David
-Diciembre-
¿Podría haber un cierre de año tan perfecto?, no lo creo y creo que jamás lo habrá. El verano pasado yo era un hombre diferente, atado a las reglas de mi padre, al temor de decepcionarlo y perderlo todo. Un hombre que sólo necesitaba una razón para construir todo de nuevo y volver a empezar y ahora, Alegra me lo ha dado, tendremos un bebé.
Jamás pensé que a mis 19 años me darían la noticia de que sería padre y que yo tomaría con toda la alegría del mundo. Uno de mis mayores miedos, era ser padre pero no con la mujer de mis sueños, y definitivamente eso ya no sucederá. Así, a pesar de todo lo malo que también he pasado, que mi padre me haya desheredado, mi madre dejado de hablar y que prácticamente perdí todo, la vida me sonríe y me siento bien, pleno, feliz, libre. Ya que poco a poco Alegra y yo hemos convertido este piso en nuestro hogar y esta vida en una mucho mejor a la ambos llevábamos.
En mi trabajo he prosperado, Lafuente me tiene la suficiente confianza como para dejarme tomar decisiones con respecto a sus negocios y dinero, y en tan sólo estos meses ha pagado una fuerte cantidad de la deuda con el plan que yo le propuse. Si todo sale bien, para el próximo año, él estará libre de deudas y yo posiblemente tenga un trabajo mejor.
Por lo mientras, Alegra y yo nos preparamos para festejar nuestra primera Navidad juntos, no solo como esposos si no juntos, los dos en el mismo sitio. Así que, ambos tenemos planeada una pequeña cena en nuestra casa para estrenar el nuevo comedor que nos hemos comprado con la prima de vacaciones que me dieron en el trabajo.
También, hemos decorado el piso lo más navideño posible y aunque no pudimos comprar un árbol porque en realidad están muy caros, sí decidimos hacer un intercambio de regalos entre los dos para sentir el espíritu navideño.
Ambos sabemos que esta Navidad será muy diferente, pero a nuestra manera por lo que creemos que será mejor, mucho mejor, a todas las que hemos vivido en el pasado, sobre todo ahora que ambos tenemos la ilusión de que seremos padres.
[…]
(Noche de Navidad)
Alegra deja el tenedor sobre el plato y sonríe, al parecer el pavo que compré le ha parecido en verdad delicioso.
―No te gustó, ¿cierto? ― pregunto entre risas.
Alegra niega ―¡me encantó!, la verdad, David, es que nunca lo había probado. Es la primera vez que como pavo en Navidad ― confiesa tímida.
Abro los ojos sorprendido―¿de verdad?, lo siento amor, mi intención no era…
―No te preocupes, está bien. Ya te he comentado que mis navidades no eran de lo más “navideñas”― me recuerda, ya que hace dos días me lo había comentado sin entrar en detalles.
Tomo su mano con una de las mías y con la otra toco su vientre que ligeramente está abultado ― te prometo que nuestras navidades será para recordar.
―Eso no lo dudo ― me dice con una sonrisa y pone su mano sobre la mía, que se encuentra reposando en su vientre.
Le doy un beso a Alegra sobre la frente y ella se sonroja ― ¿qué te parece si hacemos nuestro intercambio de regalos? ― le pregunto.
―Me encantaría― expresa feliz― pero, ¿qué te parece si lo hacemos mientras comemos el postre?
―¿Hiciste un postre? ― pregunto sorprendido.
―Sí, pero lo comemos en nuestra ¿sala? ― pregunta y ambos nos reímos.
Nuestra sala es un sofá que compramos hace dos días atrás y lo metimos a nuestra habitación y lo pusimos frente a la ventana del balcón. Alegra y yo sabemos que tenemos todo el espacio del mundo dentro de este piso, pero para nosotros nuestra habitación es nuestro mundo y así se quedará por un tiempo.
Después de recoger los platos y de que fuera a la habitación a ordenar un poco para sentarnos sobre el sofá. Apago las luces, prendo las velas y ella entra luciendo ese suéter enorme de lana junto con unos vaqueros que se le ven espectaculares.
En mi casa, nos vestíamos elegantes para la cena de navidad, pero, al parecer en esta familia la navidad es para sentirse cómodo y tal vez el año nuevo sea para sentirnos elegantes.
―Voilà!, budín de chocolate ― dice entre sonrisas, mientras me muestra un pequeño plato y el olor a chocolate invade mis sentidos.
―¿Tú lo haz hecho? ― inquiero feliz.
―Así es― responde Alegra mientras se sienta sobre el sofá y me ve de frente ― me sé la receta de memoria, es de mi abuela. Antes solíamos hacerlo cuando eran ocasiones especiales o festejos importantes. Amaba ir a casa de mi abuela, creo que fue el momento más feliz de mi vida; me dolió mucho cuando se fue.
Alegra habla melancólica. Prueba el budín y cierra los ojos ― hmmmmm, me sabe a gloria, aún recuerdo la receta.
Yo lo pruebo, también, y al sentir la explosión de chocolate en mi boca sonrío ― creo que deberías hacer este budín diario, no solo en ocasiones especiales.
Ella se ríe ― lo sé, este budín se merece un Oscar a mejor budín, pero en la época en el que lo hacíamos, el chocolate era un lujo para mi familia, así que, nos reservábamos ese placer.
Veo a Alegra a los ojos mientras come otra cucharada― ¿cómo eran tus navidades, amor? ― pregunto.
Alegra se limpia un poco de chocolate con los labios y suspira ― pues, cuando vivíamos con mi abuela eran geniales. Ella me cuidaba bien, creo que lee debo la bondad que hay en mí. Nana, era muy cariñosa conmigo, me enseñó muchas cosas que aún conservo y hago― sonríe al recordar ― cuando Nana se fue, todo cambió. Mis navidades se convirtieron en el peor día del año, así que, cuando comencé a trabajar y a ganarme la vida, me salía para no festejar. Llegué a hacer doble turno ese día para poder alejarme de ahí.
Me quedo en silencio escuchando a Alegra. No cabe duda que, no importa cuánto tiempo pases con una persona, nunca terminarás de conocerla y con ella me he llevado todo tipo de sorpresas.
―Pues te prometo que jamás volverá a pasar así― respondo y le doy un beso que me sabe chocolate.―Creo que ha llegado el momento del intercambio de regalos, ¿lista?
Ella asiente con la cabeza ― yo primero ― me dice y se pone de pie para ir a la cajonera y abrir un cajón
―¿Lo escondiste ahí?― pregunto entre risas; ella asiente.
Alegra regresa hacía a mí con una caja larga y pequeña entre sus manos y un moño rojo que la hace resaltar.
―Feliz Navidad, David Canarias― expresa mientras me entrega la caja―espero te guste.
Abro la caja y de ahí, saco una preciosa pluma fuente de colores negro y dorado ―¡pero qué es esto!, es una Mont blanc ― expreso.
―La vi en un local de empeños hace unas semanas atrás. Con todo lo que pasó al parecer, muchas personas empeñaron sus cosas y entre ellas esta pluma. Hice que le grabaran tu nombre― habla emocionada.
Giro la pluma y en letras doradas leo “David Canarias Donato”.
―¡Me encanta!― le digo y beso sus labios.
―Es la pluma de la suerte ― agrega ― con esa vas a firmar todos los contratos y documentos importantes cuando ya tengas la empresa; yo auguro que jamás tendrás un contrato malo si lo firmas con esta.
―Entonces dale un beso para que ese augurio se haga realidad. Aunque desde que te tengo a ti, tengo mucha suerte.
Alegra toma la pluma y le da un beso, luego la pone sobre mis manos ― listo, David Canarias.
―Ahora va el mío― comento. Me pongo de pie y voy hacia la cocina donde alcanzo el regalo que lo he puesto hasta arriba del refrigerador.
―¡Jamás lo encontraría ahí!― expresa entre risas.
Lo llevo hacia ella y, en cuanto lo pongo sobre sus manos Alegra sonríe ―¡mi disco favorito de ABBA!― grita emocionada.
―Sí, sé que cuando te fuiste de Canaria no trajiste nada y eran tu tesoro más preciado, así que te compré el primero de tu nueva colección.
―¡Gracias! ― y se lanza a mis brazos para agradecerme emocionada.
―Y…― saco por debajo del sofá una caja con un tocadiscos en la portada.
―¡Un tocadiscos!― expresa emocionada.
―Así es… ya tenemos música en nuestra casa, aunque tu voz para mi era más que suficiente.
Alegra me abraza y reparte besos sobre mi rostro ― ¡te amo!, ¡te amo!, ¡te amo!
―¡Guau!, te hubiera propuesto matrimonio con un tocadiscos ― bromo y ella se ríe.
―Me has dado todo, no sé como te lo agradeceré.
―Ya lo hiciste― le digo, y pongo la mano en su vientre. Ahora, ¿qué te parece si bailamos?, compre un disco también.
Saco el tocadiscos de la caja, lo ensamblo y pongo mi canción favorita. Los primero acordes de “Fly me to the Moon” empiezan llenando la habitación de música.
―¿Baila conmigo señora Canarias? ― le pido estirando mi mano.
Alegra la toma, se pone de pie y en seguida nuestros cuerpos se unen para comenzar a bailar al ritmo de la música. Nuestras manos se unen, una de ella se va a su cintura y Alegra recarga su cabeza sobre mi hombro.
Nos dejamos llevar por la suavidad de la música, el momento tan entrañable. Las luces de afuera alumbran nuestra habitación mientras el olor a chocolate nos envuelve.
―La vida es buena, David― murmura Alegra.
―Muy buena, y será mejor, te lo prometo… ― respondo con seguridad mientras beso su cuello y nos dejamos llevar por el ritmo de la música.