Théa 

—¿Segura que quieres que te deje sola? —me pregunta Pilar en un murmullo, mientras paso con cuidado un algodón con antiséptico. 

—Sí, no te preocupes. 

—¿Segura? —insiste. Puedo notar la preocupación en su voz y en el rostro. 

—Segura. El hotel no deja subir a nadie que yo no autorice. 

—No creo que ese hombre siga las reglas del hotel. Tengo miedo. 

Dejo de atender a Pablo y me pongo de pie. Abrazo a Pilar, que sigue temblando después de todo lo que pasó. Ella encontró a Pablo tirado en el callejón. Al parecer, uno de los hombres de Chez la tomó al salir del bar, la metió a una camioneta y la llevó lejos mientras lo golpeaban. Cuando regresó, Pablo ya estaba inconsciente. Quiso llevarlo a un hospital, pero si instinto le dijo que viniese para acá. 

—Todo estará bien. Cairo te está esperando abajo. Ve. 

Ella sonríe. 

—Me avisas cualquier cosa, ¿vale? 

—Claro que sí. 

Pilar se aleja de mí y camina hacia la puerta, echándonos un último vistazo antes de salir. Sigue impactada, y no la culpo. Pablo tiene el rostro bastante lastimado. Entre Pilar y yo tuvimos que coserle el labio y un poco de la ceja. Tiene morados por todo el abdomen y también en las piernas. Tuvimos que desnudarlo por completo para ver si tenía heridas más graves. Afortunadamente, no las tuvo, pero Pablo se ve increíble.

¿Es malo que esté fantaseando con él en este momento? El ver su cuerpo desnudo, bien formado, con esa piel bronceada que me vuelve loca.

Pilar sale de la habitación y me quedo solo con Pablo. Observo su figura en la cama, marcada por los golpes que ha recibido, testimonio de la brutalidad del ataque. Me acerco con cuidado, sintiendo una mezcla de tristeza y rabia al verlo en ese estado. Pablo no debería estar así, él no se merece eso. Solo le he traído mala suerte e infortunio a su vida. 

—Eres en verdad guapísimo —murmuro, mientras lucho con los pensamientos de deseo en mi mente. 

Sé que no es el momento ni el lugar para tales distracciones, pero la imagen de su cuerpo desnudo se ha grabado en mi mente y no puedo sacarla de allí. Me siento avergonzada por mis propios deseos, pero también intriga y curiosidad. Sacudo la cabeza, tratando de despejar mis pensamientos y enfocarme en la tarea en cuestión: cuidar de Pablo y asegurarme de que se recupere por completo de sus heridas. 

Sin embargo, la ligera sábana que cubre el área de sus genitales, me distrae de nuevo, y clavo mi mirada sin poder evitarlo. 

—¡Dios Théa!, ¿qué te sucede? —digo bajito. 

Paso de nuevo el algodón sobre la ceja y, de pronto, la hermosa sonrisa de Pablo, se dibuja en su rostro. 

—Serías una gran enfermera, ¿sabes? —habla, con esa voz tan linda y profunda que tiene. 

—No lo dices en serio —respondo, bastante sonrojada. Los pensamientos que tenía sobre él, llegaron de golpe a mi mente y ahora, no sé cómo borrarlos. 

—Lo digo muy en serio — contesta. 

Pablo trata de levantarse, pero yo pongo la mano sobre su torso desnudo, pidiéndole que se recueste de nuevo. 

—Te golpearon muy fuerte. Te recomiendo que no te muevas. Te pusimos una venda en el hombro. Mañana tendrás que ir al hospital a revisarlo. No te duele porque Pilar te inyectó algo. 

—Pilar… —Reacciona—.¿Está bien?

—Asustada pero bien. No sabes el esfuerzo que hizo para traerte acá. Tuvimos que cargarte desde el lobby a la habitación. 

—Dios… —murmura. 

Dejo de pasar el algodón por su ceja, y con mi mano toco su frente. Sé que por los golpes podría tener fiebre, pero, esta vez, no es así. Él sonríe, después toma mi mano y la besa con ternura. 

—Quiero decirte que nada de esto es tu culpa. —Supongo que ha visto la culpa en mi rostro, y ahora solo trata de tranquilizarme. 

—Y, ¿qué llamas a esto? 

—Lo llamo: un acto de cobardía. 

—Chez te persigue porque estás conmigo, esto es mi culpa. 

—No lo es, Théa. Nada de esto es tu culpa. Nada de lo que te pasó es tu culpa. Quiero que entiendas eso, ¿sí? ¿Me prometes que lo entenderás?

No respondo nada. Simplemente, me quedo viendo a sus hermosos y grandes ojos que, como siempre, brillan al verme. Mi mirada se queda clavada en la de él por un instante, pero los músculos de su torso me distraen y sin poder evitarlo, bajo la mirada para verlos. La sábana también se ha recorrido levemente, mostrando más de lo que debería. 

—¿Te gusta lo que ves? —pronuncia Pablo, en un tono grave, cerca de mi oído. 

Volteo mi rostro hacia él. 

—Lo siento, no es mi intención… No debería —me disculpo, aunque mi rostro se ha enrojecido. 

Él sonríe, una sonrisa cálida que ilumina su rostro a pesar del dolor que lo rodea. Con cuidado, se sienta sobre la cama, y su espalda se acomoda contra el respaldo. Observo cada uno de sus movimientos con atención, sintiendo cómo mi corazón late con fuerza en mi pecho.

Con una mano, Pablo acaricia mi barbilla, su tacto suave y tierno envía un escalofrío de placer por todo mi cuerpo. Cierro los ojos por un momento, disfrutando de la sensación de su contacto, de la intimidad que compartimos en este momento.

Por meses he estado evitando este tipo de contacto, manteniendo una distancia segura entre nosotros a pesar de compartir la misma cama. Ha sido difícil resistir la tentación de dejarme llevar por mis deseos, de entregarme por completo a la pasión que arde entre nosotros. Pero Pablo ha sido un verdadero caballero, respetando mis límites y esperando pacientemente el momento adecuado.

—No te preocupes —contesta, como siempre lo hace, con esa calma y seguridad que lo caracterizan. 

Sin embargo, en este momento, las palabras de Pablo apenas llegan a mi mente. Estoy completamente absorta en la sensación de su mano acariciando mi piel, en el calor que irradia su cuerpo tan cerca del mío. Mi respiración se vuelve irregular, mi corazón late con fuerza en mi pecho, y sé que ya no puedo contener más mis deseos.

Con un impulso irresistible, me inclino hacia adelante y capturo sus labios con los míos en un beso apasionado y lleno de anhelo. Es como si todo el fuego contenido dentro de mí estallara en ese momento, consumiéndonos a ambos en una vorágine de deseo y pasión desenfrenada.

Pablo responde al beso con la misma intensidad, sus manos buscando aferrarse a mí con desesperación. Nos fundimos en un abrazo ardiente, nuestros cuerpos unidos en una danza frenética de deseo y necesidad. 

Nos separamos, y nuestras respiraciones están tan agitadas que siento que no puedo recuperarme. La intensidad del momento aún palpita en el aire, cargado de electricidad y deseo.

—¿Es esto lo que quieres? —me pregunta, su voz apenas un susurro en la penumbra de la habitación.

Me quedo un momento en silencio, sintiendo cómo mi corazón late con fuerza en mi pecho. Trato de calmar mi mente agitada, de escuchar la voz de mi cuerpo y entender lo que realmente deseo en este momento. No quiero caer en un ataque de pánico, ya no. Estoy cansada de sentirme vulnerable, de dejar que el miedo controle mi vida y mis decisiones.

Mi mirada se encuentra con la suya, y veo la preocupación reflejada en sus ojos oscuros. Sé que él también está luchando con sus propios deseos y pensamientos, pero está esperando a que yo se lo diga. 

—Sí, esto es lo que quiero —respondo finalmente, con una determinación que sorprende incluso a mí misma.

No quiero seguir viviendo en la sombra del pasado, atormentada por los recuerdos de lo que podría haber sido. Quiero sentirlo, quiero vivir lo bueno con él. Quiero entregarme por completo al hombre que deseo y que amo, sin reservas ni temores.

Pablo me mira con una mezcla de sorpresa y alivio, sus labios curvándose en una sonrisa tímida pero radiante.

—Entonces, no perdamos más tiempo —dice, su voz llena de emoción y anhelo.

A pesar de estar herido, Pablo me carga con facilidad, y me acomoda sobre su cadera. Quedo a horcajadas sobre él, sintiendo su miembro debajo de mí. Por un instante me quedo quita, tratando de adivinar lo que siento. Ahora no sé si mi corazón late rápido porque estoy emocionada o porque estoy a punto de tener un ataque de pánico. 

Pablo lo sabe, así que con cuidado se acerca a mi rostro y me besa sobre la frente. 

—Si no estás lista, puedo esperar a que lo estés. No hay prisa, en realidad no la tengo. 

Mis ojos se llenan de lágrimas y estás comienzan a correr por mis mejillas. No lloro de tristeza, lloro porque necesito hacerlo. No tengo explicación alguna. 

Antes de que Pablo diga algo, me acerco a sus labios y le doy un beso tierno que a ambos nos sabe a sal. Me separo. Me quito la sudadera que traigo puesta y hago lo mismo con la playera. De pronto, termino en ropa interior encima de él, con el corazón desbocado y los ojos brillando. 

—Estoy lista —murmuro—. Solo tenme paciencia. 

Pablo sonríe. Después de mis palabras, besa mi frente y comienza a bajar sus labios por mi rostro. Besa mi nariz, mis mejillas y roza mis labios. Después, pasa hacia mi cuello y lo besa encendiéndome por completo. Lentamente baja a mis pechos y se instala ahí por un instante. 

Mis  manos se aferran a sus brazos. Gemidos leves sale de mis labios, mientras comienzo a dejarme llevar. Pablo, borra con cada beso todo lo que Chez hirió en mí. Con sus labios me recuerda lo amada que soy, lo importante, lo mucho que le gusto y, sobre todo, lo valiosa que soy. 

De los besos pasamos a las caricias. Sentir sus grandes y fuertes manos sobre mi piel, hacen que esta se erice. Yo también recorro sus músculos. Los toco con cuidado, recordando cada ranura de ellos, la firmeza y  lo bien definidos que están. Me instalo en sus brazos, esos hermosos y fuertes brazos que siempre me protegen y me abrazan. 

Nuestros cuerpos ya se sienten calientes. La luz de la luna los baña de luz, pero, a la vez, la obscuridad de la noche nos protege. Sus besos se enfocan en mis labios. Pablo recorre cada esquina de ellos, y me hace vibrar, me hace sentir excitada, y veo que a él también. Su miembro está más que listo, y yo, admito que también lo estoy. 

—Aún puedes parar, si lo deseas —me habla, bastante excitado. 

Soy yo la que quita la sábana que nos separa. Soy yo quien descubre su miembro erecto, soy yo quien se quita la braga y la lanza lejos de ahí. Tomo su mano y mientras lo miro a los ojos, le pido. 

—Tócame. Hazme tuya. Quiero borrar lo que Chez…

—Shhhh, no lo menciones —me pide. 

—Lo que él hizo en mí. Quiero que tú seas el único que puede tocarme. 

Pablo se acerca a mis labios y me besa. Con cuidado, comienza a jugar conmigo sintiendo mi humedad. Jamás había estado tan excitada, ni tan deseosa por que alguien me hiciera el amor. Ahora, lo estoy por él. 

Cierro los ojos disfrutando de todas las sensaciones que recorren mi cuerpo. Aprieto los labios cuando estas se hacen cada vez más intensas, y de pronto, lanzo un gemido un poco más fuerte que me hace temblar todo el cuerpo. Finalmente, sonrío. 

—¿Te gustó lo que sentiste? —me habla con una voz tan sexy que me derrite. 

—Siempre, todo lo que viene de ti me gusta. 

Sin que él lo espere, soy yo quien entra en él, haciéndolo gemir, sintiéndome de lo más segura y atractiva. Pablo, instala sus manos sobre mis caderas y sus labios en los míos. 

—Muévete como desees —me pide—. Todo lo que haces me da placer. 

Como un movimiento natural, lo hago. El placer se forma en nosotros, poco a poco se va elevando, mientras mis caderas se mueven de atrás para adelante. Pablo me pega aún más a su cuerpo, haciendo que mis pechos rocen su torso. Una de sus manos baja a mi intimidad, y comienza a acariciarla haciendo círculos que comienzan a llenarme de más placer. 

Todo es perfecto. A pesar de lo que pasó antes, de las sombras que acechaban en nuestra mente y de los miedos que amenazaban con separarnos, todo es perfecto ahora. La luna brilla sobre nosotros, iluminando nuestra complicidad en la noche. Nuestros besos son ardientes, nuestros cuerpos se entrelazan con una pasión desenfrenada. Cada movimiento está sincronizado, cada caricia está llena de amor y deseo.

Puedo sentir el placer recorrer mi cuerpo, cada roce de sus manos despierta una oleada de sensaciones que me envuelven por completo. Mis labios encuentran los suyos en un beso apasionado, y sé que estoy exactamente donde quiero estar. Las lágrimas corren por mis mejillas, pero esta vez son lágrimas de felicidad, lágrimas de gratitud por este momento de dicha que estamos compartiendo.

Al fin puedo permitirme sentirme feliz, sin reservas ni temores. Por un instante, el mundo desaparece a nuestro alrededor y solo existimos él y yo, entregándonos por completo el uno al otro. 

—Te amo —me murmura, mientras ve como mi cuerpo tiembla ante el nuevo orgasmo que me ha dado—. Te amo como nunca he amado a nadie. 

—Yo también te amo… —respondo, para perderme en sus labios. 

Nuestros cuerpos siguen así por unos minutos más, hasta que Pablo acaba junto conmigo. Los gemidos hacen eco en toda la habitación, y después, el silencio. Un cargado de felicidad, deseo, electricidad, placer. Me siento tan bien, entonces, ¿por qué tengo tantas ganas de llorar? 

Pablo y yo nos acomodamos sobre la cama, y él me abraza con cariño. Las lágrimas caen sobre mis mejillas sin que yo pueda evitarlo. Él se percata de eso, y lo único que hace es voltearse para quedar frente a mí. No pregunta nada, solo acaricia mi mejilla. Noto su rostro lleno de morados y ahora soy yo quien lo consuela.  

—Pablo, vámonos de aquí —le murmuro. 

—¿Cómo? 

—Vámonos de aquí, de Madrid. Escapémonos. Tomemos nuestras cosas y vayámonos lejos. Sé que tienes familia y comprendo si no quieres irte conmigo pero, quiero irme de aquí, compartir mi vida contigo, lejos de todo esto que nos hace daño. ¿Qué dices?, ¿te escapas conmigo? 

Él se queda en silencio un momento y después, besa mis labios. 

—Vámonos lejos —responde—. Vámonos lejos de aquí.

8 Responses

  1. What!!!! Hermoso pero a la ves fuerte eso de huir, tengo temor que el sarandajo de chez los encuentre……si se van lejos ojalá tendrá chance de que puedan armar un buen plan para que chez pague por todo y puedan vivir libres

  2. Wow que emoción que Thea por fin pudo entregarse al 100% y sentirse amada, se lo merece y Pablo todo un caballero. Que bonito, a pesar de lo que le paso a Pablo 💔🥺, que susto eso de Huir, me da mucho miedo y me duele que Pablo tenga que alejarse de su familia, pero bueno ya con su pareja deben forjar su propio futuro, esperando sea lo mejor para ellos. Se lo merecen. Gracias Ana por esta Maratón.

  3. El amor hace maravillas 💕, espero y pronto puedan dejar esa sombra, para que sean felices ❣️

  4. Que bueno que por fin Thea pudiera superar todos sus miedos, ella y Pablo merecen ser felices y no estar escondidos en un hotel por causa de ese 😡

  5. Qué bonito capítulo a pesar de lo que le hicieron a Pablo, qué manera de curase y sanar el alma me da gusto por Thea y también por Pablo pero ella necesitaba quitarse ese fantasma del cuerpo y del alma 🙏🏼🙏🏼💙💙

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