Alegra 

-Un mes después- 

Soy la Señora Canarias. Ya lo era mucho antes de la boda en Ibiza, pero ahora todo el mundo lo sabe y lo reconoce. No solo porque nuestra foto salió en el periódico, sino porque nos casamos en frente de todos sus socios, amigos y conocidos, por lo que ahora ya nadie lo puede negar. 

Nos fuimos de luna de miel a París y fue maravilloso. Yo nunca había salido de España y mucho menos me había imaginado que algún día lo haría. Así que tan solo aterrizamos en esa hermosa ciudad sentí unas ganas de llorar increíbles. ¿Cómo es que una mujer que creció en una Isla pudo llegar a París?, no lo sé, pero David Canarias lo logró y me sentí como toda una reina. 

Estuvimos allá unas semanas, paseando de la mano por las calles de París, subiendo a la Torre Eiffel para ver todo el panorama, disfrutando cada edificio, cada monumento, museo y parque. David, sabe muchísimo de arte. Cuando entramos al Louvre me llevó de la mano por sus salas favoritas y me explicó cada cuadro que había ahí. También me llevó a la ópera, donde escuché la ópera de Madama Butterfly de Giacomo Puccini, que me conmovió hasta las lágrimas. Jamás había escuchado ópera y ahora me encanta, creo que se ha vuelto mi género favorito. 

Todo fue maravilloso, todo, porque David y yo nos amamos hasta la médula. Por las mañanas me llevaba a los lugares más maravillosos y por las noches me hacía el amor hasta que quedábamos rendidos, que a veces era hasta altas horas de la noche. Vimos tantos amaneceres, atardeceres y anocheceres, sentimos la lluvia en nuestros cuerpos, el glamour en las copas que nos tomábamos brindando por nuestro amor, y las flores, siempre tenía un ramo diferente cuando entraba en la habitación, que por cierto, tenía vista a la Torre Eiffel. 

Ahora, estamos de regreso a Ibiza, y pronto tendré que regresar a Madrid para comenzar la escuela y las prácticas en el hospital. David, se quedará un poco más en Ibiza, pero ahora que tiene un trato más cercano con los Lafuente, pronto trasladará la sede de la empresa a Madrid, por lo que pronto volvemos a vivir juntos. Como David y yo, ya tenemos una casa nueva en Ibiza, seguiremos viviendo juntos en el piso de Madrid, le tenemos cariño, siempre será nuestro lugar favorito. 

Mientras tanto, hoy es el día en el que nos mudaremos a nuestra propia casa. Después de meses de remodelaciones, de juntas con los diseñadores de interiores y de cambios para que tuviera nuestro estilo personal, por fin podremos pasar la primera noche ahí. Estoy nerviosa, feliz y abrumada, ya que yo nunca he tenido mi propia casa, con mis ideas, mi estilo y mucho menos, compartida con el amor de mi vida. 

―¿Estás lista para ver tu nueva casa? ― me pregunta David, mientras el chofer entra por la reja que lleva a la puerta principal de la casa. 

Tomo su mano y la beso ― nunca pensé en tener una casa mía, una donde yo pudiese estar en todas las habitaciones o sentarme en mi terraza con vista al mar para relajarme ― le confieso. 

―Pues, ahora la tienes ― me responde. David me da un beso sobre la frente y acaricia mi cabello rizado que, por ahora está suelto sobre mis hombros ― es la casa donde envejeceremos juntos, donde criaremos a nuestros hijos e hijas; me emociona por completo. 

―¿Hijos e hijas?, por eso tiene tantas habitaciones.

―Así es…y planeo llenar todas. 

El auto se para justo en frente de la puerta, el chofer se baja y la abre la puerta a David para que luego él me ayude a bajar. Tan solo pongo los pies sobre la tierra y siento el tacón de mis zapatillas, sonrío. David, decidió renovar todo mi guardarropa, para que fuera con mi nuevo estatus, esposa de un empresario. 

Ambos caminamos de la mano hacia la entrada y cuando él pone la mano en el picaporte voltea a verme ―¿lista? 

―¡Sí! ― expreso emocionada. 

―Bien… una, dos… 

David abre la puerta de la casa y de pronto veo ante mí ese hermoso recibidor que ahora está por completamente cambiado. En medio, veo una preciosa mesa de madera con un jarrón lleno de flores blancas y arriba de todo, la escalera que lleva hacia las habitaciones. 

―¡Dios!, es hermoso ― exclamo emocionada mientras, de su mano, camino hacia la sala donde puedo ver los ventanales que dan al jardín, la terraza y la piscina. 

―Dejaron los ventanales como tu deseabas pero, ahora pueden abrirse y sentir el viento junto con la brisa del mar en el verano. 

Voy hacia ellos y los abro para, inmediatamente, sentir el aire fresco en mi rostro. Salgo hacia ahí, y veo que en medio de la terraza hay dos construcciones en media luna, que se asemejan a sofás, con cojines de color blanco y en medio un lugar para encender una fogata. 

―¡Este será mi lugar favorito! ― expreso feliz, recostándome sobre los deliciosos colchones de algodón ― ya puedo imaginarme mis veranos aquí, leyendo y los inviernos tú y yo bajo una manta, caletándonos con la fogata. 

David me sonríe ― también podemos hacer otras cosas, esta es una propiedad privada así que jamás nos verían. 

―¡Amor! ― respondo, para luego reír. 

―Pedí que pusieran antorchas por el jardín para que iluminen de noche y también por la vereda que da a la playa, así podremos ir y regresar. 

―¡Me encanta!, todo está precioso. 

Él suspira y luego estira la mano ― ven, tengo algo que enseñarte. 

Me pongo de pie, tomo su mano y los dos entramos de nuevo a la casa para subir las escaleras. Antes de que lleguemos por completo al nivel, él me cubre los ojos ―¿Qué haces? ― pregunto entre risas. 

―Es que la sorpresa está justo adelante de nosotros. 

―Pero, faltan unos escalones.

―Yo te guiaré, vamos, te faltan dos escalones. 

Doy el primer paso y luego otro, para así subir ambos escalones hasta que llegamos al corredor. Entre risas y pasos cortos lo recorremos hasta que él hace un alto total y nos quedamos de pie. 

―¡Dime!, me está matando la curiosidad ― le pido. 

―Solo no te vayas a marear, ¿vale?, 1,2,3 ― pronuncia. 

David, descubre mis ojos ya al abrirlos veo el hermoso mar en frente de nosotros, toda esa vista separada por un gran ventanal, dejándome sin aliento. 

―¿Qué…? 

―Le pedí al arquitecto que derrumbara esta pared y la agrandara un poco más… ahora, tendremos una preciosa vista al mar, podrás ver los atardeceres. 

―¡Te amo! ― expreso feliz, para lanzarme hacia su cuello y darle un beso sobre los labios ―¡no tienes idea lo feliz que soy!, jamás había sentido tanta dicha en mi vida. 

―Pero, ¿qué dices?, todavía falta otra sorpresa. 

―¿De verdad?, ¿pues cuántas tienes? ― inquiero. 

Él me toma de la mano y caminamos dos puertas hacia la derecha y la tercera la abre. Una habitación con una increíble luz me muestra una cuna de madera, de color blanco, así como la alfombra y un móvil de perritos que cuelga desde el techo. 

Avanzo hacia adentro y la observo con detenimiento al parecer, David, ha pensado en todo para este nuevo hogar ―esta será la habitación de nuestro primer bebé. Tiene un precioso balcón para que puedas sentarte cerca de él y arrullarlo mientras sientes la brisa del mar. El diseñador dijo que es una de las habitaciones con mejor luz, así que siempre estará iluminada hasta el amanecer. 

―Me encanta, sé que nos encantará cuando llegue el momento. 

David, abre las puertas del balcón y de nuevo el fabuloso mar se ve frente a nosotros. Él me abraza por detrás y me besa el cuello ―bienvenida a tu hogar, Señora de Canarias.

Giro mi cabeza y le doy un beso sobre los labios ― desde hace años atrás, tú eres mi hogar. Gracias por todas las cosas maravillosas que haces por mí. No sabes lo feliz que soy contigo. 

―Lo hago porque te amo, Alegra, te amé desde el primer momento que te vi y ahora, puedo darte todo lo que te prometí y más… tengo todo planeado, todo y a ti y a mis hijos no les faltará nada. Este, Alegra, es el inicio de una vida feliz. 

―De una vida feliz ― repito. David me da un beso sobre el cuello para luego cargarme, tomándome por sorpresa ―¿qué haces? 

―Es momento de ver la recámara principal y tengo muchos ánimos de probar el colchón de nuestra cama y las sábanas de algodón que le dije al personal que pusiera… 

―¡Es en serio!, ¿qué dirá el personal? ― pregunto un poco sonrojada, ya que nunca había tenido relaciones en esta casa y no sé si se escucha algo. 

―No tienen porqué decir nada… ahora, ¿las probamos? ― insiste para ambos, salir por la puerta hacia el pasillo. 

No puedo creer toda la felicidad que hay a mi alrededor en este momento, la buena fortuna y la abundancia. Soy feliz, muy feliz, y solo espero que esto nunca se acabe.

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