[Ximena]

¡Estoy en parís! No puedo creer que estoy en París. Cuando escuché esa frase en una canción “¿quién dice que los sueños no se cumplen?” Creo que se refería a esto, a estar en esta hermosa ciudad que por mucho tiempo añoré visitar, y qué mejor que al lado de mi esposo, mi guapo y flamante esposo que no tiene idea de como usar el metro de la ciudad, porque debe admitirlo, cuando él venía acá era con chofer. 

―No creo que sea tan difícil como el de México ¿o sí? ― pregunto curiosa mientras me acerco al plano y lo leo con mi poco francés ― Palais Royal Musée du Louvre, creo que deberíamos ir ahí primero y después caminar hacia donde veamos la Torre Eiffel ¿no te parece? ― le sugiero.

―No funciona así aquí mi amor… si se puede llegar caminando pero sería una muy larga. París no se ve en un día, podemos ir al Louvre ― lo pronuncia con su perfecto acento― y después de ahí movernos a otros lados con la ayuda del mapa.―

―Pues ahora no nos está ayudando mucho, a ver, préstamelo, si puedo llegar a Ciudad Azteca en metro, sé que puedo llevarte al Louvre.―

―¿Tú me vas a llevar a mi? ― pregunta Tristán con una sonrisa. 

―Así es. Mira para llegar al Louvre ― y exagero la pronunciación de la palabra ― podemos tomar la luna amarilla que dice literal el nombre, así como en Bellas Artes en México o la morada que nos baja en Pyramides… creo que debemos tomar la morada.―

―¿Ya eres una experta en metros en París? ― me pregunta. 

―Soy mexicana Tristán… tal vez no llego primero a los lugares… ―

―Sí, la impuntualidad es lo tuyo…― me interrumpe. 

―Pero sé llegar… y eso es lo que te voy a demostrar en París.― 

Lo tomo de la mano y entramos al metro. Reviso del nuevo el mapa y después de que él compra los boletos nos vamos al anden para esperar el metro. Los dos nos subimos al vagón y cuando llegamos a la estación de Pirámides me bajo junto con él para subir las escaleras y sentir de nuevo el frío de la ciudad. Caminamos de la mano hacia la pirámide del Louvre y contenta le sonrió ― Voilà ― expreso. 

Tristán sonríe y se acerca y me da un beso ― no puedes ser mejor guía en París que yo, te lo prohibo ― me dice entre risas. 

―Lo siento, señor experto que vivió dos años en esta ciudad para aprender francés, pero si no sabes usar el metro, nunca viviste aquí.―

―¡Ah! Ya entiendo porque tu insistencia de que aprendiera usar el metro de la Ciudad de México.―

―Así es… el metro es la esencia de la ciudad y es más barato que el taxi. Pero dejemos de hablar de eso y llévame Tristán Ruiz de Con, muéstrame París ― le digo mientras lo tomo de la mano. 

 Comenzamos a caminar por las hermosas pirámides del Louvre y a ver el hermoso Palacio que se despliega ante nosotros. Después de tomarnos varias fotos con la pirámide de fondo, entramos al museo después de hacer esa enorme fila, junto a más turistas ansiosos que morían por pasar. 

―Todo el palacio es un museo ¿sabes? ― me dice Tristán mientras me abraza por atrás y vemos el edificio ― si quieres ver cada una de las obras que hay ahí se tomaría como 100 días, viniendo diario, si le dices 30 segundos por pieza.―

―Ohhhhh, parece que Tristán hizo su investigación.―

―Tengo que impresionarte ¿qué no? ― me contesta. 

―Y lo estás logrando.― 

―Me alegra, porque sólo recuerdo este dato.―

Entramos al museo y después de recorrer varias galerías con miles de pinturas y esculturas interesantes, llegamos en frente de la Mona Lisa, esta obra emblemática que pareciese sólo se puede ver en las películas y las fotografías. Honestamente a mi me pareció un poco pequeña pero el peso histórico que tiene y el artista que la pintó la hace más grande. 

Caminamos por los pasillos, vimos a la Venus de Milo, la Coronación de Napoleón que se convirtió en uno de mis cuadros favoritos y después de estar varias horas dentro del museo, salimos para encontrar un lugar para comer y disfrutar del frío Parisino. 

Para comer, Tristán me llevó al Barrio Latino, donde él solía comer con sus amigos cuando era estudiante acá. Me contó anécdotas de como a veces visitaba esos restaurantes a las altas horas de la noche para cenar algo y después seguir recorriendo las calles. 

Finalmente, para terminar el primer día, disfrutamos la Catedral de Notre Dame, y entre fotos, anécdotas, besos y abrazos vivimos nuestro primer día en París, regresando así a las 6:00 de la tarde al hotel ya que moríamos de frío y era necesario descansar después de pasar todo el día caminando. 

―¿Viste la cara del chico cuando comiste toda la salsa en el restaurante? ― me dice divertido mientras entramos a la habitación.

―Esa no era salsa amor, era catsup, no picaba nada.. lo que me sorprende es que ahora estoy en salón de la fama de la persona que comió la salsa más picante del lugar ― y me río. 

―Eso fue épico, los chicos no podían ni creerlo, pensaron que en cualquier momento pedirías un litro de agua ― y nos reímos. 

―Han de pensar que fingí todo ¿cierto? ― 

Él se acerca a mi y me sonríe, comienza a quitar la bufanda poco a poco para dejarla sobre la cama ― eres la mujer más increíble del mundo, ver París a tu lado ha sido una de las mejores experiencias de mi vida ― me confiesa. 

―Gracias por traerme a París ― le murmuro y le doy un beso sobre los labios. 

―Estás fría mi amor ― me murmura y vuelve a besarme con conciencia, insinuando lo que quiere hacer, provocándome. 

―¿Supongo que quieres calentarme entonces? ― le digo. 

―Así es…¿recuerdas que dijimos que hoy le ayudaríamos a la cigüeña? ― y comienza a desabrochar mi abrigo hasta dejarlo caer sobre el suelo ― ya hicimos una bebé en Sonora, México… por qué no hacer otro en Paris, así si no tiene un nacimiento tan dramático como el de Luz le podemos decir que él vino de París.―

―¡Ah! Ya es un él… ― le digo coqueta mientras ahora soy yo quien comienza a pasar mis manos sobre su pecho y tocar su abdomen por debajo de la playera.―

―Será un él, y será bello como Luz ― insiste y me toma de la cintura para pegarme más a su cuerpo. 

Tristán siempre ha sido una persona muy pasional con respecto a todo lo que tenga que ver con la intimidad, se nota que es una persona que siempre supo lo que hacía y ahora que sé más sobre su pasado, no puedo evitar pensar que era todo un Don Juan entre sus amigas. 

Comienza a besar mi cuello provocando que mi piel se erice, amo cuando lo hace porque me provoca sensaciones en mi que nadie había logrado antes. 

―Espera ― le digo excitada ― traje algo para este momento especial.―

―¿En serio? ― me pregunta. 

―Sí, tu espera, te va a gustar.―

Me alejo de él y después de ir a la maleta entro al baño para ponerme un conjuro de lencería color vino que me compré un poco antes de volar a París. Debo admitir que nunca me había puesto este tipo de ropa interior, pero supongo que el momento y la ciudad lo ameritan. 

Salgo un poco tímida de la habitación mientras lo veo de pie frente a mi vestido con sólo el bóxer. Veo su cuerpo y me sonrojo, después de tanto tiempo sigue provocando eso en mí. 

Belle ― me dice en francés y yo me muerdo el labio. 

―¿Te gusta? Lo escogí pensando en este momento… ― le confieso. 

―Me encanta, toda tu me encantas y más con esa lencería que no sabía que tenías.―

Él se acerca a mi y me admira con esos hermosos ojos cafés que tanto me gustan  y sin decir más me besa comiéndome los labios y acariciando mi rostro. Afuera, como si fuera un sueño la nieve comienza a caer poco a poco dándonos un poco más de ambiente en esa pequeña habitación. 

―Te amo Tristán ― le digo sin poder evitar tocar su pecho, recorriendo mis manos sobre él sin nada de pudor. 

Tristán poco a poco comienza a hacerse para atrás, hasta que toco mi piernas con la orilla del colchón para después caer en él. Veo como se sube con cuidado, poniendo una rodilla y luego la otra y admirándome de los pues a la cabeza, recorriendo mi cuerpo con esa mirada intensa. 

Llevó uno de mis dedos hacia mi boca y lo muerdo de una manera sensual, para provocarlo, para hacerle saber que me gusta estar con él en este momento y que lo he esperado tanto al igual que él. 

 Besa mi frente, baja recorriendo con sus labios todo mi rostro, vuelve a besarme ligeramente en los labios para bajar a mi cuello y de ahí recorrer el resto de mi cuerpo. Puedo sentir su aliento sobre la tela de mi lencería y poco a poco la va quitando de mi cuerpo hasta dejarme desnuda frente a él. 

Amo como él me hace el amor y por si por mi fuera lo haría todos los días, todas las noches sin dudarlo.  

Sin volver a cruzar palabras, ya que no son necesarias, él  se funde conmigo en un beso que nos lleva a incendiar esta cama en la que estamos recostados. Mis manos recorren su espalda, lo invitan a que siga moviéndose dentro de mi, a que yo me aferre a las sábanas tratado de controlar el placer. 

 Sus dedos rosan mis labios y luego bajan por la línea de mis pechos, muerde con cuidado el lóbulo de mi oreja y yo sólo me dejo llevar por el infinito placer que siempre soca en mi. Tristán no sólo me ama, me desea haciéndome sentir la mujer más afortunada y mientras escucho sus gemidos en mi oído sé que él sabe que yo lo amo y lo deseo también. 

Finalmente nuestro cuerpos llegan a ese éxtasis tan deseado y ambos liberamos todo el placer que nos hemos provocado. Lo veo a los ojos y sonrío esa mirada intensa se clava en la mía haciéndome derretir de amor. Se acomoda al lado en la cama y me abraza cubriendo mi cuerpo y calentándome con las cobijas. Nos quedamos así, sin decirnos nada, disfrutando cada sensación que nuestro cuerpo ha vivido, viendo por la ventana caer la nieve sobre la ciudad, regalándonos una de las imágenes más románticas de todas. 

Tristán me besa la frente ―sé que será niño ― me dice como si estuviera lanzando una profecía mientras siento como se va quedando dormido ―será niño, y se llamará Manuel―sentencia y yo simplemente sonrío. 

―¿Cómo lo sabes? ― respondo. 

―Tengo una corazonada, la misma que sentí al ver tus ojos el día que te volví a ver.―

―¿Por qué Manuel? ― digo acomodándome sobre su pecho. 

―Porque así se llamaba el hijo de Lucha ¿qué no? Sería un bonito regalo para darle en agradecimiento por todo lo que ha hecho por mi.―

―Manuel Ruíz de Con Caballero ― murmuro ―suena a un niño que será feliz.―

―Lo será Ximena, de eso no me queda duda….― y después de esa frase ambos nos quedamos dormidos. 

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