David 

Dicen que si el día de tu boda llueve es un gran presagio de que tu vida de pareja será feliz y yo lo quiero ver así, ya que al salir del restaurante donde tuvimos nuestra comida de bodas, una tormenta cayó empapándonos por completo de regreso a nuestro piso. Una vez más, Alegra y yo, corríamos por la acera muertos de la risa, disfrutando de nuestra vida juntos, mientras una lluvia de bendiciones caía sobre nosotros. 

Así, llegamos empapados a las puertas de nuestro piso que al abrir se veía completamente vacío a excepción de las habitaciones donde nos movíamos. Alegra entró, prendió la luz y todo se iluminó delante de nosotros. Ella se quitó las zapatillas y las aventó a un lado. 

—Dios, pensé que me iba a matar con ellas. 

—Me hubieses dicho para cargarte una vez más— respondo quitándole el saco que le presté para que no le diese frío. 

Ella voltea a verme y de pronto nos quedamos en silencio. Puedo sentir cómo toda mi ropa está empapada y pegada a mi cuerpo. Alegra se sonroja y yo me pongo nervioso. Supongo que ambos sabemos lo que viene y no sabemos cómo abordarlo. La tomo de la mano y la jalo hacia mí, con cariño quito el cabello que trae sobre la frente y le sonrío. 

—Alegra Bustamante, eres mi esposa — le comento. 

—David Canarias, eres mi esposo — responde y me da un beso sobre los labios — no sé si te lo he dicho pero, te amo. 

—No lo suficiente, procurará decirme eso todos los días de tu vida hasta que ya no te pueda escuchar. 

—Muy bien, entonces, te amo— repite. 

—No te escuché, ¿qué? — pregunto acariciando su rostro. 

—Te amo, te amo, te amo…— y de pronto las luces se van dejándonos a obscuras. 

Ambos nos reíamos — hice un trato casi con el diablo para que me diera dinero y pagar la luz y ahora, ¿esto? 

—Mucho mejor, ¿no crees?, podemos regresar a las velas, más romántico — habla Alegra. 

Ella se pone de puntas sobre los pies y me besa— ¿Qué te parece si nos quitamos esta ropa mojada y nos ponemos más cómodos?, ¿crees que puedas ir prendiendo algunas velas? 

—Lo que usted diga, Señora Canarias — contesto. 

Alegra toma los zapatos del suelo y luego entra a nuestra habitación dejándome solo en el recibidor. Voy hacia la cocina, comienzo a buscar las velas y los cerillos, para después prender las velas en la habitación y finalmente despojarme de la ropa mojada que tengo en estos momentos. Alegra se ha quedado encerrado en el baño y yo nervioso, no puedo dejar de pensar en lo que va a suceder después. 

Voy hacia el armario y trato de buscar algo que ponerme sin embargo, no le encuentro sentido y mejor me quedo en ropa interior sentado sobre le colchón de la habitación, viendo la hermosa luna que se asoma en el cielo e ilumina las partes que no están iluminadas por la vela. Minutos después, la puerta del baño se abre y mi esposa sale vestida con un precioso camisón de seda de color rojo vino que en seguida me echa a andar. Su cabello, largo y rizado y su sonrisa es la cereza del pastel. 

—¿Qué dices?, ¿te gusta? 

—Te ves hermosa— murmuro y un ímpetu de nerviosismo recorre mi cuerpo. 

Alegra se acerca a mí, puedo oler ese embriagante aroma que despide su piel y que todas las noches me hace imaginar la escena más sensual a su lado. Siento como se hinca sobre el colchón, tan cerca de mí que comienza a ponerme más nervioso de lo que ya estaba. Puedo ver sus pechos perfectamente enmarcados en ese camisón que juro en mi vida jamás había visto y su cabello rizado cayendo por los hombros. A la luz de las velas y de la luna de otoño que entra por el balcón, la admito como si fuera una diosa que ha salido del mar para estar a mi lado. 

—Eres tan bella — murmuro, mientras mi torso desnudo se agita por la respiración— muy, muy, muy bella — reitero. 

Alegra me sonríe, se acerca aún más a mí y acaricia mi rostro. Puedo sentir sus manos temblorosas sobre mi piel, ella también esta nerviosa pero al menos lo disimula mejor — yo también estoy nerviosa— murmura— mucho. 

Mi rostro se enrojece sólo de pensar que pronto besaré esa piel, tocaré esos pechos y seremos uno— Alegra— comento— antes de que esto empiece, quiero pedirte disculpas porque estoy casi seguro de que mi desempeño no será el mejor, así que lo siento, prometo que mejoraré. 

—David— dice mordiéndose los labios levemente— ¿recuerdas la sopa?, ¿la que jamás habías probado? 

—Sí— respondo. 

—Esto es como la sopa, yo tampoco sé como es así que todo lo que hagamos esta noche será maravilloso, ¿entiendes?, prometo que mejoraremos juntos, aunque dudo que haya algo que mejorar. 

Ella se levanta un poco, se mueve hacia delante y se sube a horcajadas sobre mí pegando su torso con el mío. De inmediato un deseo mezclado con nervios invade todo mi cuerpo pero, a la vez, una extraña excitación se apodera de todo. Alegra pega sus labios con los míos y me besa, con movimientos lentos que van creciendo de intensidad hasta que me cortan la respiración. 

De a poco los nervios van desapareciendo y mis manos se atreven a tocar su cuerpo por arriba de la seda. La suavidad de sus curvas, el roce de su pecho más el beso, hace que una atmósfera de deseo crezca alrededor de nosotros protegiéndonos de todo lo que podría interrumpirnos. Mis manos viajan hacia su trasero y las recargo ahí erizando su piel. 

Alegra se separa y me ve a los ojos. El miedo se ha ido y ahora siento que me quiere comer a besos y hacerme suyo, tal como yo quiero hacerla mía — desnúdame— me pide. Toma una de mis manos, la besa y la pone sobre uno de sus pechos para que yo los toque. El simple contacto hace que mi cuerpo reaccione de la manera esperada y ella al sentirme sonríe— soy tuya David y sólo tuya, para siempre. 

—Para siempre—repito excitado y sin hacer más pausas, bajo uno de los tirantes del camisón deslizándolo por su hombro hasta que cae por su brazo. Hago lo mismo con el otro y levemente sus pechos se descubren dejándome ver ese lugar escondido que tanto deseo. 

Alegra baja sus manos, toma la parte de abajo de su camisón y en un movimiento se lo quita dejándome ver todo su cuerpo desnudo a la luz de la luna. Le ayudo a quitárselo, ella lo avienta hacia el otro lado de la habitación y yo aprovecho para acomodar su cabello que en este momento cae sobre sus hombros cubriendo parcialmente su pecho. Por un minuto me quedo admirándola, tratando de creer lo que está pasando y sintiendo como no puedo controlar mi cuerpo más. 

—Hazme el amor, David, hazme el amor por primera vez en mi vida— murmura. 

Sin decir na palabra mas, me hago hacia delante y besos sus labios calientes uniéndolos con los míos. De pronto se siente como los cuerpos de ambos reaccionan y sé que ambos estamos en la misma sintonía. Dejo de preocuparme por mi desempeño, por todos esos tabúes que siempre me dijeron y simplemente me dedico a amarla como sé que ella me ama a mí. Mis labios recorren su cuello, bajan hasta su pechos que beso con ternura excitándola poco a poco. El roce de su torso contra el mío me lleva a un éxtasis que nunca había experimentado. 

Alegra gime bajito, lo hace sin preocupaciones, excitándome más, haciéndome saber que está disfrutando tanto como yo este momento y mi cuerpo lo sabe porque con cada movimiento de sus caderas sobre mí y los besos que nos damos me manda la señal de que es momento de que libere mi propio placer, pero no quiero, necesito disfrutar más. 

En un movimiento, coloco a Alegra sobre el colchón y ella sonríe. Su cabello rizado cae sutilmente sobre el colchón acompañado de una risa que, sé, se quedará grabada en mi mente por el resto de mi vida. Su piel bronceada me llama, sus labios me piden que siga, mi cuerpo quiere más de ella, mucho, mucho más y sé que es el momento de que ambos seamos uno, que experimentemos esto que por tantos años hemos guardado. 

—Quiero verte— me habla coqueta y yo me sonrojo — venga, tú ya me viste a mi, ahora quiero verte. 

Cierro mis ojos para abrirlos de nuevo inmediatamente y veo como una Alegra coqueta se muerde los labios y no despega la vista de mi cuerpo. Me pongo de pie para quitar lo último que separa su piel de mi piel y al hacerlo ella se ríe bajito. 

—¿Qué? — pregunto un poco extrañado. 

—Nada, sólo que esto es nuevo para mi — comenta. 

Con este ambiente de confianza y coquetería, vuelvo a subir a la cama y pongo mi cuerpo encima del de ella. Alegra se acomoda y respira profundo. Una vez más los ojos, que son la ventana no sólo del alma si no para muchas cosas más, se ven y sé que ella está igual de ansiosa que yo; sin más palabras, entro en ella. 

Alegra cierra los ojos y tensa su cuerpo— despacio— me murmura. 

—Lo siento.

—Sólo más despacio— vuelve a decirme. 

Lo hago de nuevo, un poco menos ansioso y con más tiento, y ella con cada movimiento que hago va liberando su cuerpo más y más hasta que ambos estamos relajados y lo empezamos a disfrutar. Cuando siento su humedad en mí, comienzo a moverme dentro de ella mientras mis labios la comen a besos y mis manos acarician su cuerpo. 

No puedo creer todas las sensaciones que este acto están provocando en mi y ver a la mujer que amo disfrutarlo hace que me guste mucho más. El cuerpo de Alegra responde de otra manera, a como lo hacía al principio, puedo ver sus pezones duros, su piel broceada completamente erizada y leves gemidos se van escapando de su boca. Sus besos se vuelven más intensos y veo como sus manos se aferran a la sábana del colchón. 

—¿Estás bien? — pregunto. 

—Sí, estoy bien— responde excitada— todo está bien— me asegura. 

Ahora sí, mi cuerpo se deja llevar sin restricciones entre sus gemidos y mis movimientos comenzamos a generar un placer mutuo que nos envuelve y nos funde de deseo. Alegra se muerde los labios, cierra los ojos, gime de una forma es difícil no dejarse llevar por lo que provoca en mí, para luego abrir los ojos y ver a los míos que no le quitan la vista de encima. Ahora entiendo porque esperé tanto tiempo, porque no estaba dispuesto a compartir esto que no fuera con otra mujer. 

—Alegra— murmuro — Alegra — alcanzo a decir y mi cuerpo se libera de una forma tan vigorosa que no puedo evitar gemir alto y temblar encima de ella. Mis brazos van cediendo y lanzó un último suspiro mientras mis ojos permanecen cerrados. 

No sé si estuve con ella el tiempo adecuado, si ella sintió el mismo placer que yo y no puedo creer que todo esto sea lo primero que pienso en este momento. Al abrir los ojos la veo sonriente y de inmediato besa mis labios. 

—Te amo, esposo— comenta. 

—Te amo, esposa — respondo— creo que lo voy a arruinar pero, ¿te gustó?

Ella asiente con la cabeza — me encantó— me besa — fue justo como lo imaginé. 

—¿Así que ya te lo habías imaginado? — pregunto coqueto y ella ríe. 

—Claro que sí, ¿crees que verte salir del baño con la toalla enredada sobre la cintura no tiene efecto en mí?, eres guapísimo. Me encanta tu cuerpo, tus labios, tu voz, amo tu voz y te amo a ti. 

—Me amas a mí— respondo y me recuesto a su lado. 

Alegra se acomoda sobre mí pecho y yo comienzo a jugar con su cabello. Por un momento nos quedamos ahí, desnudos, viendo hacia ese elegante techo y escuchando el ruido de los autos afuera de nuestra ventana. Sintiendo los dedos de Alegra acariciar mi torso y su respiración sobre mi cuello me llega una sensación de felicidad jamás sentida, ahora era amante, amigo, compañero y esposo y por primera vez me sentía bien, muy bien. 

—Te prometo que todo mejoraré Alegra. 

—Que estuvo bien — murmura. 

—Hablo de nuestra vida, amor. Te juro que todo mejorará y que viviremos una vida feliz, tanto que no cabrá tanto amor en nuestro pecho. 

Alegra levanta y viéndome a los ojos sonríe — nos tenemos David y eso es mas que suficiente, eres mi todo, vida mía. 

—Vida mía— respondo entre sonrisas. Nuestros labios vuelven a atarse y poco a poco va encendiendo mi cuerpo una vez más. Me separo y le comento— ¿qué dices si lo intentamos de nuevo? 

Mi esposa se sonroja y sin más preámbulos, volvemos a caer en esta atmósfera de amor y deseo. 

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