Alegra

Siento los ojos tan pesados que no puedo abrirlos o más bien, no quiero comprobar que, lo que vi hace momentos era ese fantasma al que había enterrado hace tiempo atrás, al que dejé en el mar. Poco a poco voy recobrando los movimientos de mi cuerpo y, cuando tomo el valor, abro los ojos para encontrarme con la mirada de Pedro Montero, ese hombre que pensé estaba muerto. 

Asustada y aun impactada, me muevo para alejarme de sus brazos, esos que me arropan mientras estoy recostada sobre el suelo de lo que parece es alguna parte del jardín del hospital⎯ déjame ⎯ le pido. Y me levanto, para sentarme lejos de él. 

Pedro me ve a los ojos y juro que siento como un escalofrío recorre todo mi cuerpo ⎯¿estás bien? ⎯ me pregunta. 

Me quedo observándolo ⎯ no, esto no puede estar pasando ⎯ le murmuro. 

Pedro me sonríe ⎯ ¿esta es tu manera de recibirme después de tantos años, mi amor? ⎯ me pregunta. 

Me hago para atrás y me pongo de pie como puedo, siento un ligero mareo pero, me sobrepongo ⎯ no, no, tú estas muerto, yo vi la carta, yo lloré con tu madre, yo… ⎯ balbuceo más que hablar. 

¿Qué esperaba?, ¿qué corriera a sus brazos? 

Pedro niega con la cabeza ⎯ no estoy muerto, mi amor, mira, tócame ⎯ me pide, y estira el brazo para que lo haga. 

Niego con la cabeza. No puedo creer que esto esté pasando y, sobre todo, que no me sienta nada aliviada de verle, ni siquiera un poquito. Puedo sentir cómo ha cambiado, como su vibra es otra, como sus ojos expresan todo menos amor o cariño. 

⎯¿Qué haces aquí? ⎯ pregunto, con las lágrimas cayendo por mis mejillas y tratando de que él no se me acerque. 

Él mira hacia el jardín y sonríe ⎯ vine a visitar a la mujer de mis sueños, a la que me esperaba en Canaria, a la que me dijo que miraría todos los días al mar para esperar por mí, a eso vengo. ⎯ Pedro suspira, y luego saca un cigarro de la cajetilla que trae en el bolsillo del saco “formal”, que se ha puesto ⎯ a eso vengo, Alegra Bustamante o más bien, Alegra de Canarias.

Siento como pronuncia el apellido de David con una rabia que me asusta ⎯ no debes estar aquí, no puedes, no ⎯ sigo negándolo desesperada, sintiendo que me estoy volviendo loca. 

⎯¿Por qué no?, un hospital es un lugar para todos, ¿qué no? ⎯ me responde y luego echa una bocanada de humo. Pedro me vuelve a ver a los ojos ⎯ Alegra de Canarias, de Canarias. Esposa de uno de los empresarios más importantes de Madrid y posiblemente de España. No sabes la ilusión que me dio ver tu fotografía en ese periódico viejo. Cuando lo leí, no lo podía creer, mi prometida, la mujer por la que me había ido lejos a buscar una mejor vida, se había casado con otro, con otro ⎯ repite. 

⎯Tú moriste, yo lo leí, yo te esperé pero tú no volviste ⎯ hablo firme. 

Pedro avienta el cigarro y me toma del brazo tan fuerte para empujarme a un lugar lejos de la vista del público ⎯ ¡No morí!, ¡estoy aquí frente a ti!, ¡veme!, ¡veme! ⎯ me grita tan fuerte que hace que mi cuerpo se congele ⎯ viste la carta pero no viste mi cuerpo, pero, ¿sabes qué cuerpos no pude ver yo?, ¡los de mis padres! Mis padres murieron de tristeza unos meses después de que tú te largaste de ahí, y, yo no lo sabía… ¡no lo sabía! ⎯ me grita. 

⎯¡Pues esa no es mi culpa! ⎯ le grito. 

⎯Sí, si es tu culpa… y ¿sabes por qué? Porque tus hermanos fueron los que lo provocaron. 

⎯¿De qué estás hablando? ⎯ le pregunto, tratando de zafarme. 

Pedro me pega contra la pared y me ve a los ojos ⎯ ¿qué mente tan cruel puede hacer eso?, ¿a caso tenías tantas ganas de ser millonaria que lo permitiste? 

⎯¡De qué estás hablando! ⎯ le grito. 

Entonces en un arrebato, Pedro saca una hoja de su bolsillo y me la muestra cerca del rostro ⎯ de esto, de esta carta, donde le anuncian a mis padres que su hijo murió en el mar, que su hijo se fue… ¿sabes quién la escribió?, ¡sabes quién fue!, tus hermanos. 

⎯¿Qué? ⎯ pregunto impactada. 

⎯Así es… tus asquerosos hermanos Alegra Bustamante, ellos lo hicieron para que pudieras casarte con ese tal Canarias, ¿eh?, ¡esa era tu plan para zafarte de esto!

Con el cuerpo temblando, los ojos abiertos y atentos veo la carta. ¿Cómo pudieron hacer eso mis hermanos?, ¿cómo?, ¿cuál era el motivo?, ¿cómo es que pasó? Los ojos de Pedro, llenos de rabia no me dejan de mirar. Definitivamente el Pedro que yo conocí había muerto en altamar y éste, regresaba del mismo infierno para atormentarme. 

⎯Yo… ⎯ murmuro ⎯ yo no sabía. 

⎯Pues ahora ya lo sabes ⎯ me dice y se aleja de mí.⎯ Atente a las consecuencias, y cuidado si le dices a tu marido, porque te juro, que será peor⎯ me amenaza, apartándose de mi vista y dejándome en un colapso de nervios. 

¿Cómo es que un hombre que decía que me amaba puede ahora tratarme así? Tengo miedo, mucho miedo…y tengo el presentimiento de que esto no se termina aquí. 

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