David
No sé si llegué al punto máximo de la felicidad o simplemente este es el comienzo de la mía, sea como sea, pienso disfrutarlo por completo, porque no solo he encontrado a la mujer de mi vida, sino que logré que la empresa de mi familia fuera mía y ahora estoy listo para sacarla del lodo y hacerla brillar.
Sin embargo, antes de comenzar con todo ese trabajo, hay algo que tengo pendiente y que es más importante que todas las cosas que están en mi lista y la que me ha llevado más tiempo planear y es momento que lo lleve a cabo.
Después de mostrarle a Alegra la nueva casa, de que los dos imagináramos cómo íbamos a decorarla y a adaptarla a nuestra manera, llevé a Alegra a la casa de mis padres, que por ahora sería el lugar donde nos quedaremos hasta que la nuestra esté lista, para arreglarnos y salir a cenar a uno de los restaurantes más exclusivos de Ibiza.
Alegra, es una mujer excepcional, ha estado conmigo desde el principio de esta aventura. Ha pasado junto conmigo situaciones que no tenía previstas y sobre todo me ha apoyado a través de todos los problemas con mi familia; ella se merece todo y yo se lo voy a dar.
―¿Cómo me veo? ― me pregunta mientras sale con un vestido de flores, con los hombros descubiertos, perfectamente pegado a su cuerpo que resalta todos sus atributos. Su cabello, está suelto, rizado y un poco esponjado por el mar pero, la hace ver sexy y hermosa.
―¡Guau!― expreso. Volteo a verla para quedar frente a ella ― te ves hermosa. La tomo de la cintura y le doy un beso sobre los labios ― mira, qué pienso llevarte a cenar, pero con ese vestido mejor nos quedamos― le confieso.
―Amor, en realidad tengo hambre ― me dice tierna.
―Pues, podemos comernos, ¿no te parece?, tú y yo.
Vuelvo a besarla, esta vez acomodando mi mano por debajo de su falda y ella se ríe ―¡David!
―Tengo un mes sin verte, mi amor, mi cuerpo te extraña― hablo.
―Yo también te extraño, pero te prometo que regresando, besaré cada parte de tu piel hasta que no puedas deshacerte de mis besos.
―¡Jamás!― respondo.
Nos separamos un poco y ella acomoda el cuello de mi camisa de algodón― ¿qué restaurante es este? ― me pregunta.
―El mejor, más exclusivo del lugar.
―¿Estás seguro que podemos gastar dinero así?, ¿en cosas exclusivas? ― inquiere.
Algo que amo de Alegra es que no importa lo que pase, siempre se mantiene con los pies en la tierra y por ende, me mantiene a mí, aunque a mi me gusta despegarlos de vez en cuándo.
―Es una cena, mi amor ― respondo― no pasará nada y no llevará a la empresa a la quiebra.
La tomo de la mano y comenzamos a caminar hacia la entrada del habitación ― he hecho unos movimientos, las casas de la empresa están en venta e incluso esta se venderá y todo estará bien pero, por favor, al menos déjame llevar a mi esposa a cenar, tenemos tiempo que no lo hacemos.
―Vale― responde ella viéndome con esos hermosos ojos marrón― pero nada exagerado.
―Lo prometo ― le digo y abro la puerta de la casa para salir de ahí.
[…]
Recorrer Ibiza al atardecer siempre ha sido una de mis actividades favoritas, ya que se puede ver la mezcla increíble de colores en cielo que, junto con el azul del mar, hacen que todo se vea como un cuadro recién pintado, que me gustaría en marcar y colgar en uno de los muros de mi casa.
Alegra y yo, recorreremos el malecón en el auto, con los vidrios abajo, sintiendo el aire fresco que se lleva el intenso olor a puro que aún yace en las vestiduras color marrón. Ella saca levemente el rostro por la ventana y cierra los ojos mientras huele la brisa del mar. Saca la mano, para surcar el paisaje, mientras mueve como las manos como si estuviera caminando sobre las olas.
La observo, veo cómo su cabello rizado se mueve y el aroma de su champú me embelesa ― me encanta el mar ― me confiesa― lo extrañaba.
―Lo sé. Te prometo que cuando todo termine tú y yo vendremos a vivir al mar y aquí criaremos a nuestros hijos y envejeceremos.
―Lo sé― me responde viéndome a los ojos y con una sonrisa.
Al ver que ya llegamos al lugar, saco de la bolsa de mi pantalón una tela de seda y se la muestro ― antes de que lleguemos, necesito ponerte esto.
Alegra se sonroja― ¡Guau!, tan exclusivo es…
―Así es, muy exclusivo, así que debo cubrirte los ojos.
Alegra se acerca a mí y cierra los ojos mientras me sonríe. Cubro sus ojos con mucho cuidado, procurando que su cabello no se atore en el nudo y luego le doy un beso sobre los labios.
―Tal vez podríamos usar esto para más tarde, ¿no crees? ― me pregunta y se muerde el labio.
―Amo tus ideas ― le respondo.
El auto se detiene, el chofer abre la puerta y después de bajarme, ayudo a Alegra a bajar de él mientras tomo su mano. Ella lo hace entre risas, tratando de pisar con cuidado y prestando atención a casa paso que da.
―¿Seguro que no me caigo?, soy un poco torpe con estas plataformas.
―No te preocupes, yo te ayudo― respondo y sin más la cargo entre mis brazos.
―¡David, el vestido es corto ― me habla entre risas.
Camino por el pequeño paso hecho de maderas que se encuentra sobre la arena mientras ella va tomada de mi cuello y sonriendo como nunca lo había hecho. Me encanta verla sonreír, me da vida, me hace sentir bien y mientras lo logre sé que estaré haciendo bien mi trabajo.
―¿Dónde está restaurante?, ¿en la montaña? ― comenta.
―Cerca, muy cerca.
Llego hasta el punto donde está la mesa lista y decorada para la ocasión, al rededor de mí las antorchas están encendidas, alumbrado el lugar y el champán yace sobre la hielera frío para festejar. Bajo a Alegra con mucho cuidado para que ella ponga los pies sobre la arena. Mi esposa se tambalea un poco y luego cundo toma equilibrio trata de quitarse el vendaje pero se lo prohibo.
―¿Esta será una degustación a ciegas? ―comenta.
―No, será algo mucho mejor. Yo te digo cuando te quites el vendaje, ¿vale?
―Vale, pero no tardes mucho que tengo hambre, literal no he comido nada desde que dejé Madrid― me comenta.
Entonces, meto mi mano al otro bolsillo de mi pantalón, saco la bolsita de color negro y al abrirla, saco el precioso anillo de compromiso que le compré semanas atrás en esa joyería exclusiva del centro.
Tomo un suspiro profundo y luego viéndola con esa sonrisa le recito― Alegra, antes de que cenemos, hay unas palabras que te tengo que decir.
―Dime ― responde.
―Alegra― vuelvo a pronunciar su nombre― hemos pasado mucho juntos, tristezas, alegrías y decepciones, hemos vivido experiencias juntos que nada ni nadie nos hará olvidar. Cuando te vi, me enamoré a primera vista, me enamoré de quién no me imaginaba, de quién menos esperaba y mucho menos de la persona que estaba buscando. Tu, mi Alegra, la que es mi alegría de todos los días, me haz enseñado tanto en tan poco tiempo y por eso, deseo pasar todos los días de mi vida a tu lado. Cuando te vi, aprendí que no es uno quién elige al amor, si no él, quien nos elige a nosotros.
―¿David?― pregunta en un hilo de voz.
―Te amo más allá de las estrellas, más allá de donde el amar toca el límite con el cielo. Te amo tanto, que, Alegra Bustamante, quiero pedirte una vez más que te cases conmigo.
Alegra, en ese momento se quita el vendaje de los ojos y al ver el anillo se cubre los labios expresando su emoción. Ahí, frente a ella, está el precioso anillo de oro, con una preciosa perla en el centro y pequeños diamantes al lado adorándolo. Las lágrimas empiezan a caer por sus mejillas y puedo ver como algunas se escapan de su piel debido al viento que provocan las olas del mar.
―¿Qué dices, Alegra?, ¿te casas conmigo, otra vez? ― le pido.
―¡Sí! ― grita emocionada mientras estira la mano para que yo pueda ponerle el anillo ―¡sí!, ¡sí!, ¡sí!
Me pongo de pie, la tomo de la cintura ya la cargo para darle un beso sobre los labios. Después la miro a los ojos, que brillan como nunca y le digo ― te prometí que nos casaríamos en una gran boda al lado del mar y lo voy a cumplir. A partir de hoy, Alegra, cumpliremos todos nuestros sueños y seremos indiscutiblemente felices.
Alegra acaricia mi rostro y junta su frente con la mía ― ya soy indiscutiblemente feliz, mi amor, porque comparto mi vida contigo― me confiesa y yo sonrío.
A lo lejos, podemos escuchar las olas del mar, vemos los preciosos colores naranjas y rojos del cielo y como se mezclan poco a poco con los azules del agua.
―Estoy enamorado― le confieso― y me casaría contigo tantas veces como me lo permitas.
Alegra besa mis labios ― y yo, viviría todas mis vidas contigo― me murmura― porque te amo David Canarias, te amo como nunca he amado a nadie.
Y vuelvo a sentir sus labios en un beso lleno de felicidad.