David 

-Ibiza– 

La muerte de mi madre fue en verdad inesperada para mí y no, no estaba preparado para ella. Creo que aunque esté grande y tenga mi propia vida, ningún hijo está preparado para la muerte de uno de sus padres, sobre todo cuando éste es su favorito. 

Mi madre era una mujer fuerte, porque no le quedó de otra. Como muchas personas de su familia tuvo una vida dura que no la dejó soñar o hacerse una voz propia. Se casó con mi padre por la misma razón que muchas de las esposas de los socios lo hacían, por conveniencia, así que puedo asegurar que las únicas personas que ella amó y la amaron fuimos sus hijos, Ainhoa y yo. 

Ya me había afrontado a la pérdida de un ser querido antes, a la muerte de mi hermana. Esa joven con tantas ilusiones y metas por cumplir que se fue en un accidente de auto junto con su prometido dejando un gran vacío en la familia. Ese día entendí que los Canarias no tomamos bien las muertes inesperadas, y lo compruebo ahora conmigo, que siento que la vida se me está yendo el lágrimas. 

―No puedo creer que no pueda ir al velorio de mi madre ahora, ¿por qué tengo que esperar?, ¡por qué!― expreso en verdad herido― llevábamos horas escondidos como criminales en esta casa, cuando lo único que hice diferente fue enamorarme del amor de mi vida. 

―Hermano, respira ― me dice Tristán mientras saca un cigarro y lo prende ― Iñaki nos avisará cuando tu padre se vaya a descansar y no haya tanta gente, para que puedas ir a verla. 

―No tuve tiempo para hablar con ella y ahora debo esperar para verla, ¿qué pasa si mi padre comete una locura? 

―No David, tu padre está tan enfermo que apenas y puede sostenerse. No tiene tiempo para idear estrategias. Además, él no sabe que viniste a verla por lo que no puede ordenar nada, ¿entiendes?― me explica Tristán con esa labia que tiene para convencer a la gente. 

―Si amor, verás que lograrás verla. Lafuente te dio permiso de venir así que podemos quedarnos hasta mañana por la tarde. Tiempo hay― me explica Alegra acariciando mi rostro― te prometo que te despedirás y si no, moveremos cielo, mar y tierra por hacerlo. 

Asiento con la cabeza― me encanta que siempre sabes qué decirme. 

―Trato, aunque, no soy tan bueno con las palabras como lo es Tristán― lo alaba y él le cierra un ojo. Si yo no supiese que a Tristán no le gusta Alegra, podría estar muy nervioso y celoso de la manera en que puede llegar a seducir mujeres. No sé como le hace, supongo que es un don. 

El timbre de la puerta suena y de inmediato alguien del personal la abre. Iñaki, nuestro amigo de juerga, se aparece en la puerta vestido con un traje completamente negro y usando unas gafas de sol. Al vernos, camina hacia mí y me da un abrazo. Puedo oler las cera de las velas de la velación en su ropa. 

―No sabes cuánto lo siento ― me dice. Luego voltea a ver a Alegra y le da una sonrisa distante ― tu padre se retiró a descansar y por órdenes pidió que nadie estuviese en el velatorio hasta que él regresara, es nuestra oportunidad. 

Asiento ―vamos, no hay tiempo que perder. 

Tomo a Alegra de la mano y los cuatro salimos de la casa discretamente para subirnos a la camioneta de Tristán. Le pedimos al chofer que nos lleve a la funeraria y después guardamos silencio, supongo que este momento no es para tener una charla alegre. 

Alegra aprieta mi mano provocando que voltee a verla y se acercaba mi oído para murmurarme― ahora que estés frente a tu madre dile justo lo que hubieses querido decirle. 

―Para qué, no me va a escuchar. 

―Claro que lo hará. Muchas personas piensan que porque el cuerpo esta inerte ya no ha manera de que la persona escuche y comprenda a los seres amados, pero es mentira, el alma, esa pueda vivir por años y siempre escucha. Trata de que las palabras que le digas sean siempre bonitas. 

―¿De dónde sacas cosas tan extraordinarias? ― le pregunto completamente sorprendido por su manera de pensar. 

Ella sólo le sonríe y me da un beso sobre los labios ― tú no tuviste la culpa, esta es la vida misma, con buenas y malas noticias― finaliza para después tomar mi brazo y recargarse sobre mi hombro. 

[…] 

El lugar donde están velando a mi madre, es el mismo donde velamos a mi hermana hace años atrás, por lo que los recuerdos de la última vez que estuve aquí, regresan a mi mente. 

―No puedo creer que esté aquí de nuevo― murmuro, mientras bajamos de la camioneta para entrar al lugar. 

―Ve lo por el lado positivo, si la hubiesen velado en tu casa ni siquiera podrías entrar sin que tu padre se enterase― comenta Tristán, mientras saca de su cartera varios billetes y los prepara― supongo que tendremos que hacer algunos sobornos― comenta. 

Veo cómo se acerca a uno de los jóvenes del personal de la funeraria y les habla con soltura. Finalmente, el joven accede, recibe el dinero, aceptando por completo el soborno, y nos indica donde es la sala. 

―Nunca sabré como le haces― le comento mientras vamos hacia la sala― un día ese labia te meterá en problemas― comento y él sonríe. 

―Ojalá me sacara de mi compromiso con Bego ― responde para luego darme una palmada sobre la espalda― no tienes mucho tiempo, así que aprovéchalo.

―Gracias. 

Tomado de la mano de Alegra, entro hacia el salón donde está el ataúd de mi madre y tan solo se abren las puertas el olor a flores y velas invade todos los sentidos. Me quedo asombrado ante la cantidad de coronas, ramos y ramilletes que hay distribuidos por todas partes. La foto, de una Ainhoa Donato mas joven, yace en un marco dorado al lado de su cuerpo, al verla, sonrío. 

―Hola, madre― hablo en un murmuro― perdón por llegar un poco tarde pero… Como sabes, no estamos en la mejor situación. 

Alegra aprieta mi mano y con la cabeza, me hace el gesto de que vaya hacia el ataúd y hable más de cerca. Camino con cuidado hacia allá. Al estar de frente puedo sentir el olor a madera, cera y flores, uno que jamás olvidaré. 

―Te fuiste sin avisarme― continuó mi discurso― y yo no pude decirte en vida lo importante que eras para mi; espero haberlo demostrado de algún modo. Hay muchas cosas que no te conté porque esperaba decírtelas y otras tantas que quería que vieras como, por ejemplo, mi boda con la mujer que amo. 

Suspiro, no sé cuánto tiempo tenga para estar aquí sin se descubierto, pero, necesito decirle todo lo que siento antes de no tener una oportunidad de hacerlo ― te amo mucho, mamá. Te admiro porque, a pesar de todo, siempre te las arreglaste para demostrarnos lo mucho que nos amabas y nos educaste de la mejor manera posible, jamás te lo agradecí, como tampoco lo hice ahora que me ayudaste. Eres la mejor de las madres y no pude pedir por una mejor. Te voy a extrañar mucho, pero sé que ya estás en otro lado, feliz, con mi hermana. 

―David― escucho la voz de Tristán― es hora. 

Pongo la mano sobre el ataúd y lo acarició con ternura― Te amo mucho, mamá. Si soy un hombre bueno, honesto y trabajador, es gracias a ti. Te prometo que te haré honor a mi manera. 

Alegra se acerca a mí y pone su mano sobre la mía ― le prometo que todo estará bien, señora Canarias, gracias por darme una bonita bienvenida a su familia, jamás la olvidaré. 

―David― insiste Tristán― venga, que regresan pronto. 

Beso la madera directamente ― feliz viaje, un día nos volveremos a ver… De eso no hay duda― me despido. 

Tomo la mano de Alegra y ella me sonríe levemente ― te escuchó cada palabra, no lo olvides― murmura. Y así, tomados de la mano, salimos del lugar. 

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