David

  (Dos días después)

  Jamás he pedido un trabajo porque no había tenido la necesidad de hacerlo porque, hace unas semanas atrás, mi vida estaba segura y mi suerte echada, ahora, ni siquiera sé qué es una entrevista de trabajo o qué decir en ella. De pronto me siento tan inútil ante esta situación que no dejo de preguntarme, ¿qué fue lo que hice en toda mi vida?, y también pienso en demandar a la escuela que no me enseñó esto tan básico. 

  ―Lo harás bien― me dice Alegra mientras me arregla el cuello de la camisa frente al edificio de los Lafuente― sólo necesitas seguridad. 

  ―No tengo tu seguridad― respondo, mientras mis dedos juegan con la punta de su sedoso cabello― me siento tan tonto. 

  ―¡Eh!, ¡eh!, ¡eh!, nada de me siento tonto, eres el hombre más inteligente que conozco, hábil, seguro y con un poder de convencimiento inigualable. Mira amor, el “no” ya lo tienes, sólo vamos por el “sí”, así como el que yo te daré dentro de unos días en el registro civil. 

  Sonrío y beso sus labios ―si me dicen que no, ¿crees que podría trabajar como corista? ― bromeo. 

  ―Lo conseguirás. Serás grande David Canarias, tienes el don. 

  ―Te creo― murmuro. 

  Alegra arregla mi peinado, pasando sus dedos entre mi cabello y cuando está listo me guiñe el ojo ― dale, yo te espero aquí abajo, ¿vale? 

  ―Vale. 

  Beso su frente y suspiro ― bien, yo puedo. 

  ―Tu puedes. 

  ―El “sí” es mío. 

  ―El “si” es tuyo. 

  ―¿Me prometes que te casarás conmigo si me dicen que no?― me aseguro. 

  ―¡Ve!, te espero aquí― responde. 

  Camino hacia la puerta del edificio y, cuando entro al recibidor veo sobre el muro el apellido de los Lafuente en letras plateadas lo que me hizo recordar a la empresa de mi padre donde nuestro apellido está en doradas, supongo que la competencia está reñida. Volteo hacia el la señorita que está dando informes y me acerco para hablar con ella. 

  ―Buenos días, mi nombre es David Canarias Donato, tengo cita con el señor Zaid a las 9:00 am ― comento. 

  La chica, bastante bien arreglada por cierto, me ve a los ojos y pone una rostro de duda que jamás en mi vida me habían dado. En este momento es donde me doy cuenta que mi apellido Canarias no es tan famoso como yo pensaba y que no siempre abre todas las puertas. Cuando la empresa sea mía, haré que mi apellido sea tan conocido que hasta mis nietos sean reconocidos. 

  ―¿Ca qué?― pregunta. 

  ―Canarias, David Canarias, llamé ayer por la mañana. 

  ―¡Oh! Cierto, un momento por favor, espere sentado. 

  «¡Espere sentado!», pienso un poco indignado, «jamás me habían dicho que esperara sentado». 

  Aún así lo hago y me siento junto con otros dos jóvenes vestidos de traje que leen el periódico atentamente. Es la primera vez que me encuentro en una sala de espera, ni siquiera en el dentista esperaba, supongo que esto pasa cuando tu padre te niega y cancela todo lo que tenga que ver contigo. 

  ―¿Señor Canaria? ― me habla la chica― el señor Lafuente lo va a recibir. 

  ―Canarias― repito― Canarias. 

  ―Vale, ¿me sigue? ― pregunta ignorando la observación que le hice. 

  Ambos caminamos por el lobby y subimos las escaleras hacia el tercer nivel. Ella va en silencio y el ruido de sus tacones es fuerte, a pesar de la alfombra que hay bajo nuestros pies. Cuando entramos al corredor, ella se adelanta hacia la puerta del fondo y la toca tres veces. 

  ―Espéreme ― dice y luego al escuchar el “adelante” entra. 

  Mientras ella viene, volteo a mi alrededor para ver los reconocimientos y retratos que hay sobre las paredes a lo largo del pasillo. Los Lafuente son orgullos, les encanta presumir todo lo que logran y cuando es algo grande lo alardean. Sus fiestas de la empresa son las mejores y por eso sus trabajadores son fieles a ellos, el señor Lafuente tiene el sartén por el mango. 

  ―Ya puede pasar señor Canaria ― comenta la joven, indicándome el camino con la mano. 

  ―Gracias― respondo sin corregirle. 

  Doy unos pasos adentro de la oficina de Zaid Lafuente y de nuevo me veo rodeado de poder y ego. El lugar es enorme, con asientos de piel, libros, muchos libros en los libreros, más reconocimientos y un enorme cuadro de los Lafuente sobre un muro al lado del escritorio. Ahí, retratados se ve la familia completa, Zaid, su esposa Sara, y sus tres hijas Sarahí, Amira y Fátima. 

  ―Cuando me dijeron que David Canarias quería verme para una entrevista de trabajo, pensé que era broma, ahora que te veo de pie frente a mí, sigo pensando que es una broma pero más serio― me dice Zaid sentado con las manos cruzadas sobre su escritorio, puedo ver el oro de sus anillos y su reloj. 

  ―Buenos días señor― respondo. 

  ―¿Vienes a pedirme la mano de Sarahi? ― responde. 

  ―Lo siento, no, en verdad vengo a pedirle trabajo― retomo la idea y él carraspea la garganta. 

  ―Entonces es verdad, todos los rumores son verdad. 

  ―¿Rumores? 

  ―El rey perdió a su príncipe y ahora viene como mendigo a pedirme trabajo― responde. 

  ―Mire señor, no estoy aquí para que se divierta humillándome, estoy aquí para pedirle una oportunidad de trabajar en su empresa sin embargo, si no quiere, tampoco me quedaré a rogar. 

  El señor Lafuente se ríe, lo hace tan fuerte que hace eco en las paredes del lugar y hace que los oídos me duelan. Sé que se está burlando de mí y que le hace gracia que mi padre me haya desconocido. Me quedo en silencio mientras se sigue riendo y cuando para me ve a los ojos. 

  ―Dime, ¿qué es lo que quieres? 

  ―Trabajo, ya lo dije― hablo seguro. 

  ―¿Trabajo eh? ― él se dirigió hacia la pequeña mesa de servicio que tiene y se sirve un poco de whisky, creo que no le importa que sean las nueve de la mañana―¿qué tipo de servicios puede traer un Canarias?, o más bien ¿qué me puedes ofrecer?, como ves tengo todo lo que necesito. Además, como sé que no eres un espía. 

  ―La época del Franquismo terminó señor Lafuente, no soy un espía ― respondo y él vuelve a reír, pero esta vez sólo es un pequeño sonido. 

  ―Vale, dime que me puede ofrecer David Canarias. 

  ―Ofrecerle, nada aún, porque primero necesito me contrate. 

  ―¿Contratarte sin que me ofrezcas nada?, ¿piensas que tu apellido te dará todo en la vida? ― pregunta tomando el whisky. 

  ―No, pero estoy seguro de que mi oferta es única y la va a querer. 

  ―Te escucho. 

  ―En la empresa de mi padre yo trabajaba en el departamento de finanzas, me encargaba de los números tanto de mi padre como de sus socios, yo hacía los balances del año, las proyecciones financieras, entre otras cosas. 

  ―¿Vienes a ofrecerte como contador?, lo siento, tengo tres y muy buenos. 

  ―No, vengo a ofrecerme como la persona que lo sacará del hoyo en el que está metido― hablo directo y de inmediato el baja su vaso y me mira ― sé, que usted pidió un gran préstamo hace tiempo para invertir en un bien inmueble, y que dejó su empresa como garantía, ¿no es cierto?― Zaid pone un rostro serio porque sabe que es verdad todo lo que digo― lo investigué, porque necesitaba saber la razón del porqué usted y mi padre querían unirse. Usted ha hecho todo lo posible por pagar el préstamo como puede pero sus ganancias han caído, los intereses le ahogan y sabe que si para final del año no lo logra las Empresas Lafuente se irán a banca rota sin posibilidad de recuperación. Tendrá que desmantelar cada nivel de este edificio y pagarle a sus empleados con lo que pueda. Posiblemente vender una casa para mantener a sus hijas, entre otras cosas.

  Zaid Lafuente baja el vaso y lo pone sobre la mesa ―dime que quieres Canarias. 

  ―Yo puedo ayudarle a salir de esa deuda antes de que el año termine, soy bueno con las proyecciones financieras y tengo un plan. Si usted me contrata, yo evito que su empresa caiga en bancarrota, pago su deuda y además hago que gane dinero. Después si se me da la gana, hago que gane más, mucho más. 

  ―Si sabes que con esto que me dices, puedes dejar a tu padre en la ruina, somos competencia, si no te casas con Sarahi yo te puedo dejar en la calle. 

  ―Lo sé, pero no se preocupe, cuando la empresa llegue a mis manos no solo la sacaré de la bancarrota si no haré que sea más grande, mi visión es que se haga un Conglomerado, pero poco a poco, no tengo prisa. Para poder hacer eso necesito que los viejo muera para que renazca lo nuevo, también me encargaré de los buitres. 

  ―¡Vaya!, sí que eres decidido. 

  ―Lo soy, por eso le ofrezco este plan por lo mínimo, me da la mitad ahora y la mitad cuando se lo muestre, después cuando me contrate, me pagará lo triple. No quiero puestos en su empresa, ni nada de puestos de renombre, sólo quiero trabajo, ¿qué dice? 

  ―Bien, lo único que no entiendo es, ¿por qué te contraría si ya tengo el plan?, podría dárselo a mis contadores y que lo hagan ellos. 

  ―Porque ese plan sólo lo podré llevar a cabo yo, puede que sea joven pero no soy tonto, y tal vez las indicaciones estén en papel pero el como lo tendré en mi mente. Le prometo que si me contrata le seré tan fiel como cualquier empleado y le agradeceré toda la vida, si usted me necesita yo le ayudaré, ¿qué dice? 

  Zaid Lafuente se queda en silencio mientras me ve directo a los ojos. Sé que he captado su atención pero también que le he herido en el ego y eso es bastante peligroso. Aún así, ambos estamos al mismo nivel del suelo, yo lo necesito para ganarme la vida y él para no perder la empresa de su vida. 

  ―Sabes David, te subestimé todo el tiempo, pensé que eras el típico hijo consentido y mimado que sólo esperaba a vivir de las ganancias y la herencia, como tus primos pero, hoy me has demostrado que en verdad tienes un gran valor y uso. Te doy un mes para que me hagas ese plan, te daré hoy la mitad del dinero pero con una condición. 

  ―¿Cuál? 

  ―Lo planearás en una oficina en este edificio, dejarás los archivos aquí y no podrás sacar nada, ya sabes, por seguridad. También si tu plan no funciona y sólo me hiciste perder el tiempo, me pagarás el adelanto trabajando gratuitamente hasta que me pagues cada peseta y después te irás como entraste hoy, si nada, ¿te parece? 

  ―Bien― respondo seguro― necesito que todo esto quede sobre escrito, no quiero que al final me dé la vuelta. 

  ―Pensé que confiabas en mí. 

  ―Usted no confía en mí, así que trataré de ganarme su confianza ― hablo. 

  Lafuente se ríe ― bienvenido a las empresas Lafuente, David Canarias, será un placer que me demuestres lo que puedes hacer― comenta y estira la mano para que cerremos el trato. 

  Momentos después, las puertas del edificio se abren y veo a Alegra esperando por mí, con su precioso cabello rizado sobre sus hombros y ese vestido floreado de color azul que tanto me gusta. Al verme, camina hacia mí y yo la tomo de la cintura elevándola por los aires y le doy vueltas. 

  ―¡Estás viendo a un hombre con empleo amor!― digo orgulloso y confieso que siento una enorme satisfacción, sensación nueva en mí. 

  ―¡Te dije!, ¡te lo dije! ― responde entre sonrisas y luego me besa los labios. 

  ―Ahora, ¿qué dices si arreglamos esa calefacción y pagamos la luz?, para así tener la luna de miel de nuestras vidas― hablo y ella asiente. 

  ―Casémonos, estoy lista para ser tu esposa― pronuncia, para luego unir sus labios con los míos y darme uno de sus increíbles besos. 

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