Lila 

 Les traemos una noticia de última hora que ha conmocionado a la opinión pública. El empresario y millonario Deo Karagiannis ha sido detenido en Grecia bajo graves cargos. Según informes oficiales, Karagiannis enfrenta acusaciones de fraude, evasión de impuestos y, sorprendentemente, un cargo de asesinato de Hayat de Marruecos, que aún está bajo investigación.

Las autoridades han confirmado que se ha solicitado su extradición a Madrid, donde se espera que responda ante la justicia por estos graves delitos. Sin embargo, la situación de Karagiannis es aún más compleja, ya que se informa que su salud se encuentra en un estado delicado. Como resultado, se le mantendrá en prisión preventiva en un piso, donde se garantizará su atención médica adecuada.

Esta noticia ha generado conmoción en la comunidad empresarial y financiera, aunque no sabemos nada sobre la familia de Hayat. Estaremos atentos a cualquier desarrollo adicional en este caso.

El regreso de París fue rápido y bastante confuso. De pronto, todo se puso en automático e incluso nuestra cita en ese bello restaurante, se arruinó por completo. Le iba a reclamar a Moríns por haber llamado justo en ese momento. Sin embargo, al escuchar el nombre de la madre de Antonio, supe que debía ser comunicado de inmediato, aunque creo que Moríns no sabía eso. 

Salimos hoy por la mañana de París directo a Madrid, para solo dejar las cosas en el piso y tomar otro vuelo a Marruecos, a la casa de Antonio, dónde él sabía que estaban todas las respuestas. Sin embargo, tan solo llegar nos hemos encontrado con la prensa afuera, rodeando la puerta de la casa. Antonio no tiene respuestas, sus hermanas sí, o al menos eso piensa, mientras atravesamos el muro de personas y nos dirigimos hacia la entrada del patio principal. 

Me hubiese gustado conocer la casa de Antonio bajo otras circunstancias, porque es verdaderamente hermosa. La casa es grande, con amplios patios y jardines. Fuentes por donde alcanza la vista, y pasillos frescos que solo se acortan por las puertas de madera. Los grandes ventanales le dan luz a la casa, y adentro, todo parece sacado de una novela turca, con grandes arcos y decoraciones preciosas. Es una casa de en sueño, lástima que Antonio no lo vea como su hogar 

—Espérame aquí —me pide—, iré a buscar a mis hermanas. 

—Sí, claro —acepto, tomando mi bolso y colgándolo sobre mi hombro. 

—No es necesario. —Se escucha una voz. Y de inmediato sale Antonia, la hermana mayor de mi prometido, y nos echa su mirada fría y firme—. Al parecer, solo con las malas noticias te acercas a tu familia. 

—¿Lo sabías? —pregunta Antonio, sin dejarse llevar por el comentario venenoso—. Tú sabías que Karagiannis había matado a mi madre. 

—¿Tu madre? —pregunta, Antonia—. Tu madre fui yo, fue Ana, fuimos todas tus hermanas. Tú mismo no considerabas a tu madre, tu madre. 

—¡Basta! —grita Antonio, asustándome un poco—. Lo sabías, o no. 

—No. 

—No te creo —contesta, mientras la señala con el dedo—. No te creo nada. 

—Cree y haz lo que desees. ¿No se supone que esos fueron tus motivos para alejarte de la familia? 

Cierro el puño. Es evidente que la respuesta de Antonia no me agrada para nada, y que quisiera defender a Antonio de lo que ella dice. Sin embargo, sé que no es mi pelea y que Antonio sabe cómo responder ante eso. 

—Lo sabías —continúa Antonio—, por eso ni te inmutas con la noticia. 

—Nuestra madre murió hace más de veinte años, ¿crees que no lo superé? 

—¡Fue asesinada por Karagiannis!, ¡qué no lo entiendes! —expresa él, enojado—. Me dijeron que había muerto de una enfermedad. 

—A nosotros también. ¿Crees que esta noticia no nos sorprende?, ¡claro que lo hizo!, después de años sabiendo una versión, percatarnos de que hay otra fue triste. Pero no hay nada que podamos hacer. 

—¿Qué te parece averiguar lo que hizo Karagiannis?, ¿refundirlo en la cárcel?, ¿sacarle la verdad? 

—¿Para qué?, ¿eh? —dice ella, dando un intimidante paso hacia delante—. Dime para qué. Los Karagiannis nos han mantenido al filo durante años, ¡por fin somos libres!, ¡qué no ves! No sabemos quién hizo la acusación, ni por qué, pero Deo Karagiannis está en la cárcel, y eso nos alegra mucho. 

No puedo creer, ¿a caso dejarán todo esto así?, ¿no lucharán por saber qué pasó con su madre?, ¿los motivos de su muerte? 

Sé que no es lo debido, pero, tengo que contestar; debo respaldar a Antonio. 

—Entonces, ¿así será? —pregunto, y Antonia dirige su mirada a mí—. Alguien hace la denuncia anónima, no se molestan ni siquiera en averiguarlo, y le echan en cara a Antonio que lo quiera hacer, simplemente porque ¿ella no lo crio? 

Antonia suspira, y se dirige hacia mí. Sus pasos son firmes y pesados, llenos de decisión. Me quiere intimidar, pero no dejaré que lo haga. 

—Lila Canarias. Piensas que porque conociste a Antonio y tuviste una hija con él, sabes todo lo que pasa alrededor de nuestra familia. Pues bien, no lo conoces, así que por el simple hecho de ser la madre de mi sobrina, te lo explicaré. En esta casa las cosas no son color de rosa como en la tuya. Nos debemos a tradiciones que nos tienen amarrados desde que nacimos y estamos ligados a expectativas que si no cumplimos nos pueden causar una muerte en vida. De todas nosotras, solo dos las cumplieron y otras tres ni siquiera llegamos a alcanzarlas y una, murió dos veces: en vida, cuando nuestro padre la desheredó y la corrió de la casa y la segunda, cuando se quitó la vida. Desde que murió papá todo ha sido un desastre en esta familia. Hemos vivido la muerte de una hermana y el desprecio de nuestro único hermano al cual hemos querido siempre y el cual nos echó la culpa de algo que no hicimos. 

—Ana lo hizo —contesta Antonio, seguro. 

—¿De verdad?, ¿crees que tu hermana, la cual te adoraba y te hizo el anillo que ahora ella lleva, arruinó tu relación con ella?, ¿para qué?, ¿cuál crees que sería su principal motivo?, ¿a caso te pidió algo? —nos bombardea de preguntas. Después, vuelve a dirigirse a mí—. Los Karagiannis han sido una plaga que jamás hemos podido sacar de nuestra casa. Han estado aquí desde siempre, y sí, Lila Canarias, si de pronto lo meten a la cárcel por la acusación de matar a nuestra madre, y eso lo mantiene lejos de la familia, lejos de aquí, claro que no me importa averiguar por qué lo hizo, solo quiero que lo encuentren culpable y no lo dejen salir. Quiero vivir mi vida en paz. Es todo. 

Antonia me deja en silencio por lo que me acaba de decir. Sigo sin entender que no hará nada, pero sus razones son válidas. Al parecer, un héroe anónimo fue quien acusó Karagiannis y ella solo se encargará de que lo metan a la cárcel con las pruebas indicadas. 

—Si tú, Antonio, si quieres averiguar el porqué, estás en todo tu derecho. Solo te voy a pedir una cosa. Asegúrate de que Karagiannis no vuelva, que no se mete con nosotros y que al fin, después de años, nos deje en paz. 

—¿Estás segura de que nadie sabía lo de la muerte de mamá? 

—No. Nadie. Mamá estaba enferma, para nosotros fue algo natural que se fuera. Si Karagiannis provocó su muerte, nosotros no lo supimos, posiblemente solo quede en nuestro padre y nuestra madre. 

—Bien —expresa él. Antonio me toma de la mano, y se dirige hacia la entrada. Antes de salir, voltea a ver a Antonia—. No sé por qué dices que las desprecie, cuando les envío dinero todos los meses, a pesar de mis ausencias. 

Antonia suspira. 

—Y te lo agradezco. Pero al irte dejaste que el enemigo se apoderara de la casa. Estoy feliz de que ya no esté. 

Antonio y yo salimos por la puerta. Él no me dice nada, y así continúa hasta que subimos al avión de regreso a Madrid. Sé que está confundido, que lo que me dijo Antonia le ha dado nuevas razones para no confiar en nadie y que ahora desea con toda su alma saber el porqué murió su madre. 

—Sabes —me dice, mientras volamos el bonito y despejado cielo—. Desde que me enteré de lo de mi madre, no he dejado de pensar que tal vez pude haberla conocido. Que, tal vez, pude tener una mejor infancia. 

Tomo su mano. 

—Sé que te duele, y que te duele más que tu hermana no muestre interés. 

—La comprendo, ¿sabes? Antonia nos crio a todos y nunca tuvo espacio para hacer su vida. Todo lo que ella ama va en contra de lo que nos mostraron que es amor, y debe ser liberador saber que ya no se debe preocupar por Karagiannis, jamás le cayó bien, aunque defendía las ideas de nuestro padre. Decía que eso nos hacía sobrevivir. 

—A veces, para sobrevivir, se necesita hacer lo que no va con nuestros valores —comento, y él asiente. 

Antonio suspira. 

—Por meses ignoré a mis hermanas, y pensé que dándoles dinero todo estaría bien. Pero, al parecer, no fue así. 

—Una preocupación a la vez —le contesto, para después darle un beso sobre los labios—. Si quieres averiguar lo de Karagiannis. 

—Quiero averiguar todo… ¿Quién lo denunció?, ¿quién lo sabía?, y lo más importante, ¿por qué lo hizo?, ¿mi padre lo sabía? —inquiere, pero yo no tengo respuestas. Simplemente, me acurruco entre sus brazos y cierro los ojos. 

—Todo estará bien, te lo prometo. 

—Lo sé… —responde, y dirige su mirada hacia la ventana. 

El viaje fue largo y pesado, aunque solo duró dos horas. Lo fue, porque él y yo nos sentíamos ya agotados de viajar desde París, y porque Mena regresó con un ligero resfriado y estaba en casa de mi tía Ainhoa, siendo cuidada por ellos. Para mi fortuna, mi pediatra de cabecera la cuidaba y no tenía nada de qué preocuparme.

Después de la noticia, Moríns y Sila decidieron que lo mejor era que pasáramos la noche en el piso y que ellos cuidarían, así que mañana temprano iremos por ella y hoy descansaremos.

Subimos al elevador del edificio, con la sensación de alivio al saber que pronto estaríamos en casa, ansiosos por descansar y dejar atrás el cansancio del viaje. Antonio y yo intercambiamos miradas cansadas pero llenas de complicidad, compartiendo el deseo de una noche tranquila y reparadora.

—No cenaremos hoy, ¿verdad? —pregunta Antonio, con un bostezo escapándose de sus labios.

Asiento con la cabeza, sintiendo el peso del cansancio en mis párpados.

—No, directo a la cama —respondo, buscando su mano y entrelazando nuestros dedos.

El elevador se detiene en nuestro piso y las puertas se abren lentamente. Estamos a punto de salir cuando una figura familiar aparece en la entrada del pasillo. Es Théa, con una expresión de furia en el rostro.

Antes de que podamos reaccionar, Théa se acerca a Antonio con determinación y le suelta una bofetada resonante que hace eco en el espacio reducido del elevador.

—¡Cómo pudiste traicionarme así! —exclama, su voz cargada de indignación y dolor.

Antonio retrocede un paso, aturdido por el golpe repentino y las palabras acusadoras de Théa. Yo estoy paralizada, sin entender lo que está sucediendo. ¿Qué traición? ¿De qué está hablando Théa?, ¿qué es lo que acaba de suceder?

4 Responses

  1. Uffff estd capitulo me dejo mas preguntas que respuestas jejeje. Que paso con Thea? Y es verdad lo que dice Antonia, entonces quien es la mala de las hermanas de Antonio? O no fue ninguna? Quien ayudo a Cassandra? 😱😱😱😱😱

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