[Tristán]
Los últimos días en Madrid fueron fenomenales, logramos ver todos aquellos lugares que tanto deseaba Ximena y algunos otros que yo le quería mostrar. Comimos ricos, bebimos mucho chocolate caliente, caminamos por las calles hasta que nos cansamos y sobre todo le compramos regalos a nuestra pequeña Luz, que al llegar, nos recibió corriendo hacia nuestros brazos haciendo llorar a su madre, quién alegó que había crecido mucho.
Después, compartimos todas las anécdotas con la familia, festejamos el día De los Santos Reyes un poco atrasado viendo a Luz abrir sus regalos, y de nuevo volvió a entrar a la rutina. Ella con trabajo nuevo, ya que era en serio lo que la prometida de David Canarias le dijo y tan sólo pisamos México le envío a Ximena las ideas que tenía para su vestido, y yo como siempre regresé a la empresa de mi suegro que poco a poco va subiendo de nuevo.
Sin embargo no todo fue felicidad al entrar el año, y lo digo con todo el pesar del mundo, porque le llegó a una de las personas que más quiero.
Tita, quién se quedó en México como asistente de Ximena en su taller, no nos quiso decir nada, pero después de la boda, mi madre, Lucha, comenzó a sentirse mal. Esperó a su próxima cita en el hospital, a la que afortunadamente pude ir y el golpe fue duro cuando me dijeron que el tratamiento ya no servía y que le quedaban pocos meses de vida, un año como máximo, noticia con la que pensé estaba preparado pero no, me rompió el corazón totalmente.
―¿Seguro que ya no hay nada qué hacer? ― pregunté discretamente en el consultorio mientras Lucha había salido con Tita por algo de beber.
―No Tristán ― me dijo Raúl ― no hay nada más. Podría intentar tratamientos más agresivos pero el cuerpo de luchita ya no aguantaría, lo mejor será que le dé medicamentos para el dolor y se la pase tranquila estos meses.―
Sentí como la sangre me hervía del coraje y, no por lo que me decía Raúl, si no porque sé que pude haber hecho más por ella. Llevarla a otro país para que le ayudaran, le dieran otro tipo de tratamiento, de diagnóstico, no sé.. algo.
―Lo siento Tristán, en verdad. Mira podría decirte que le damos otro tratamiento y engañarte, pero no quiero que la veas sufrir más, es lo que es, y como médico y amigo tuyo y de Ximena les soy honesto. Te daré la receta para que vayas por las medicinas y le digas a Tita que se las dé en sus horarios, posiblemente sería genial que buscaran otras alternativas para el dolor, no sé, medicina alternativa que combinada con el tratamiento podría hacerle bien.―
Trato de asimilar todo lo que me dice Raúl en este momento, pero para ser honesto no tengo mente, de pronto, sólo pienso en el bienestar de Lucha, en lo que haré para que se sienta tranquila, en el tiempo que me queda con ella.
―¿Se lo digo? ― pregunto.
Tal vez sea una pregunta muy estúpida, pero nunca he estado con una persona que esté en etapa terminal de una enfermedad, es la primera vez que me enfrento a esto, o tal vez, la primera vez que me entero de que esto pasa.
―Ya lo sabe, Luchita no es tonta, ella sabe que ya es el final, no es necesario que se lo repitas.―
―Gracias Raúl.―
―No hay de qué. Si tienes alguna duda me puedes marcar. Saludos a Ximena y a Luz.―
Salgo del consultorio con una sensación horrible en el cuerpo, de incertidumbre y de tristeza. Mi Luchita dentro de unos meses no estará más conmigo y para ser sincero, no sé que hacer. Camino hacia ella que viene platicando con Tita y siento como las lágrimas se acumulan, quisiera soltarme a llorar pero no es el momento.
―Mijo, le estaba diciendo a Tita que se me antojan unos equites ¿crees que podamos pasar por unos? ―
Le sonrío lo mejor que puedo y la abrazo cruzando mi brazo encima de sus hombros ― claro que si Lucha, podemos ir por unos ― le comento ―¿Tienes pensando algún lugar? ―
―Quiero ir a Chapultepec a caminar ― me pide ―¿me llevas?.―
―Vamos, vamos a dar la vuelta a Chapultepec.―
Los tres salimos del hospital, Tita y yo un poco cabizbajos porque las noticias no eran del todo buenas, pero no valía recordarlo ahora, era nuestro momento de pasar una bonita tarde los tres, alejándonos de ese hospital que por meses había sido un recordatorio de buenas o malas noticias.
Subimos al auto y manejo en silencio hasta el Bosque de Chapultepec, uno de los parques más grandes que hay en la Ciudad de México y que la gente compara con “Central Park” pero que en realidad es un poquito más grande. Este lugar alberga el Castillo de Chapultepec, el lugar donde vivieron Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota, el cuál ahora es un museo que se encuentra a lo alto como si coronara el lugar. También hay áreas verdes, una lago enorme donde puedes navegar en pequeños botes, donde deseo traer a Luz en la primavera y kilometros de bosque para poder caminar y conversar. Bueno al menos en esa sección.
Recorremos al larga explanada del parque en donde se encuentran los puestos de comida y de juguetes, y mientras buscamos lo que quiere Lucha, no puedo dejar de pensar en cómo le diré a Ximena la noticia y como le explicaré a Luz que su nana Lucha ya no estará más, aún es muy pequeña para peder a alguien amado.
―Tita, mija, crees que puedes ir a comprarme los esquites allá, son los más buenos, sólo que sin chile porque no me siento muy bien del estómago ― le pide.
―Sí Lucha ― contesta feliz y luego va hacia uno de los puestos que se encuentran adelanta de nosotros.
Nosotros seguimos nuestro camino en silencio, ese que sé en algún momento se va a romper con algún tipo de consejo, anécdota o algo muy Lucha que me hará sonreír, o seo pensé, hasta que escuché de sus labios lo que yo no quería escuchar.
―Voy a morir Tristán ― me dijo sin darme oportunidad de asimilarlo.
―No… ― traté de decirle pero no me dejó.
―Las cosas como son mijo, sé que el doctor no te dio esperanzas, y voy a morir, no sé cuándo, pero sí sé que lo haré.―
―Mi Lucha…― continúo.
―Mijo, tú sabes que no hay vuelta atrás, el tiempo llegó y sé que parte fue mi culpa, si me hubiera cuidado…―
―No digas eso Lucha.. ya no digas eso ― le insisto.
Entonces ese nudo en la garganta se vuelve a formar, pero me prometí que no lloraría hasta que estuviera en mi piso, solo o más bien con mi esposa ― no sé que decirte ― murmuro.
―Por eso te lo diré yo mijo. Todo está bien, todo está en paz, sólo quiero disfrutar de este tiempo que me están dando, disfrutar de la comida que yo quiero, festejar mi cumpleaños con ustedes.―
Escucho lo del cumpleaños y esquivo la mirada para que las lágrimas no caigan por mis mejillas. Aún no planeábamos nada y supongo que ahora debemos hacerlo, o ya no sé. La abrazo fuerte y ella pega su cabeza en mi pecho y suspira. Las lágrimas caen, ya no puedo evitarlo.
―¿Quieres que hagamos algo especial Lucha? ― le pregunto.
―Sí, quiero que me lleves a San Miguel de Allende ― me dice y yo sonrío ― quiero regresar a la iglesia donde me casé, quiero verla por última vez antes de unirme con mi esposo y mi hijo.―
―Iremos, te llevaré.―
―Lo sé, por eso te lo pido, porque mi hijo es tan bueno que le gusta consentir a su mamá ¿Cierto? ― y me abraza más fuerte ― quiero que vayamos Ximenita, Tita y Lucecita.―
―Claro que si Luchita, iremos los cinco y nos divertiremos.―
―También te quiero perdir otra cosa ― me dice y yo asiento. Parece ser que es el momento que ella está utilizando para hablar conmigo sin que nadie más se entere de sus deseos o peticiones.
―Dime mamá ― digo tierno.
―Quiero que cada vez que me veas me sonrías ¿si? Nada de tristezas, nada ojos tristes que los tuyos son tan bonitos cuando brillan.―
―Lo prometo mamá ― respondo, aunque no sé como le haré para no verla y no romper el llanto.
Vuelvo a quedarme en silencio, son demasiadas las sensaciones que me embargan en este momento que mi cabeza es un caos ―Luchita..―
―No, no es tiempo de despedirnos aún… cuando llegue el momento lo sabremos, pero por ahora, disfrutaremos juntos… disfrutaré con mi hijo de aquí para luego ver de nuevo a mi hijo de allá.―
―Vale ―contesto y cuando veo que Tita se acerca me limpio las lágrimas.
―Ten Lucha tus equites.―
―Gracias Mija. Ya tenía muchas ganas de unos.―
Comenzamos a caminar de nuevo mientras veo como ella disfruta los esquites como si fuera la primera vez que los probara. Tita también va Triste y debo admitir que me siento aliviado que ella esté conmigo en estos momentos.
―Tita, necesito que te consigas un buen muchacho que te quiera ― le dice en tono de mamá ― eso de tener 30 años y seguir soltera no se puede si eres tan buena mujer.―
―No te preocupes Lucha, yo ya tengo puesto el ojo en alguien ― comenta y los dos volteamos a verla sorprendidos.
―¿Es en serio Tita? ― pregunto con una sonrisa y de pronto lo pesares se fueron un rato.
―Así es, lo conocí en tu boda, es uno de los amigos de Jaime.―
―¿El del ramo? ― pregunta Lucha.
―No, ese es primo de Ximena, hablo de otro chico. Es bueno y me trata bien. Yo creo que si se me hace me quedo en México ― bromea y yo me río.
―Quién iba a pensar que acabaríamos los dos aquí Tita ― le contesto.
―Quién iba a pensar que España me regalaría dos hijos tan buenos ― y Lucha nos sonríe ― no se preocupen, todo estará bien, se los prometo.―
Tita esboza una ligera sonrisa, pero sé que lo hace porque no quiere que Lucha se entristezca. Ella, ya sabe lo que es perder una madre y creo que sabe sobrellevar mejor la situación que yo, pero aún así puedo ver que sus ojos brillan de las lágrimas que quiere derramar.
―Lo bueno es que mi Tita no se quedará sola después de todo y si no siempre tiene a Tristán ¿verdad? ― y yo asiento.
Sé que Lucha se comporta como mamá, escondiendo todo para protegernos de lo malo que podría pasar. No sé si tenga miedo, no sé si tenga dolor pero si sé que haré que sus últimos días sean memorables y tendrá tanto amor que no sabrá que hacer con él.
Pasamos el rato Chapultepec, caminando y riendo, recordando todo lo que ella y yo hemos pasados juntos y Tita no podía creer. No tenían ni idea de todo lo que recordaba Lucha y sobre todo del tiempo que hemos pasado juntos, para ella son años, yo siento que pasé una vida entera con ella.
Regreso al piso, pero antes de entrar trato de que le sentimiento no me gane ya que Luz es la primera que corre hacia a mi cuando abro la puerta. Mi pequeña de un año, que cada día comprende más y sé que notará la tristeza y no quiero estresarla.
―Hola, hola ― les digo y de pronto Luz se pone de pie del tapete que está en la sala y camina hacia a mí, tambaleandose un poco porque aún le cuesta caminar rápido. La tomo antes que se caiga.
―¡Pa! ― me dice feliz. La cargo y la abrazo.
―¿Cómo estás? ¿Jugaste mucho? ― le pregunto y ella asiente ―Qué bueno.―
―Jugá ― me dice feliz.
―¿Quieres que juegue contigo? ― le pregunto y ella mueve su cabecita diciendo que “sí”, y yo le doy un beso en la mejilla sientiendo su suave piel.
―Vale, juremos pero primero voy a ir a ver a tu madre ¿si? Ahora regreso.―
Camino hacia la sala y vuelvo a dejarla sobre el tapete que está como siempre lleno de juguetes y muñecos.
―¿Mena? ― digo en voz alta buscándola.
El nudo en la garganta está a punto de deshacerse y sé que lloraré mucho cuando ella salga de la habitación y me vea ―¿Vida? ― le comento al entrar a la habitación.
―Estoy en el baño ― escucho su voz y entrecierro la puerta de la habitación para poder ver Luz desde aquí.
Mi mena sale con una sonrisa pero al verme la quita de inmediato y regresa al baño para después apagar la luz y cerrar la puerta.
―¿Qué tienes? ― me pregunta de inmediato.
Como un niño pequeño me suelto a llorar y ella me abraza sin dudarlo, me envuelve, me pega a su cuerpo y los dos nos sentamos al lado de la cama sobre el suelo.
―Es Lucha ¿verdad? ― me murmura.
Yo asiento porque no necesito palabras para explicar todo lo que en este momento siento. Ella deja que llore y llora conmigo, no me pregunta cuántos meses, cuanto tiempo, sólo llora y se desahoga conmigo.
―No quiero que se vaya Ximena, aún tengo mucho que vivir con ella ¿sabes? Es mi madre, yo la adopté.―
―Lo sé mi amor, y ella lo sabe.―
―¿Cómo le hiciste tú? ― le pregunto ―¿Cómo le hiciste cuando supiste que tu mamá iba a morir? ―
Ximena se separa un poco y me ve a los ojos ― no lo sé, uno nunca está preparado para esa noticia. Primero te llega el coraje porque piensas que es algo imperdonable que se vaya, pero después te das cuenta que cada momento al lado de ella es oro, y que debes aprovecharlo al máximo, hacerle saber que la quieres y que sí, la vas a extrañar montones, pero que te quedarás tranquilo por todo lo que pudieron compartir. Uno nunca supera la pérdida de una madre Tristán, sólo aprende a vivir con ello ¿me entiendes? ― y yo asiento.
―Es la primera vez que perderé a alguien que amo― le confieso.
―Pero no estarás solo, estarás conmigo y que Tita… y cuando llegue el momento, no estaremos listos, ni preparados, porque créeme que no hay manera de estar listo para la muerte de alguien, pero nos apoyaremos… ¿si mi amor? ―
―Sí― murmuro.
―Ahora todos los días dile que la amas, sonríele con esa hermosa sonrisa que siempre tienes, abrázala mucho porque sonará trágico pero un día será el último y lo sabes…así que haz que valga.―
La veo a los ojos y ella me sonríe ―¿cómo estuvo tu día mi amor? ― le pregunto.
―No importa ahora, mañana te cuento. Mejor vamos con tu hija que lleva toda la tarde preguntando por ti, esa niña te ama con locura Tristán.―
―Y yo la amo más, las amo más… y sólo de pensar que tengo que explicarle a Luz sobre lo que pasará con Lucha, me parte el corazón.―
―Lo haremos juntos y ella entenderá, tú no te preocupes por eso, ahora ¿vamos a cenar? Te haré un caldito de pollo, calientito, que te quitará el frío, mientras tu juegas con tu hija.―
―Gracias mi amor― le respondo y le doy un beso sobre la frente.
―¡Tistan! ¡Jugá! ― me grita Luz.
―¿Ya no soy papá? ¿Ahora son Tistan? Y me exige ― le digo riéndome por primera vez en el día.
―Debes admitir que suena tierno Tistan ― y le ayudo a ponerse de pie.
―Me gusta más papá ― reclamo tierno.―
―Y no es exigente, sólo que te extraña mucho.―
Salimos de la habitación y antes de ir con Luz abrazo a Mena ― ¿Si sabes que la búsqueda de casa quedará cancelada por el momento? ¿Cierto? ― y Ximena asiente.
―Lo sé, no te preocupes… creo que nos las arreglaremos ¿no? ―
―Nos la arreglaremos… Tal vez podríamos mandar al perro a otro lado ― bromeo
―¡No! Vino, no… jugá ― contesta Luz desde la sala.
―Ve Tistán, que tal vez este día haya sido uno de los peores de tu vida, pero ella no lo sabe y sólo quiere que su papá juegue con ella.―
Beso a mi esposa y voy hacia la sala para después sentarme sobre el tapete y comenzar a jugar con Luz, mi hermosa hija que cada día más se parece a su madre. Mena tiene razón, tengo que hacer que cada día con Lucha valga y me encargaré de ello. Trataré que sus días sean increíbles y que en el momento que llegue a ver a su marido y a su hijo… les plastique cuanto su hijo Tristán la amó y que en sus últimos momentos no estuvo sola, si no rodeada del cariño de todas los que le querían.