David 

Me quedó inmediatamente sin palabras al escuchar lo que ese tal Felipe Burgos acaba de decir. Carmen, se queda de una sola pieza para luego, salir discretamente de la oficina sin que yo se lo diga.

Me quedo en silencio un momento, tratando de buscar con mi mirada un parecido entre los dos pero, no sé si son mis ganas de negarlo todo o que en verdad no somos nada, lo que me hace no encontrar ni un rasgo que nos vincule. 

⎯¿Crees que te voy a creer? ⎯ le digo a Burgos ⎯crees que puedes venir con una historia así ante mí y sin prueba alguna.

⎯Somos medios hermanos y te lo puedo comprobar ⎯ habla firme, y de su bolso saca una foto para dármela. 

La tomo de inmediato con las manos y al voltearla, veo la imagen de un niño y a mi padre, sobre la cubierta de un barco y ambos sonriendo . La observo una y otra vez, viendo los detalles e imaginándome en qué momento esto pudo pasar. 

A caso mi madre sabía de esto, pienso. 

⎯Tu padre tuvo un amorío con mi madre, hace tiempo atrás. 

⎯Eso es evidente ⎯ respondo. 

⎯Mi madre mientras estuvo viva no dijo ni una palabra y, tu padre nos daba un dinero apropiado para que pudiésemos vivir tranquilos. Mi madre murió hace un año y yo, hace unos meses acabo de descubrir que mi padre era nadie más ni nadie menos que David Canarias Baez, el gran empresario y, que ahora tú eras el presidente de su empresa, mi medio hermano. 

Le regreso la foto ⎯ muy bonita historia, ahora, te puedes ir… dile a Carmen que te enseñe la puerta. 

Burgos me ve a los ojos y esboza una ligera mueca, al parecer mi respuesta no le ha agradado nada ⎯ ¿es en serio? 

⎯Muy en serio, estoy ocupado así que te pido con todo el respeto que te mereces, que te vayas, si no llamo a seguridad. 

Felipe Burgos en un movimiento, toma la foto y se sienta en una de las sillas que tengo en frente de mi escritorio. 

⎯Eres igual a nuestro padre. 

⎯¿Nuestro?, soy igual a mi padre ⎯ le digo, ⎯ mío y de nadie más. 

⎯Él también es mío y sé que me amaba. 

Me río, lo hago fuerte, haciendo que mi risa haga eco en las paredes de mi oficina ⎯¿te amaba?, ¿seguro que estás hablando del mismo padre? ⎯ pregunto. ⎯ Él solo se amaba a si mismo y posiblemente su empresa pero, ¿a ti?, no creo, ni siquiera amaba a tu madre estoy seguro, como sé que no amaba a la mía, así que te pido, no me vengas con tonterías, inventos y demás cosas, después de decirme que “eres mi medio hermano”, porque no, no lo eres. 

Felipe Burgos se levanta y da un manotazo sobre mi escritorio, expresando que el comentario que le acabo de decir le dolió ⎯ mi padre me amaba al igual que a mi madre y sé que parte de esta empresa me pertenece por ley. 

¿Pertenecerle por ley?, ¿qué se cree este idiota?, pienso para mis adentros. Entonces, me acerco a él, haciendo mi cuerpo hacia delante y quedando cerca de su rostro. Su mirada se cruza con la mía y, al parecer eso le ha puesto nervioso. 

⎯La empresa que yo manejo no tiene nada de “nuestro” padre ya, ¿entiendes? Él murió, y yo soy el heredero de este legado porque él mismo me lo dio. Si te hubiese querido te hubiese mencionado en el testamento pero, no fue así. Ni siquiera cometió el mínimo error de hacerlo, ¿comprendes?, porque no existías para él, eras un cero a la izquierda, así que no me vengas a hablar de cosas que “te pertenecen” cuando, en realidad no te pertenece nada… ¿entiendes?, nada. 

Burgos frunce el ceño y con la mano que tiene sobre la mesa, arruga la foto que me acaba de enseñar. Se levanta y con la mano libre, la lleva hacia mi pecho para empujarme lejos de su rostro ⎯no tienes idea de con quién te estas metiendo, verás de lo que soy capaz. 

⎯No te tengo miedo, fanfarrón. Haz lo que tengas que hacer pero, esta empresa es mía y solo mía, y de nadie más.

Él sonríe ⎯ tu ego es tan grande David Canarias que disfrutaré tanto viéndote caer. Disfrutaré viéndote arruinado, disfrutaré tanto cuando las cosas te salgan mal. Porque algo, algo te va a salir mal, no puedes tener todo bajo control. 

⎯¿Ya acabaste de humillarte? ⎯ le pregunto ⎯O, ¿piensas seguir?, porque tengo una cena en treinta minutos ⎯ le respondo. 

⎯Me volverás a ver y esta vez, no podrás correrme de aquí ⎯ me amenaza, para luego darse la vuelta y salir de la oficina a paso firme y veloz; escucho como azota la puerta con fuerza. 

Me quedo viendo la imagine y cuando sé que estoy solo, volteo a ver la pintura de mi familia que hay en uno de los muros y suspiro ⎯¿es en serio?, ¡otra familia! ⎯ le reclamo ⎯¡otra familia! 

Sin poder controlarme, lanzo el abre cartas que tengo sobre el escritorio, haciendo que éste rasgue parte de la pintura y luego caiga sobre el suelo. No puedo creer lo enojado que estoy, no sé si estoy furioso, enojado o herido. ¿Cómo se había atrevido mi padre a hacer esto?, a mí, me condenó por casarme con una mujer que no le convenía y, él, ¿tenía otra familia?.

⎯¡Cómo te atreves!, ¡cómo! ⎯ grito al cuadro. 

La mirada de mi padre, esa tan dura y áspera, se clava en la mía y solo puedo contener la rabia apretando un puño ⎯ ni siquiera muerto me puedes dejar en paz, ¿cierto? ⎯ pregunto al aire ⎯ vete de mí, vete de aquí… no te necesito, soy mejor que tú, mucho mejor que tú, y ni un hijo perdido ni nadie me va a quitar todo lo que he hecho, ¿entiendes?, primero tendrán que matarme antes de que yo ceda esta empresa. 

Entonces, voy por el abre cartas que acaba de caer al suelo, bajo la pesada pintura y, después de recargarla sobre la pared, comienzo a rasgarla con todas mis fuerzas mientras las lágrimas caen sobre mis mejillas. Son lágrimas de rabia, de traición pero a la vez de alivio. Me viene a la mente todo lo que ha sucedido, la muerte de mi hermana, de mi madre, la pérdida de mi mejor amigo, los abortos que Alegra ha tenido, todo, absolutamente todo. 

Cuando me doy cuenta la pintura, esa que llevaba años colgada en la oficina y que yo mismo traje de la oficina de Ibiza, se encuentra completamente destruída, rasgada por la rabia, la frustración y el dolor. Así que me pongo de pie, aviento el abre cartas hacia el suelo, y me limpio las lágrimas. Tomo mi abrigo y dando un respiro hondo, salgo de la oficina para encontrarme con Carmen quién, me espera asustada. 

⎯Señor Canarias… 

⎯Dile a limpieza que por favor saque y arroje esa pintura a la basura. ⎯ Hablo. 

⎯Sí, señor Canarias. 

⎯Y, contrate un fotógrafo profesional, sustituiré la pintura con una foto mía. 

⎯Sí, señor Canarias. 

⎯Y, quiero que me averigües todo sobre Felipe Burgos, todo lo que puedas…Buenas noches. 

⎯Buenas noches ⎯ responde tímida. 

Así, salgo de mi oficina para luego hacerlo del edificio y antes de subirme al auto, volteo a ver la entrada de esto que por tantos años me costó levantar y murmuro ⎯ soy David Canarias Donato y este es mi legado, nada me lo quitará ⎯ para luego subirme al auto. 

Alegra 

-Al día siguiente- 

La cena con David ayer por la noche fue de lo más entretenida. No solo estaba de excelente humor, si no que me platicó muchas ideas nuevas que tenía para la empresa, uno de ellas, cambiar el cuadro de su familia que tenía en la oficina y sustituirlo con una fotografía suya, lo que me pareció excelente. 

También sugirió que deberíamos hacernos una sesión de fotos profesional para actualizar la última foto que nos tomamos juntos y, en caso de tener alguna entrevista en conjunto, tuviésemos una foto que nos retratara como ahora nos vemos, felices y con un ligero brillo de triunfo en nosotros. 

Después, me cargó entre sus brazos y me llevó a la habitación para hacerme el amor, llenándome de besos y caricias que terminaron en un intercambio de placer que fue más allá de lo que pude imaginar. Se notaba más seguro y confiado que nunca. Podría decir que incluso con unas ganas desmedidas de estar conmigo que, no me quejo, me dejaron exhausta haciendo que cayera dormida; hoy por la mañana casi no me levanto para ir a mis clases. 

No cabe duda que tengo a mi lado un hombre que me ama y que siempre es fantástico y magnánimo. Siempre amándome sin medidas y procurándome en todos los sentidos. Si todo sale bien, el próximo año trataremos de tener un bebé y esta vez espero que si pueda desarrollarse y nacer, nada me haría más feliz que poder darle a David Canarias un hijo o hija, mitad él, mitad yo, con su mirada y su sonrisa… con todo lo bueno de los dos. 

Así, después de una noche maravillosa y de un despertar mágico, ahora tengo que cumplir un turno de veinticuatro horas en el hospital, atendiendo a los pequeños pacientes que están a mi cargo. Hoy, mi mejor compañía será el café, mis compañeros que les tocará el turno conmigo y posiblemente comida rápida y ligera que pueda comer en minutos, todo, menos los brazos de mi esposo, su voz hablándome al oído y esa sonrisa con la que me da los buenos días. 

⎯Esto llegó para tí ⎯ me dice Ana, la enfermera principal. 

Veo sobre su lugar un precioso ramo de flores y sonrío ⎯¿para mí? 

⎯Venga Alegra, todas sabemos que tu esposo siempre te envía flores cuando tienes turnos largos ⎯ habla Ana entre sonrisas. 

Tomo la tarjeta que trae y al voltear reconozco la hermosa letra de David ⎯ Para la alegría de mis días, espero tengas bonito turno. Tu David ⎯ leo en voz baja. Luego tomo una de las rosas rojas y las huelo ⎯¿Pueden decorar tu lugar hoy? ⎯ le pregunto a Ana y ella asiente.

⎯Alegrará a los pacientes ⎯ dice con una sonrisa. Tomo la rosa y la pongo dentro de la bolsa de mi bata ⎯ tu marido si que es romántico. 

⎯Lo es, ¿no es cierto? ⎯ pregunto y sonrío. 

En eso, uno de los camilleros se acerca a mí y se para a mi lado ⎯ Doctora Bustamante, hay alguien en la cafetería preguntando por usted. 

Volteo a ver a Ana y ella me sonríe ⎯¿Ah sí?

⎯Sí, es un hombre ⎯ menciona. 

⎯¿Mi esposo? ⎯ pregunto. 

⎯No sé, solo me preguntó por usted, le espera en la cafetería ⎯ responde, para luego irse de mi lado. 

Charlie es relativamente nuevo, así que no debe reconocer a David ya que todo lo conocen aquí en el hospital, no solo por ser mi esposo, si no por los múltiples donativos que ha hecho para el área de pediatría. 

Veo mi reloj de pulsera y me percato que mi descanso termina en diez minutos. Ana, toma mi mano y hace que la vea a los ojos ⎯ ve, yo te cubro. 

⎯¿En serio? ⎯ pregunto feliz. 

⎯Sí, sí, ve, agradécele por las flores. Si pasa algo te aviso de inmediato pero, por hoy, todo está tranquilo. 

⎯Gracias Ana ⎯ le agradezco, y sin que me diga dos veces, voy hacia el elevador para entrar en él. 

Después de presionar el botón donde se encuentra el nivel de la cafetería, reflejándome en los espejos del elevador, me suelto el cabello y lo acomodo sobre mis hombros. Tomo el brillo que traigo en la bolsa de mi pantalón y me lo pongo sobre los labios. 

⎯¡Dios, qué ojeras! ⎯ me quejo.

Las puertas del elevador se abren y yo salgo directo hacia la cafetería con una sonrisa en mis labios y tratando de arreglarme la bata ,que siento que ha quedado hecho un desastre después de la última intervención que tuve. Entro a la cafetería y veo las mesas vacías, busco con la mirada a David pero no lo encuentro. 

¿Se habrá ido ya?, pienso mientras sigo buscándolo. 

⎯Doctora Bustamante ⎯ escucho una voz detrás de mí que, de inmediato, hace que abra los ojos y la piel se me erice. Una voz de ultratumba, una voz que jamás pensé que escucharía en mi vida otra vez. Volteo lentamente, lo hago con el corazón latiendo a mil por hora, con las manos sudorosas, y con la respiración agitada sin que la pueda controlar. Cuando por fin quedo frente a él, mis ojos no pueden creer lo que ven, no lo pueden creer. 

⎯¿Pedro? ⎯ murmuro apenas. 

Él, me sonríe levemente ⎯ Hola Alegra, ¿me extrañaste? ⎯ me dice. 

Yo caigo desmayada sin poderlo evitar… 

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