porque quiero hacer algo pero no sé qué, ha estado yendo a terapia con una psicóloga que mi cuñado le recomendó e incluso, él está cubriendo los gastos de todo, es su forma de pedirle perdón por lo que pasó antes y ayudarla por lo que ahora casi vuelve a suceder. Su padre sigue sin saber nada y hemos dejado de ver a la familia los domingos. 

Ahora cada uno está por su lado, incluso al dormir, ya que ha decidido que la niña duerma en medio de los dos en lugar de la pequeña cuna que se encuentra al lado. Es una forma de protegerla y a la vez de evitar que yo me acerque por las noches, siendo el desayuno o la cena el único momento donde apenas podemos convivir un rato, donde podemos platicar de lo que hicimos en el día y cosas que Luz necesita o hizo, pero ya, después viene el silencio, las actividades por separado y ya.. no más. 

―Debes darle chance mijo, lo que pasó no está demás. No es que sólo le hayan dicho algún insulto. Fue algo fuerte, que si no hubiera llegado, posiblemente hubiera sido peor ― me consuela Lucha mientras Luz trata de alcanzar una de las conchas que están en la canasta del pan poniéndose de pie sobre mis muslos y haciendo ruidos para que le preste atención. 

La alcanzo por ella y corto un pedacito y se lo doy. Lucha ve a la niña y le sonríe, el moretón de su brazo se ha ido por completo gracias al arnica y ahora se ve como si nada hubiera pasado, como si ella no hubiera estado presente en esa situación, sólo espero que no lo recuerde más adelante. 

―Ya llevamos un mes casi dos Lucha, soy paciente, en verdad lo soy, pero debes comprender que se siente horrible esta sensación de coraje, de tristeza, me encantaría poder abrazarla y absorber todo ese dolor y que se me pasara a mi por completo, que volviera a sonreír, a besarme, ya casi se harán dos meses de lo sucedido y no le he podido abrazar, en verdad… no es que sea intolerante.―

―No, no lo eres… ― me dice Lucha acariciando mi mano ― pero la amas, y quieres consentirla y comportarte como siempre, pero ya no habrá un como siempre, debes esperar a que Ximena te dé entrada, sólo mantente al frente, ella se acercará, te lo prometo.―

―No sé que haría sin ti Lucha ― le beso la mano y ella sonríe. 

―Harías las mismas cosas pero sin tantos consejos ― responde ― ven, dame a la niña y ve con ella al taller. ―

―Si es que me deja pasar― murmuro. 

―Ve y si no te deja entrar te sientas afuera como siempre, y si te deja pasar ayudale a reparar algo, no sé.. invéntate algo para que pases tiempo con ella, sólo que vea que ahí estás, que no te iras ¿comprendes? ―

Me pongo de pie y le doy un beso a Luz en la mejilla que se encuentra llena de azúcar por el pan ― te quedas tantito con Nana Lucha ¿si mi Luz? ― le digo y ella asiente y estira los brazos para irse con Lucha. 

―¡Vente mi amor! Vámonos a ver la novela que está buenísima ― le dice y la llena de besos. 

Observo a Luz, mes con mes crece más y se comunica de todas las maneras posibles. Estoy esperando el día en que nos sorprenda con algún “papá” o “mamá” para volverme loco de ternura y me da miedo que Ximena se pierda de eso por su estado actual. 

―Bajo por ella al rato.―

―Sí, tu ve con ella… sólo ve con ella― me alienta ― tengo una corazonada.― 

Salgo del piso de Lucha y subo escaleras arriba hasta llegar al taller de Ximena que ahora se encuentra siempre cerrado por cualquier situación ―Xime, mi amor, soy yo ¿puedo pasar? ― le digo pegado a la puerta y ella no me responde.

Me quedo un rato en silencio y luego vuelvo a tocar ― Mi amor, soy Tristán ¿me dejas pasar? ― le vuelvo a preguntar y el silencio sigue. 

Suspiro ― Está bien amor, no pasa nada, sólo quería saber como estabas y hacerte un poco de compañía― continúo y me quedo en silencio esperando respuesta. Pero no la hay. No quiere hablar conmigo y admito que eso me aterra, no quiero perderla, no quiero pensar en que voy a  perderla. 

―Vale, me quedaré aquí sentado a lado de la puerta hasta que regreses al piso para ir a cenar. Dejé a Luz con Lucha así que puedes tomarte tu tiempo ― y me siento justo al lado y me recargo sobre la pared. 

Observo las escaleras y comienzo a contar los azulejos que hay en el lugar, no me había fijado que era uno verde uno blanco y que a veces se equivocaban y ponían dos seguidos del mismo color ― tenías un trabajo ― murmuro y luego continuo en silencio escuchando a Solovino ladrando arriba seguro a alguna paloma y al afilador tocando su silbato. Ximena sigue sin hacer ruido y comienzo a preocuparme, sólo espero que adentro esté bien. 

―Sabes… ― comienzo a hablar en voz alta con la esperanza de que ella me escuche ― cuando era pequeño le tenía pavor al mar ―le confieso ― pero era un miedo horrible algo que no podía pasar porque, bueno… Ibiza tiene mar ― y me río ligeramente ― mi padre, no lo podía concebir, ¡cómo era posible que su hijo tuviera un miedo tan… insensato!, así que  un día ,cuando era pequeño, me tomó de los brazos y me echó fuera del yate en el que paseábamos, me dijo “para que aprendas ” y me soltó lejos, muy lejos de ahí, en ese mar, profundo y desconocido. Yo no sabía nadar así que me hundí, me hundí por completo con los ojos abiertos, viendo la obscuridad y sintiendo el frío, ese frío que cala que si lo dejas te puede ahogar, entonces tuve que hacer todo lo posible para no hundirme, para no ahogarme, porque a mi corta edad sabía que si no lo hacía moriría y eso no lo podía permitir. Así que con todas mis fuerzas, con todo el miedo apoderándose de mi nadé y nadé y nadé hasta  finalmente subi a la superficie y llegué con mi padre y al subirme al Yate  juré que nunca más le tendría miedo al mar, pero no sabía cómo no tenerle miedo… mi padre sólo me aventó pero no me enseñó. ―

―¿Y cómo te metiste al mar en Puerto Vallarta? ― escucho la voz de Ximena al otro lado de la puerta ― ¿Cómo es que… superaste ese miedo al mar? ― 

Sonrío porque me da gusto que ella me esté escuchando y esté bien. 

―Bueno, duré mucho tiempo así, con ese temor pero a la vez con ese coraje de superarlo. Hasta que, un día llegó María, mi nana, y me enseñó las cosas buenas del mar. Me mostró las conchas, las algas, las tortugas y un día… me tomó de la mano y sin soltarme caminamos a donde rompen las olas y poco a poco entramos a lo profundo. Confieso que al principio lloraba aterrado y me colgaba de su cuello y le rogaba que no me soltara, pero después, me di cuenta que no era tan malo como yo pensaba, que cuando la persona correcta te acompaña en tus miedos es fácil salir y nadar, aún en el mar mas obscuro sobre la tierra, aún cuando estas cansado y sientes que te vas a ahogar, sabes que si volteas estará esa persona a tu lado que no dejará que eso pase ― finalizo y me quedo en silencio. 

Ximena no me responde pero puedo escuchar como llora al otro lado de la puerta. Ya perdí la cuenta de cuantas veces lo hace a lo largo del día, o más bien, no sé cuántas más porque cuando me voy a trabajar la dejo de escuchar. Ella abre la puerta y yo me pongo de pie y entro de inmediato. 

El piso se encuentra completamente a obscuras, con las cortinas cerradas, con las luces apagadas y todos los colores que lo caracterizaban ahora sólo se ve gris. 

Ella cierra la puerta y se vuelve a sentar recargada en la puerta, yo me siento a su lado sin abrazarla, sin tocarla, sólo a su lado tal y como me dijo Lucha. 

―¿Y qué te dijo tu papá cuando aprendiste a nadar? ― me pregunta. 

―Nada. La relación con mi padre nunca fue buena, quien me crió fue María y cuando tuvo a Tita, ella fue mi amiga de la infancia hasta que mi madre me dijo que “no era lo correcto”, pero en fin… cuando aprendí a nadar, cuando María vio que podía solo y que todo estaba bien, me soltó y nadé… e iba todos los día al mar y nadaba, lo hacia lejos de la orilla, hasta donde mis pies no tocaban absolutamente nada, donde no se podía ver nada y me quedaba ahí un momento, desafiando mi miedo, abrazándolo y al final… regresaba nadando a donde rompen las olas para recostarme sobre la arena y reírme como si me estuviera burlando de él  diciéndole “ves, te dije que no te saldrías con la suya”.―

Ximena sonríe levemente al escuchar eso y por primera vez en semanas su luz brilla. Ella se acerca a mi y recarga su cabeza sobre mi hombro. 

―Desde lo que pasó he estado pensando todo el tiempo ¿qué le diré a Luz si me pregunta algún día? ¿Qué hubiera pasado si Rodolfo lo hubiera logrado? ¿Si le hubiera pasado algo a ella? ¿Qué le diré Tristán? ― y vuelve a llorar. 

Volteo a verla a los ojos y los veo cansados de tanto llorar ― le diremos, que todos podemos ser buenos o malos en este mundo, que todos tomamos decisiones que pueden ayudar o afectar a las personas y que no todos escogen siempre lo primero.  Que sus padres le enseñarán a cuidarse y defenderse de éstas. Que nosotros le ayudaremos a tomar las mejores decisiones, que está bien decir “no” cuando no le agrada lo que pasa y sobre todo, que nació de una mujer valiente y de un padre que la ama con todo su ser… y que ambos la protegerán con su vida antes de que algo así le pase a ella, pero sobre todo la tomaremos de la mano y la llevaremos juntos antes de soltarla.―

Ximena se suelta a llorar en mi hombro y como siempre la dejo, esas pequeñas catarsis que siempre tiene la ayudan poco a poco ― Xime, si tu me dejas yo te puedo enseñar a perderle miedo al mar, pero primero necesito que nades lo suficientemente fuerte hasta el yate… ¿comprendes? Yo, ya salté contigo a lo profundo del mar, ya ambos vimos la obscuridad y sentimos el frío, pero no podemos ahogarnos ¿entiendes? Porque si no Luz se hunde con nosotros y ella… ni siquiera conoce el mar ¿Cómo le vamos a mostrar las conchas si ella nunca saldrá a la superficie?.―

Vuelvo a escuchar ese llanto desesperado, fuerte, ruidoso, como si ella quisiera sacar todo lo que la consume por dentro, como si el dolor que la consume quisiera escapar por cada una de las lágrimas que dejan sus hermosos ojos. 

―Voy a nadar, voy a nadar ― me repite ella entre lágrimas ― te prometo que voy a nadar al yate, no te vayas ¿sí? Te juro que saldré a la superficie, sólo no te alejes ― y mientras me abraza fuerte tan fuerte que después de ese día, jamás me volvió a soltar. 

*** 

(2 meses después) 

Y así fue, junto con la primavera, la hermosa Ximena Caballero volvió a florecer poco a poco, con ayuda de todos. Hubo ratos de incertidumbre donde las lágrimas y el pánico regresaban, pero la compresión fue clave para que ella pudiera nadar al yate, y no sólo llegar a donde rompen las olas, si no que cuando menos lo esperé saltó al agua de nuevo para volver a nadar, una y otra y otra vez hasta que ya no necesitó mi ayuda. 

No puedo decir que esto termina aquí, que milagrosamente ella olvidará todo y que no volverá a pensar en esto, pero sí, que ella sabe que no está sola y que si debemos volver a empezar… aquí estaré para ayudarla. 

Así que para festejar esto que por meses nos calló como familia he decidido que es tiempo de sacar las últimas cartas de citas que le debía y esta vez alguien más decidirá por nosotros. 

―¿Luz? ¿Luz será juez? ― me pregunta divertida. 

―Así es… “la mano blanca” así dijo Lucha ¿verdad mi amor? ― 

 “Da”  contesta la niña “Da, da, da, da” 

―Eso es “si Papá” ― le interpreto a Ximena y ella se ríe. 

―Ahora resulta que eres interprete de la nena.―

―Así es.. es un lenguaje secreto entre los dos… un “ Da” es si dos es no.. ¿verdad? Le digo a Luz y ella toma una de las cartas y se la trata de meter a la boca ― No, no, no… esto va sobre la mesa.―

Ximena se ríe y acaricia el rostro de la bebé  que lucha por alcanzar de nuevo la carta ― vale, entonces lo que vamos a hacer es que le pondremos a Luz las dos cartas y la que ella coja es la que haremos.―

―Ya tomó una y la lleno de baba ― me dice Ximena. 

―Esa era de prueba ― le contesto ― estas son las cartas ― y saco de mi bolsillo dos cartas con dibujos de el pato Donald y Micky Mouse. 

Mi hermosa mexicana lanza una carcajada, una que me sorprende porque hace meses que no se reiría así ―¿de dónde sacaste eso? ― me pregunta. 

―Pues, tienen que ser dibujos que a la nena le llame la atención y que quiera tomar… así que las encontré en el Sanborns cuando fui a comer con Paco la otra vez y pensé que sería buena idea. Así que.. sin más preámbulo, Luz… tambores ― y comienzo a pegar en la mesa con las manos y la nena comienza a reírse mientras me imita ― ¡boom! Toma una mi amor ― le digo y ella me ve ― toma la carta, anda… la que más te guste. ―

Pareciera que la nena sabe que está pasando porque se queda viendo a la mesa y luego de unos momentos de reflexión toma una de Micky y se la mente a la boca. 

―No, no, no… a la boca no traviesa ― le digo con ternura y luego se la quito al verla sonrío. 

―¿Y qué será esta vez señor Ruíz de Con? ― pregunta Ximena sonriendo. 

―No te diré pero, te adelanto que debes cambiarte de zapatos ― y me pongo de pie con Luz en mis brazos ― iré a dejarle la bebé a Lucha, tú cambiante. 

―¿Ya? ¿Pero ya? ― pregunta ella sorprendida. 

―Sí, ya.. andale, andale ― le digo de broma y ella se ríe. 

Bajo lo más rápido que puedo a tocarle a Lucha que ya me está esperando para recibir a Luz y después de despedirme vuelvo a subir ―¿Lista? ― pregunto.

―Sí, pero donde vamos.―

―Ven vamos ― y la tomo de la mano y caminamos fuera del piso. Cierro la puerta y comenzamos a bajar las escaleras casi corriendo. 

―¡Amor! ¿Qué está pasando? ― me dice entre risas. 

―Andale, andale… vamos ― insisto. 

Ella baja conmigo y antes de llegar al pasillo me paro de pronto ― ¿Confías en mi? ― le pregunto. 

―Claro que si ― responde. 

Y Saco un pedazo de tela y la estiro ―¿Esa tela es de las cortinas de la cocina? Si sabías que ya estaban listas.―

―Sin peguntas ― digo mientras le cubro los ojos y antes de que me regañe porque le arruiné las cortinas que hace tres días cortó para que se las pusiera el fin de semana. 

―Sí, definitivamente es la tela de las cortinas… ¿cortaste la tela ya cortada sobre la mesa?

―Luego vamos a la parisina por más tela… ¿lista? ― le pregunto. 

Ximena suspira ― mis cortinas de elotitos.. esa tela era edición limitada ― contesta. 

―No sabía que había edición limitada en telas de la parisina… ― le contesto y ella sonríe. La tomo de la mano y la llevo conmigo dentro del lugar ― ¡aguas con el escalón! ― le bromeo y ella se para de inmediato y al ver que no hay nada voltea. 

―Tristán― me dice molesta.

―Es broma.. ¿lista? ― ella asiente. 

Entonces le quito la tela de la cortina y ella sonríe al ver a la maestra de bailes latinos en frente de nosotros ―¿Es en serio? ― pregunta. 

―Sí, te dije que aprenderíamos a bailar juntos ¿recuerdas? Así que nos alquilé una clase de baile para los dos ¿qué te parece? ― y ella sonríe. 

―¿Cómo le hiciste para que quedara justo hoy la carta? ― pregunto. 

―Ambas cartas tenían la misma cita… ― le digo coqueto y ella sonríe, me toma del rostro y me da un beso en la mejilla. 

―Gracias Tristán, por ser tan maravilloso ― me murmura. 

―Te lo mereces y todavía falta una cita… así que ¿bailamos? ― le pregunto y le estiro la mano. 

―¿Y qué bailaremos? ― me pregunta Ximena. 

―Una de mis canciones favoritas… ¿Maestra? ― le digo y ella se voltea y de pronto empiezan los primero acordes de la canción “Techno Cumbia” de Selena y los dinos. 

―¡Qué! ― dice Ximena entre risas… ― Noooo, no es tu canción favorita.―

―No, pero a ti te gusta ¿que no? Tu hermano me dijo que eres muy fan de Selena Quintanilla y que hasta te disfrazabas de ella en Halloween ― y me río ―¿Entonces qué dices? ¿Bailas conmigo la Techno Cumbia? ―  y comienzo a bailar moviendo sus manos. 

―Sólo si me dejas cantar ― contesta. 

―Sólo si me dejas cantar contigo ― contesto. 

Ximena se ríe y asiente con la cabeza ― ¡Voy a matar a Paco! ― me dice mientras volteamos a ver a la maestra que comienza a ponernos los pasos que ambos empezamos a hacer muertos de risa. 

―¡Vamos chicos! ― nos grita ella ― Te mueves para acá…― y se mueve a la derecha ― te mueves para allá ― y se mueve a la izquierda. 

Ximena no para de reírse, mis manos y sus manos están siempre tomadas y ambos movemos nuestros cuerpos al ritmo de la música que al final de cuentas todo esto era para estar juntos, no tanto para aprendernos una coreografía que para ser honestos somos pésimos siguiendo. 

Poco a poco ella se va soltando, vuelve a ser ella misma y la canción vuelve a repetirse una y otra vez mientras nos aprendemos pasos e inventamos otros. 

María, mi nana, tenía razón, las penas se van bailando y mientras ella mueve sus caderas, yo muevo las mías, ambos revivimos. La tomo de la mano y le doy una vuelta mientras ella sigue el ritmo con su cuerpo, para luego tomarla de la cintura y pegarla a mi cuerpo mientras ambos cantamos. 

“ Baila, baila sin parar, no hay tiempo para descansar, este baile es para ti, quiero verte hasta sudar” 

―¡Eso chicos! ― nos grita la maestra cuando por fin Ximena y yo aprendimos los pasos de memoria ― Otra vez ― dice emocionada mientras volvemos a empezar esta vez mucho más sueltos. 

De repente Ximena me ve y sus ojos vuelve a brillar como cuándo los vi por primera vez ese noviembre que nos conocimos afuera de su taller, como esa noche cuando estuvimos por primera vez juntos en la intimidad, como el día de la serenata y cuando nació nuestra pequeña, ahí, escondida entre tantas lágrimas estaba mi hermosa mexicana que ha resurgido entre tantas risas y carcajadas que ya extrañaba, y cuando termina la canción; la beso. 

Ximena, por primera vez en tanto tiempo, se relaja, me sigue la corriente y nos besamos con ese amor que nos tenemos, que no se va, que sólo se hace grande y cuya prueba es esa niña traviesa que nos trae locos.  Por fin mi hermosa regresa de la obscuridad, por fin vuelvo a sentirla mía después de haber sido trágicamente arrebatada de mi. 

Nos separamos y ella me sonríe, sus ojos color sol siguen brillando tan bonito que me estremece ― gracias por salvarme ― me murmura feliz. 

―Iría hasta el mismo infierno por salvarte de ahí Ximena ― le contesto mientras juego con su cabello. 

―Ya bajamos al infierno Tristán.. ahora ¿qué te parece si subimos la cielo? ― y me abraza refugiando su rostro en mi pecho.

 Mi corazón late feliz, porque recuperé a mi Mena y ahora ambos surfeamos las olas del mar y ya no nos ahogamos en ellas, y en la cita seis, en la que tenía planeada para meses atrás, sí recuperé al amor de mi vida, pero no precisamente de la forma que yo pensaba, comprobándome de nuevo, que ella y yo estamos hechos uno para el otro y que si superamos esto juntos, podemos superar lo que sea. 

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