Alegra
Nos quedamos en Nueva York, y confieso que me siento muy feliz. Sí, estaba dispuesta a dejar todo por mi familia, pero Karl, él, me convenció de que no lo hiciera, que mi sueño era el inicio del suyo y qué juntos soñaremos en Nueva York. Y aquí estamos, construyendo nuestras vidas día a día en esta bulliciosa ciudad que nunca duerme.
Desde que tomamos esa decisión, nuestra vida ha dado un giro completo. Los días pasan volando entre risas, llantos, desafíos y momentos de pura felicidad. El tiempo parece diluirse entre los rascacielos y el ajetreo de las calles, pero en nuestro pequeño universo en el Penthouse, todo tiene un ritmo propio, un ritmo marcado por el amor, la paciencia y la complicidad.
Uno de los cambios más notables es el crecimiento de mi vientre. Sí, los trillizos ya están haciendo de las suyas dentro de mí, y cada día se hacen más presentes. Ya no puedo ocultar la próxima llegada de los bebés, aunque lo deseara. Es maravilloso sentir cómo se mueven y cómo crecen, saber que pronto estarán entre nosotros, complementando nuestra familia.
También las apuestas se han generado en la familia, dándole la bienvenida a Antonio de Marruecos como un nuevo apostador en las apuestas familiares. Hay de todo: tres niños, tres niñas, dos niños y una niña, entre otras combinaciones que me hacen reír. Yo no sé qué deseo, solo que lleguen sanos, aunque una niña no estaría mal, alguien que equilibrara la situación aquí.
Pero no solo mis bebés están creciendo, los gemelos también han alcanzado nuevos hitos en su desarrollo. Ahora saben gatear y exploran cada rincón de nuestro hogar con esa curiosidad infinita que solo los niños tienen. Es increíble ver cómo descubren el mundo a su alrededor, cómo aprenden y se desarrollan cada día un poco más.
Con el crecimiento de nuestra familia, hemos tenido que hacer algunos ajustes en nuestro día a día. Las sesiones de fotos se han vuelto un poco más complicadas con mi creciente vientre, pero hemos encontrado la manera de adaptarnos. Karl siempre está ahí para ayudarme y hacer que todo fluya con naturalidad.
Y hablando de Karl, él también ha experimentado cambios significativos en su vida. Desde que decidimos quedarnos en Nueva York, ha tomado la decisión de ponerse en forma y fortalecer su cuerpo y su corazón. Ha comenzado a hacer ejercicio regularmente y los resultados son evidentes. Está más fuerte y más saludable que nunca, y eso me llena de orgullo y admiración.
Pero lo que más me emociona es ver cómo ha abrazado su nueva vida en silla de ruedas. Al principio, sé que le costó adaptarse, pero ahora es todo un experto en maniobrar por las calles de la ciudad. Es asombroso ver cómo se mueve con tanta destreza y confianza, como si nada hubiera cambiado. Y lo que es aún más conmovedor es ver cómo interactúa con nuestros hijos.
Karl ha convertido su silla de ruedas en el “Karlangas Bus”, como él lo llama. Es un espectáculo adorable verlo llevar a los gemelos sobre sus piernas y pasear por la ciudad como si fuera un cochecito de bebé. Los niños se ríen y disfrutan del paseo, mientras Karl les muestra las maravillas de Nueva York.
Además de todo esto, también hemos comenzado a planear el cuarto de los trillizos. Karl ha sido un gran apoyo en este proceso, aportando ideas creativas y ayudándome a convertir mis ideas en realidad. No puedo esperar a ver cómo quedará todo cuando esté terminado, estoy segura de que será el lugar perfecto para que nuestros bebés crezcan y se desarrollen felices. Sobre todo, porque su ventana da a Central Park, y tendrán una gran vista.
Pero los cambios no se detienen ahí. Sé que puede sonar presuntuoso o exagerado, pero debido a mi sorpresa triple y a mi sorpresa doble, he decidido ser la primera Canarias en usar los recursos que la familia me otorga. No solo me mudé al Penthouse, sino que contraté otra niñera más y contrataré otra cuando lleguen los trillizos.
Le pedí a mi madre que me ayudara a buscar a alguien que me ayude con la limpieza, y de pronto dos personas llegaron a ayudarme. También, tenemos al enfermero de Karl, y acabo de contratar a una asistente, porque ya se me hace imposible seguir con esto. ¿Recuerdan a Laura?, bueno, ella es mi asistente.
Evidentemente, no la pensó dos veces cuando se lo pedí, y ahora, está aquí conmigo. Pronto, la agencia donde trabajo me permitirá abrir mi propio espacio, y aunque todos mis clientes pasarán por ellos primero, y es mi principal fuente de trabajo, mi fama se ha extendido y he comenzado a agendar los míos: David se volverá loco cuando sepa que Rosalía vendrá el próximo año.
Además de todos los cambios, yo también he tenido que adquirir nuevas habilidades, unas que ayudarán a vivir mejor; en pocas palabras tengo que aprender a manejar. Así es, Karl ya no puede hacerlo, es muy difícil andar en metro y los taxis no son adecuados para nosotros, así que me compré un coche, por lo que mi padre decidió enviarme al mejor maestro para que aprenda a manejar y pueda moverme mejor en el futuro. Sin embargo, al ver a mi maestro de manejo, el entusiasmo bajó a cero.
—¡Oh, crap! —expreso, cuando lo veo frente a mí, después de abrirle la puerta.
—¿Oh, crap?, ¿ahora eres gringa? —me reclama.
—No me digas que tú eres mi maestro de manejo.
Moríns se ríe.
—Así es…
—Moríns —me quejo.
—Maestro Moríns, para ti. —Corrige.
—No lo puedo creer; me quejaré con mi papá.
—Tu padre sabía que te quejarías y me mandó este recado.
Entonces, saca una hoja de su pantalón y me la da. Leo la terrible letra de mi padre con un mensaje escrito que solo algunos sabemos descifrar:
“Moríns te enseñará bien. Tiene la paciencia que yo ya no. Espero no te molestes”. Te amo, papá.
—Vaya padre, se dice —me quejo—. Tantas escuelas de manejo, ¿y te mandó a ti?
—Así es… eres el terror de los volantes o todo lo que se pueda montar o maniobrar: caballo, bicicleta, incluso tiraste un día a Fátima de la carriola y tenía freno. —Me recuerda.
—Vale, vale… soy pésima para esto. Aun así, no entiendo por qué.
—¡Porque vengo yo! —Escucho la voz de Sila, y de pronto, aparece detrás de él.
Ver a mi hermana me da mucha alegría, ya que mi gemela se encuentra muy ocupada en París.
—¡SILA! —expreso.
—¡Oh por Dios! —exclama, al verme, con el vientre abultado—. Es real, ¡estás embarazada!
—¿No me creíste?, ¿ni después de la videollamada?
—Claro que sí. Solo que verte con el vientre lo hace más real, ¡qué felicidad!, ¡serás madre de trillizos y con mi mejor amigo! —exclama. Y de pronto me deja de abrazar para salir corriendo hacia Karl.
Karl acaba de bajar del elevador, y ha llegado al recibidor para darle la bienvenida a los nuevos invitados que, al parecer, han venido solos. De pronto, un momento de alegría pasa a uno que me conmueve de inmediato, cuando Sila comienza a llorar abrazando a Karl y él la consuela.
—No te dijo nada, pero estuvo sumamente preocupada por Karl —me murmura Moríns—. Cuando se enteró de lo que pasó, perdió la esperanza. Me dijo que casi nadie sobrevive de una puñalada en el corazón.
—Pues, Karl es ese “casi” —dijo con orgullo.
Ver a mi hermana Sila tan conmovida con Karl, me conmueve a mí. Mi hermana no tiene amigos, solo tiene dos y uno es su marido, el otro, es el mío. Supongo que pensar que podía perderlo la conmovió de esta forma.
—Lo siento, lo siento —dice Sila, quitándose las lágrimas.
Karl le sonríe.
—Tranquila, todavía hay mucho por vivir… Todavía queda mucho Karl para rato.
—Eso espero, ¿eh? Cuento contigo y con Cho para ser la próxima generación de esta familia… y bueno, también con Antonio.
—¿Cómo va eso? —inquiero. Ya que Antonio acaba de integrarse oficialmente a la familia.
—Vamos bien. Es bastante agradable cuando una familia de mafiosos no lo persigue… bromea.
—Moríns… —le reclama Sila.
—¿Qué?, no estoy diciendo nada que no sea mentira.
Los cuatro pasamos a la sala y, de inmediato, mis hijos se alegran de ver a los tíos. Comenzamos a platicar. Karl relata de nuevo lo que pasó en el acontecimiento y yo sobre todo lo que pasamos. Escuchar de nuevo de viva voz a Karl me impacta. Es como tener la versión desde el punto de vista de un hombre que vivió de milagro. Después, ellos nos cuentan que están en Nueva York no solo para enseñarme a manejar, sino de vacaciones. Han dejado a los niños con mi madre y mi padre, y van a disfrutar de este tiempo juntos, aprovechando que Sila tiene una semana.
—Sé que puede sonar egoísta —agrega—, pero quería pasar con Moríns un tiempo a solas. Quiero salir a cenar sin tener mocos en mi vestido, o sin encontrar en las bolsas de Moríns caramelos sin envolturas y babeados.
—Me pasa bastante seguido —complementa Moríns—. El pretexto perfecto fue venir para acá. Nueva York me trae buenos recuerdos. ¿Supongo que ya has comprado el carro? —me pregunta.
—Sí, es una camioneta familiar donde podamos caber los siete —le comento—; está en la cochera.
—No entiendo… ¿Por qué ninguno de ustedes aprendió a manejar? Sospecho que mi suegro es un mal maestro.
—No lo necesitamos —decimos Sila y yo a coro.
—Primero mi padre nos llevaba a la escuela. Después nos mudamos a Madrid y nos llevaba el chofer a todos lados. Aprendió a manejar David y él nos llevaba… luego aquí nos movíamos en metro.
—¡Ah, claro, chofer!, a veces se me olvida que los conocí en Puerto Vallarta cuando tu padre no se sabía estacionar en paralelo cuando tu mamá lo mandaba al banco. Desde ahí debí sospecharlo.
—No te burles de mi padre, Moríns. Tampoco creció con privilegios, como tú.
—¿Privilegios?, ¿de qué privilegios hablas, mujer? —le reclama, en un tono gracioso—. Yo le tenía que poner agua al champú, tu papá sudaba Dolce Gabanna con el calor del puerto.
Todos nos reímos. A veces se nos olvida que Moríns creció con nosotros, lo considerábamos un hermano más, y él prácticamente nos vio crecer. Siempre supo identificarnos a Lila y a mí, jugaba con David a todo eso que nosotros no jugábamos con él, y por eso mi hermano no creció solo; mis padres siempre lo adoraron, no solo por ser un buen chico, sino también porque siempre ha sido graciosísimo sin esfuerzo. Mis mejores carcajadas me las ha sacado Moríns.
—Bueno… ya estamos aquí, es lo que importa —me dice Sila—. Estamos de vacaciones, pero vendremos a verlos diario. Incluso podemos cuidar a los niños.
—Cariño, te amo… pero no viajé 10 horas para venir a cuidar a otro par de gemelos —la interrumpe Moríns.
—Sé un buen cuñado… seguro, ellos necesitan descanso.
—No se preocupen, estamos bien —interrumpe Karl—. Mejor aprovechamos para mostrarles la ciudad y salir con los niños. Además, necesito hablar contigo sobre una idea que tengo. ¿Te parece?
Sila sonríe.
—Bueno, ¿qué les parece si le pido al chef que nos haga algo de cenar? —hablo y volteo a ver a Moríns.
—¿Qué?
—¿No dirás nada? —pregunto, ya que sé que saldrá con un comentario al respecto.
—No me apantallas, nosotros también tenemos chef —presume, y ahora soy yo quien ríe.
Mientras comemos una cena excelente, los cuatro nos ponemos al día sobre lo que ha pasado en Madrid y aquí en Nueva York. La atmósfera en la mesa es cálida y relajada, como si el tiempo no hubiera pasado desde la última vez que compartimos una comida juntos.
Sila, comienza a relatar cómo va el hospital con el programa de escuela. Nos cuenta lo gratificante que es para ella ayudar a los internistas y darles órdenes, como si fuera natural en su papel como líder. Moríns, por su parte, comparte las últimas noticias sobre la fundación. Nos cuenta cómo David, mi hermano, ha estado desempeñando un papel importante en el crecimiento de la organización. Destaca el excelente ojo que tiene para los programas, las propuestas y los proyectos, y cómo gracias a eso han logrado expandirse y llegar a más personas.
Finalmente, nos contaron de sus hijos: Fátima, Lolo, Lucho y Eva. Nos enseñaron fotos de cómo han crecido y compartieron sus pequeños logros tanto en la escuela como en sus actividades. Sila mencionó que Lucho entrará a una escuela especial que le ayudará a potenciar las habilidades que tiene y a estudiar con más comodidad. Mientras que Fátima entrará al programa de pequeños genios en una escuela prestigiosa de Madrid. Se parece tanto Fátima a Sila que es sorprendente que sea hija de Moríns. Supongo que hay genes que pesan más que otros.
Entre bocado y bocado, la conversación toma un giro más íntimo cuando recordamos lo que pasó con Lila, Antonio, Théa y Pablo, y sobre cómo sus vidas han tomado diferentes caminos en los últimos meses. Nos contaron con detalle sobre el secuestro de Mena y cómo Théa demostró ser una verdadera heroína al final, cuando todos dudaban, menos Pablo. Al final, todo salió bien, y según dijeron Pablo y ella desaparecieron del mapa, o al menos eso piensan, ya que no los han visto o sabido de ellos. Por su lado, Lila ya vive en París con Antonio.
A medida que avanza la noche, terminamos de cenar y nos separamos un momento. Karl y yo nos dirigimos a la habitación de los niños para recostarlos, mientras Sila y Moríns recorren el Penthouse. Después de asegurarnos de que los pequeños estén cómodos y dormidos, Karl se dirige a hablar con Sila, dejándome un momento a solas con Moríns.
Lo encuentro en la sala, absorto en el hermoso paisaje nocturno de Nueva York que se extiende ante nosotros. Las luces parpadeantes de la ciudad crean un espectáculo deslumbrante que contrasta con la tranquilidad de la noche. Moríns, con una taza de café en la mano, parece estar inmerso en sus pensamientos mientras disfruta del panorama
Me acerco a él.
—¿Disfrutando del paisaje? —pregunto, sabiendo que la vista desde nuestro Penthouse es realmente impresionante.
Moríns asiente con una sonrisa, apartando la mirada por un momento para dirigirla hacia mí.
—Sí, es increíble —responde, antes de tomar otro sorbo de su café—. Estaba pensando cómo es que un chamaco como yo, crecido en Puerto Vallarta y que parecía no tener dirección, terminó aquí, en Nueva York, en el lujoso Penthouse de David Canarias, tomando café.
—Diría mi hermano, “Dios tiene a sus favoritos”.
—Ya era tiempo —bromea—, me había cansado de ser “su mejor guerrero”.
Me río. Nos quedamos en silencio por un momento, ambos sumergidos en nuestros propios pensamientos mientras contemplamos el paisaje. Después de unos minutos, rompo el silencio con una pregunta que ha estado en mi mente desde que abrí la puerta.
—Moríns, ¿en verdad qué haces aquí?
—Pensé que ya había quedado claro. Vine a enseñarte a manejar.
Suspiro.
—No creo que hayas dejado tu trabajo por una semana y viajado a Nuevo York solo porque sabes manejar.
—¿No crees que tu padre me envió solo a eso? —insiste.
—No. —Niego con la cabeza—. Mi padre no hace las cosas al azar. Siempre piensa lo que hace.
Moríns sonríe.
—A ti jamás te he podido engañar… —responde—, sí estás en lo correcto. Tu padre me envió porque pensó que necesitabas a alguien que hubiese pasado lo mismo que tú y que, a la vez, fuese un comic relief.
—¿Comic relief?, ¿acaso eres gringo? —Se la regreso.
—Touché —contesta—. Bueno, ya sabes. Soy el payaso de la familia y tu padre pensó que sería buena idea que el circo te visitara.
Me río de nuevo.
—Ves… siempre sabio mi suegro, Dios me lo proteja —imita a mi abuela, Mena.
—¡Moríns! —le reclamo—. Dime…
—Vine porque eres pésima manejando, y yo ya le enseñé a David y a Sila. Y porque, sé por lo que estás pasando. Cuando Sila estuvo al borde de la muerte, al igual que mi hija, mi vida, después, ya no fue lo mismo.
—¿Qué insinúas?
Él bebe otro poco de café y dirige su mirada hacia la ciudad.
—Cuando Sila regresó del hospital y comenzamos a vivir juntos, tenía un miedo terrible de que algo le pasara. Todas las noches me la pasaba en vela, viéndola dormir y preocupado por su corazón o porque la respiración le fallara. Sila perdió la habilidad para hacer muchas cosas básicas, tuve que llenar de paciencia y empezar desde cero con ella. Mi Sila brillante se había ido, y me habían regresado a otra. —Voltea a verme—. Sé lo que se siente saber que la persona que amas ha perdido algo, y que por más que esté contigo, ya no será lo mismo. Extrañas con cada centímetro de tu ser todos los ratos que pasaste con ella, y cómo no se repetirán. Un baile juntos, un paseo o simplemente verle a los ojos y encontrarte ahí.
Asiento con la cabeza, y las lágrimas comienza a escapar por mis mejillas.
—Sí, así…
—Pero a la vez agradeces que está viva y que puedes seguir tu vida a su lado. —Moríns me toma de las manos—. Y te vuelves a adaptar. Comprendes que tu vida ha cambiado, pero que el amor que sientes por esa persona, no. Después de varios meses preguntándote qué pasará, te das cuenta de que esta es tu vida y que la amas, porque esa persona sigue en ella. Tu padre no solo me envió porque soy un payaso que usa el humor para disfrazar inseguridades.
—No digas eso, Maestro Moríns.
—Me envió porque sabe que ambos estamos en la misma línea… y tú eres yo hace años. Para que veas que todo resultó bien, y que puedes tener una buena vida… aunque tu hombre no pueda caminar. Debes aceptar el cambio y continuar.
“Aceptar el cambio y continuar”, es una de las mejores frases que he escuchado y lo tomaré como mi mantra personal a partir de ahora. No cabe duda que Moríns es sabio, ahora comprendo por qué Sila se enamoró de él.
Sonrío.
—Además, es Karl. El guapo, inteligente, talentoso, sensual y muy rubio. Jamás se dará por vencido.
—Con esa descripción parece que estás enamorado de él, ¿debería tener cuidado?
—Mucho. Si te descuidas te lo bajo. Nadie se resiste a Karl —bromea, y de nuevo ambos reímos aliviando un poco la tensión.
—Eres el mejor cuñado – abogado del mundo —le digo, abrazándolo y él besa mi frente, como el hermano mayor que es para mí.
—Gracias. Recuerda eso cuando tu padre muera y reparta los terrenos. Esa casa en Ibiza me está haciendo ojitos…
—¡Moríns! —le reclamo y él se ríe.
—Está bien… con que me deje unos pisos en el centro de Madrid, me doy por bien servido.
Por un rato más volvemos a quedarnos en silencio, viendo hacia la ciudad.
—¿En realidad crees que puedas enseñarme a manejar?
Moríns suspira.
—Tengo que hacerlo, tu padre me pagó una gran suma para evitarle ese problema y ya me lo gasté… así que debo hacerlo. Así nos cueste la vida.
—Tranquilo, no nos mataré. No puedo ser tan mala.
—¿Apostamos? —contesta, haciéndome reír. —No te creas. Si pude lograr que tu padre aprendiera a pronunciar Popocatepétl sin desesperarse, puedo lograr lo que sea —me dice seguro.
Moríns no lo logró… Mejor hubiera apostado.
Jajajajaja Morins, Morins, es ese balsamo q necesitamos en los problemas, que nos hace burlarnos y tomar con gracia cada eventualidad, es unico. Que bonito. Pero ese final jajajaja noooooo no pudo enseñarle. La verdad yo me identifico con muchas cosas con Alegra y creo que yo tampoco aprenderia a conducir, mi esposo asegura q si pero lo dudo. Jajajajaja
Morins es todo lo que merecemos para reír mientras las cosas no pintan bien, es tan sabio 🥰
Y quizá no logro enseñar a Alegra a manejar pero le trajo la calma y el ejemplo de que todo estará bien, que todo lo que atormenta no es eterno y pasa
Morins no cambies nunca …eres una persona que saca risas a todos con tus ocurrencias, pero igual eres un buen consejero.., …muero por saber que pasó en las clases de manejo…que Alegra No pudo aprender con él???, jiii
Morins es la persona que todos necesitamos en la vida para recordarnos que siempre que llovió, paró. Me encantó!
Amo esta familia, que ha creado lazos de hermandad y amistad a prueba de todo…. siempre apoyándose mutuamente entre ellos, gran ejemplo de vida!!!! Gracias Ana Martínez
Ese Morins…..😍
No lo logró….🤣🤣🤣🤣🤣
Francisco es un excelente hombre, yo quiero un par de consejos de este hombre ❤️❤️❤️
Definitivamente don picaflor sabe mover sus fichas y mandarle a Moríns es un muy buen movimiento 🥰🥰🥰 que incluye el circo completo 🤣🤣🤣🤣 hay Moríns leerte es tener la sonrisa siempre presente 😁😁🥰🥰 aparte de los sabios consejos que das 💙💙