Théa 

La noche está fría como si supiese lo que está a punto de suceder. El auto va a una velocidad moderada hacia el piso de Antonio y tanto Cassandra como Nadja van en silencio; aunque ella parece que susurra una oración. 

Si no fuese porque estoy nerviosa y porque estoy rogando de que mi plan salga bien, al menos para Mena, le reclamaría a Nadja todo lo que ha hecho, le diría que tiene el corazón más frío que conozco y que espero que el peso de la ley y el desprecio de Antonio, caigan sobre ella. 

Sin embargo, guardo silencio, porque recuerdo que tengo el video de evidencia y que pronto saldrá a la luz todo, absolutamente todo; ahora también carga sobre su conciencia la idea del secuestro. 

Mientras noto que nos vamos acercando a la calle donde se encuentra el edificio, tomo con fuerza el brazalete, mi vida y la de Mena dependen de él, y no puedo perderlo, es nuestra única salida. 

El auto da la vuelta y se estaciona lejos de la puerta. Yo tomo un respiro y me tomo la mano con el brazalete. 

—Entra al piso y trae a la niña —me ordena Cassandra. Abro la puerta y bajo, sin embargo, antes de poner los pies sobre el asfalto, ella me detiene —. Sin trampas, Théa. No quieres saber lo que te pasará si me traicionas.

Peor que estar en manos de Chez, no lo creo, pienso. 

Asiento con la cabeza. Sé que tengo que hacerlo y no me gustaría, pero mejor que Mena esté entre mis brazos que en los de Cassandra. 

Ella es cruel. Creo que Dios lo sabe y por eso no le permitió ser madre. No le deseo esto a nadie, pero, a ella sí, creo que se lo merece.

Camino lentamente hacia la puerta del edificio, y el terror se apodera de mí cuando recuerdo un pequeño problema: el portero me conoce. 

—Señora Théa, me da gusto verla. 

—Igualmente.

—El señor Antonio y la señorita Lila no están —me advierte. 

—Lo sé. Vine por la niña. Me pido el señor que la llevara a casa de los Canarias. 

Hablo con calma, esperando que el portero me crea. Supongo que lo hizo porque me abre el acceso y me deja pasar al elevador. 

Cuando estoy dentro de él, suspiro. Sé que en ese momento pude decirle que esto era un secuestro y pedir ayuda, pero eso solo haría que las Karagiannis se salieran con la suya, y necesito tener evidencia. Quiero refundirlas en la cárcel. 

—Sigue el plan, solo sigue el plan —murmuro, mientras veo las cámaras del elevador. 

Todos, absolutamente todos sabrán que yo tomé a Mena, me encontraré tras la mira y posiblemente me tomen como cómplice. Una vez escuché que no son tus intenciones las que te definen, sino tus acciones. Supongo que esta acción definirá todo por completo. 

Llego, al fin, al nivel donde se encuentra el piso, y camino por el pasillo hasta llegar a la puerta. 

Con las llaves abro la puerta y noto que la luz de la sala está apagada, todo está en silencio, y no hay nadie a la mira. Atravieso la sala con cuidado, tratando de no hacer ruido. Antes de caminar hacia el pasillo de las habitaciones, tomo de la cocina un cuchillo pequeño, y lo guardo en mi abrigo. 

A paso lento, voy hacia la habitación de la niña que, para mi fortuna, tiene la puerta abierta y una pequeña luz en forma de estrella, encendida. Menita duerme de forma plácida, sin esperar nada de lo que viene. 

La tomo con todo y cobija, y la envuelvo con cuidado para que no se despierte. Mena se acomoda, al parecer, aún no reconoce que no es su madre quien la toma. 

—Te prometo que todo saldrá bien. Te lo prometo —murmuro. 

Salgo de la habitación. El pasillo aún está vacío, sin embargo, la puerta de la habitación de huéspedes se abre y noto la figura de una mujer. 

Mierda. 

—¿Quién eres? —me pregunta. Ve que tengo a la niña en brazos—. ¿Qué haces con la niña?

Saco, del abrigo, el cuchillo y la amenazo. 

—¡Métete a la habitación! —le grito. 

Ella da un paso hacia adelante, y yo vuelvo a mostrarle el cuchillo, de forma más amenazante. 

—¡Métete ya! —repito. Y hago mi cuerpo hacia adelante, obligándola a que vaya hacia atrás y entre a la habitación. Mis movimientos comienzan a despertar a la niña. Así que la pongo sobre el suelo y voy hacia la mujer, que comienza a llorar desesperada. 

—¿Qué pretendes hacer?, ¿te la vas a llevar?, ¿quién eres?, ¡qué quieres! —grita. 

Le cubro la boca y la miro a los ojos. 

—Cuando salga de aquí llamarás a Antonio o a Lila y les dirás lo que pasa. Cuando los tengas de frente, le pedirás que llamen a Pablo de inmediato, dile que es indispensable que esté aquí. INDISPENSABLE —remarco. 

Ella asiente. 

—La niña estará a salvo. Dile a Antonio que tan solo vea la señal, la siga. La vida de su hija y las respuestas que necesita, dependen de eso. 

—Sí, sí —habla nerviosa. 

Voy hacia la puerta de la habitación y la cierro de un portazo. Pongo una de las sillas que están en el corredor, justo a tiempo. Puedo escuchar cómo ella trata de abrir. 

Vuelvo a tomar a Mena del suelo y la arrullo. Antes de salir, pongo el brazalete en la pierna y lo aseguro. Todo tiene que salir bien, debe salir bien. En cuanto me subo al auto, presiono el botón de auxilio. 

*** 

El regreso a casa de Chez fue bastante tenso. Para este momento, seguro que Antonio y Lila ya saben lo del secuestro y estarán llamando a las autoridades. Estoy nerviosa, todavía no sé qué pasará con Mena, pero mientras sea yo quien la tenga entre sus brazos, todo estará bien. 

Para mi fortuna, la niña todavía no se despierta, así que está tranquila. Puedo ver cómo Cassandra y Atenea hablan y cómo Chez no me quita la vista de encima. Nadja no está, al parecer, tiene otra participación en el plan.

—Mañana por la mañana pediremos el rescate de la niña —habla, Cassandra—, y pediremos que lo deposite en la cuenta de Théa. 

—¿Cómo? —pregunto, bastante sorprendida. 

—Sí, mis cuentas están congeladas. Tú secuestraste a la niña, tú conseguirás el dinero. 

—Pero… 

—¿Crees que tu participación terminó?, pues no. Tú te quedarás lidiando la situación, mientras nosotras nos vamos de aquí, y Nadja se lleva a la niña. Nadie sospecha de nosotras, así que será fácil zafarnos. 

—No. No harán pasar esto como mi idea —refuto. 

Cassandra se acerca a nosotras. 

—Eso te pasa por andar de entrometida. Así, qué hora, estás son las consecuencias. 

La puerta de la casa se abre y de inmediato entra Nadja. 

—Todo está listo —comunica, y se limpia las lágrimas del rostro. 

—¡Al fin! —expresa Cassandra—. Pero ya deja de llorar, ¿quieres?, estoy cansada de tus lágrimas. Esto no pasaría si hubieses tenido el dinero que te pedí. Si no hubieses llevado a mi familia a la desgracia. Así que, basta de llorar, es hora de actuar. —Voltea a verme—. Dale a la niña. 

—¡No! —defiendo—. Yo la llevo, te lo pido. 

Un miedo se apodera de mí. El miedo de que todo salga mal y que Mena desaparezca. 

—¡Que se la des!, Chez tiene otros planes contigo. 

—¡No!, te lo pido. Déjame que la lleve yo. Así irá tranquila, y no llorará. Nadie sospechará de nada. Te lo pido. 

Aprieto a Mena con fuerza, lo que provoca que se despierte y, al no reconocer, comience a llorar. 

—Shhh, shhh, shhh —la consuelo, mientras la meso para arrullarla. 

Cassandra me toma del brazo. 

—Vamos. 

—No, no, no… ese no era el trato —interrumpe, Chez, y me jala hacia él. Tomo con fuerza a Mena, quien no logra tranquilizarse. 

—Chez. Sabes que tendrás a Théa. Nosotros no la queremos, pero, no tengo paciencia para tranquilizar a la niña. Además, es mejor que la atrapen a ella con la niña entre sus brazos, que a nosotros. 

—Yo ya tengo todo preparado para salir del país. El avión espera —contesta él. 

—Pues que espere dos minutos más —habla Cassandra—. Vámonos. 

Camino junto con Cassandra llevando a la niña en brazos. Nadja se sube a la camioneta, y yo estoy a punto de dar el paso, cuando siento que Chez me toma y me jala hacia él. Me arrebata a Mena. 

—¡Nadie hace esperar a Chez! 

—¡No! —grito, mientras veo cómo Nadja toma a la niña entre sus manos—. ¡No!, Menita. 

La niña sigue llorando, mientras la puerta de la camioneta se cierra. El chofer acelera y yo, solo veo cómo se aleja. 

Espero que sirva ese GPS, Pablo, pienso. 

Creo que el plan no salió como esperaba. Chez me toma del brazo y me jala para llevarme a la camioneta que está atrás. 

—¡Vámonos!, tú y yo tenemos un viaje largo por hacer. —Y con todas sus fuerzas me mete a la camioneta. 

7 Responses

  1. Ay Dios mio. Quedé con el Jesus en la boca, como los odio. Por Dios. Y esa Nadja llorando? Ay que descaro, si ha sido la autora de muchas cosas y lo de Mena fue idea de ella. Y ese Chez, jum, tienen q torturarlo, que lo violen y castren. Y a esas viejas tambien que las violen (perdón me sali de control) jajajaja, ole ni porq esa Nadja tenga hijos, siendo madre como hace eso. Desgraciada.

  2. Hya no menita…..ojala no se den cuenta del gps…….y espero no le pase nada malo a thea.
    Ojala ya sea el final de esas arpias

  3. Pobre Thea, tanta angustia, tanta vida llena de tropiezos, maltratos y dolor.
    Siempre que llovió, paró. Ya llega la calma, ya casi.

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