Envié todo el dinero que pude a mis hermanos con la esperanza de que jamás me volviese a molestar. Después, esperé paciente por alguna llamada pero, al no recibir ni una supe que había cumplido con mi deber, así que dejé de preocuparme y no volví a pensar en ellos. Había logrado manejar la situación sin que nadie más se enterara y eso me hace verdaderamente feliz. 

Sé, que en mi pasado hice cosas que ahora me arrepiento pero, en mi defensa, no fue porque yo quisiera, si no porque mi madre me obligaba y después ya no me pude escapar. No quiero que David se enteré de eso, me da mucha vergüenza que lo descubra y, aunque sé que él me ama sobre toda las cosas, si puedo evitar que no lo sepa mucho mejor para mí; sobre todo cuando estoy a horas de mi boda. 

Después de meses de preparación, de escoger cada detalle del momento, por fin David y yo nos casaremos el fin de semana y no puedo estar más feliz. El hombre de mi vida, la persona que he soñado durante tanto tiempo, me llevará al altar de su mano y nos juraremos amor eterno ante todos y sobre todo Dios, uno de los grandes testigos de lo que he vivido todo este tiempo. 

La boda será enorme, con muchísimos invitados, un gran menú, bebidas y sobre todo música y diversión, ya que David contrató al grupo en el que yo cantaba para animar la fiesta, tomándome por sorpresa porque jamás pensé que se acordara de eso. Todo será tan Canarias, tan espléndido y yo, estaré feliz de unirme a él para así construir nuestra nueva familia. 

—¿Estas lista querida? — me pregunta David. 

Yo volteo de inmediato, ya que me encuentro frente al espejo y le sonrío —¿Te gusta mi vestido?, ¿crees que sea indicado para la fiesta? 

David me toma de la cintura y mientras me sonríe comienza a acariciar mi cabello rizado ya que me he puesto un tratamiento especial para cuidarlo y que esté perfecto para la boda. 

—Te ves hermosa, como siempre — me recita — ese vestido te queda precioso, me gusta como se te ven las flores; alegran tu rostro. 

Le doy un beso sobre los labios y luego acomodo el cuello de su camisa color blanco— tu como siempre, guapísimo. Lo único que no entiendo, es porque te pones esta ropa tan bonita y elegante, solo cuando quieres hacer negocios y no para otra cosa. 

David se ríe y luego besa mi nariz — uno, porque me gusta que mejor tú me quites la ropa — habla coqueto y dos, ¿quién dijo que haré negocios? 

—Te conozco… — reclamo. 

Me alejo de él y voy hacia la cama para sentarme sobre ella y comenzar a ponerme las zapatillas de tacón alto que harán que mis piernas se vean fenomenales en este vestido corto. Él se sienta a mi lado y me sonríe — te prometo que no será ni una hora, y después seré tuyo el resto de la noche, el día de mañana y nuestra luna de miel. 

—¿Lo prometes? — pregunto. 

Él pone su mano sobre mi pecho y con mucho cuidado me empuja hacia la cama para que caiga sobre ella. David inclina su cuerpo para quedar encima de mí y me ve a los ojos —¿cuándo no he cumplido mis promesas? — pregunta. 

Sus dedos acarician mi cuello, bajan por mis hombros y luego hacia mis pechos— jamás— respondo. 

—Entonces… me tendrás toda la noche— habla sensual. 

David besa mis labios y luego mi cuello, cuando siento que comienza a levantar el vestido, me río—Canarias, tenemos que ir a esa cena, todos nos esperan abajo. 

—Lo sé, pero, no quería perder la oportunidad de volver a hacer el amor como lo hice por la mañana— me recuerda, haciéndome sonrojar. 

Me río y sin nada que decir, me levanto para sentarme sobre la cama y tomar su mano — vamos, no quieres hacer esperar a todos, ¿no? Ya tendremos tiempo para esto en la luna de miel. 

—Créeme, aprovecharé cada día de esa luna de miel para demostrarte que te amo. 

Diciendo esto, David se pone de pie y ambos salimos de nuestra habitación para bajar las escaleras de la casa y dirigirnos hacia el jardín, hacia el salón, donde todos nos esperaban para darnos la bienvenida entre aplausos cuando aparecimos por la puerta. 

El precioso salón decorado con luces brillantes, flores y velas sobre las mesas, parece sacado de un sueño o de una película de la realeza. Los detalles de las sillas, los cubiertos y la música tenue, me hace sentir como en un palacio y a mí como una princesa a punto de casarse con su príncipe azul. 

David, me da una vuelta para que luzca mi vestido, luego me toma de la cintura y me da un beso sobre los labios que me hace reír y sentir mariposas en el estómago. Veo cómo levanta el rostro con orgullo y sonríe, mientras los fotógrafos captan el momento que dentro de unos días saldrá en el periódico anunciando nuestra unión. Uno de los meseros se acerca a nosotros para darnos una copa con champán frío, listo para el brindis de bienvenida. 

—¡Queridos amigos!— habla— muchas gracias por venir hoy, Alegra y yo les estamos sumamente agradecidos. Como saben, era muy importante que estuvieran aquí, para que sean testigos de mi unión con el amor de mi vida, la persona que me hace ser mejor hombre cada día y con la que sé compartiré el resto de mis años a su lado. Hoy, es la fiesta para celebrarlos a ustedes y mañana la fiesta para celebrar esta unión. Espero disfruten de mi comida, de mi vino, mientras nosotros disfrutamos de su compañía. 

—¡Saludo por David y Alegra! — se escucha la voz de Tristán. 

—¡Salud! — expresan todos, para luego levantar las cosas y brindar por nuestro amor. 

Ver a todos brindar por nosotros se me hace increíble pero no raro. David Canarias con su simpatía, su inteligencia y sabiduría, es un hombre que se gana a muchos y encanta todos. Hasta hoy no he conocido a alguien que no caiga ante sus encantos. 

Así, después del brindis, los dos caminamos entre los invitados, para agradecerles personalmente que están aquí y platicar un poco con ellos. Cuando llegamos ante Tristán, él me abraza con fuerza y al separarnos me ve a los ojos. 

—Te ves de verdad cambiada— expresa. 

—Es porque soy feliz— le respondo. 

Tristán abraza a David— ¡Hermano!, si que tienes suerte. 

—Tú también la tendrás— le murmura—hoy la tienes, veo que estás solo. 

—Bego no quiso venir, eso me hace feliz — le dice, y al escuchar eso me siento mal por Tristán, ya que siempre debe cargar con el peso de una mujer que no quiere, pero que su familia le impone — aunque mi padre y mi madre están por ahí. 

—Lo siento, pero tenía que invitarlos — se disculpa mi prometido. Le da ligeras palmadas sobre la espalda — te pido Tristán, mañana formas un papel importante en la boda, no quiero que te emborraches hasta perder el conocimiento. 

—Lo prometo— y diciendo esto saca la cigarrera y toma un cigarro para después encenderlo. 

Ambos, seguimos caminando entra la gente, saludando, sonriendo, hasta que llegamos por fin con los Lafuente, esta familia que desde el principio nos ha apoyado y a los que tenemos tanto que agradecerles. 

—¡David Canarias! — expresa Zaid mientras abre los brazos. 

—Señor Lafuente — contesta mi esposo, dándole un abrazo. 

—No sabes lo feliz que estoy por ti, de verdad que has demostrado ser el hombre digno para la herencia del apellido de tus padres — comenta— si tuviese un hijo varón, juro que quisiera que fuese como tú. 

David se aleja y le sonríe — prometo que hablaremos pronto, solo que hoy me lo tienen prohibido— y me voltea a ver. Los ojos de Sarahí y Amira si clavan en mí y sé que los de la primera son de pura envidia. 

—Mi hija, Fátima debe estar por aquí — interrumpe la señora Lafuente— solo que no sé donde está. Aún no sabe muy bien cómo comportarse en estos eventos. 

—Ya son dos— responde Sarahí, con ese tono que insinúa que no está cómoda y que solo quiere incomodar a todos; su mirada se clava en la mía. 

—No le hagas caso a mi hermana— defiende Amira— solo está un poco molesta la ver cómo la oportunidad se escapó de sus manos. 

—Niñas, por favor — pide su madre entre dientes. 

Volteo a ver a David y le doy un beso sobre la mejilla — ahora vengo, amor, subiré a la habitación a retocarme los labios, bajo en unos segundos. 

—Bien, no me abandones tanto, ¿vale? — me pide. 

Entonces me alejo de ellos y camino entre la gente para salir del salón. A pesar de que las puertas y ventanas de salón están abiertas, el calor que hace está arruinando un poco mi maquillaje y, antes de ser presa de la burla de Sarahí Lafuente, prefiero ir a mi habitación y retocarlo. Antes de subir las escaleras, veo a una jovencita caminando en la sala y tocando los libros que hay sobre el librero y tratando de alcanzar uno que casi está hasta arriba. 

—¿Te ayudo?— le pregunto y ella voltea a verme apenada y se aleja del lugar. 

La jovencita, delgada, de piel morena, de cabello marrón y rizado, se queda de pie con la mirada viendo hacia el suelo— lo siento, no era mi intención molestar.

Sonrío — no estás molestando, ¿quieres el libro? — insisto y ella asiente con la cabeza. 

Camino hacia la sala y saco detrás del librero un banco de madera, para ponerlo cerca y me subo para alcanzarlo. Se lo entrego y la joven lo recibe con una sonrisa—gracias— dice en un murmullo. 

—De nada.

Al bajar, la joven levanta su mirada y puedo ver sus preciosos ojos marrón enmarcados en esas preciosas pestañas que le dan un mirada tan intensa y cautivante que es imposible no notarla. La recorro de la cabeza a los pies y noto que su vestido es bastante fino y que está hecho a la medida ya que envuelve su delgado cuerpo a la perfección. 

—¿Te gusta leer? — pregunto. 

Ella asiente con la cabeza — mucho… es lo único que me mantiene entretenida y alejada de mi hermana. 

—¿Tu hermana?, ¿quién es? 

—Sarahí Lafuente— habla y no dudo en esbozar una sonrisa. 

—Quiero pensar que tú eres Fátima Lafuente, ¿no? — pregunto. 

—Así es, señorita— contesta educada—usted es Alegra, ¿verdad? 

—Así es— ahora soy yo la que contesto y estiro la mano para saludarla — Alegra Bustamante. 

Ella la toma—mi hermana Sarahí, te odia— responde sincera y me río.—¡Lo siento!, no quise ser grosera— se disculpa enseguida. 

Y también sé porque es tan pesada con Fátima, es de verdad muy hermosa y supongo que Sarahí se siente insegura de su hermana menor. 

—No te preocupes, no me afecta nada— le confieso y me río. 

Fátima se queda en silencio y luego me pregunta — ¿algún día pensaste en casarte con un hombre así? Eres muy afortunada. 

—¿Así cómo? — inquiero. 

—Como David Canarias, es muy guapo— agrega y se sonroja. 

Sonrío — no, ni siquiera pensé que un hombre así se fijaría en mí.

—Eso también dice mi hermana Sarahí pero, yo no le creo. Tú eres muy bonita y David es un hombre bueno y sincero. 

—¿Cómo lo sabes?, me dijeron que aún no te conoce. 

—Lo he escuchado a hablar varias veces con mi padre cuando iba a mi casa y yo estaba de vacaciones. Mi madre aún no me permitía salir a las cosas de adultos así que casi siempre me la vivo en las sombras— suspira— yo quisiera alguna vez casarme con un hombre como David Canarias. 

Me muerdo el labio. El hermoso y sincero rostro de Fátima me hace pensar en lo afortunada que soy por haber tenido la suerte de que David me haya escogido a mí sobre todas las cosas y no dejarse llevar por lo que su familia le imponía. Si no, en este instante, yo seguiría en Canaria maltratada por mis hermanos y Fátima como cuñada de David. Le tomo la mano— verás que sí, sé que tendrás la suerte de casarte con un hombre como David Canarias, te lo deseo de corazón. 

—Y yo que seas feliz con él. 

—Lo soy — respondo— aunque debo confesar que a veces en estos eventos no me siento tan afortunada, sino algo perdida. 

—Lo sé. Son aburridos, por eso prefiero alejarme pero, yo sé como comportarme, prácticamente mis padres me mandan a un colegio para señoritas para aprender a ser buena esposa — habla con un poco de decepción. 

Ahora soy yo la que suspira — ojalá yo supiera comportarme así. 

Fátima suspira de nuevo — ojalá hubiese tenido una hermana como tú — confiesa de la nada. 

—Pues, viendo las circunstancias en las que nos encontramos, posiblemente te vea más de la cuenta así que si quieres… podemos ser hermanas secretas— le comento. 

—¿Cómo es eso? — pregunta en verdad interesada. 

—David será socio de tu padre, por lo que sé que nos veremos mucho, así que nosotros podemos ser hermanas en secreto, estar ahí, apoyarnos, guardar secretos, querernos como hermanas, ayudarnos pero… sin decirle a Sarahi— comento y ella sonríe. 

—¿Segura que no le dirás a nadie? — insiste. 

Niego con la cabeza — A nadie. Es más, hagamos una promesa, ¿te parece? 

—Me parece. 

Alzo mi dedo meñique y lo muestro —Prometemos hoy que siempre nos cuidaremos entre nosotras, que guardaremos secretos, siempre confiaremos una de la otra y nos apoyaremos, en lo bueno, en lo malo, en lo bonito y en lo feo— recito. 

Fátima entrelaza su dedo con el mío y sonríe — siempre, prometo que siempre lo recordaré. 

—Y yo también— finalizo. Veo el reloj de la sala y me percato que he pasado más tiempo de lo normal aquí —debo regresar Fátima, pero, ¿nos vemos mañana? 

—Nos vemos— me dice— si no te importa me quedaré a leer aquí. 

—El tiempo que desees, quédate el tiempo que desees— recito y por una extraña razón siento que le he dado carta abierta a una invitación inesperada. 

Diciendo esto me alejo de ella con una sonrisa y sintiéndome de verdad aliviada. Fátima tiene razón, soy una mujer muy afortunada y es momento de vivir esa fortuna al máximo, ¡mañana me caso con David Canarias! 

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *