Alegra 

Después de una deliciosa cena al lado del mar, besos, sonrisas, y de escuchar a un bellísimo cuarteto de cuerdas que amaneció la velada, David y yo regresamos a nuestra casa y, a penas pasamos el umbral de la puerta, comenzamos a besarnos con desesperación cortándonos la respiración y deseando solo una cosa, amarnos. 

—Espera cariño, aún no llegamos a la habitación. 

—Es que no quiero llegar a la habitación— me dice entre risas, mientras sus manos inquietas comienzan a bajar el cierre de mi vestido. 

—Y, ¿entonces? — pregunto. 

David me carga entre sus brazos y con toda la facilidad del mundo, me lleva hacia el solarium, que se encuentra en la planta baja de la casa. Mientras caminamos, sigue besando mis labios como si quisiera comerme entera y no solo una si no millones de veces más. 

—Siempre quise hacerte el amor bajo las estrellas y este es el mejor lugar que encontré— recita. 

Me río—¡qué romántico señor Canarias!— murmuro. 

—Me haces ser romántico— contesta. 

David me baja y cuando mis pies tocan el suelo observo todo a mí alrededor. Puedo ver que David se ha tomado su tiempo para arreglar todo y que quede perfecto, porque han puesto un colchón con algunos cojines y una champán enfriando en una pequeña hielera. 

—¿Más alcohol?, ¿qué insinúas? — pregunto coqueta mientras siento como la parte de arriba de mi vestido se va bajando de apoco. 

—Pues, festejar… es todo lo que deseo… a tí también te deseo. 

Sonrío levemente y me acerco a él para acariciar su rostro— eres en verdad tan guapo David, nuestros hijos saldrán guapísimos. 

—¿Crees? — mientras toma mi mano y la besa—entonces intentemos hacer otro esta noche — bromea.

—Lo creo, quiero que se parezcan tanto a ti que las personas no duden que son tuyos. 

—Y yo que nuestras hijas se parezcan a ti, con esa mirada risueña y brillante y ese cabello rizado — recita. 

—Pues, hagámoslos— respondo entre risas. 

— Te extrañé tanto Alegra Bustamante que no tienes idea de las cosas que te haré esta noche.— David me toma de la cintura y me pega a su cuerpo. Puedo sentir la excitación de su cuerpo que me sonroja de inmediato. 

Nuestros rostros se acercan y él roza su nariz con la mía, buscando mis labios y después atándose a ellos para volver a besarme. Beso a beso se abre espacio entre mis labios y comienzo a sentir su lengua tocando la mía y sus manos bajando mi vestido hasta que este cae sobre el suelo dejándome casi desnuda. 

Nos separamos por un momento para ver la sonrisa de David — bella— murmura. 

—¿Te gusta verme? — le pregunto coqueta. 

—Me encanta, ¿recuerdas cómo me enamoré de ti?— me pregunta. 

—Por mi voz… 

—Pero también de vista. Cuando te vi en ese escenario me hipnotizaste por completo. 

Lo tomo del cuello de la camisa y lo llevo hacia la cama para hacer que se siente. David se ríe bajito cuando lo hace y estira las manos para tomarte de los glúteos y acercarme a él. 

—No, dijiste que te gustaba solo verme. 

—No es justo— comenta entre risas— ven, te extrañé. 

Me alejó de él y me quedo de pie frente a él por unos segundos. Después acomodo mi cabello de una forma que caiga sobre mis hombros y cubra mis pechos desnudos. Jamás me había sentido tan sexy hasta que conocí a David Canarias, él me hace pensar que soy la mujer más bonita de este mundo y que puedo seducirlo son con ciertos movimientos o gestos.

—¿Vas a bailar para mí?, ¿cómo lo hiciste esa vez en el bar? — me pregunta. 

Sin decir una palabra, comienzo a bailar moviendo mis caderas, poco a poco, rozando mis dedos sobre mi braga y provocándolo con mis gestos y labios. Me acerco, me siento a ahorcajadas sobre él y lo beso mientras mis manos desabrochan su camisa, abriéndola unos momentos después y quitándola de su cuerpo. 

Acaricio con mis dedos su abdomen, sintiendo como su piel se eriza y sus manos aprietan mi trasero con un poco más de fuerza, pegándome a su cintura y provocando que mi intimidad se roce con la suya. 

—Mira como me tienes — murmura al oído. 

—¿Cómo? — pregunto. Mis manos ya están abriéndose paso entre su ropa interior. 

—Enamorado— responde. 

Con un beso calla las palabras que yo tengo para responderle, con sus manos quita mi braga para dejarme desnuda sobre él. David, besa mi cuello, se queda ahí por unos momentos, y enseguida baja hacia mis pechos para jugar con ellos haciéndome enloquecer y vibrar. 

Mis caderas ya han empezado a moverse levemente, provocándolo cada vez más y haciendo que su bulto se mantenga duro, listo para entrar en mí. Mis manos acarician su espalda, la de él me hace cariños en la espalda baja. Estamos en esta burbuja que nos protege a los dos, nos da el espacio para amarnos sin ninguna restricción. 

Amo como me toca David. Lo hace con tanta ternura, cuidándome, sintiéndome, dándome todo el placer del mundo y haciéndome sentir increíblemente amada; soy suya en cuerpo y alma y siempre lo seré. 

—Entra en mí David Canarias — le murmuro al oído. Muerdo el lóbulo de su oreja y él gime. 

 David se levanta ligeramente de la cama para quitarse el resto de la ropa y, cuando está desnudo por debajo de mí, con cariño y cuidado frotar con sus dedos mi intimidad —¿te gusta?— me murmura. 

 —Es algo nuevo, así que sigue— le animo. 

 Él juega conmigo, moviendo sus dedos lentamente dentro de mí y yo no hago más que gemir cerca de sus labios sintiendo toda la excitación que está provocando en todo mi cuerpo. Un leve orgasmo hace que cierre las piernas un minuto y después esboce una sonrisa que por unos momentos no borraré. 

 —Al parecer, ese libro si sirve— murmura. 

 —¿Qué libro? — pregunto curiosa. 

 —Luego te digo, ahora…— él me carga y hace que me siente sobre él para, después, entrar en mi haciéndome gemir— ¡Dios, no tienes idea cuánto deseaba este momento!— me dice bajito. 

 Nuestros cuerpos se hacen uno, nuestras pieles se fusionan y nuestros besos son el motor para seguir dándonos todo el placer que en este momento necesitamos. David y yo estomas eufóricos, felices, derramando deseo. Por un mes no nos vimos pero ahora, no solo estamos juntos, si no comprometidos, disfrutando de nuestra compañía y del placer que hay entre los dos. 

 No es que David sea un experto en lo que es el sexo, o las relaciones carnales, pero me ama tanto que sabe cómo satisfacerme en todos los sentidos; regalándome una experiencia que no cambiaría por nada. Es más, cuando quiera ir a un momento feliz, en mi mente iré a este, que es tan precioso, tan increíble, tan placentero, que merece la pena ser recordado. 

 Bajo la luz de las estrellas, David y yo llegamos a ese punto de éxtasis que nos hace callar los gemidos con besos, a tensar nuestros cuerpos para después liberarlos sintiendo la electricidad corriendo por nuestro cuerpo. 

 Ambos, caemos sobre el colchón, agitados, sudorosos, con una sensibilidad en nuestros cuerpo que el roce de las sábanas nos provoca otros diminutos episodios de placer. David se gira hacia mí, para quedar arriba de mi rostro y me sonríe, acariciando mi mejilla. 

 —No tienes idea lo mucho que te amo, mi amor. Estoy emocionado por darte la boda de tus sueños. Con un precioso vestido blanco que te haga ver como la reina que eres y tu hermoso cabello rizado cayendo sobre tus hombros. 

 —Parece que lo tienes todo planeado ya — le comento. 

 —Todo y ¿sabes cuándo me lo imaginé? — pregunta. 

 —¿Cuándo? 

 —El día que te conocí. Ese día frente a mi pasó nuestra boda y ahora podemos hacerla realidad. 

 —Me encantará volverte de decir acepto— respondo. 

 David besa mis labios —haremos la boda tan grande que todo España se enterará, invitaremos a mis socios, a los Lafuente, a mis amigos. Tendremos el mejor grupo de música, la comida y además, nos iremos de luna de miel. 

 —¿Qué?— pregunto entre sonrisas. 

 —Sí, estaba pensando que podríamos ir a París, como siempre lo habías deseado; algo cerca porque no me puedo alejar tanto de….

 Así, llena de felicidad, tomo el rostro de David y le doy un beso callando su última frase. Definitivamente este es un sueño de que no quiero despertar, quiero quedarme así, bajo las estrellas, acostada junto a él besándolo hasta que nuestros labios se desgasten. 

 Volvemos a separarnos y él me sonríe — haremos lo que tu quieras David. Lo que tú desees. 

 —Bien, entonces nos casaremos en el verano, ¿te parece? 

 —Me parece— respondo. 

 —Así que ve pensando en tus invitados, los quiero a todos aquí… ¿vale? 

 En eso siento como un balde de agua fría cayendo por todo mi cuerpo, y trato de que mi rostro no cambie para que él no lo note. Sin embargo, en este preciso momento ha llegado a mi mente lo único que no quería recordar en mi vida, a mi familia, esa que hace un tiempo dejé atrás y que no quiero volver a ver jamás. 

 Entonces con una sonrisa en mi rostro le digo— por hoy son demasiado planes, ¿no crees?, mejor… ¿vuelves a hacerme eso del libro? — pregunto coqueta y él esboza una sonrisa. 

 —Tus deseos son ordenes— me responde y vuelve a prenderse a mis labios para comenzar a besarme y acariciarme. 

 «Entonces deseo jamás volverlos a ver», pienso. Para después olvidarme del asunto y volver a sus brazos. 

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