Antonio 

—¿Podría describir de nuevo a la bebé? —nos pregunta de nuevo el policía de la guardia civil. 

—Ya lo hice millones de veces —responde Lila, entre lágrimas—. Mientras estoy repitiendo esta información, posiblemente mi hija pueda estar muy lejos con su captora. 

—Lo entiendo. Sin embargo, para lanzar la alerta de desaparición de menor, debemos asegurarnos de tener todos los detalles. 

—No entiendo qué más detalles quieren, se los he dado todos, ¿qué no comprenden? Por qué no mejor me pregunta más sobre su captora, sobre Théa Karagiannis. 

—La señora Théa, ¿qué relación tiene con ustedes? —continúa el interrogatorio. 

—Es mi exesposa —respondo. 

El guardia anota eso en la libreta. 

—¿Qué motivos creen que haya llevado a Théa Karagiannis para secuestrar a su hija? 

Me quedo en silencio, en realidad, no creo que Théa haya tenido motivos para hacerlo. No creo que una pelea, la que tuvimos hace días, haya disparado el hecho de secuestrar a Mena. 

—Me amenazó hace dos días. Estaba muy molesta por el robo de unos papeles, y vino a echarle la culpa a mi novio. —Lila voltea a ver a su madre y ella la abraza. 

—¿Qué tipo de amenaza fue?, ¿mencionó algo de la niña? 

—No mencionó nada de Mena, pero me dijo que ojalá que a mí me pasara una injusticia. 

El guardia sigue apuntando todo, mientras en la otra habitación y, aparte, entrevistan a Rosa que aún sigue en shock por la situación. 

Repito los videos de las cámaras, una y otra vez, y no puedo creer que Théa haya hecho esto. ¿Por qué lo hizo y para qué? No entiendo qué busca con este secuestro, ¿dinero?, ya tiene mucho, yo mismo se lo di. Entonces, ¿solo es para hacernos sufrir?

La puerta de la habitación se abre y el compañero del policía que nos entrevista sale de ahí. 

—Me dijo que hay que llamar a un tal Pablo. 

—¿Pablo? —pronuncia Lila. 

—Sí, ¿lo conocen?

—Es amigo de la familia —responde Luz.

—Pues la persona que se llevó a la niña, insistió en que lo llamaran. 

—No nos dijo nada Rosa cuando llegamos. 

—Supongo que se encontraba en shock, pero ahora lo recuerda todo. ¿Sabe cómo podemos contactarlo? 

—Pues… 

Sin embargo, como si el destino estuviese escuchando la conversación, Pablo entrar por la puerta del piso que, en este momento, se encuentra acordonada. 

—Es él —habla Lila. 

—¡Qué hiciste con mi hija, desgraciado! —exclamo en un arrebato de ira. Porque solo de pensar que ellos dos pueden ser cómplices, me irrita. 

—Relájate, Antonio —me pide Moríns, quien ha estado haciendo llamadas y coordinando, junto con María Julia, la búsqueda de mi hija. 

Los brazos de David Tristán me impiden que lo alcance y me vaya a los golpes. 

—¿Qué es lo que pasa aquí? —pregunta Pablo, como si no supiese nada. 

—Mejor dímelo tú. ¡Cómo te atreves a venir después de ser cómplice del secuestro de mi hija! —le reclamo. 

Pablo ponte un rostro de sorpresa, que es tan real, que juro que no sabe nada. 

—¿Cómo que Mena está secuestrada? —pregunta. 

Lila se acerca a él dejándose llevar por los reclamos y las culpas. 

—No sé qué te hicimos, Pablo y menos a Théa, pero, ¿por qué secuestraron a mi hija?, ella, qué culpa tiene. 

—¡Yo no secuestré a tu hija y menos Théa! —asegura Pablo. 

—Entonces, ¿esto qué significa? —habla uno de los policías para, después, mostrarles el video de Théa saliendo con la niña en brazos. 

—¿Entonces? —pregunto, mientras lo veo a los ojos; Pablo no me dice nada. 

—Señor, tendrá que acompañarme a la comisaría… 

—¡No! —ruega Pablo—. Sé que ella es inocente, yo también lo soy. Théa no sé por qué motivos lo hizo, pero les juro que ella no tuvo la intención. Lleva días dos días desaparecida. No contesta mis llamadas, por eso vine acá a preguntar si sabían de ella. Les pido. 

—¡Claro que lleva días desaparecida!, porque estaba planeado el secuestro de mi hija. Uno que estoy seguro, tú sabías por qué Théa pidió exclusivamente que te llamáramos a ti. —finalizo. 

Pablo, que está tratando de soltarse del policía, me encara. 

—No puedo creer que pienses que Théa te pudo hacer algo así, cuando sabes que ella te apoyó en todo momento. Ponte a pensar mejor, Antonio y tú también Lila. Si hubiese querido secuestrar a la niña, no lo hubiese hecho tan descaradamente. Ella quería que la vieran por alguna razón. Si hablo y pidió que me contactaran es por algo… ¡Ella también está en peligro!

—¡Peligro de qué! —grita Lila. —Dime, en qué tipo de peligro deba estar como para secuestrar a mi niña. 

Pablo guarda silencio por un instante y, después, pronuncia: 

—Tal vez trata de evitar un desastre mayor. Tal vez, los verdaderos secuestradores iban a hacer algo peor, y ella lo hizo para protegerla. 

—¡Qué absurdo eres! —grito. 

—Tal vez fueron los Karagiannis los que se lo pidieron —agrega. 

—Los Karagiannis no saben que tenemos una hija. Si la secuestraron es porque Théa se los dijo —respondo—. Además, tengo entendido que ellas no están aquí. 

Pablo niega con la cabeza. 

—No. Yo meto las manos al fuego por Théa, y confío en su inocencia. Sé que ella no lo hizo. 

Todos observamos a Pablo con detenimiento, sorprendiéndonos por su fortaleza y fidelidad. Él cree firmemente en la inocencia de Théa, a pesar de ver los videos; supongo que el amor nos hace creer todo tipo de cosas. 

—Llevaremos al señor a la comisaría para entrevistarlo. 

—Yo voy con él. —Moríns, se pone de pie. 

—¿Cómo? —pregunto, sintiéndome por un minuto traicionado. 

—Conozco a Pablo desde hace años. Es amigo de la familia y creo en lo que dice. Lo acompañaré. 

Noto como a Pablo lo llevan fuera del piso, y a Moríns siguiéndolo.  Volvernos a quedarnos solo Luz, Lila, Tristán y yo. 

—Y, ¿ahora? —pregunto. 

—Mandaremos la descripción de su hija, para que hagan un retrato y podamos difundirlo. También, si nos dan fotos de ella, las podríamos usar para comenzar a buscarla.

—¿Es todo? —pregunta Lila—. Una foto, un retrato y, ¿ya? No piensan cerrar los aeropuertos, la estación del tren, no sé, buscar en otro lado que no sea la ciudad. 

 —Los protocolos son así. Lo siento señora. Solo queda esperar. 

—¡Esperar! —grita Lila. 

Ella cierra el puño llena de furia. 

—¡Qué vamos a esperar!, es una incompetencia de su parte. 

—No podemos esperar —agrego—, nuestra hija tiene apenas meses de vida. No sabe defenderse, no sabe dónde va, ¡podríamos perderla! 

—Lo sé. Activaremos la alerta cuando pase el tiempo debido. 

—¡Tiempo debido! —reclama, Lila. 

—Se lo pido —interrumpe Luz—. Mi nieta es muy pequeña. ¿No podrían hacer algo para activarla antes? 

El policía asiente. 

—Trataré. Nos mantendremos en contacto. 

Sin decir ni una palabra más, los policías salen del piso dejándonos solos. En cuánto cierran la puerta, Lila se suelta a llorar. Su madre la consuela. 

—Va a estar bien, ten fe —le pide—. Sé que estás asustada, pero confía en que todo estará bien. Tu tía Julie ya está moviendo sus contactos y tu padre los suyos. Verás que la encontramos. 

No sé si el consuelo de Luz sirva para Lila, pero noto como asiente con la cabeza y luego se refugia en sus brazos. Rosa, quien ha estado muy callada, no retira la vista del suelo. 

—¿Cómo es que pasó esto? —pregunta Tristán—. Théa, no se veía como una persona que secuestrara a una bebé. 

—Yo tampoco —responde Rosa—. En realidad, ella se veía más asustada que decidida. Incluso me dijo que siguiera la señal. 

—¿La señal?, ¿qué señal? —pregunto. 

—No sé, dijo que a la señal. Supongo que se revelará pronto. Dijo que cuando la sigas encontrarás más respuestas de las que deseas. 

Suspiro. No puedo creer que Théa haya dicho esa tontería, justo cuando secuestraba a mi hija. Voy hacia Lila, y le tomo entre mis brazos. 

—Esperamos al amanecer y, después, saldremos nosotros a buscarle, ¿te parece? 

—Sí. Me parece. 

Nos quedamos en un silencio profundo, y mi mente repite lo que Pablo dijo… ¿Y si fueran los Karagiannis? 

A primera hora es dónde iremos a buscar. 

Pablo

Nunca había estado en la cárcel y hoy, mientras me encontraba en el bar, nunca pensé que terminaría aquí. El interrogatorio fue en realidad muy largo. Uno donde dos policías hacían su papel, donde trataban de quebrarme para admitir algo que no hice, donde querían que les dijera dónde están Mena y Théa, pero, no lo sé. Si fui al piso de Antonio fue por desesperación, porque no sé dónde está y pensé que él podría darme una señal. 

Sin embargo, terminé tras las rejas, alejado de todas las noticias y siendo presunto cómplice de un secuestro; creo que estoy en problemas. Sé que mencioné que Théa parecía perder la cordura por lo de Chez, pero nunca pensé que podría estar involucrada en algo así. Estoy seguro que hay algo de fondo, algo que la obligó a tomar esa decisión. Sospecho que va más allá de un simple rapto. 

—¿Pablo Estévez? —escucho mi nombre, mientras me encuentro en una de las celdas. El guardia se acerca e inserta la llave para abrir la puerta—. Eres libre. Pagaron tu fianza, y los testigos vinieron a corroborar tus cuartadas. 

—Gracias —respondo. 

Sigo al guardia a paso lento, hasta salir a las oficinas y ver a Moríns, mi padre y Cairo esperando por mí. La mirada de mi padre lo dice todo: decepción total. 

—Aquí te lo dejo, Moríns —habla el policía—. Al parecer, tu familia se mete en muchos problemas. 

—Por eso es que soy abogado. Ellos pagan el colegio de mis hijos —bromea. El policía le esconde con una risa. Cuando se aleja, él se acerca a mí—. Eres libre pero no puedes salir del país hasta que se compruebe que eres inocente. Seguro te estarán investigando. 

—Bien, porque no tengo nada que esconder —hablo con firmeza. 

Mi padre se acerca a mí y me abraza. 

—Hijo, ¿estás bien? Tu madre está desesperada en casa, me ha marcado como mil veces. 

—Estoy bien —suspiro—. Lo siento, nunca pensé que estaría involucrado en una situación así. 

—Ni nosotros. Pero lo discutiremos en la casa, vámonos. 

Volteo a ver a Cairo, que en este momento trae una cara de pocos amigos. 

—¿Qué pasa? —le pregunto. 

—Es que Pablo… pude hacer más. 

—¿Hacer qué? —inquiero. 

—Cairo fue quien le dijo a la policía que tu versión de los hechos era correcta. 

—Sí, es que también les dije que Théa no era así. Que hace dos días que la llevé a casa de Chez… 

—¡A CASA DE CHEZ! —expreso. Y un miedo me invade por dentro—. ¡Por qué no me lo dijiste! 

—Es que… ella me lo pidió. Iba por sus papeles, tenía un plan… 

—¡Esa alarma otra vez! —expresa Moríns, y saca de su pantalón mi móvil. Yo se lo di antes de entrar a la celda—. Esta alarma me vuelve loco desde hace horas. Suena y suena y no la puedo apagar. 

Entonces, tomo el móvil y al desbloquearlo, noto que es la alarma del brazalete de Théa. La aplicación me muestra cómo se va moviendo, y hacia dónde se dirige. 

—¡Es Théa! —expreso. 

—¿Cómo qué Théa? 

—Ella tiene un brazalete con un GPS que me indica dónde va… 

—¡Guau!, ¿eso no se te hace muy tóxico? —pregunta Moríns. 

—No cuando la mujer que amas es acosada constantemente por un hombre desalmado —contesto. Veo cómo se mueve, y por la velocidad, sospecho que va en un auto—. Llama a Antonio. 

—¿Qué? —pregunta Moríns. 

—Llama a Antonio, sospecho que Mena está con ella, y si mi sentido de ubicación no falla, van hacia el aeropuerto. Chez las va a sacar del país —expreso con temor. Mientras mis ojos no se apartan de aquella pequeña señal. 

6 Responses

  1. Ay pobre Pablo todo lo que les ha tocado, ver en su padre decepcion sin ser culpable, ppr eso pienso que Pablo y Thea no se merecen mas dolor ni sufrimiento ni tragedias ni pruebas. Ya se merecen es vivir su amor libre. Y esperemos que funcione lo de la señal. 🙏🙏🙏🙏🙏

  2. Que sigana señal y encuentren rápido a Menita y a Thea 🥺🙏🏻🙏🏻🙏🏻🙏🏻🙏🏻

  3. Ojalá que lleguen a tiempo y puedan salvar a menita y a thea de todo lo malo que les quieren hacer

  4. ¡Qué fácil echarle la culpa a quienes más les ayudaron! Mal por Lila y Antonio…

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