David
Hombre nuevo, vida nueva, objetivos nuevos. Siempre me ha gustado mantenerme positivo, con un ojo en el horizonte y el otro sobre el camino y con los pasos firmes andando hacia el futuro. No cabe duda que mi futuro se ve mejor que hace tiempo atrás, lleno de esperanza y nuevos proyectos que sé, lograré con Alegra a mi lado.
Sin embargo, antes de que empiece a hacer mis sueños una realidad, necesito trabajar en las promesas que les hice a otros para formar aliados, socios, compañeros de carrera y así levantar mi empresa y poder demostrar de lo que soy capaz, pero sobre todo, para poder darle a Alegra la vida que nos prometimos aunque esto tome un poco de tiempo.
Llego justo a las ocho de la mañana al edificio de los Lafuente y después de pasar el proceso de identificación y de seguir a la recepcionista por el edificio para explicarme todo lo que necesito saber. Me deja en mi área de trabajo que prácticamente es un cubículo pequeño formado por una mesa, una lámpara y un teléfono.
«Supongo que podría ser peor», pienso mientras me siento en mi lugar y acaricio mi escritorio con mis manos. Tal vez no tengo la oficina que tenía en la empresa de mi padre, pero aquí Lafuente me escucha y me considera, algo que mi padre no hacía.
― Así es los rumores son ciertos, David Canarias Donato trabaja para mi padre― escucho una voz conocida y al voltear veo a Sarahí Lafuente, vistiendo un vestido de colores chillantes y unas arracadas doradas. Como siempre, su imagen está perfectamente cuidada, desde el peinado hasta los zapatos.
―Sarahi― pronuncio su nombre con simpatía y me pongo de pie para ir hacia ella― hace mucho que no te veía desde esa fiesta de la compañía.
―Querrás decir desde la fiesta donde nos comprometieron ―pronuncia simpática.
Camino hacia ella y nos saludamos de beso en la mejilla. Su aroma, que siempre es un Chanel no.5, inunda mis sentidos. Me separo y en su rostro puedo ver sus labios rojos fuego. Sarahí está ansiosa por crecer, por ser una mujer, a pesar de que apenas ha cumplido la mayoría de edad.
―¿No se supone que estabas en Nueva York? ― pregunto tratando de evitar el tema del compromiso.
Ella niega ― no, estaba en París, ya sabes, quería escaparme del aburrimiento y me fui a un curso intensivo de francés, la que está en Nueva York, es Fátima, ¿la recuerdas?
―¡Claro!, ¿cuántos años cumplió?
―Doce, o trece, no sé― comenta como si no le importara, incluso, no lo hace, la rivalidad entre las Lafuente es alta.
―Pues salúdamela si la ves― finalizo la conversación y me doy la vuelta para dirigirme a mi cubículo cuando siento su mano tomando mi brazo. Volteo a verla y ella me sonríe.
―Sabes, no me desagradas tanto Canarias― confiesa.
―Gracias― respondo educado.
Sarahi se sienta sobre uno de los escritorios y luego me acerca. Sin querer, quedo en medio de sus piernas abiertas y extremadamente cerca de su rostro― podríamos casarnos y yo te puedo conseguir una vicepresidencia.
―Agradezco la oferta Sarahi, pero temo decirte que eso ya no podrá ser porque, yo estoy casado.
―¡Qué!― reacciona de inmediato. Toma mi mano y busca la argolla― claro que no.
―Lo estoy.
―Entonces también es verdad, dicen por ahí que tu padre te desheredó por completo y que eres pobre― confirma y ahora sé que el rumor se he propagado por todas partes y sobre todo por los socios de mi papá.
Asiento con la cabeza ― no sé si pobre, pero, ya no tengo esa herencia que me hacía aún más guapo ― le comento y ella se muerde un labio.
―Si te casas conmigo yo te puedo regresar eso y mucho más― ella pasa sus manos por mis brazos y las frota contra mi camisa―¿qué dices?
―Sarahi, agradezco la oferta, pero como te dije, estoy casado.
―¿Cuál es el nombre de la afortunada? ― inquiere.
―Alegra― pronuncio su nombre. Confieso que al hacerlo no puedo evitar esbozar una leve sonrisa.
Sarahí la nota y poniendo las manos sobre mi pecho, me empuja para que ella pueda separarse ― qué nombre tan, básico― habla un poco celosa― en fin, venía decirte que mi padre te está buscando en su oficina― sentencia.
Asiento con la cabeza ― dile que en unos minutos voy.
Sarahi se me queda viendo desde la distancia ― ese matrimonio no durará y cuando lo sepas vendrás a mí, y no sé si lo acepte.
―Gracias Sarahi― murmuro simplemente para seguirle la corriente, porque estoy seguro de que mi matrimonio con Alegra tiene más futuro que ese cuerpo perfectamente moldeado que se ha hecho.
Espero que a que ella salga del lugar y después soy yo él que sale de ese lugar para ir al nivel donde se encuentra la oficina de Lafuente. Antes de entrar, me acomodo el cuello de la camisa y respiro profundo. Doy dos golpes suaves sobre la puerta y la voz de Lafuente me avisa que puedo pasar. Abro y lo encuentro sentado sobre su escritorio.
―¡David!, pasa, pasa― me invita― pensé que todavía no habías llegado, mandé a mi hija Sarahí a buscarte y no venías.
―Llegué desde las 8 de la mañana señor, y lo siento, pero Sarahí me entretuvo.
―Lo sé, ¿mujeres no?, sólo nos distraen― comenta de una forma bastante machista que me molesta pero con no hacerle caso es más que suficiente.
―Dígame señor, ¿en qué lo puedo ayudar?
Lafuente suspira― David, tu padre vino a visitarme este fin de semana, estuvimos en el club y tuvimos una larga plática sobre el futuro de nuestras empresas y sobre todo, hablamos sobre ti.
―Ya veo― respondo en tono tranquilo, porque creo que ya sé a dónde va está plática.
―Tu padre en verdad se ve enfermo, mucho, yo podría decir que tiene el tiempo contado o tal vez está tomando más tiempo de lo debido― habla sin filtros― me preocupé.
―Yo también me preocupo pero, ¿qué vamos a hacer? ― hablo― mejor dígame qué pasa antes de que se lo diga yo.
Él esboza una sonrisa ligera ― tu padre quiere que te despida. Me amenazó, me dijo que le dirá a mis otros socios que se retiren y si te soy honesto, no me puedo arriesgar.
―Y, ¿por eso me despide?, ¿por la amenaza de un hombre condenado?― pregunto. Lafuente abre los ojos sorprendido por mi tono frío, pero es la verdad― mi padre no le dirá nada a nadie― continuo― no tiene ese poder ya, su reputación está establecida pero ha perdido el respeto de los demás; ni siquiera mi familia lo hace.
―David, tenerte aquí es un riesgo para mi empresa.
―Conmigo o sin mí su empresa está en riesgo, Señor Lafuente. El fin de semana trabajé en su plan y también en los escenarios posibles si no funciona y le puedo asegurar que el próximo verano la pequeña Fátima no podrá pagar la colegiatura del internado en Nueva York y Sarahí tendrá que buscarse a un rico empresario, viejo y grande como mi padre para poder tener esas pequeñas escapadas a París. Tanto como mi padre como usted están condenados, la diferencia es que usted todavía tiene una esperanza y él se quedará esperando.
Después de mi discurso, Lafuente se queda en silencio, su mirada color marrón obscuro me atraviesa hasta las entrañas, como si quisiera leer mi mente. Sé que se ha quedado así porque no se esperaba una respuesta así de mi parte, pero lo tenía que decir, negocios son negocios y yo no tengo tiempo que perder; debo construir un presente con Alegra.
―¿Qué me asegura que si te mantengo aquí tu padre no cumplirá su promesa y que mi empresa no se irá a la ruina? ― pregunta.
―Nada, absolutamente nada― contesto.
―Me estás haciendo fácil tu despido, David.
―Pues hágalo. Hay dos cosas que detesto en esta vida: que me traicionen y el tener buena memoria para recordar quién me traicionó o no cumplió su palabra.
―David, no tienes nada para amenazarme. La empresa que heredarás de tu padre desaparecerá por completo y eso no ta poder.
Levanto el dedo ― se equivoca, la empresa de mi papá desaparecerá, mi empresa aún no se ha formado, y créame cuando lo haga no habrá persona que no quiera estar de mi lado.
―Eres muy orgulloso.
―No, simplemente soy seguro, si fuera orgulloso no hubiese venido a pedirle trabajo por el salario mínimo o dejado que su hija me tratara de sacar información sobre si estoy aquí por su herencia o no― respondo. Lafuente vuelve a sonreír a pesar de todo le agrado y ambos lo sabemos.―Le pido que me diga si me va a despedir o no, porque estoy perdiendo tiempo.
Él niega ― no, no te despediré― pronuncia― soy un hombre de palabra y tú y yo tenemos un trato, ¿qué no? Además, me prometiste que salvarías mi empresa y eso más vale que lo hagas Canarias, porque me estoy arriesgando el pellejo por ti.
―Y yo por usted. Ante los ojos de todos soy el hijo que traicionó a su padre y se fue a trabajar con la competencia― me acerco más a él― pero le juro Lafuente, que si usted quiere podemos hacer esta empresa grande, muy grande y jamás tendrá necesidad de pedirle un favor a nadie más.
―Ambicioso, así me gusta― comenta ― pero te recomiendo que no lo seas tanto, a veces cuando ambicionamos tanto nos puede explotar la realidad en el rostro― me aconseja― en fin, regresa a trabajar y más vale que para el fin de la semana me tengas un adelanto; necesito callar bocas.
―Y las callará― respondo.
Me doy la vuelta para salir de la oficina, cuando una vez más escucho la voz de Lafuente ― por cierto, tu padre me dijo que te pasara un mensaje.― Volteo a verlo y asiento con la cabeza ― me dijo que te dijera que te acaba de sacar por completo del testamento y que ahora te has quedado sin nada. Él escogerá al próximo heredero. Que era la consecuencia de tus decisiones.
Escucho las palabras de mi padre de los labios de Lafuente y no puedo creerlo, ¿en verdad mi padre por orgullo hizo eso para demostrarme que él debe tener la razón?, ¿para hacerme pagar por lo que según yo hice mal?, ¿qué pasará con mi madre después de que él muera?, ¿a caso esa es la verdadera amenaza?, más que dejarme sin dinero ¿es que mi madre sufra las consecuencias por mis actos? Por un momento me quedo en silencio y sin más asiento, ya no hay nada que pueda hacer, ni qué decir, oficialmente David Canarias Baez me ha sacado de su empresa y David Canarias Donato se ha quedado sin nada de la herencia que por sangre me pertenece.
―¿Es todo señor? ― pregunto.
―Te acabo de decir que has pedido todo y, ¿no te importa?― me pregunta Lafuente.
―Es que ustedes no entienden, yo no he perdido nada, lo tengo todo. Tengo al amor de mi vida conmigo, un trabajo y buena salud, un futuro en pocas palabras. Mi padre tiene la vida en un hilo, ni todo el dinero del mundo le salvará. Lo que hizo fue por castigarme, no por estrategia― sentencio ― en fin me voy a trabajar, con permiso.
Y con estas palabras salgo de la oficina más libre, con la confianza y la lealtad de Lafuente de mi lado y con el camino despejado para construir mi legado que estoy seguro, será mejor, mucho mejor.