Lila

Tres días fueron los funerales de Fátima Lafuente, y al fin descansa en paz, en una hermosa tumba rodeada de flores, que nacen del pasto que la rodea. Tres días de estar a su lado, recordando todo lo bueno que hizo en vida, tres días para percatarnos, de que no volverá, que su sonrisa no se verá en la casa, ni su risa se escuchará. Que todos los consejos que pudo habernos dado, ya no serían dados, y que ahora, nos hemos quedado sin su guía. 

Fueron tres días de silencios largos, conversaciones profundas. Tres días de olor a flores e incienso y una misa que duró cuatro horas, debido a todo los oradores que participaron para despedirse de ella. Tres días, que yo me sentí culpable por pensar en mi felicidad, y no en lo que estaba sucediendo, tres días, donde me convencí de que lo mejor de todo era casarme con Antonio. 

Cuando al fin terminó todo. Él y yo regresamos a la casa donde nos estamos quedando aquí en Ibiza. Todavía no les aviso a mis padres que me regresaré a Madrid, y que estaré viviendo con Antonio en el piso que, según sé, ahora es de Théa -esto mientras encontramos un lugar donde vivir nosotros. 

Sé que todavía tengo que regresar a México por mis cosas y  avisarle a Rosa la buena noticia. Sé que este cambio de planes puede que no le agrade mucho a otros, y que posiblemente me vuelvan a juzgar porque he tomado otro rumbo. Sin embargo, la vida tiene muchos senderos para llegar a la felicidad y este es el mío. 

Las palabras de Karl, aunque fueron espontáneas, me calaron dentro, y me hicieron entender que Antonio y yo estamos obstaculizando nuestro amor solo por el miedo de que algo pase. De que ambos estamos esperando una respuesta, sintiéndonos impotentes, cuando en realidad, la respuesta es simple: nos amamos, y si hay amor, hay todo lo demás. Creo que no habrá prueba de amor y confianza más grande que esta, y no puedo esperar más a hablarle de mi plan. 

Después de poner a Mena a dormir y de asegurarme de que esté segura en la cuna. Salgo de la habitación, solo para encontrarme a Antonio sentado a la orilla de la piscina, con los pies dentro del agua, un papel entre las manos, y leyéndolo una y otra vez. Veo que ha abierto una botella de vino, y que hay dos copas vacías, esperando a ser llenadas. 

Cuando paso por ahí, las tomo junto con la botella y me dirijo hacia donde está él. Al verme cerca, dobla la carta y la pone en la bolsa del pantalón. Me sonríe con dulzura. 

—Me leíste la mente —bromea, tomando las copas. 

—Creo que necesitamos esto. Después de tres días de funerales, es urgente una copa de vino o mil —contesto. 

Él sirve el líquido con mesura y me ofrece la copa que acaba de llenar. Yo espero a que termine de llenar la suya para, así, poder brindar como es costumbre. 

—¿Por qué brindamos? —pregunta. 

—Por nosotros. Por nuestra nueva vida en Madrid. 

El vidrio chocando se escucha en el lugar y, momentos después, se siente el vino recorriendo la garganta. Un gran alivio se instala en mi pecho. Noto que Antonio se toma otro sorbo más grande y después deja la copa al lado. 

—¿Todo bien? —le pregunto. 

—Sí. Solamente lo necesitaba. Hubiese sido mejor un tequila. Moríns dijo que se tomaría uno doble al llegar a su casa. 

—No creo que el tequila sea para ti —le informo. 

—¿Crees que soy muy, cómo dijo Moríns? 

—Fresa. 

—Eso, ¿crees que soy muy fresa? 

—No. Solo de gustos diferentes —contesto. 

Noto la carta que está al lado y él, al sentir mi mirada, me la da. 

—¿Qué es esto? 

—La carta que me dejó mi hermana Ana, antes de morir. La leo, porque no puedo creer que ella haya hecho todo esto. 

Estoy a punto de abrirla, pero, recuerdo que es muy personal y simplemente veo el nombre de Antonio escrito con su hermosa letra. 

—Antonio. Hay que soltar el pasado para avanzar hacia adelante. 

—Lo sé. Me cuesta. 

Lo tomo de la mano. Él alza su mirada y me ve directamente a los ojos. 

—El conocer a tus hermanas, me hizo comprender muchas cosas y el porqué te amo. 

—¿Comprendiste la familia disfuncional de la que salí? —pregunta, tomando un poco más de vino. 

—No. Comprendí, que eres muy diferente a ellas. Que a pesar de venir de este ambiente, donde las tradiciones y las alianzas son lo que predominan, eres un hombre que quiere cambiar, hacerlo diferente. Que no te dejas vencer y tienes mucha resiliencia. Eso, eres resiliente. Eres un gran padre para  Mena. Un gran compañero, un hombre sensible -aunque lo trates de esconder. Eres maravilloso, gracioso, romántico… 

—Basta, me la voy a creer —responde, sonrojándose un poco.

Me acerco a él y tomo su mano. 

—Creételo, nada de lo que te digo es mentira. —Suspiro—. Sé, que empezamos nuestro noviazgo de una forma diferente, y que ambos sentimos que no hemos vivido nuestro romance como debe ser. Sin embargo, yo te propongo algo. 

—¿Qué cosa? 

—Que te cases conmigo. 

Antonio abre los ojos, expresando su sorpresa. Al parecer he logrado mi cometido, tomarlo por sorpresa, tal y como él lo hacía cuando empezamos a salir. 

—Lila —murmura—. ¿No se supone que debo ser yo quien te lo pida? 

—Sé que suena raro, sobre todo después de un entierro. Pero, lo he reflexionado mucho y me percaté que no hay razón por la que no podamos unir nuestras vidas. Tú ya no estás con Théa, yo, estoy soltera. Tenemos una hija que necesita a ambos padres. Tenemos todo para ser felices y así podremos vivir nuestro romance juntos. Hacer cosas nuevas, todo juntos, sin que nada pueda separarnos, ¿qué dices? 

Antonio sonríe. 

—Pero, ¿qué pasa con la boda que tanto deseabas?, ya sabes. Esa boda grande, junto al mar, en esa iglesia en México. ¿Cómo se llama? 

—La catedral —agrego—. También la podemos tener, tal vez más tarde, cuando Mena pueda caminar hacia el altar. Por hora, podemos casarnos en Petit comité, solo nosotros.

—Y tu familia, ¿cierto? No quiero volver a hacer nada a escondidas. 

—Claro que con mi familia. Incluso, tengo ganas de hacerlo en Las Vegas, solo para variar un poco. Pero, qué dices, ¿aceptas ser mi esposo? 

Antonio sigue sin creer lo que le estoy proponiendo. Sin embargo, no dura mucho esa incredibilidad y asiente. 

—Me encantaría casarme contigo —acepta, para después darme un beso sobre los labios. 

Una oleada de felicidad me invade en ese momento. Sé que estamos dando un paso importante en nuestra relación, uno que nos uniría de una manera aún más profunda. Estoy lista para enfrentar el futuro a su lado, sin secretos ni escondites, solo con amor y complicidad.

—Te amo —le murmuro, mientras nuestras frentes están juntas.

Él me da su respuesta con otro beso. 

***

Anunciarles a mis padres y familia  que me iba a casar era algo que debía ser inminente, sobre todo porque ya era momento de partir a nuestros destinos, aunque la mayoría viajaba a Madrid. Mis padres se quedarían en Ibiza, ya que ahora era su hogar, y mis tíos Ainhoa y Manuel lo haría también, para arreglar las últimas voluntades de mi abuela y decir que se hará finalmente con su casa. 

Mi tía Ainhoa es quien la heredará, y aún no sabe si venderla y donar el dinero a una de las tantas asociaciones que mi abuela apoyaba, o convertirla en una academia de artes, debido a que la construcción tiene mucho potencial para convertirse en una gran escuela. La muerte de mi abuela todavía está fresca y latente, por lo que tomar una decisión real tomará mucho tiempo. 

Aun con todo esto, es necesario que les cuente, porque no deseo iniciar esta etapa de mi vida con mentiras y situaciones que puedan complicar lo que ya está complicado. Es indispensable que yo mantenga transparencia absoluta, por el momento, con respecto a mi relación con Antonio y nuestros planes, por si algo se complica -por ya saben quiénes – ellos puedan ayudarme sin preguntarse nada. Además, de que mi ilusión es que mi padre me entregue en el altar, así como mi abuelo entregó a sus hijas y yo quiero que Antonio entregue a la nuestra. 

Ya no podíamos esperar a que algo más pasara para poder tomar acciones. Antonio y yo decidimos que esta era nuestra vida, nuestra relación y que dejaríamos de hacer caso a “lo que debe ser” y “hacer lo que se tiene que hacer”. Estamos más empoderados y seguros que nunca. Hemos tomado la sartén por el mango. Hemos decidido ser felices. 

—¡Familia! —exclamo, justo al entrar por la puerta de la casa.

—¡Aquí estamos! —se escucha la voz de mi padre, desde la cocina. 

Al entrar, tomada de la mano de Antonio y él con Mena entre sus brazos, me percato que hoy es sábado de wafles- lo había olvidado por completo. Sin embargo, ver a todos reunidos en esa gran mesa, que ya no se da abasto por la cantidad de personas que somos, me hace sonreír. Veo a mis sobrinos y primos sentados, disfrutando de los wafles, y me trae recuerdos de cuando yo era esa niña pequeña, rodeada de mis padres y mis tíos y compartía cada segundo con mis primos y hermanos. 

Ahora a Mena le tocará vivir eso con sus primos, todos liderados por la pequeña Fátima Moríns, que se ha convertido en una mini Sila. Nosotros, en nuestra época, éramos liderados por Sabina, al ser la mayor, y ahora, la babuta ha cambiado de mano. 

—¡Ey, la otra gemela apareció! —exclama Moríns, quien le está ayudando a mi padre a servir la siguiente ronda de wafles. 

—Pensamos que no vendrías —me dice mi mamá, acercándose a nosotros y cargando a Mena entre sus brazos. 

—Lo siento, estamos algo cansados después de tantos días en vela —me disculpo. 

—No te preocupes, llegaron justo a tiempo. Tu tío Manuel nos estaba contando una anécdota de tu abuela—. Mi madre ve a Antonio—. Bienvenido Antonio. 

—Gracias —agradece él, sorprendido, al ver a todos reunidos ahí. 

—En fin —agrega mi tío, que abre otro envase lleno de miel de maple—, mi suegra nos pide que guardemos silencio, y se escucha en el ambiente, como si gotas de agua gruesas cayeran a una pila. Nos quedamos un segundo tratando de averiguar que es, hasta que escuchamos que alguien le baja la baño. Salimos los tres corriendo, y vemos a Héctor arrojando al baño parte de las joyas que mi suegra, las que tenía en el mini joyero.

—¡QUÉ! —expresan todos, para luego romper en risas. Héctor se esconde detrás de su hermano Daniel. 

—El niño pensó que eran juguetes… —agrega Ainhoa. 

—¡No me echen la culpa!, estaba comprobando la teoría que me dijo Tristán. Que no todo se puede ir por el baño. Pensé que esas no se irían. 

—¡Claro que no! —responde mi hermano, del otro lado de la cocina—. A mí no me eches la culpa. Eso lo hiciste solito. 

—Mi madre,  se puso blanca al ver cómo sus zafiros se iban por el caño. Recuerdo que volteó a vernos y sentimos el verdadero terror. 

—Yo estaba tan apenado, que corrí al baño y metí la mano para ver si podía atrapar los zafiros. Y todavía Héctor le dice a su abuela: creo que las joyas no flotan, abue. 

Todos rompen a carcajadas, incluyendo los más pequeños, que ya imitan a los grandes y se ríen. Antonio también lo hace, y por un motivo, me hace sentir muy feliz. 

—En fin… ¡En la gloria esté mi suegra!, porque a pesar de todo, se comportó como una reina y no nos cobró los zafiros. 

—Y esa fue la anécdota de cuando Héctor, casi nos deja sin herencia —remata Tristán. 

Las risas vuelven al lugar y después, continúa la plática. 

—¿Van a querer wafles? —pregunta Karl, quien se acaba de poner de pie para ir por otra ronda. 

Antonio acepta. 

—¡Pero siéntate!, no mordemos —le anima Fátima Moríns, quien lo toma de la mano y lo jala para que tome asiento al lado de ella—. Los wafles de mi abuelo son los mejores, pero no le digas a mi papá —le murmura. Antonio sonríe.  

—Bueno, antes de que esto prosiga —interrumpo—. Necesito que me presten atención un segundo. 

Todos voltean a verme y en ese momento, veo que es mala idea que más de 15 personas me estén viendo fijamente. 

Nunca me percaté de que ya fuéramos tantos en la familia, pienso. 

—Dinos. —Me anima mi padre. 

—Bueno… —Comienzo a articular palabra, pero no me salen como lo había practicado. De pronto, se me hace muy difícil decirles a todos que nos vamos a casar y no sé por qué. 

Antonio se pone de pie. 

—Señor Canarias, Señora Luz. Lo que pasa es que vengo a pedirle que me dé la mano de Lila en matrimonio—. Un suspiro de sorpresa se escucha en toda la cocina, Antonio va hacia mí y toma mi mano; la de él está pegajosa debido a la miel que mi sobrina le ha untado—. Sé que no soy el mejor candidato, y que desde que llegue a su vida, les he traído más problemas que nada. Y lo siento por eso. Pero, me enamoré de su hija desde la primera vez que la vi y he luchado incansablemente por estar a su lado. —Antonio me ve—. Ella es mi hogar, la familia que siempre he deseado, y todo lo que quiero y necesito en mi vida. Es la madre de mi hija y la única dueña de mi corazón. Quiero hacer las cosas bien, quiero, estar a su lado de la forma correcta. —Voltea a ver a mis padres—. Si ustedes, me conceden su mano en matrimonio, pasaré el resto de mi vida probándoles que soy digno de ella, y de esta familia. —En ese instante, Antonio se pone sobre una rodilla, sorprendiéndome por completo, y de la bolsa de su abrigo, saca una cajita negra de terciopelo. 

—¡Ay por dios! —expreso, emocionada, al notar el hermoso anillo que contiene la caja. Un diamante de tonos lilas, rodeado de pequeños diamantes incrustados en tres aros de oro, resplandece en la montura del anillo. Es tan deslumbrante, que juro ilumina toda la habitación. 

—Lila, planeaba darte esto desde hace tiempo, tenía una cena preparada a la luz de la luna, y un discurso que practiqué por horas. Sin embargo, creo que este es el mejor lugar para pedirte matrimonio; en frente de toda tu familia, y, sobre todo, de nuestra hija. —Él suspira—. Lila Canarias, me harías el honor de ser mi esposa. 

—¡Sí! —exclamo emocionada. Momentos después siento el anillo en mi dedo. 

—¡Pero qué bonito! —expresa Moríns, haciendo que todos aplaudan emocionados. 

Antonio se pone de pie y me abraza para luego darme un beso sobre los labios. 

—Este anillo es único. Lo diseñé para ti y mi hermana Ana, ella lo confeccionó. 

Ana no tendría motivos para odiarte, escuché la voz de Karl. 

—Me encanta. ¡Me fascina! —expreso, antes de que toda la familia se acerque y comience a felicitarnos. 

Nos dan abrazos y besos. Mi hermana Alegra me abraza con fuerza y me murmura: 

—Ves, ¿cómo tu historia de amor resultó perfecta? —me pregunta. 

Yo asiento con la cabeza. 

Cuando mis padres llegan, todos se ponen serios. Antonio me toma de la mano y la aprieta levemente. Después, recibe un abrazo lleno de emoción por parte de él. 

—Bienvenido a la familia —le comenta.

—Gracias. 

—Felicidades, hija. 

—Gracias, papá —contesto. 

—No es justo —interrumpe Karl—. Todos entramos a esta familia haciendo un ridículo, es la tradición. No puede ser que él entre con la bendición del padre, y en sábado de wafles. 

—Karl me entiende… —agrega Moríns. 

Mi padre ve a Antonio. 

—Creo que ya hice suficientes ridículos, ¿no creen? —pregunta. 

Mi padre sonríe. 

—Yo te la perdono, pero ellos no. Esperamos tu ridículo. 

—¿Eso quiere decir que no soy bienvenido hasta que haga el ridículo? 

—Creo que ya te dieron la bienvenida —agrega mi mamá y dirige la mirada a Fátima, que guarda su lugar al lado de ella. 

—Pero estaremos pendientes de tu ridículo. Tiene que superar al de Karl. 

—¡Ay, no! —expresa Karl—. No de nuevo.  

—Una mañana de primavera… —comienza a relatar Moríns, el ridículo épico de Karl, haciéndonos reír. 

Y así, es como Antonio entró oficialmente a la familia; supongo que las tradiciones de mi familia tienen a sus  favoritos. 

5 Responses

  1. Jajajajaja que emoción. Me encantó. Por fin, por fin, por fin, despues de tantas adversidades. Yo pienso lo mismo que Karl, Ana no tendria porq odiarla, ya me dio hasta susto pensar q las mismas hermanas la mataron e hicieron parecer suicidio, porq ella quiso hablar con Antonio pero el no quiso escucharla. Ay no ya me dio sustico. Espero Lila tambien se le clave la duda y empuje a Antonio a indagar mas sobre eso y pueda encontrar paz. Y es cierto lo del ridiculo jajajajaja todos han pasado por eso es tradicion. Esperemos a ver que le espera a Antonio jajajajajaja. Me encanta como todo se va a acomodando. Gracias Ana.

  2. Maravilloso capitulo, Karl y Morins tienen razón…. Así que esperamos su ridículo 🤣🤣🤣

  3. Yo espero que todas las verdades terminen de sanar el corazón de Antonio. Y que el ridículo deje una linda y graciosa anécdota.

  4. No sé si ellos están listos para todas las verdades que saldrán a la luz.

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