Siete años antes.
David Canarias – 19 años
Me pongo encima la camisa de color blanco y empiezo a abotonarla poco a poco mientras me miro ante el espejo revisando mi apenas naciente barba castaña que empieza a notarse sobre mi rostro. Recuerdo que años atrás odiaba el hecho de tenerla, ahora, ruego cada día porque esta crezca como la de mi padre y poder arreglarla bien; me hace ver mayor y eso es bueno para cuando empiece a trabajar en la empresa.
Al terminar de abotonar el último botón de las muñecas me acomodo el cuello para después dar paso a colocarme la corbata y hacerme ese nudo Windsor que he estado practicando desde hace tiempo atrás, puedo sentir como mi cuerpo comienza a sudar a pesar de que el aire acondicionado está prendido. Odio vivir en Ibiza en época de verano y sobre todo cuando debo vestirme de traje pero, al parecer, a mi primo Gastón se le ocurrió casarse en pleno verano y ahora todos debemos ir así.
Escucho que alguien toca la puerta y aún forcejeando un poco con mis dedos digo un “adelante” casi inaudible pero que al parecer para mi madre es el volumen perfecto para abrirla y verme frente al espejo—¿necesitas ayuda? — pregunta con una sonrisa.
—Se supone que ya debería hacer esto yo mismo, ¿qué no? Pregunto.
Ella se acerca y vuelve a desatar el nudo para volver a empezar a atar la corbata. Veo los ojos brillantes de mi madre y su cabello perfectamente peinado, su olor a vainilla me trae memorias de aquellas noches que dormía entre sus brazos cuando tenía miedo.
—David, tenemos que hablar.
—Si es del porqué invité a Tristán como mi pareja a la boda te diré que no, no soy homosexual, simplemente de ir solo a ir con él— le aclaro — es mi mejor amigo.
—Lo sé, y sabes que sus padres son amigos nuestros, pero últimamente se está comportado erráticamente y no quiero que agarres esas costumbres— habla firme.
—¿Define errático? — pregunto.
Mi madre termina de hacer el nudo de la corbata y mi mirada se cruza con la mía — bebé en demasía, hace dos días chocó su auto y creo que está en drogas.
—No está en drogas y ¿tú no beberías así cuando sabes que estás destinado a casarte con alguien que no amas? — pregunto tomando el saco que está recién planchado sobre la cama.
—Sólo cuídate, aprende de lo que le pasó a tu hermana Ainhoa, ¿quieres?, no me gustaría perder otro hijo.
—¿Señores Canarias?— Escuchamos en el marco de la puerta y al voltear vemos a Juanita.
—Dime Juanita.
—El señor David ya está en la entrada al igual que el joven Tristán.
—Bien, vamos.
Juanita se da la vuelta para retirarse de ahí y mi madre me ve a los ojos — tendrás que aclararle a tu padre eso de la invitación de Tristán, no sabe muy bien qué pensar.
—Tal vez le convenga pensar qué es mi pareja, así nuestras empresas se unen por amor y no por conveniencia— me burlo.
—David, eres mi único hijo, ya no me queda nadie más… sólo, cuídate ¿quieres?— me ruega mi mamá.
—Lo prometo— le aseguro y le doy un beso sobre la frente.
[…]
Canarias, un apellido muy pesado y a la vez tan conocido en todo Ibiza. Mi familia a vivido aquí por generaciones, fundando un imperio que ha durado tanto tiempo que ya nadie lo puede recordar. Mi padre dice que mi tatarabuelo empezó vendiendo pescado en un pequeño puesto y que gracias a su esfuerzo y dedicación ahora tenemos todo lo que tenemos. Sin embargo, con un apellido de gran peso viene una gran responsabilidad y no sólo porque siempre estamos debajo del foco, si no porque, ahora, mi deber será mantener este legado y pasarlo a la siguiente generación, siempre bajo el ojo vigilante de mis predecesores y de los socios que por años han confiado en nosotros.
Debido a eso, mi vida siempre ha estado controlada por ciertas reglas y estatus que cumplir, desde cómo comportarme, que estudiar, qué puesto ocupar y qué amistades tener. Seguido de una larga lista de situaciones en las que no me puedo ver envuelto, en una capacitación constante de mi padre para saber todo lo de la empresa y sobre todo qué tipo de alianzas debería de tener y no estoy hablando de socios si no las que tienen que ver con las relaciones íntimas, en pocas palabras, con la mujer que será mi esposa.
Eso hizo Gastón, el hijo de mi fallecido tío Gastón Canarias y que ahora se casa con una francesa de renombre que nos dará lo que necesitamos para que nuestra empresa crezca. La situación es tan segura que en la despedida de soltero, Gastón nos confesó a Tristán y a mí que su novia tiene casi cuatro meses de embarazo y que por eso le urgía casarse. Pobre hombre tener que adelantar una boda de Diciembre a Julio sólo por el simple hecho de que debe guardar el honor de su novia a sus puritanos padres.
—Se casó de blanco ¿eh? — me comenta Tristán mientras bebe un poco de whisky — ¡qué rebeldía!
Esbozo una sonrisa para no reírme ante el comentario, mientras me quito la corbata y la guardo en el bolsillo de mi saco. Hace unos veinte minutos llegamos a la recepción y puedo asegurar que más de la mitad de las personas que están en esta boda son socios de mi padre y lo que resta familia. No hay rostros nuevos, ni nada que pueda crear algún tipo de expectativa aquí.
—Deberías estar echando ojo ¿eh? — hablo entre risas — que pronto estarás tú en esta situación.
—No, no, no… dije que me casaría pero no cuándo, tal vez Bego se canse de esperar y ella decida irse lejos, muy lejos de aquí.
—Bego no se irá y tú sabes la razón… lo que llevas en tu pantalón— le comento.
Tristán voltea y niega con la cabeza— y por esos comentarios tu padre piensa que tú y yo somos pareja.
—Hablo de la cartera Tristán y deja de fantasear con eso, no pruebes otros rumbos sólo para escaparte de ella.
Tristán lanza una carcajada que provoca que la mesa, donde están mis padres, voltee a vernos. Él levanta la bebida saludándolos y yo simplemente ignoro sus miradas— tus padres me odian ¿no?, ¿fue el auto?, ¿la mariguana?
—No, ellos no entienden amigo y jamás entenderán — respondo.
—Vale, mientras tí me entiendas todo está bien—me dice y bebé un poco más.
La fiesta empieza cuando los novios entran por el pequeño arco de flores que les han puesto a la entrada del precioso espacio con vista al mar. A pesar de todo, de las alianzas, de lo que posiblemente signifique esa unión para la empresa o el imperio Canarias, veo a mi primo feliz y yo me pregunto si cuando me case estará igual o me veré como Tristán, que no puede soportar la idea del matrimonio.
Tan solo los invitados se sientan en la mesa, esa larga y decorada especialmente para que todos los vean, la comida empieza a servirse y las felicitaciones les empiezan a llover. Cada uno de los socios los saludan, les abrazan y sobre todo hace broma con respecto a su nueva posición en la empresa. Gastón ríe, no sé si por instrucción o porque de verdad le den risa esas bromas; si es así tiene mal gusto.
Poco a poco el evento va pasando de una boda, a un lugar de networking, los invitados se mueven de una mesa a otra según sus intereses, los novios se han olvidado del mundo mientras conviven con sus amigos y los demás, los que estamos aquí ya sea por familia o sólo extras nos quedamos viendo a la pista de baile o platicamos con las personas de mi misma mesa. Para mi buena fortuna, nos hemos quedado mi amigo y yo solos, hablando de cosas sin importancia y bebiendo de la botella que tenemos en frente. Si esto no mejora prefiero regresarme a mi casa y terminar de leer esa novela que tengo pendiente sobre mi mesita de noche.
—Al menos en mi boda habrá música más animada— me dice Tristán y yo me río.
Se le pide a los novios que por favor pasen a la pista para su primer baile
Escuchamos el anuncio y las palmadas llueven sobre ellos dos. A lo lejos vemos como el grupo que tocará en vivo se sube al escenario que han puesto y las luces se atenúan para dar ambiente. Los novios se juntan, se preparan para bailar y los primeros acordes de “Killing me softly” y una melodiosa voz comienza a cantar captando mi atención de inmediato. Me quedo viendo hacia el escenario, tratado de esquivar a las personas que me están estorbando para poder ver a la mujer detrás de esa voz.
Un poco molesto, me pongo de pie para poder ver mejor —¿qué pasa? — pregunta Tristán.
Pero esta vez no le contesto y camino entre la gente hasta llegar a un punto donde sólo la puedo ver a ella y nada más que a ella. A esa preciosa mujer de cabello negro medio rizado, complexión delgada y de mirada penetrante que canta con una pasión y una voz que no sé como describir. De pronto, me siento emocionado, feliz, flotando en las nubes, alejado de todo. Sin darme cuenta, voy caminando poco a poco hasta quedar cerca del lado del escenario, lo más cerca que puedo de ella, sin dejar de admirarla. No me importa lo que la gente diga, no me importa quién sea, es la mujer más hermosa que he visto en toda mi vida y que ha hecho que esta fiesta valga la pena.
Los últimos acordes tocan y ella termina de cantar. Las luces se encienden y sus ojos se encuentran con los míos de inmediato como si el destino estuviera haciendo de las suyas. Ella me regala una sonrisa para después voltear al público.
—Gracias— dice ante el micrófono — en un momento volvemos con más.
Los aplausos vuelven a estallar, pero yo los escucho a lo lejos porque de pronto me siento en otro planeta. Ella baja del escenario y yo sin despegarle la mirada la tomo de la mano y le digo.
—Hola, me llamo David — me presento seguro.
La mujer voltea a ambos lados y luego me ve mordiéndose el labio inferior y regalándome una sonrisa— Hola David, soy Alegra.
—Tú no lo sabes, Alegra, pero yo me voy a casar contigo— pronuncio con el corazón latiendo y seguro que esa mujer cambiará mi destino.