Alegra
(Dos meses después)
No puedo creer que hace dos meses llegue a Madrid junto con David, él se haya casado conmigo y ahora ambos tengamos un trabajo lo suficientemente estable para tomar la decisión de comprar una nevera. Sé, que tal vez para otras parejas esto sea algo bastante fácil de obtener, pero como nos las hemos visto desde el principio para David y para mí es un lujo que nos podemos dar.
Hace meses atrás, el padre de David le quitó todo, absolutamente todo. Unas semanas después de esa decisión, decenas de cajas fueron enviadas a nuestro piso, todas llenas de ropa, cosas personales y libros, muchos libros, porque mi esposo es asiduo a la lectura y tenía tantos que ahora armamos nuestra biblioteca personal.
Después de ese acontecimiento, ya no hubo más comunicación con los Canarias de Ibiza, ni siquiera la madre de David se comunicó con él. David me dijo que sabía que pasaría eso, que su madre a pesar de ser fuerte y dura, estaba bajo el yugo de su papá y que al poderlo a él, la perdería a ella, así que ahora sólo somos David y yo y nada más.
Por mi parte, mi familia ni siquiera me ha buscado, por lo que me hace saber la importancia que tenía en sus vidas y el tipo de desentendimiento que hay de su parte. No es que yo esté pensando en ellos todo el tiempo o que desee que lo hagan, simplemente que ahora sé con quién contar y esa persona es David.
Así, hemos pasado estos meses, construyendo nuestra vida, trabajando arduamente, disfrutándonos y conociéndonos más. La vida nos sonríe, nos trata bien, tenemos lo suficiente pero nosotros hacemos que valga lo doble y que nos rinda más.
Amo a David, lo amo por completo, y sus días a mi lado han sido los mejores que he vivido y que espero seguir viviendo. No puedo esperar por que nuestros sueños se hagan realidad.
[…]
Abro los ojos al sentir un poco más de frío en la habitación. Inmediatamente, mi mirada se cruza con la preciosa, brillante mirada color marrón de mi marido, que como siempre ya está despierto antes de que el despertador suene.
―Buenos días, amor― me murmura, para después darme un beso sobre la frente.
―Buenos días― contesto. Aún se me hace irreal, un sueño, una fantasía, el despertar al lado de este hombre tan guapo, caballeroso y lindo―¿por qué hace tanto frío?
―Bueno, es que está nevando ― me murmura.
Me levanto lentamente para ver por las ventanas de la habitación los copos de nieve cayendo dispersamente desde el cielo; sonrío sorprendida.
―Jamás había visto nevar ― confieso.
―¿En serio? ― me pregunta con una sonrisa.
David se pone de pie, se pone el pantalón de la pijama y un suéter y me envuelve en el duvet para luego cargarme entre sus brazos.
―¡No David!― le reclamo entre risas― necesito decirte algo importante.
―Más tarde me lo dices, vamos a ver el espectáculo.
Se acerca conmigo al pequeño balcón que tenemos en la habitación, con el pie jala una de las sillas que hay cerca, y luego se sienta para colocarme sobre su regazo.
―¿Estás calientita? ― me pregunta y yo asiento.
Ambos nos quedamos viendo el paisaje nevado, puedo sentir el aire frío que corre sobre mi rostro que por este momento se me hace fresco y no helado. Veo a lo lejos un mar de nieve blanco, que me hace extrañar un poco el océano, ese que meses atrás dejé en Canaria.
―Qué bonita es la nieve― murmuro.
―Es linda, cuando no la tienes que quitar tú ― bromea y ambos reímos ― hace mucho que no veía nevar, ¿sabes?, pero esta vez, está nevada es especial, porque la estoy viendo contigo.
Volteo hacia el rostro de mi esposo y acaricio su barba partida y paso mi huella del dedo pulgar sobre sus carnosos labios. Me enderezo un poco y en un roce lo beso.
―¿Ese es tu beso de buenos días? ― me comenta entre risas.
―No, es un beso de cariño y uno más decente porque estamos cerca del balcón y no quiero que nadie nos vea.
―Créeme nadie nos ve. La nieve nos les permite ver hacia arriba, así que podríamos hacer el amor en esta silla y nadie lo notaría.
―¿Es algún tipo de insinuación de tu parte? ― bromeo y él ríe.
Luego frota su nariz contra la mía y roza mis labios para provocarme; lo logra, porque mi cuerpo comienza a responder a sus caricias.
―Sabes que salgo a correr todas las mañanas para mantenerme en forma, pero esa vez no podré, así que debo encontrar otra forma de hacer cardio.
―¿Qué tal si barres el suelo de la otra habitación? ― propongo coqueta y él sonríe encima de mis labios.
―Tengo otra idea, mi amor― murmura.
Él se pone de pie, conmigo entre sus brazos, y mientras va caminando hacia el colchón, me va cubriendo a besos y el duvet se desliza por mi cuerpo haciéndolo caer a la mitad de la habitación. Me quedo en la camisa de franela que él me regaló para que fuera mi pijama de invierno, y siento sus manos apretando mi trasero.
David me recuesta sobre el colchón y en un movimiento, se quita el suéter para mostrarme su torso desnudo, mientras yo con mi pie comienzo a jugar con el resorte de su pantalón para que lo quite.
Desde la primera vez que tuve relaciones con él a ahora, la dinámica en la cama ha crecido de tal manera que ya sabemos lo que nos gusta y lo que nos encanta; a mi me gusta todo lo que me hace.
―¿Qué estás haciendo, coqueta?― me pregunta entre sonrisas― ¿a caso quieres que me quite esto? ― pregunta.
Me hinco sobre la cama y en un movimiento, jalo hacia abajo tanto el pantalón como su ropa interior, descubriendo su erección que, enseguida, me hace sonrojar.
―¿Qué esperas? ― pregunto mientras me siento sobre el colchón y me quito la braga y la aviento hacia donde está el duvet.
David se deja caer de rodillas sobre el colchón, me toma de la cintura para enderezarme y en un movimiento me pongo ahorcajadas sobre él para, después, entrar en mí de tal forma que me hace gemir fuerte.
Quedamos rostro a rostro. Sus bellos ojos me hacen recordad a las bellas estrellas que hay en las noches de verano y sus manos recorriendo mis senos por debajo de la camisa me recuerdan al calor que hace en esa estación.
David, conmigo sobre él, me da un beso sobre los labios, lento, seguro, mojado, ansioso, mientras sus dedos abren botón a botón la camisa para después describir mi torso.
―Eres bella― murmura.
Cuando me tiene completamente desnuda, él se acomoda sobre el colchón, acomoda sus manos sobre mis trasero y lo aprieta con fuerza, excitado, listo para disfrutarme y desearme.
Comienzo a moverme sobre él, mis caderas toman un ritmo que amo dos nos hace delirar. Ambos empezamos a gemir al unísono mientras su miembro juega dentro de mí y yo rozo su torso con el mío. David, no separa sus labios de los míos, continúa besándome, los labios, el cuello, los pechos, mientras sus manos se aferran a mis caderas para sentir el movimiento que lo prende tanto.
―Te amo David, te amo― murmuro para después sentir esa corriente eléctrica por todo mi cuerpo y sonreír.
Recuerdo la primera vez que tuve un orgasmo, pasó justo ese fin de semana que nos casamos y desde ese día, no he dejado de tener uno cuando tengo relaciones con David. Él me hace sentir tan sexi y sensual, que sólo pensar eso me enciende por completo.
―Qué rico ― comenta coqueto en mi oído―¿me das otro? ― pregunta.
Me sonrojo, amo cuando David me habla con ese tono de voz tan sensual y seguro a la vez. No me lo tiene que pedir. Vuelvo a moverme arriba y abajo sobre David. A propósito hago que mis pechos rocen con su torso para provocarle más. Él continúa besándome, como si quisiera comerse mis labios, mi carne, mis huesos.
De nuevo llego a esa sensación tan increíble y esta vez mi gemido es más fuerte que el anterior. Mis manos aprietan ligeramente los hombros de David que se muerde los labios al ver esta escena, tan sensual.
―Eres como una sirena, ¿sabes? ― me murmura, pidiéndome con las manos que me siga moviendo.
―¿Ah sí?
―Sí. Me hechizaste con tu canto desde la primera vez, y tu cuerpo curvado y cabello rizado largo cayendo sobre tus pechos me lo confirma. Eres mi sirena, la que logré robarme del mar y ahora me hace el amor con tanta sensualidad que no necesito más.
Me quedo los labios al sentir que el movimiento de mi cuerpo esta pasando de nuevo la factura de un delicioso orgasmo que llegará pronto.
―Más rápido ― me pide David ― quiero llegar contigo.
Acomodo mis brazos sobre sus hombros, y el movimiento de mis caderas se mueve frenéticamente de adelante hacia atrás, como si estuviera bailando para él.
Así, entre movimiento y movimiento, ambos llegamos al placer tan esperado que nos hace gemir al unísono y a nuestros cuerpos temblar.
Él se ata a mis labios una vez más y me besa contagiándome toda la alegría, placer y deseo que acaba de recorrer todo su cuerpo. Continúa comiendo mis labios, hasta que se separa para poder tomar un poco de aire y reponerse de lo que acaba de pasar.
Ambos caemos sobre la cama, y él, se levanta para poder verme desde arriba y acariciar con su mano mi rostro― gracias por ayudarme a mantenerme en forma.
―De nada― respondo sonriendo.
―¿Qué era esa cosa tan importante que tenías que decirme? ― me pregunta viéndome a los ojos.
Por un momento me quedo en silencio y después de suspirar digo la frase que está a punto de cambiar nuestras vidas ― mi amor, estoy embarazada.
David abre los ojos sorprendido y una sonrisa se dibuja en su rostro de inmediato―¡Qué dices!
―Estoy esperando un bebé― repito. Puedo ver como sus ojos se cristalizan.
―¿Segura?, ¿segura? ― hace que reconfirme.
Yo asiento la cabeza con una sonrisa y con los ojos derramando lágrimas de felicidad ― estoy segura, mi amor, vamos a ser papás, vamos a tener un bebé pronto en este hogar― recito.
David de inmediato baja el rostro y puedo sentir un cálido beso sobre mi vientre. Después se queda recostado sobre él y yo aprovecho para acariciar su cabello con la punta de mis dedos.
―Apenas sé que existes y ya te amo― murmura melancólico ― eres la alegría de nuestras vidas― finaliza, para después quedarnos así, recostados, sintiendo la felicidad plena mientras vemos nevar.