Alegra

(Viernes) 

David toma fuerte mi mano mientras los dos corremos por la acera rumbo hacia el edificio donde se llevará acabo nuestra boda. Vamos tarde ya que, para nuestra mala suerte, el camión se ha descompuesto y hemos tenido que bajarnos cuadras atrás para poder llegar a la hora pactada. 

―¡Venga!, ¡vamos guapa!― me anima David mientras yo lo sigo tratando de no arruinar el pequeño ramo de flores que él me regaló hace unos momentos y que se balancea un poco más de la cuenta mientras tratamos de llegar. 

El ruido de mis tacones pisa fuerte sobre el asfalto de la banqueta y David viene con el saco sobre uno de sus hombros, sostenido por dos dedos, mientras su otra mano toma la mía―¡espera!― le pido entre risas al sentir que el zapato se me sale. 

David regresa por él y en lugar de ponérmelo, me lo da, para cargarme entre sus brazos y correr junto conmigo ― tenemos dos minutos para llegar― me dice. Él apresura el paso―¡a un lado!, ¡a un lado!, ¡novios llegando tarde a la boda!― grita a los peatones que, tan solo nos ven correr, se hacen a un lado para dejarnos pasar. De pronto, esto se vuelve un espectáculo que a muchos gusta y a otros molesta. 

Cuando por fin llegamos en frente del edificio, David me baja y en seguida me pone el zapato que se me ha caído. Al juntarse nuestras miradas puedo ver el brillo en sus ojos y como el pecho sube y baja agitado por la carrera que hizo. 

―¿Lista? ― me pregunta. 

―Espera― respondo. Subo mis manos y acomodo su cabello de lado como a él le gusta. Después, arreglo su corbata de color azul marino, el cuello y las mangas de su camisa blanca. Él al mismo tiempo quita unos pétalos de las flores que se han enredado en los rizos de mi cabello, y también me arregla el pequeño cuello de mi vestido color crema― listo― murmuro. 

―Lista también― me dice sonriente― y bella. 

―Y tú my guapo― contesto. 

Ambos respiramos profundo, como si quisiéramos deshacernos de los nervios que invaden nuestro cuerpo y dejar que la alegría y felicidad entren en él. David me toma de la mano y la besa ―Vamos, nos están esperando a dentro. 

Los dos, incluso con el mismo pie, damos el paso al primer escalón para así subir los siguientes dos y abrir la gran puerta de madera que está en frente de nosotros. Ya adentro, caminamos tranquilamente hasta la recepción donde una señora de cabello cano y gafas gruesas nos recibe. 

―Soy David Canarias Donato, hice una cita para casarnos a las 5:00 pm ― habla y me voltea a ver. 

La señora busca con sus enormes gafas el nombre en una larga lista y cuando encuentra su nombre, lo tacha ― bien, tengo sus papeles aquí, sólo falta que lleguen los testigos y podemos empezar―David voltea a ambos lados para ver si su amigo Tristán ha llegado y al no verlo se preocupa. Mi testigo, es una compañera del trabajo que apenas conozco pero que sé estará aquí pronto― si sus testigos no llegan en diez minutos pierden la cita, ¿entendido? 

―Entendido― respondemos en coro. 

Ambos volteamos para ver hacia la entrada ― van a llegar ― murmuro― Tristán es tu mejor amigo, no creo que te abandone en esto― le consuelo. 

David besa mi mano― si no, nos casaremos con dos personas que pasen por la calle y quieran ser nuestros testigos, digo, sólo se necesita una identificación. 

Tan solo David termina esa frase Tristán, vestido de un traje negro, corbata negra y camisa blanca, entra por la puerta y se quita las gafas de sol. Al ver a su amigo de lejos sonríe y camina hacia nosotros a paso firme como si viniera a cerrar un negocio. Tan sólo está cerca, abre los brazos y abraza a David con fuerza. 

―¡Hermano!― le dice con alegría. 

―Pensé que no vendrías― comenta David. 

Tristán se aleja y le da una sonrisa ―¿bromeas?, eres mi mejor amigo, iría hasta México por ti― la mirada de él se dirige hacia mí, toma mi mano y la besa ― señorita Bustamante, logró lo que una Lafuente no pudo― me bromea. 

―¿Cazarlo? ― bromeo. 

Tristán niega ― hacer que se pusiera un traje de tres piezas― me responde y los tres nos reímos. Momentos después Tristán se pone serio― no todos somos como crees, algunos sabemos que el amor viene en distintas formas y que en el corazón no se gobierna― comenta. 

«Con ese tipo de comentarios, a veces me da la impresión que Tristán carga una enorme tristeza y que no puede deshacerse de ella. En cierto sentido me da ternura y más al ver el gran esfuerzo que hace por vivir día a día, ¿me pregunto si alguna vez podrá superarlo?»

Después de una buena risa, Mayra o May, mi compañera de trabajo, entra por la puerta, quitándose el delantal de la cintura y acomodando su vestido color azul marino. Al verme, corre agitando la mano para llamar aún más mi atención. 

―¡Lo siento!, ¡lo siento!― se disculpa. Llega ante nosotros con la respiración agitada y el peinado un poco desordenado― lo siento, Alegra, algo pasó en la calle, hubo mucho tráfico y luego no llegaba mi relevo para atender las mesas y bueno, aquí estoy, aquí estoy ― ve a David ― Soy Mayra González, trabajo con Alegra en el bar. 

―Lo sé, me cuenta mucho de ti May ― responde David. 

―¿Mucho?, llevamos como una semana de trabajo, eso quiere decir que causé una gran impresión en ti, ¿cierto? ― bromea ― luego voltea a ver a Tristán que le da una sonrisa― ¿Y quién es este guapo? 

―¡Oh!, seguro soy yo ese guapo. Tristán Ruíz de Con, para servirte― contesta coqueto, tomando su mano y besándola. 

―¡Dios, Alegra!, ¿dónde consigues estos hombres?― habla emocionada y con el rostro enrojecido por Tristán― en fin, ¿nos casamos? ― me pregunta. 

―Vamos, vamos, que se hace tarde― contesta David. 

―Mademoiselle ― le dice Tristán a May y ella le toma el brazo y se van. 

Yo volteo a ver a David, acomodo mi vestido color crema y mi cabello sobre los hombros―¿listo? 

―Nací listo para esto. 

―No te importa que no esté nadie de tu familia, tu mamá, tu papá ― cuestiono porque a diferencia mí David adora a su madre. 

Él niega con la cabeza, para luego tomar mi barbilla y alzar mi rostro con ternura― tengo todo lo que necesito aquí, no necesito más― recita― ahora vamos, que no puedo esperar para casarme contigo. 

De la mano, David y yo caminamos hacia la entrada del salón, donde un juez nos espera con varios papeles sobre una mesa cubierta con un mantel de terciopelo rojo con el escudo de la ciudad. Las sillas para los invitados que se encuentran de ambos lados formando un pequeño pasillo, están perfectamente ordenadas y nos han puesto dos ramos de flores blancas para adornar. 

Él y yo caminamos tomados de la mano a lo largo del pasillo, sintiendo la sonrisa de Tristán y May que nos esperan junto a la mesa donde el juez, de rostro amable y sonrisa sincera, yace con las manos descansado a los lados de su cuerpo listo para cumplir con su deber. Tan sólo llegar al frente y ver el acta de matrimonio donde mi nombre aparece al lado del de David, me emociono. 

―¿David Canarias, Alegra Bustamante? ― nos pregunta. 

―Sí― respondemos en coro. 

―¿Están aquí por su propia voluntad? 

―Sí― respondemos seguros. 

―Bien, entonces empecemos― habla. Momentos después comienza a leer todo un documento donde nos explica las virtudes y responsabilidades de un matrimonio, lo que debemos esperar uno del otro para después bajarlo y ponerlo sobre la mesa ―¿van a decir votos?, ¿traen sortijas? ― nos pregunta. 

David esboza media sonrisa ― traemos votos pero no sortijas. 

―Bien, es momento de decirlos― alienta el juez. 

David toma mis manos, su mirada se posa sobre la mía y con una sonrisa me dice ― Alegra, no fuiste amor a primera vista, fuiste amor a primera voz. Desde el momento en que la escuché supe que mi destino estaba contigo y ahora que estamos aquí, frente a frente, lo compruebo. El día que te conocí fue el más feliz de toda mi existencia y ahora que serás mi esposa, te prometo que nuestro amor será eterno. Estoy listo para vivir la vida junto a ti, con mil finales todos junto a ti, siempre tú junto a mí, mi alma te será siempre fiel hasta el último día de mi existencia. 

Me quedo en silencio emocionada, escuchando cada palabra que David me dice y no puedo evitar que mis ojos se cristalicen y una lágrima caiga por mi mejilla. Él la quita tiernamente con la huella de su dedo y aprovecha para acariciar mi rostro. Sin despegar mi mirada de la suya, ahora soy yo quien habla. 

―David, entre todas las personas en el mundo tú me escogiste a mí para construir un mismo principio, una vida. Me has dado mucho más de lo que pensé merecer y por eso te juro que mi cuerpo es tuyo, mis palabras son para ti, todas mis caricias son para ti al igual que mis besos. Soy eternamente tuya, hasta que mi cuerpo se convierte en cenizas y desaparezca de la faz de la tierra, mi alma te será fiel más allá de mi existencia, por siempre― recito. 

Él me da un beso sobre la frente y murmura ― hasta el último día de nuestra existencia. 

―David Canarias, ¿aceptas a Alegra Bustamante como tu esposa?― pregunta el juez. 

―Sí, acepto. 

―Alegra Bustamante, ¿aceptas a David Canarias como tu esposo? ― repite. 

―Sí― hablo feliz ― sí, claro que acepto. 

―Entonces, bajo el poder que me concede el ayuntamiento, yo los declaro marido y mujer, puede besar a la novia. 

Los aplausos fuerte de May suenan tan fuerte que parece que hay 200 invitados en el salón. Ambos volteamos a verla con entre risas mientras Tristán aplaude junto con ella un poco moderadamente. 

―Ahora sólo firmen aquí― nos dice. 

Tomo la pluma y con el corazón latiendo de felicidad firmo, empezando así una nueva etapa de mi vida y sellando mi destino al lado de David Canarias. Él hace lo mismo minutos después y dejando la pluma sobre los papeles para que los testigos firmen, él me toma de la mano para alejarme de ellos y me murmura. 

―Ves, esposa, te dije que te casarías conmigo, ¿no es cierto? ― me murmura coqueto. 

Tomo su rostro entre mis manos ― te amo David, te amo más allá de todo, más allá de donde el mar parece que toca el cielo― recito. 

Así, él me carga de la cintura, pega su cuerpo con el mío, sus brazos firmes me sostienen mientras mis brazos descansan sobre sus hombros. David me ve a los ojos y sonríe para luego y atar sus labios a los míos para desatarlos en un tierno beso que me derrite cómo hielo bajo el sol. El movimiento lento pero seguro de su boca hace que la mía lo disfrute, al grado que mi piel se eriza y mi cuerpo responde ante esa muestra de amor con un toque de deseo, ese que cada día es más evidente entre nosotros. 

Al separarnos, bajo mis pies para ponerlos sobre el suelo aunque en este momento me siento en las nubes. David entrelaza mis dedos con los suyos, besa mi mano y me dice ― un día tendrás un precioso anillo en ese dedo, una boda frente al mar y el mismo novio esperándote en el altar, te prometo. 

―Y la misma novia caminará hacia ti ― respondo. 

―¿Qué dicen?― escuchamos la voz de Tristán―¿vamos a celebrar al mejor restaurante que las Empresas Ruíz de Con puedan pagar?― dice mostrando el dinero ― yo invito. 

―Pero primero ― digo emocionada y tomo una flor del ramo y se la doy ― te deseo que tu tristeza se vaya y encuentres eso que te complemente, ya sea hoy, mañana o en el momento justo― murmuro y le doy un beso sobre la mejilla. 

―Gracias― responde Tristán poniendo la flor sobre el bolsillo de su saco. 

Me volteo y con mucha felicidad aviento el ramo para atrás para que May lo atrape. Ella emocionada lo toma entre sus manos y grita―¿Qué dices guapo?, ¿nos casamos? ― le dice a Tristán haciéndolo reír. 

«Y así David y yo salimos de ese lugar convertidos en marido y mujer». 

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