Lila 

Me siento terrible, en verdad terrible. Jamás mi hermana y yo nos habíamos peleado así, ni siquiera cuando éramos adolescentes y teníamos malentendidos. Hoy, fue solo una prueba de lo frustrados que todos nos sentimos y de que si no hacemos algo la situación se podría complicar.

La discusión con Alegra aún resuena en mi mente, como un eco constante de angustia y culpa. Nos dijimos cosas horribles, palabras que nunca pensé que saldrían de nuestra boca. Pero lo peor de todo es que sé que tenía razón. La tensión en el aire era palpable, como una tormenta a punto de estallar, y yo era el epicentro de todo.

Desde que Antonio y yo nos conocimos, supe que nuestra relación sería complicada. Él llegó a mi vida trayendo consigo un pasado lleno de secretos y problemas, y ahora, todo eso parece haberse desbordado sobre mí y mi familia. Las mentiras, las amenazas, las sospechas; todo parece apuntar a nosotros dos como los culpables de esta situación tan desastrosa.

Sé que Antonio intenta protegerme, que todas sus acciones han sido impulsadas por el deseo de preservar nuestra relación y mantenerme a salvo. Pero a veces, me pregunto si todo esto vale la pena. Si el precio de nuestro amor es la destrucción de mi familia y la fractura de mi relación con mi hermana.

Me siento atrapada en un remolino de emociones contradictorias. Por un lado, estoy furiosa con Antonio por ocultarme la verdad y arrastrarme a este torbellino de problemas. Pero, por otro lado, sé que yo también tengo mi parte de culpa en todo esto. Debería haber sido más insistente, más desconfiada, más cuidadosa. Pero en lugar de eso, me dejé llevar por mis sentimientos y ahora todos estamos pagando las consecuencias.

La sensación de impotencia es abrumadora. No sé cómo reparar el daño que hemos causado, cómo devolverle la paz a mi familia y cómo reconstruir la confianza con mi hermana. Me siento como si estuviera en medio de un campo de batalla, sin armas ni estrategia, solo esperando el golpe final.

Lo peor de todo es que no puedo evitar sentir que todo esto es mi culpa. Que si no fuera por mí, si no hubiera permitido que Antonio entrara en mi vida, nada de esto estaría sucediendo. Me siento como un imán de desgracias, atrayendo el caos a mi alrededor sin poder hacer nada para detenerlo.

A veces, desearía poder desaparecer. Borrar todo este desastre con un chasquido de dedos y empezar de nuevo en algún lugar lejano, donde nadie me conozca y pueda empezar de cero, donde pueda mantener a mi familia a salvo. Pero sé que eso no es posible. Tengo responsabilidades, compromisos, personas que dependen de mí. No puedo huir de mis problemas, por más tentador que sea.

¿En qué momento pasé a ser una persona tan complicada? En busca de un amor bonito, como el de mis abuelos, terminé en medio de una guerra entre dos familias y, lo peor de todo, es que no sé por qué. Debo ser un tipo amuleto de mala suerte o algo así. 

Observo en anillo que me dio Antonio y suspiro. ¡Qué recuerdos de aquellas noches cuando la ignorancia reinaba y yo me sentía princesa de un cuento de hadas! Hoy, me siento como una vil perdedora, fracasada y problemática. Ya no me siento yo. 

—¿Todo bien? —Escucho la voz de Antonio, quien se acerca a mí. 

Decidí que lo mejor sería salir al jardín y sentir un rato la brisa. Hay demasiado calor adentro o al menos yo así lo siento con la chimenea encendida. 

—Mena ya está dormida, así que decidí sentir un poco el aire fresco. Si se despierta, el agente niñero me lo informará —comento. 

Antonio se sienta a mi lado, en uno de los hermosos sofás para jardín, y me toma la mano. Ambos nos sentimos pésimos, mal, frustrados y sin ganas. Supongo que tanto la pelea con Alegra y Karl, como todo lo que ha sucedido, nos ha afectado hasta en nuestra relación. 

—Lila… —Escucho su hermosa voz—. Lo he estado pensando y, lo mejor sería que tú y Mena se olvidaran de mí un rato. 

Abro los ojos, sorprendida por lo que me está diciendo. 

—¿Olvidarte?, ¿de qué hablas? 

—Hablo de que sería mejor que se alejaran de mí. Yo solo les traigo problemas, tu familia lo sabe y hoy ocasioné una discusión tan fuerte que pudo haber terminado en algo peor. Te peleaste con tu hermana, tu gemela; jamás había pasado. 

Tomo la mano de Antonio y la aprieto, levemente. Él levanta su rostro, y mis ojos se reflejan en los suyos verdes. Cuando noto que no es broma, mi corazón se acelera asustado. 

—No lo estás diciendo de broma. 

—No. Claro que no. Todo lo que te he dicho siempre es en serio —recalca—. Desde las promesas que te hice, hasta las verdades que han salido de mi boca. Todo siempre ha sido en serio, solo que las circunstancias nunca son las adecuadas. He pensado abrirte una cuenta, depositarte mensualmente dinero para Mena y para ti, y que ustedes vivan con tu familia o en México, donde les plazca. Entre más lejos esté de ustedes, menos problemas habrá. 

Escuchar las palabras de Antonio, me enfurecen. ¿Cómo puede estar sugiriendo eso?, ¿dejarnos a Mena y a mí?, ¡a su hija!, ¿qué clase de persona piensa que eso es lo mejor para los dos? En ese instante me pongo de pie, bastante furiosa. 

—¿Es en serio lo que me estás proponiendo? 

—Muy en serio — contesta. 

—¿Cómo…? —trato de hablar, pero las palabras no me salen de la garganta. 

Antonio suspira. 

—Sabes. Desde hace tiempo pienso en la boda de tu hermana Sila. Debí haberme ido de ahí, salirme como lo pediste. Si pudiera cambiar todo, te juro que te haría caso en lugar de quedarme contigo… 

—¿Qué? —pregunto. 

El fuego comienza a correrme por las venas. 

—Entonces, ¿te rindes?, ¿te vas? 

—Lila. Sé que tú también lo piensas. Sé que tú también sabes que todo estaría mejor si no me hubieses conocido, si no hubiese entrado a tu vida. 

—Y, ¿Mena?, ¿ella qué? —le pregunto, sin entender lo que está sugiriendo—. Si no hubieses entrado a mi vida, no hubiera Mena, ¿sabes? O qué, ¿ahora me dices que estás dispuesto a abandonarla cuándo insististe tanto en quedarte a mi lado criándola? 

Antonio se queda en silencio. Las lágrimas corren por mis mejillas. 

—Si crees que la única forma de que todo esto acabe es yéndote lejos, estás equivocado. Ambos estamos sumergidos hasta la mierda de problemas, y ambos saldremos juntos. No puedes abandonar el barco a medio mar, ¿entiendes? Ambos debemos llegar a la orilla, por nuestra hija, por lo nuestro. O qué, ¿qué ya no me amas? 

Antonio se pone de pie de un salto, como si un choque eléctrico le hubiese corrido por la espalda. 

—¡Claro que te amo!, y porque que te amo te estoy sugiriendo esto, ¡qué no entiendes! 

—¡Claro que lo entiendo!, ¡así como entiendo que esto que estás haciendo nos llevó a tener estos problemas!, el alejarme, el esconderme, el decirme la información a medias. 

—¡Yo jamás te dije nada a medias!, el problema es que tú no me crees. 

—¡CLARO QUE TE CREO! —grito, con tanta fuerza que siento que la garganta se me desgarra—. ¡Te creo!, ¡te creí hoy!, ¡te creí desde el principio!, e incluso te creí cuando me rompiste el corazón. Porque te creo, estamos aquí los dos, porque confío en ti. Porque te amo. Porque eres todo lo que he deseado en un hombre y más. Porque eres el padre de mi hija, por eso te creo, y hoy te defendí porque te creo. El problema es que tú eres el único que no se lo cree. 

Antonio me mira a los ojos, pero, no pronuncia ninguna palabra. 

—Sabes, estoy cansada de esta situación, muy harta. Estoy cansada de sentirme mierda, de no poder ver a mi padre a los ojos, de no poder hablar con mi madre sin sentirme avergonzada. Estoy cansada de los Karagiannis, de cómo han venido a arruinar mi vida, pero, de lo que más estoy cansada, es de que trates de empujarme lejos de ti en lugar de acercarme. Así que, te lo voy a cumplir. Me voy —digo en tono contundente. 

—Lila —pronuncia mi nombre. 

—Me voy de aquí. Tomaré a mi hija, mis cosas y me iré lejos de ti. Donde tú no me puedas encontrar, donde nadie sepa dónde estoy. Donde no tenga que traer a un niñero guardaespaldas y mi hija pueda ser libre y feliz. Ahí me iré. 

Así, sin más, entro a la casa a paso veloz, atravesando la sala y recorriendo el pasillo que lleva hacia nuestra habitación. Entro, y comienzo a abrir los cajones, desesperada y a sacar la ropa en un ataque de furia. 

—Lila, Lila. —Trata de llamarme la atención Antonio. 

Pero yo estoy como alma que lleva el diablo, y no pienso voltear. Estoy decidida. 

—Lila, te pido. —Antonio cierra la puerta de la habitación y me toma de un brazo para jalarme. Él me contiene entre sus brazos fuertes y me obliga a que lo vea a los ojos. 

—¿Qué no me amas? —inquiero, mientras las lágrimas caen por mis mejillas. 

—Con toda mi alma —habla. 

Antonio, está tan cerca de mi rostro que solo le basta hacerse ligeramente hacia adelante para presionar sus labios contra los míos y comenzar a besarme. De pronto, un deseo incontrolable se apodera de mí, uno que había estado guardando durante mucho tiempo, y que hoy explota como si fuese un volcán. 

Empiezo a sentir todo ese mar de sensaciones que Alegra me describía cuando hablábamos del sexo, de la conexión, de eso que Pablo y yo no teníamos y jamás tendremos. De sentirte segura, amada, sexy y feliz al lado de la persona que está hecha para ti.  

Sus manos recorren mi cuerpo de manera apresurada, lasciva. Las mías se aferran a él, a su cuerpo que poco a poco se calienta junto con el mío. Antonio y yo no nos damos espacio para respirar, no queremos, pensamos que es perder el tiempo. Al contrario, nos pegamos cada vez más. Nos queremos sentir, queremos ser reales, necesitamos saber que estamos juntos, presentes, en el aquí y ahora. 

—Ámame —le murmuro, cuando tengo un momento para respirar—. Ámame como si esta fuera la última vez que me tienes entre tus brazos. 

Antonio me mira a los ojos. Un destello verde ilumina mi rostro, y sé que ha entendido el mensaje, que lo ha entendido todo. Lo compruebo cuando sus manos comienzan a quitar mi ropa hasta dejarme con poca ropa. Yo hago lo mismo con la suya, y pronto nos quedamos casi desnudos en medio de la habitación. 

—No quiero que te vayas —me ruega—. En serio no quiero que te vayas. 

—Entonces, no me dejes ir. 

Antonio me carga entre sus brazos y con una facilidad, me lleva hasta la puerta de la habitación y hace que mi espalda pegue sobre ella. Puedo sentir el calor de su pecho sobre el mío. Sus labios viajan a mi cuello y por unos instantes se refugia ahí. Yo comienzo a gemir, a disfrutar del momento, sentirme llevada por este deseo, olvidándome de todo, hasta del pesar que antes me embargaba. 

Lo siento dentro de mí. Escucho sus gemidos en mi oído, sus manos apretando mis glúteos. Mi boca no puede darle cuartel, lo necesito. Lo necesito como el aire que respiro, como él, que siempre ha sido parte de mis pensamientos. Lo amo, lo amo con el alma, y duele decirlo, pero, no me importa todo lo que está pasando, con tal de estar a su lado. 

Mi espalda pega contra la puerta de la habitación. Sus embestidas son tan fuertes que el cuerpo me cimbra con cada movimiento de sus caderas. El placer que provoca en mí, sale de mi cuerpo con un grito que avisa el  placer que en este momento estoy sintiendo. No me importa quién me escuche, quiero gritarlo, quiero hacerle saber al mundo que aún no estoy rota. 

—Lila — pronuncia mi nombre. Escucharlo en su voz siempre ha sido mi mayor afrodisiaco. 

Pronto nos movemos a la cama. Antonio me pone contra el colchón, toma mis manos y las pone arriba de mi cabeza. Se mueve sobre mí. Lo hace con hambre y yo soy lo que quiere comer. Su boca viaja por cada esquina de mi piel, haciéndome sentir amada, deseada, sexi. Sé que el embarazo ha pasado un poco de factura en mi cuerpo, pero a él no le interesa. Solo me quiere a mí. 

—Lila. —Vuelve a pronunciar mi nombre. Y esta vez es un orgasmo en conjunto, lo que nos invade a ambos. 

Gemimos, lo hacemos con fuerza, para después caer rendidos sobre la cama. Le abrimos paso al silencio, y después a la calma. 

—¿Cómo nos podemos rendir si ya llegamos hasta aquí? —le pregunto. 

Antonio asiente con la cabeza. 

—Me arrepiento de lo que te dije. 

—No podemos dejar que nos rompan. Tenemos que hacer algo. Debemos buscar la forma —hablo, mientras acaricio su cabello rubio. 

—Necesitamos algo por dónde empezar. 

—Sé que vendrá. Presiento que pasará. 

Antonio levanta la mirada y me sonríe. 

—Pero, no esta noche. Esta noche, somos nuestros. —Finaliza, para de nuevo, volver a besarme y empezar una vez más. 

4 Responses

  1. Pobres ese par, ese amor tan bonito pero tan doloroso. Deseando que todo les salga bien y obtengan su merrcido esos Karagiannis.

  2. Amar tanto que duele, ojalá a ambos les enseñe lo suficiente para que Mena no viva un amor tan doloroso.

  3. La angustia hablo por Antonio que ya no sabe que hacer para que su familia este bien =( y Lila igual =( pero que bueno que rectifico y que manera =)

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