Alegra 

-Al día siguiente-

Abro los ojos lentamente mientras siento el sol entrando por la ventana y quemando levemente mi piel. Siento el olor penetrante de la cera sobre mi nariz, mientras poco a poco me doy la vuelta para percatarme que me encuentro sola en el colchón. Estiro mi cuerpo que aún yace desnudo debajo de las sábanas y el roce de estas sobre mi piel hace que se erice recordándome el placer que he sentido desde anoche. 

Jamás en la vida había tenido sexo, incluso ni había estado cerca de hacerlo, pero ahora que lo tuve con David, puedo decir que jamás había tenido tanta felicidad y satisfacción en mi vida, que en este momento estoy viviendo una planitud inimaginable. Me siento hermosa, feliz, enamorada y solo el hecho de pensar que esto será para siempre me hace sonreír aún más. 

Volteo para abrazar la almohada de David y de inmediato percibo ese deliciosa colonia con aroma a hombre que se ha vuelto mi favorita. No sé de qué marca sea o quién la haya hecho, pero juro que es el olor más rico que he sentido en mi vida y ahora está por todo mi cuerpo, mis sábanas y mi cabello, al igual que todos los besos que David dejó por mi cuerpo. 

―Buenos días, esposa ― escucho su voz tan varonil y volteo hacia la puerta a verlo― tengo una buena y una mala noticia. 

Me levanto para sentarme sobre el colchón, cubriendo mi cuerpo con la sábana y acomodo mi cabello rizado lo mejor que puedo aunque sé que en este momento se verá caótico ― buenos días, esposo, dime las noticias. 

―¿Qué orden? ― me pregunta. 

―El qué tu desees. 

David se muerde los labios y desde la puerta me dice ― Tristán nos regaló una cafetera así que ahora podemos hacer café todas las mañanas y ya no lo compraremos en la cafetería de abajo. 

―¡Qué buen detalle!― agradezco. 

―La segunda es que no tenemos café, así que no podemos estrenar la cartera por lo que bajé a la cafetería a comprar el café de siempre pero hoy desayunaremos croissants― pronuncia en un precioso acento francés que me hace sonreír. 

David entra con los dos vasos de café en una charola junto con los croissants, se sienta sobre el colchón frente a mí y me da un vaso ― desayuno a la cama. 

―Gracias, pero antes, ¿crees que podrías pasarme mi camisón?, lo perdí en algún punto de la noche y necesito vestirme. 

―No entiendo para qué te lo pondrás si pronto te lo voy a quitar de nuevo― responde seguro haciéndome sonrojar. Confieso que la seguridad de David es una de las cosas que más amo de él, lo hace ver increíble y arrebatadoramente sexy. 

Él se quita la camiseta que trae puesta mostrándome una vez más ese torso también trabajado y marcado que tiene por debajo y ese que yo bese hasta el cansancio ayer por la noche. Él me la ofrece y yo en seguida me la pongo cubriéndome. Las manos de David acomodan mi cabello y cuando temieran me besa sobre los labios. 

―Te amo― me murmura sobre ellos. 

―Y yo te amo más. No tienes idea lo feliz que me hace despertar a tu lado y saber que somos marido y mujer.

―Pensé que no escucharía eso nunca ― bromea. 

Él toma su vaso con café y yo tomo el mío para después brindar― por nosotros, para amarnos hasta el último día de nuestra existencia― brinda y ambos chocamos nuestros vasos. 

Doy un sorbo sintiendo el café solo y fuerte sobre mis labios, siento que me revive un poco y provoca que mis ojos se abran un poco más; David me vuelve a dar un beso sobre los labios. 

―Sabes a café― hablamos al mismo tiempo para luego reírnos. 

Volvemos a beber y el hambre se hace presente por lo que comenzamos a comer el croissant que está relleno de un delicioso chocolate que hace contraste con lo fuerte del café. Noto que los labios de él tiene un poco de chocolate y los beso para quitárselo; éste se hace largo y suave encediendome una vez más. 

―¿Puedo preguntarte algo? ― habla al separarse de mis labios. 

―Lo que desees. 

―¿Haz pensando en nuestro futuro? ― me pregunta ―ya sabes, dónde viviremos, que haremos, ¿cuántos hijos tendremos? 

Sonrío con la última pregunta ―¿hijos?

―Así es, yo calculo unos siete, ¿qué piensas? 

―¿Siete?― pregunto asombrada y comienzo a reír ―no sé si siete sea un número que deberíamos pensar David. 

―Bueno, exageré, ¿cuatro?, podríamos tener dos niños y dos niñas y a una le llamaremos Ainhoa, como mi hermana y mi madre, a la otra la llamaremos Alegra, como tú, su bellísima madre― fantasea para besarme ligeramente― sobre los niños aún no tengo ni idea, así que estoy abierto a opciones. 

Me quedo en silencio por un momento para después hablar ―a los niños los llamaremos David, como su guapo padre y porque supongo que debe venir la tradición y Enrique, porque me gusta, imagínate Enrique Canarias, tiene personalidad y David Canarias hijo suena a que traerá a todas locas de amor, como su guapo padre me trae loca a mí. 

―¿Qué tan loco? ― pregunta y me besa. 

―¿Te gusta esa idea?, esposo mío. 

―Me encanta, decidido tendremos cuatro hijos y sus nombres serán Alegra, David, Ainhoa y Enrique― dice David como si lo estuviera sentenciando para nuestro futuro― y, ¿dónde quieres vivir?, porque si sabes no todo la vida viviremos aquí, ¿cierto?

―Pues no me importaría, cualquier casa se puede hacer un hogar, pero, si estamos en la hora de los sueños me gustaría vivir en una casa cerca de la playa, para dar caminatas todas las mañanas, refrescarnos en el verano y ver el paisaje desde nuestro balcón por las noches― añado. 

―Y viajaremos por el mundo― agrega― te prometo que cuando todo se arregle lo primero que haré será llevarte al lugar que desees ver, podemos comer crepas en París o un asado en Argentina, tú dime lo que desees y yo lo haré realidad ― me promete. 

Dejo el vaso de café sobre el suelo y lo abrazo colocando mis brazos sobre sus hombros y mis manos sobre su nunca ― ya haces mucho por mi David, has hecho muchos de mis sueños realidad. No importa si nunca vamos a París o Argentina, o criamos a nuestros hijos en una casa sencilla que no esté frente al mar, siempre, siempre estaré feliz de estar a tu lado, y será un placer compartir mi vida contigo. 

Él me besa, lo hace lento y seguro, moviendo sus labios de una manera que me hace enloquecer. Poco a poco nos vamos recostando una vez mas sobre el colchón y el peso de su cuero se hace presente sobre el mío. Sus manos acarician con ternura mi mejilla para luego enredar sus dedos sobre mi cabello dándome un placer inesperado. 

Gimo levemente sobre sus labios para luego sonrojarme, supongo que aún estoy muy sensible de todo lo que hicimos anoche. David se separa y me ve al rostro ― Trabajaré duro para hacer realidad todo lo que soñamos. Tal vez por ahora no haya lujos, ni planes de viajes o posiblemente cosas caras. Tampoco sé por cuánto tiempo viviremos así o aquí, pero una cosa si te puedo jurar, siempre te protegeré, cuidaré, veré por ti y por nuestros hijos, y así me tenga que desgastar las manos trabajando, les daré la vida feliz que se merecen. 

―Que nos merecemos― respondo― porque tú también la tendrás. De mi parte te prometo todo el apoyo del mundo, escucharte, amarte, trabajar duro para poder construir juntos ese hogar que nuestros pequeños merecen. Mientras nos tengamos uno al otro será suficiente. 

David sonríe ― mientras nos tengamos uno al otro será suficiente ― repite mi esposo ― me gusta esa frase. 

―A mí también―Él vuelve a besar mi cuello y sus manos viajan por debajo de mi playera ― ¿qué haces?― pregunto entre risas. 

―El amor― responde con esa voz grave y sensual― porque el lunes, amor mío, te demostraré que tienes un esposo que está dispuesto a triunfar y a Lafuente que mi plan le salvará el pellejo, pero, mientras tanto, disfrutaré de ti y de pasada veré si podemos hacer un pequeño o pequeña, ¿qué dices?, ¿te atreves? 

Repite esa frase que hasta ahora si ha convertido en mi mantra de vida porque sólo me ha traído cosas buenas desde que mi respuesta es ―si, sí me atrevo, mientras sea contigo. 

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