David 

La mirada de mi padre se posa en mí de una manera que jamás lo había hecho. Ésta expresa desconcierto, rabia, frialdad, lo que desata en mi un sentimiento de protección muy alto hacia Alegra, así que tomo su mano y aprieto un poco más para comunicarle que estoy con ella y que esto no nos separará. 

―Alegra, gusto en conocerte, yo soy Ainhoa Canarias, la madre de David ― escucho la voz de mi madre que a comparación de mi padre hace al menos el esfuerzo de no hacer una grosería. 

―Igualmente, el gusto es mío ― responde mi novia con mucha delicadeza y simpatía. 

Mi padre me sigue mirando a los ojos y sé que lo que sigue no será del todo agradable ―¿crees que podamos hablar en el estudio? ― me pregunta y sin dejarme contestar se da la vuelta para caminar hacia allá. 

Volteo a ver a mi madre que ahora ha cambiado su rostro a uno que denota preocupación y luego le sonrío a mi novia ― espérame aquí, no tardo― murmuro. 

Soltando su mano, sigo a mi padre hasta el estudio y tan sólo entro detrás de él cierro la puerta. Mi madre camina hacia su escritorio y se sienta en la elegante silla de piel marrón que hace complemento con el resto de los muebles del lugar. Con cuidado él se quita el oxígeno de la nariz, lo cierra y minutos después enciende un cigarro sólo por el hecho de molestarme. 

―No creo que tus pulmones te lo agradezcan ― le comento. 

―¿Qué es lo que éstas haciendo?― me responde con una pregunta ―¿me podrías explicar? 

―Nada padre, sólo le vine a presentar a mi novia― hablo sin alterarme. 

―¡Pero qué te pasa!, ¡estas loco!, además te atreves a presentarla en la fiesta de los socios de la empresa, en frente de tus primos que sólo están esperando a que me muera para quedarse con lo tuyo, en frente de los Lafuente que están esperando una respuesta de tu parte. 

―Yo ya le di mi respuesta padre y le he repetido cientos de veces que no me casaré con Sarahi Lafuente, pero al parecer no lo quiere entender. 

―El que no quiere entender su posición eres tú. David, eres un Canarias, tienes un deber con tu familia en todos los sentidos, con la empresa, con tu vida, tus alianzas, y ¿qué es lo que haces?, te pones de novia con… 

―Alegra Bustamante ― pronuncio su nombre con orgullo. 

―Y, ¿quién es?, ¿qué beneficios puede traer a esta familia?, ¿de dónde la has sacado?, ¡Tú sólo te atreves a convertir a una cualquiera en tu novia! 

―¡Alegra no es una cualquiera!― expreso molesto callando a mi padre que aún me ve con rabia― Alegra es la mujer que me hace feliz, que me comprende, que me hace ver la vida de manera diferente, no como una pieza de ajedrez que hay que mover en un tablero para ganar algo o a alguien, ¿qué es tan difícil de comprender?, ella tiene sueños, quiere ser pediatra, superarse y yo le voy a ayudar. 

Mi padre echa una bocanada de humo y luego tose. Lo hace de forma desesperada y cuando me acerco a ayudarle me lo prohibe con la mano―David, entiende ― logra decirme ― me voy a morir, tengo el tiempo contado y lo único que me importa es saber que la empresa se quedará en buenas manos. 

―¡Claro que es lo único que te importa!, porque le importa un carajo si soy feliz o no con tal de aplastar a las rapiñas que esperan a que se vaya, ¿por qué no puede confiar en mí?, ¿por qué no admite que soy la única persona que puede ayudarle?, ¿por qué no me deja escoger al menos a quién amar? 

―¡Porque los Canarias no pueden escoger a quien amar! ― expresa con una dolor en su voz que hace que mi piel se erice― el amor no lleva a nada bueno David, sólo el dinero y las alianzas, todos aquí lo sabemos y también Ainhoa, tu hermana, lo sabía. No tienes idea como me dolió cuando se fue y ahora que te veo haciendo esto no sabes como hubiese deseado que fueses tú quién se fuera. 

Un silencio profundo se hace después de esa declaración que fue hecha desde el fondo de su corazón, por ende, fue sincera. Siento como los ojos se me cristalizan dando paso a las lágrimas pero, yo respiro profundo y trato de no mostrarme débil frente a él. 

―Quiero que te olvides de esa mujer David, recapacites y vayas a pedirle a la mayor de las Lafuente que se case contigo. 

―¿O?― pregunto. 

Mi padre apaga el cigarro y viéndome a los ojos sentencia ― o lo pierdes todo, David, absolutamente todo.

Así que esto sería, mi padre me había puesto entre quedarme con la mujer de mis sueños o dejarla para poder cumplir lo que un Canarias debería hacer, renunciar a toda felicidad para poder salvar una empresa que se caía a pedazos. 

―Muy bien― murmuro y tomo un respiro. 

―Piénsalo bien David, que esta no es una amenaza, es una sentencia. Si decides ir contra mis reglas y mis estándares te juro que jamás verás un quinto de mi herencia. 

Esbozo una ligera sonrisa ― entonces que le aproveche su dinero. 

Me doy la vuelta para caminar hacia la puerta y abrirla cuando escucho de nuevo a mi padre tocar. Por unos momentos me quedo esperando, lo último que quisiera es que hoy empeorara por mi culpa o cayera muerto en este mismo lugar. Volteo mi rostro para verle y cuando é se recupera me dice. 

―Si te vas, a partir de hoy ya no eres mi hijo, David. 

Suspiro. En ese momento todos los sentimientos que yo pensaba que mi padre tenía hacia mí se hace realidad y, aunque yo estaba preparado para todo lo que se presentara, no lo estaba para escuchar de la voz de mi padre justo esa frase. 

―No sabe lo que hubiese dado por ser con Ainhoa― respondo con un nudo en la garganta. 

―Jamás, escuchas, jamás llegarías a los pies de tu hermana― me dice con desprecio ― y si sales de esa puerta, yo me habré quedado sin hijos. 

―Entonces yo me he quedado sin padre, aunque creo que ya lo había perdido desde hace tiempo atrás. Hasta luego Señor Canarias, espero que disfrute sus últimos meses de vida― finalizo. 

Abro la puerta del estudio y ahí me encuentro a mi madre, a Alegra y Tristán esperando por mí. Mi madre se acerca y me toma el rostro con los ojos llenos de lágrimas. 

―Te quiero mamá― pronuncio y le doy un abrazo fuerte que siento como si fuera el final ― gracias por todo. 

―David, no, no te despidas, ¿si? ― me consuela. 

Me alejo de ella y le sonrío ― cualquier cosa estaré al pendiente. 

Veo a Tristán que no me dice ni una palabra y sólo me guiñe el ojo haciéndome sonreír. Sé que no importa donde vaya o donde esté él va seguir siendo mi amigo. Así, tomo a Alegra de la mano y suspiro un poco más aliviado. 

―¿Nos vamos?, creo que mañana tenemos que ir a Madrid, ¿no es así?― le pregunto y ella asiente con la cabeza. Y así, sin mirar atrás, camino con ella hacia la puerta para salir de mi casa para construir mi hogar con Alegra lejos de aquí. 

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