Alegra 

David y yo regresamos de inmediato al hotel. Para ser honesta, sabía que la velada de podría tornar un poco incómoda y tal vez que sería difícil hablar con el padre de David pero, jamás pensé que resultaría así, con él completamente desheredado y rechazado por su familia. En cuanto entramos a la habitación, David tiró su saco hacia la cama y luego caminó hacia la ventana para respirar un poco de hambre. Yo me he quedado pegada a la puerta de la habitación, aún sin saber qué decir o qué hacer, ¿será este el momento dónde él se arrepiente de todo y debo regresar a casa?, ¿podré vivir con el corazón roto por segunda vez? 

―Te fallé Alegra― murmura aún viendo hacia la ventana. 

―¿Me fallaste? ― pregunto aún recargada sobre la puerta. 

―Te prometí el mundo y ahora ni siquiera puedo darte un techo donde vivir. Hice que dejarás todo lo que conocías por mí y nos hemos quedado los dos sin nada ― suspira― creerás que ahora todo esto es una tontería. 

―No― interrumpo la idea que está en su cabeza antes de que continué torturándose con pensamientos que no tienen sentido. Me separo de la puerta para dirigirme hacia él y cuando llego a su lado lo tomo de las manos y hago que me vea a los ojos ― David, tu me has dado más de lo que imaginas y no hablo de este vestido o las joyas y todo lo que he recibido de tu parte. Hablo de la oportunidad de empezar de nuevo, la esperanza de vivir otra vida y alejarme de la que tanto daño me hacía. No me has fallado, al contrario, me has dado lo que prometiste, construir algo juntos y eso es lo que vamos a hacer.

David me da una sonrisa. Me encanta cuando sonríe, del lado derecho de su mejilla se hace un leve hoyuelo que le hace ver más guapo y por alguna razón más sincero. Suele desviar la mirada hacia otro lado como si estuviera evitando la vergüenza que siente mientras lo alabo y cuando siente que ya puede verme de nuevo lo hace mordiéndose los labios. 

―¿Entonces?, ¿no vas a huir? ― me pregunta. 

―No lo sé, ¿dónde nos vamos a ir? ― pregunto entre sonrisas. Me acerco a él y lo tomo del rostro con ambas manos― te quiero a ti, David, no tu estatus o lo que me puedas dar. Te quiero a ti, al hombre de carne y hueso, al que siempre me ve como si fuera única y especial. Te seguiría hasta el fin del mundo si me lo pides. 

―¿En serio? ― pregunta en un murmuro. 

Yo asiento con la cabeza ― tenemos toda una vida por construir David y si vemos por el lado bueno todo lo que pasó, podemos hacerlo sin deberle nada a nadie, con nuestras propias reglas, hacer nuevas memorias y ser felices a nuestra manera― le propongo― ¿qué dices? 

David se acerca a mí y me da un beso sobre los labios tan tierno que hace que mi corazón lata más fuerte. Se separa por un momento para que su mirada quede a la altura de la mía y puedo ver un leve destello. Observo su rostro tan varonil, con esa barba partida y esas cejas tupidas que lo hacen tan atractivo y esos labios que cada vez que los pruebo me hacen mas adicta a ellos porque ahora en lo único que pienso en sentirlos en cada parte de mi cuerpo. 

―¿Me quieres? ― me pregunta. 

En vez de responderle con un “sí” o un “no”, ahora soy yo quién lo besa, acercando mi cuerpo al suyo y tomando sus manos para que los pongo sobre mi cintura. Lo hago lento, coordinando mis labios con los de él, comiendo cada rincón de esa boca que me vuelve loca y sintiendo como acaricia levemente con sus dedos mis cintura. El beso crece más y más, robándonos a los dos la respiración, comunicando que hay más que la intención de querernos, si no también de que ahora nos deseamos. 

Como si los dos adivináramos la intención del otro, él camina hacia atrás y yo me dejo llevar para pronto caer sobre la cama sin despegar nuestros labios y entregándonos a lo inevitable. Siento el cuerpo de David sobre el mío, sus manos aún acariciando mi cintura y sintiendo sus carnosos labios comenzar a despegarse de los míos para tomar otros rumbos sobre mi cuerpo. Siento como sus manos van subiendo lentamente por mi vientre hasta casi acariciar mis pechos con la intención de llegar a otro nivel de intimidad cuando el ruido de la puerta nos interrumpe. 

―¿Si?― pregunta David agitado tratando de recuperar la respiración. 

―¿David?, soy tu madre ― se escucha del otro lado. 

David voltea a verme un poco confundido y en seguida nos levantamos para quedar sentados sobre el colchón. No nos decimos nada pero sabemos que este momento entre los dos debe esperar. Él se pone de pie y camina hacia la puerta para abrirla de par en par. Ainhoa Donato, la elegante madre de David, entra a la habitación portando un abrigo ligero pero elegante y con ese aire de superioridad que tiene sin llegar a la arrogancia. Su perfume afrutado, ese que nunca olvidaré su olor, invade la habitación tomando cada rincón del lugar. Ella, por un momento ve a su hijo a los ojos y después dirige la mirada hacia mí. 

―Creo que no tuvimos el placer de conocernos, ¿cierto? ― me pregunta. 

―No, creo que sólo le dijeron mi nombre, soy Alegra Bustamante ― hablo. 

Ella se abre paso para entrar a la habitación y camina hacia mí tan segura que por un instante me siento pequeña. De verdad la presencia de Ainhoa Donato es cautivadora, jamás había estado con una persona que me hiciera sentir así tan importante pero a la vez tan insignificante, no sé como expresarlo. 

―No vengo a disculparme por la reacción de mi esposo― habla con una voz clara― nunca podría, además sería darte esperanzas de que algún día él aceptará esto y ambos podrán ser felices sin preocupación― me comenta. 

David se acerca a mí y me toma de la mano ―yo la amo― dice― la amo mucho y no importa lo que vengas a decirme madre no la dejaré. 

Ainhoa sonríe levemente― “los Canarias no se enamoran”, ¿recuerdas?, eso te lo dijo tu padre desde que eras pequeño y tú fuiste el primero en cuestionarlo. Siempre supe que lo pagarías caro. 

―No es cuestión de pagarlo o no madre, es cuestión de escuchar tu corazón y el mío está con ella. 

―Señora― interrumpo a David ― yo en verdad quiero a su hijo, sé que tal vez no me crea en absoluto por mi pasado, mi familia y cualquier otra situación que sé usted puede encontrar pero, cuando yo conocí a David no tenía ni idea de quién era, ni siquiera de las responsabilidades que tenía, pero… 

Levantando la mano, Ainhoa Donato me pide que guarde silencio y yo enseguida lo hago― no sé si tú seas la indicada para mi hijo, ni siquiera tengo idea de si esto durará un año o el resto de la vida, sólo sé que David ha dejado todo por ti y de cierto modo debe velar la pena― voltea a ver a su hijo― tu padre puede que sea un hombre testarudo y posiblemente lo suficientemente orgulloso para admitir que se equivocó y que tú eres la única opción que tiene esta oferta. Tampoco pude hacer mucho por convencerle que te tome de regreso pero, a diferencia de él, yo aprendí algo muy valioso el día que tu hermana falleció: duele más perder un hijo que ganar una hija―David sonríe, de nuevo el hoyuelo se marca sobre su mejilla y me aprieta la mano comunicándome que lo siguiente que nos dirá su madre será algo importante qué puede cambiar nuestro destino para siempre― tu padre no quiere verte― finaliza. 

―Lo sé, no tenías que venir hasta el hotel a decírmelo. 

―Pero morirá― continúa y debo admitir que el tono frío en cómo lo dice hace me hace sentir escalofríos― y un Canarias tendrá que quedarse al frente de la empresa y ese debes ser tú, David. Así que, en honor a tu hermana, a lo que perdió y a todo lo que pudo haber vivido, te regalo este tiempo con Alegra. 

En ese instante, ella mete las manos a su elegante bolso y saca de ahí un juego de llaves y se los da. Al tomarlos David le pregunta ―¿pero?

―Son las llaves de mi piso en Madrid. La herencia que me quedó de mi abuelo. Tómalo, vivan en él, disfruten el momento. Quiero estar tranquila de saber que mi único hijo tiene un techo bajo su cabeza y no anda por las calles buscando donde vivir. Te regalo este tiempo con Alegra para que averigües si la decisión que tomaste fue la correcta, yo guardaré tu lugar en la empresa, vigilaré nuestros intereses pero, te pido que en el momento en que te llame acudas, sin motivo ni pretexto, con ella o sin ella y tomarás el lugar que te corresponde como Canarias, ¿está claro? 

David, sin que ninguna de las dos lo espere, se lanza a los brazos de su madre y la abraza. Aún no sé que tipo de dinámica familiar hay entre ellos, pero la manera en que Ainhoa le corresponde me hace saber que lo ama con todo su ser pero que hay circunstancias en su vida que no le permiten expresarlo del todo, por lo que supongo que esto que hizo por nosotros es un acto de amor y no un castigo por un error. 

―Te prometo madre que en cuanto me llames regresaré. 

―Arreglaré que puedas seguir estudiando y si no lo logro siempre podrás contar con mis influencias para encontrar un trabajo. 

―Gracias. 

―David, debes saber que esto que hiciste te llevará a nunca volver a ver a tu padre, las últimas palabras que le dijiste hoy por la noche son las últimas que quedarán entre los dos, así que tendrás que aprender a vivir con ellas. 

David asiente con la cabeza seguro y yo solo espero que le haya dicho algo que no lo marque por el resto de su vida. Ainhoa voltea a verme y por primera vez me sonríe sincera― hazlo feliz Alegra, haz que todo esto que hizo haya valido la pena, a partir de este instante David sólo te tiene a ti, asegúrate que cuando regrese sea mejor hombre de lo que ya es, ¿me entiendes? 

―Si― respondo segura ― le prometo que cuando lo vuelva a ver será el hombre que está destinado a ser. 

La señora Donato asiente con la cabeza y sin decir una palabra más, se da la vuelta para abrir la puerta de la habitación. Cuando está a punto de salir David la detiene al decirle― gracias mamá, jamás olvidaré lo que hiciste por mí. 

―Agradécemelo cuando tomes tu lugar en la empresa, por ahora, te deseo lo mejor― finaliza y luego cierra la puerta. 

El aroma del perfume de Ainhoa se queda aún en la habitación lo que después David llamaría el “aroma de la oportunidad” porque eso fue lo que su madre nos dio. David vuelve su rostro hacia mí para regalarme una sonrisa que me hace saber que se encuentra bien. Después me enseña la llaves―¿qué dices?,¿te atreves? ― me pregunta con ese tono de aventura que lo caracteriza. 

Yo más segura que nunca asiento con la cabeza ― me atrevo― respondo ― me atrevo a esto y mucho más. 

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