Alegra 

Han pasado tres días desde la última vez que vi a David y confieso que no puedo dejar de pensar en él. Ese beso que nos dimos en el mar, bajo la luna y las estrellas, fue uno de los gestos más románticos que he vivido en toda mi vida y que no sabía que necesitaba. 

No puedo creer que lo haya conocido y que de todas las mujeres que había en esa fiesta él, ese hombre caballeroso, simpático y bien parecido, me haya escogido a mí y diga que soy su destino, me suena hasta profético o algo que una adivina te diría con las cartas y no creerías. 

Sin embargo, debo confesar que todo esto me es un tanto confuso. Tan sólo hace unas semanas no dejaba de pensar en Pedro, en por qué no me ha hablado. No sé nada de él, ni siquiera sé si aún sigue queriéndome. Él dijo que se iría de aquí para hacer fortuna y regresar a casarse conmigo pero creo que lo ha olvidado de pronto, ya no le fui importante; no me extraña, si encontró algo mejor que aquí, entonces jamás regresará. 

Aun así, necesito respuestas, necesito en verdad saber qué ha pasado con él antes de poder tomar decisiones que cambien el rumbo de mi vida por completo, porque pueda que no conozca a David Canarias del todo pero, por lo que he visto hasta ahora de una cosa estoy segura, él viene decidido a cambiarla y no, no se irá. 

Así que, después de salir del ensayo en el bar, fui hacia la casa de Pedro para saber si sus padres tenían una noticia sobre él. Cuando se fue solía venir a visitarlos cada semana sin embargo, al no tener respuesta mis visitas pasaron a una cada quince días hasta que simplemente dejé de venir, pensé que si Pedro llegaba algún día mejor él iría a buscarme y sería mejor ya no molestar a sus padres, por lo que sé que mi visita podrá tomarlos por sorpresa. 

Llego ante la puerta de madera y antes de tocarla respiro profundo, hace meses que no me paro por acá y no sé como vayan a reaccionar ante mi presencia. Los padres de Pedro siempre han sido buenos conmigo pero, últimamente cómo mi familia están pasando mal económicamente y no están muy felices de recibir visitas, menos a las diez de la noche; toco la puerta y minutos después abre su madre con el rostro desencajado. 

―¿Señora?― pregunto preocupada al verla a los ojos ―¿qué ha pasado? 

―¡Ay Alegra!― habla con un hilo de voz y me enseña una carta. 

La tomo entre mis manos y la abro sólo para observar el nombre de Pedro y al lado la palabra que menos pensé ver “muerto”. De un momento sentí un leve mareo y las piernas que hace días atrás temblaban por el beso de David Canarias ahora temblaban por la noticia de que Pedro había muerto en el mar. 

―¿Cómo? ― pregunto sin poderlo creer. 

―Al parecer fue una tormenta Alegra. Tu sabes que Pedro nunca ha sido uno de los mejores marineros y mucho menos trabajadores, pero no quería terminara así Alegra, ¿entiendes?, no debía terminar así. 

La madre de Pedro se me echa a los brazos y sin poder evitarlo cae de rodillas sobre el suelo jalándome al paso. Ambas terminamos sobre los escalones de la casa y ella llora amargamente. 

―Lo siento mucho, señora― murmuro sin que yo lo pueda creer. 

―¿Qué vamos a hacer Alegra?, ¿qué vamos a hacer? ― me pregunta― Pedro era mi único hijo, ¿qué vamos a hacer? 

De verdad quisiera decirle que todo estará bien, pero debido a todo lo que está pasando en el país, a su situación y ahora con esto, no creo que la respuesta sea muy positiva que digamos. 

―Sé que tú lo esperabas Alegra, pero no lo esperes más― me dice finalmente ― no lo esperes más. 

La escucho en silencio mientras trato de consolarla pero las palabras no me salen, no sé qué decir, yo venía para encontrar noticias pero nunca pensé que encontraría ésta. Con mucho cuidado me pongo de pie y la ayudo a levantarse. 

―Señora. 

―Alegra― pronuncia mi nombre con ternura― gracias por todo, pero es mejor que te vayas, es tarde. 

―¿Segura?, ¿no quiere que me quede? 

―No, vete, es tarde, estaré bien, estaremos bien. 

―Como diga― respondo y le doy una leve sonrisa― mañana regreso a verla, ¿si? 

La madre de Pedro ya no me responde, simplemente me asiente y entra por esa puerta de madera que ahora sé ya no abrirá él, y la cierra dejándome sola en medio de la acera completamente sola. De pronto, los sentimientos me pegan, una ola enorme de sentimientos llega a mí y me quiebra por dentro: culpa, tristeza, negación, tranquilidad, coraje. No sé, no entiendo qué pasa, no sé cómo pasó, lo único que puedo dar por seguro es que después de años sin saber de él por fin tengo una respuesta Pedro, está muerto, él ya no regresará. 

Sin pensarlo dos veces salgo corriendo en dirección a la playa, a ese lugar que ha sido como siempre me paz, mi tranquilidad, el refugio que siempre tengo para los sentimientos, por siento que sólo hundir los pies en la arena se lleva mis pesares con cada oleaje. 

Corro con un nudo en la garganta que me puede más que la respiración y tan sólo veo el agua en frente de mí, tiro mi bolso para entrar así con ropas hacia el mar y nado hasta donde mis pies no pueden tocar el fondo, ahí hundo mi cabeza y sin poderlo evitar grito. 

Lo hago con fuerza, tratando de sacar todo lo que llevo por dentro, haciendo que las burbujas que salen de mi garganta sean grandes, pesadas, que el mar se quede con todo esto que siento por dentro y que como siempre el agua salada limpie todo lo que siento. 

No sé si Pedro era el hombre de mi vida, no sé si él era la persona indicada para mí pero, no cabe duda, que lo quise y mucho, que lo esperé y millones de veces dudé de él pensado que me había abandonado cuando posiblemente llevaba meses muerto en el mar, al igual que sus esperanzas y sueños de ser un hombre mejor. 

Regreso a la superficie para tomar aire ya que todo lo he vaciado de mis pulmones y echo el cuerpo hacia atrás para comenzar a flotar sobre el agua. Quiera o no, Pedro era lo único bueno que tenía este lugar, era la razón por la que aguantaba día a día y ahora, ya no hay nada. 

―Al menos ya sé donde estás― hablo en voz alta viendo hacia las estrellas― ahora cada vez que vea al mar sabré que aquí estás, que tu recuerdo yace entre las olas. 

Después, guardo silencio y me quedo así, quieta, disfrutando de la frescura, del movimiento que poco a poco me mueve pero que yo controlo con mis piernas para que no me lleve mar adentro. Le tengo mucho respeto al mar, porque a pesar de ser tan hermoso puede llegar a se profundo y obscuro y llevarte a lugares desconocidos, hacerte perder el control. 

Entonces, mientras trato de canalizar todo, mientras las lágrimas caen por mis mejillas uniéndose al agua salda del mar, esa voz, la única pensé que no me vendría a la mente en ese momento, llega mezclándose con todo lo que siento. 

¿Qué dices?, ¿te atreves? 

La voz de David Canarias se mezcla entre el sonido de las olas provocando que abra los ojos y vuelva a ver las estrellas. 

―¿A esto también llamas destino David? ― pregunto― o ¿sólo es una terrible coincidencia? 

Y sin obtener ni una sola respuesta a todas las preguntas que me he hecho esta noche, nado hacia la orilla para después continuar mi camino. 

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