[Ximena]

(Julio) 

No me gusta mucho la época de lluvias en México, y menos cuando estoy embarazada de siete meses y a veces debo salir a comprar algunas cosas para terminar los últimos pedidos ante de ponerme en cuarentena, porque de plano ya se me hace muy difícil agacharme y acomodarme para poder coser los detalles. Afortunadamente tengo a Tita, que me ayuda con todo lo que no puedo hacer y a veces con Luz que cada día se vuelve más traviesa y a veces me es imposible que se quede quieta. 

Debo confesar que me dolerá que Tita se vaya algún tiempo, ya que después de su boda con Lorenzo viajarán a Japón donde él tiene que ver unas cosas y aprovecharán para tener su luna de miel sin embargo, planeo que esos sean mis meses libres para cuidar de Manuel que cada día crece más fuerte y grande dentro de mi y que se espera nazca a principios de septiembre el mismo mes que Luz.

Por consiguiente, Tristán y yo hemos decidido que nazca en Cuernavaca, ya que tendremos más tranquilidad a la hora del parto y los hospitales no quedan justo en el centro de la ciudad y así no habrá problemas como la otra vez que, aunque fue un anécdota para toda la vida, a ambos nos dio mucho miedo que algo le pasara a Luz por no haber llegado al hospital, así que ahora “más vale prevenir que lamentar”. 

Lo único malo de este plan es que nos tendremos que alejar de Lucha, un poco, ya que ella ya no puede viajar y mucho menos tiene ánimo para hacerlo. Después del viaje a San Miguel de Allende, ella llegó a encerrarse en su departamento y lo único que ha hecho es poner las cosas en orden, pidiéndole a Tita que le ayude a sacar ropa para donar y otras cosas que la hacen romper en llanto. 

En las comidas familiares de los domingos ya casi no come y a veces no sale ni siquiera al comedor con nosotros, pero podemos entrar a su habitación donde platicamos con ella y le hacemos compañía un buen rato, todos con el nudo en la garganta pero dispuestos a hacer sus últimos meses o días de vida los más felices de su vida. 

Por otro lado, la vida sigue y, aunque nos duela mucho que Lucha se encuentre enferma, Tristán y yo tenemos que preparar todo para la llegada de nuestro segundo bebé. Así que por las tardes cuando regresa de trabajar o los sábados por la mañana hemos salido a comprar cosas que sabemos necesitará y que Luz no puede heredarle. Ahora no hubo compra masiva de pañales, toallitas y ropa para todo tipo de edades, si no hubo más control y conciencia. Esta vez, se compró ropa para invierno, ya que en septiembre ya comienza a hacer un poco de frío, mantas, cobertores, pañales lavables y no de plástico y unos biberones de más para complementar los que ya teníamos. Luz le heredará su cuna a Manuel y para ella conseguimos un camita con barandales a los costados para que duerma ahí. Todo esto coronado con los miles de juguetes que Tristán ya le quiere comprar pero que es sabido que no los jugará pronto. 

Todo esto nos ha mantenido completamente entretenidos y hemos dejado de pensar en lo que se acerca, que sabemos que estará pronto aquí, pero no sabemos cuando. Mientras tanto, Tristán se ha encargado como el hijo de Lucha a cuidarla, velar por ella, comprarle sus medicinas, el oxígeno que cada día utiliza más, y sobre todo darle las buenas noches y los buenos días cada día de la semana sin falta. 

Me preocupa un poco Tristán, porque sé que él no ha estado en esta situación antes, el de ver como una persona se apaga poco a poco ya que cuando murió María, la mamá de Tita, fue tan inesperado que no le dio tiempo de nada, ni de despedirse ni de llorar y su reacción, según lo que me comentó Tita, no fue del nada agradable. 

Así que ahora está viviendo el duelo de Lucha sabiendo que cada día que pasa sabe que es uno menos para para ella y por más que se preparó y que hizo los planes en su mente de qué haría cuando esto pasara. Ese día llegó tomándolo por sorpresa, o más bien, la noche. 

Dormíamos plácidamente un viernes por la noche cuando escuchamos a lo lejos que la alguien tocaba la puerta con fuerza. Solovino ladró y él prendió la luz de inmediato para ver el reloj, eran las tres de la mañana. 

―¡Voy! ― dijo en voz alta mientras se ponía una playera para salir. 

Me incorporé poco a poco, ya que mi pesada panza no me deja moverme más rápido y lo vi salir ―Shh, Solovino, vas a despertar a Luz ― murmuró con fuerza. 

―¡Tristán! ― escucho a Tita tocando desesperada la puerta del piso ―¡Tristán! ¡Ábreme! ― le ruega. 

―¡Voy! ― expresa en voz alta mientras sale de la habitación.  

Escucho que abre la puerta y ella le dice con un tono de preocupación ― ¡Es Lucha! ― 

―Voy de inmediato ― responde él y luego regresa a la habitación a verme. 

Yo me encuentro ya de pie al lado de la cama poniéndome un albornoz encima ― Es Lucha, iré a ver qué pasa.―

―Me visto, voy por la nena y bajo.―

Mi esposo sale de ahí y yo me pongo unos pantalones cómodos, una playera y tomo un suéter. Me amarro el cabello con un chongo y después de ponerme los zapatos como puedo. Cruzo la sala hacia la habitación de Luz, quién duerme profundamente abrazando a “bebé”. 

La cargo con cuidado, la cubro con una manta y luego de tomar la pañalera que siempre está preparada, salgo del departamento bajando las escaleras lentamente. Entro al lugar y lo primer que escucho es a Tristán en la habitación. 

―Vístete Tita ― le dice él educado y luego se agacha un poco para quedar a la altura de Lucha ― Mi luchita, llamaré a la ambulancia.―

―No― contesta pero después le da un ataque de tos tan fuerte que Tristán le pone el oxígeno para que respire. 

―Estarás más cómoda allá ― murmura y le da un beso sobre la frente. 

―Mijo, yo quiero morir aquí en mi casa ― contesta mientras toma un poco más de oxígeno ― yo no me quiero ir a morir a un hospital.

―Pero Luchita ― le dice Tristán tierno ―  aquí tendrás mucho dolor y el oxígeno se terminará y… ― se le entrecorta la voz ― venga mamá, hazme caso por una vez en mi vida… ¿vale? ―

Voltea a verme y su cara de preocupación me enternece ― Yo la convenzco,ve a vestirte. Acostaré a Luz en el cuarto de Tita. Llama a la ambulancia.― 

Tristán asiente y sale de la habitación. Yo voy hacia el cuarto de Tita quien se encuentra visitendose mientras trata de no llorar. 

―No me quiero despedir de Luchita ― me dice inconsolable.

―Yo tampoco, pero lo debemos hacer. Tú y yo perdimos una madre ya, y Tristán cuando perdió a tu mamá no supo como reaccionar, pero ahora aquí estamos todos para apoyarnos. Ten, te encargo a Luz.―

Recuesto a mi niña sobre la cama y le doy un beso sobre la frente, para salir de ahí e irme con Lucha que cada vez tose menos. Entro y le acomodo la almohada para que pueda erguirse y respirar mejor. 

―Lucha, sabes que tienes que ir al hospital ¿no? Ándale, hazlo por Tristán.―

―¿Por Tristán? ― pregunta. 

―Por tu hijo, él quiere que estes cómoda, que tengas los cuidados necesarios, sabes que si te quedas aquí lo vas a hacer llorar mucho ¿verdad? Y no quieres hacer llorar a Tristán… ―

Lucha asiente ― Sí, vamos… ― y trata de ponerse de pie. 

―No Luchita, esperemos a que vengan los paramédicos y te lleven… por lo pronto, aquí me quedo contigo y te hago la plática. 

―Gracias mi Lila ― dice el nombre de mi madre y yo sonrío. 

―De nada Luchita ― y me siento a un lado de ella. 

―No te vayas a ir mija ― me dice un poco asustada. 

―Te juro que aquí me quedo, no me muevo, ni él tampoco ― y acaricio a Manuel que afortunadamente esta noche está tranquilo. 

Escucho el oxígeno y como ella respira con un poco de dificultad. Lucha estira su mano, ya muy huesuda y la acaricia mi vientre ― Será un niño muy amado. Me da mucha pena no poder conocerlo.― 

―¡Ay Luchita! ― murmuro con lágrimas en los ojos ― no te agites mucho, la ambulancia la llegará en unos minutos y te llevaremos al hospital. 

―Unos minutos ― murmura ― unos minutos para acariciar a mi muchachito― y continua haciéndolo.

Volteo hacia la puerta y veo a Tristán que está parado sobre el marco ― ¿Puedes traerle un poco de agua? ― le pido y él asiente para salir de ahí e irse hacia la cocina. Lucha vuelve a toser de nuevo ― Ya, ya, con cuidado― le consuelo. 

Poco a poco se tranquiliza y me viene a la mente la imagen de mi madre moribunda cuando yo tenía quince años, vuelvo a sentir esa impotencia de no poder hacer nada y de resignarme a que se tiene que ir y que su tiempo conmigo se ha terminado. 

―Luchita ― le digo y ella voltea a verme. 

―Dime mi Ximena.―

―Nunca tuve el tiempo de agradecerte por haberme salvado hace unos años atrás; el día que me encontraste en el suelo de mi departamento. Ese día no te pudo decir que me sentía eternamente agradecida porque llegaste en el momento exacto― le murmuro y ella sonríe ― me salvaste a mi y a Luz…― 

―No fue nada pero, ¿si que fue un buen golpe no? ― y se ríe pero al comenzar a toser se tranquiliza. 

―El mejor de los golpes ― le respondo ― también, quiero agradecerte por haberme dejado vivir en este edificio contigo, cobijarme cuando me sentí más abandonada y por cuidar a mi Luz como si fuera tu nieta.―

―Es mi nieta ― dice bajito ― ¿recuerdas que estás casada con mi hijo? ― 

―Eso sí.―

Lucha se quita el oxígeno y me sonríe ― Mi Lila, eres tan bonita como la vez que fuimos a bailar con esos muchachos al salón México ¿te acuerdas? ―

―Claro que si ― contesto siguiéndole la corriente, tal como le hice con mi madre cuando me confundía con mi abuela. Supongo que la genética de la familia Sandoval es muy fuerte en mi.

―Y hace unos meses atrás mi esposo me trajo serenata, salí al balcón― me cuenta. 

―¿Ah si? Y cuál te cantó.―

―Mi favorita, bésame mucho. Es tan guapo mi muchachito… ¿verdad? ―

―Lo es― y le acaricio el rostro. 

―Luz será muy feliz con mi hijo Manuel, serán my felices ¿si? ― comenta confundida. 

Sólo asiento sintiendo una gran tristeza en mi corazón, no quiero que se vaya, quiero que se quede más años, que vea a Manuel, lo cargue y lo abrace como hizo con la pequeña Luz. Paso saliva tratando de que las lágrimas no salgan y ella no se agite al verme llorar. 

Tristán entra con el agua  ― Ya llegó la ambulancia.―

Tomo un poco de agua con una toallita y le mojo los labios ― Ve por Luz ― le digo a Tristán y él me ve extrañado ― Por favor.―

Tristán vuelve a salir y yo levanto a Lucha ― ¿Te pido un favor Luchita? ― le digo al oído y ella asiente más dormida que despierta ― Dile a mi mamá que la amo mucho y que la extraño ¿si? Que soy muy feliz y que no debe preocuparse por mi. Que me casé con un buen hombre, y que tiene una nieta y tendrá un nieto también, que al final de cuentas hice todo lo que ella imaginó… ¿le dirás? ― y ella asiente. 

―Te lo prometo Lila.―

Tristán trae a Luz en brazos un poco adormilada y al ver a Lucha sonríe ― Chucha ― expresa feliz como siempre ― ¡Hola! ¡Hola!― 

―Hola ― responde Lucha lo mejor que puede. 

―Mi amor ― le digo con ternura a la niña ― Nana Lucha se irá a un viaje muy lejos, y no la veremos por mucho tiempo. Ella irá a visitar a muchas personas y se quedará muchísimo rato allá, porque va a platicar con ellos y a cantar.. se va a reír mucho ― la niña me ve y luego la ve a ella ― despídete de Lucha, dile que la quieres y dale un besito.―

―Te quieyo chucha ― escucho a mi hija que tiernamente la abraza y le da un beso sobre la mejilla. 

Volteo a ver a Tristán que trata de no romper en llanto y le acaricio la nuca ― cómete tus verduras ¿eh? ― le responde Lucha y Luz asiente ― no vuelvas “Coco” a tu papá ― comenta nuestro chiste local ―dame un abrazo mi pequeña que te voy a extrañar ¡mucho! Pero tú no me extrañes ¿Eh? Me lo prometes ― Luz asiente y le da un abrazo y un beso tan lindo que unas lágrimas salen y recorren mis mejillas. 

Tita entra a la habitación ― Llegaron los paramédicos.―

―Dile adiós a Lucha ― a duras penas dice Tristán tratando de no llorar. 

―Aios Chucha.―

―Buen viaje ― le murmuro. 

―Ben viaje ― repite Luz. 

Los paramédicos entran y nosotros nos hacemos a un lado cargando a la niña y llevándola a la cocina. Tristán me ve a los ojos, los tiene brillantes de las lágrimas que empieza a derramar ― no sé si era apropiado que Luz viera así a Lucha ― me dice. 

―Luz no recordará con detalle a Lucha así, pero si lo que le dijo. Ahora cada vez que nos pregunte donde está le diremos que de viaje.―

―Pensaste en todo ¿Cierto? ― y acaricia su rostro. 

―Cosas que tenemos que hacer los papás ― y le doy un beso ligero sobre los labios ―Es tu turno mi amor, piensa bien lo que dirás, no reclames lo que no se hizo y sé el hijo que ella espera.―

―Lo haré.―

Vemos a Lucha salir de la habitación y yo me voy hacia el refrigerador con Luz para que vea los dibujos, cuando ella sale vuelvo con Tristán― ve tú al hospital con ella, yo me quedo con Tita para dormir de nuevo a Luz. Estaremos al pendiente de lo que suceda y …―

―Lo sé ― responde y dándole un beso a Tristán se aleja de nosotras y se va con ella en la ambulancia. 

El departamento se queda solo. Voy, me siento sobre el sofá y Luz se acomoda lo mejor que pueda para intentar dormir de nuevo. Mientras juega con su cabello, haciéndose ricitos con el dedo, yo observo todo alrededor y veo que donde había tristeza ahora hay vida. Las mesa de las fotografías ahora, al lado de las de ella y sus hijos, tiene fotos de mi boda, del cumpleaños de Luz, una de Tristán muy bonita que ella le tomó con la cámara que le regalé, la foto del viaje a San Miguel donde salimos todos  y la primera oficial con Luz, y sin poder evitarlo me suelto a llorar. 

Sé que no lloro por ella, lloro por mi mamá, con la que no pude hacerlo porque en ese momento no me salían las lágrimas, porque mi padre me dijo que no debía hacerlo para no ponerla triste. Lloro, porque sé que ella pudo haber estado en mi boda, en el nacimiento de mi nena, en esta serenata tan hermosa que Tristán me dio, en San Miguel en tantos recuerdos de los que no tengo fotos. Lloro porque sé que ella pudo haber evitado que Rodolfo me hiciera lo que me hizo y no sólo una sino dos veces, y no es porque le quite a Lucha su lugar pero cuando ella se fue tan pronto, tuve que re-plantearme mi futuro y me costó mucho. 

Veo a Luz dormida sobre mi regazo y acaricio su rostro ― espero de todo corazón mi amor que cuando yo me vaya tu ya seas una mujer, con una vida hecha ― le murmuro para pasar a la risa recordando a Lucha alegando viendo las telenovelas ― ¡Ah qué buena vida tuviste Luchita! ― murmuro ―una que  tuvo un final muy feliz.― 

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