Lila

El sol está a punto de salir, y un nuevo día se está asomando. Sin embargo, no importa si ya es un nuevo día, al parecer, los problemas no dejan de perseguirnos, pero ahora, en otro continente. 

Mi padre recibió una llamada, donde le avisaron que Karl Johansson, el novio de mi hermana, había tenido un accidente fatal, y ahora se encuentra debatiéndose entre la vida y la muerte en un hospital en Nueva York. Así que ha tomado sus cosas y ha viajado expresamente hacia allá para acompañar a mi hermana, dividiendo el apoyo parental en dos; ahora tengo dos preocupaciones, aunque mi pequeña es prioridad. 

Le iba a llamar a mi hermana para informarle del asunto de Mena, y para decirle que estoy con ella desde lejos. Sin embargo, mis padres me dijeron que no, que no revolviéramos ambas situaciones, porque la angustia se haría mayor; ya ellos tienen suficiente con estar angustiados el doble. 

Aun así, no dejo de pensar en ella. Mi hermana podría quedar viuda, prácticamente, con dos niños pequeñitos, y su vida cambiaría para siempre; al igual que la mía si no encontramos a Menita. ¿De cuándo acá todo se convirtió en un caos? 

—¿Estás bien? —le pregunto a mi madre, quien está sentada en el sofá junto con mi hermano, que la está tomando de la mano y la tranquiliza. 

—Me siento una madre terrible —contesta—. No puedo estar con mi otra hija en estos momentos y tampoco estoy al cien por ciento presente aquí contigo por estar pensando en la situación de Alegra. Si Karl fallece, no estaré ahí para consolar a Alegra y, si Mena aparece, no estaré aquí para compartir tu alegría al cien por ciento. 

—¿Bromeas? —pregunta David—. Eres la mejor de las madres. No importa dónde estés o cómo te sientas, siempre nos ayudas y consuelas. Que seas mamá no quiere decir que puedas controlar lo incontrolable. ¿Qué ibas a saber tú sobre el accidente de Karl o que Théa se llevaría a Mena? Te preocupas por ambas, y eso te hace muy buena madre. 

Mi madre sonríe y yo, logró dibujar una sonrisa. Me acerco a ella y la abrazo. 

—David tiene razón. No te sientas mal por preocuparte por ambas. Las dos situaciones son muy importantes. Es como si Sila se sintiera culpable porque no está aquí con nosotras y está en su casa cuidando a sus hijos. Sé que está preocupada, y sé que quisiera estar aquí. 

Mi madre suspira. 

—Lo peor que me puede pasar es verlos así, sufriendo. —Mi madre acaricia la mejilla de Tristán—. Solo quiero lo mejor para ustedes, pero el mundo se empeña en hacer el trabajo más complicado. 

—Tú eres lo mejor para nosotros, y tu trabajo es increíble Ma. Somos quienes somos gracias a ti y un poco se lo debemos al otro adulto que nos crió. 

Mi mamá se ríe bajito, pero luego reclama: 

—Tristán, no seas grosero con tu padre. Él también hace un trabajo excepcional. 

—Lo sé, era broma para hacerte reír. 

En ese instante, el móvil de Antonio suena y todos nos alteramos. Me acerco a él corriendo, y al notar el número de Moríns, mi cuerpo se altera. ¿Qué tal si encontró algo?, ¿qué tal si ya tiene noticias de mi hija? 

—Conteste —le dice uno de los policías que llegó hace unas horas. 

—¿Diga? 

—¡Van a sacar a la niña del país! —grita, mientras se escucha que alguien va manejando a toda velocidad. 

—¿Cómo? —pregunta Antonio. 

—A la niña, ¡la van a sacar del país!, la están llevando directo al aeropuerto. Ustedes están más cerca, ¡vayan! —grita. 

Antonio toma las llaves del auto y luego me toma la mano. 

—¡Llame a las autoridades! —grita mi madre, al policía. 

El hombre ya está en la radio reportando lo que acaba de suceder. Rosa y David se alteran, y también quieren salir corriendo, pero, él las detiene. 

—Los esperamos aquí, cualquier noticia estamos al pendiente —habla mi hermano—. No creo que sirva de mucho ir todos. 

—Bien… —expreso. 

Así, sigo a Antonio, que aún tiene la llamada con Moríns en alta voz. 

—¿Cómo saben que las llevan al aeropuerto? —inquiere. 

—Pablo tiene en su móvil una aplicación que le indica con una señal dónde se encuentra Théa. Lo hizo porque Chez la perseguía mucho y necesitaba saber dónde estaba en caso de pedir ayuda. 

Sigan la señal, recuerdo las palabras de Rosa, y, de pronto, le creo a Théa. Ahora sé que hay algo más detrás del secuestro de mi hija. Ambos llegamos al auto de Antonio, abre las puertas y yo me subo en el asiento de copiloto. 

En este instante no hay tiempo de modales de buena etiqueta, la vida de nuestra hija está en peligro y es preciso que arranquemos lo más rápido posible. 

Antonio lo hace y, en seguida, salimos del estacionamiento con un rechinar de llantas y nos incorporamos a la calle. Él comienza a manejar a toda velocidad por las calles casi vacías del Madrid, tocando el claxon a cualquiera que ose atravesarse o bloquear nuestro camino. 

Le diría que tuviese cuidado, pero sé que cada segundo que pasa nuestra hija se encuentra lejos de nosotros y es indispensable que ella regrese. 

—¿Ustedes por dónde van? —pregunta Antonio, porque ha puesto la llamada en las bocinas del auto. 

—No tan cerca. El tráfico comienza a hacerse debido a que las personas salen para trabajar. Tratamos de evitar quedar atrapados en el tráfico. 

—¡Muévete imbécil! —Se escucha la voz de una persona atrás. Si mi memoria no me falla, es la voz de Ben, el papá de Pablo. 

—Es necesario que alguien llegue —habla Moríns. 

—La policía también ya está avisada —le digo a Moríns, mientras me muevo de un lado para el otro debido a los volantazos que está dando Antonio. 

—Nosotros también dimos paso a las autoridades, así que en cualquier momento podremos ver la movilización de las patrullas —continúa Moríns. 

Sé que Pablo está en al auto, pero, no quiere dirigirnos la palabra. Sé que está molesto con nosotros y sospecho que nuestro trato no será el mismo después de que esto pase. No obstante, debe entender, las pruebas estaban ahí y Théa fue la que salió en los videos. 

—¿Pablo? —pregunto. Él no me responde—. Nunca debí dudar de ti, nunca debí pensar que me traicionarían así. Discúlpame. 

No hay respuesta. 

Las llantas del auto rechinan cuando Antonio da una vuelta en una calle para tomar un atajo y evitar el tráfico. Esto parece la persecución típica de películas de acción, donde la vida depende de qué tan rápido llegues. 

—¿Sigue rumbo al aeropuerto? —pregunta Antonio. 

—Sí. No ha cambiado —confirma Moríns. 

—Dime exactamente en qué parte del aeropuerto, para poder llegar —le pide. 

—Sospecho que será en el hangar de los aviones privados. Si la está sacando Chez, seguro utilizará métodos poco convencionales para pasar a la niña y sacarla del país —explica Moríns. 

—Bien… bien. 

Otro volantazo hace que Antonio entre directo a la calle principal que nos sacará al aeropuerto. El tráfico se hace cada vez más pesado, pero él logra esquivar a los autos sin cometer un error. Viene tan concentrado que puedo ver su mirada verde enfocada en el vidrio del parabrisas.

De pronto, escuchamos el ruido de las sirenas y, al voltear, noto que viene cuatro patrullas detrás de nosotros. 

—¡Ya vienen! —exclamo esperanzada, porque de pronto siento que si lo lograremos, y que Mena estará a salvo. 

—¡¿Siguen con rumbo al aeropuerto?! —pregunta Antonio. 

—Sí —responde Moríns. 

La voz de Pablo se escucha al fondo cuando le pide a un auto que se mueva. 

Antonio sigue manejando como loco, tocado el claxon y esquivando los autos. No sé a cuántos kilómetros por hora va, y no quiero saber. Siento que si veo el kilometraje otro tipo de pensamientos vendrán a mi mente. 

—¡Se detuvieron! —grita Moríns. 

—¡Llegaron!, ¡ya llegaron! — expreso, asustada de nuevo. Si es un avión privado, el abordaje será más rápido que el de un avión comercial.

Las patrullas nos rebasan. 

—Cortaré unos minutos. —Escuchamos la voz de Moríns. 

—¡No, Moríns! —grito. 

De pronto la llamada se corta y solo veo cómo cambia la pantalla a una fotografía de Mena recién nacida y a Antonio tomándola en sus brazos.

Mi hija no puede vivir esto, no, tengo que prohibirlo. 

Momentos después, el móvil vuelve a sonar y veo el nombre de Moríns en la pantalla. Tomo la llamada. 

—Listo. La policía hablará al aeropuerto y pondrá alerta máxima. También prohibirán los despegues en los aeródromos.

Antonio no responde, sigue concentrado en el camino. No sé qué es lo que pasa por su mente, pero sé que tenemos la misma intención, recuperar a nuestra hija. 

—¡Vamos! —grita Ben, el papá de Pablo. 

—Ya llegamos —anuncia Antonio. Veo a lo lejos la llegada al aeródromo y un avión en medio de la pista. 

—¡Creo que van a despegar! —le comunico. 

—Despegarán sobre mi cadáver —me avisa, para dar un volantazo y entrar por la parte de la pista. 

Para nuestra fortuna, los policías nos han rebasado, por lo que logramos entrar sin ninguna restricción. 

Antonio entra a la pista y lleva al auto hasta el frente del avión. Se detiene, y ambos bajamos rápido para correr hacia donde está la puerta del avión, que se encuentra completamente detenido. 

—¡Abra la compuerta! —grita el policía. 

El piloto, quien está algo confundido, asiente con la cabeza y en seguida la compuerta del avión se abre. Ambos queremos subir corriendo, pero el agente nos lo prohíbe. 

—No, lo haremos nosotros. No sabemos qué esté pasando arriba.

Tres antes suben mostrando sus armas y placas. Antonio y yo nos quedamos abajo, expectantes por lo que está a punto de pasar. Se escuchan unos gritos a lo lejos, y, enseguida, vemos a dos sobre cargos que bajan del avión con las manos en alto. 

—¡Déjenlas bajar! —grita el agente. 

Antonio no puede esperar más. Me suelta de la mano y sube los primeros dos escalones, cuando un Agente aparece en la puerta con la cobija que le tejí a Mena en sus brazos. Dentro de ella, envuelta, se encuentra mi hija en llanto, que me quiebra por dentro. 

—¡Ximena! —grito, y haciendo a un lado a Antonio y subiendo las escaleras para tomarla entre mis brazos. Descubro su rostro y al notar su rostro le doy un beso sobre la frente—. Hija mía, ¡ya estás a salvo! —le digo. 

No puedo evitar llorar, así que lo hago pegando mi rostro al suyo, para luego sentir los brazos de Antonio rodeándome. 

—¡Hija, ya estás a salvo! —le dice, mientras las lágrimas corren por sus mejillas. 

La ambulancia entra a la pista, y de pronto, todo se hace un caos al rededor. Sin embargo, Théa no baja del avión, ni se nota movimiento dentro de este mismo. Momentos después, el auto del padre de Pablo entra a la pista y ellos se bajan de inmediato para saber si todo está bien. 

—¡Menita está bien! —expreso, llena de alegría. 

Pablo se acerca, con un rostro serio y concentrado y ve hacia arriba de las escaleras. Théa no baja. 

—¿Qué es esto? —pregunto, cuando entre las ropas veo un brazalete atado a ella. 

—¡El brazalete de Théa! —expresa, Pablo, y lo toma entre sus manos—. Le puso el brazalete a Mena para que la encontraran, entonces… —Y voltea hacia la puerta del avión esperando alguna noticia. Momentos después, todas nuestras miradas se posan en ese punto, y vemos a Cassandra Karagiannis bajar del avión, con las manos esposadas y la cabeza baja. 

—¡Cassandra! —expreso. 

Ella voltea a verme y siento su mirada fría. Después me da una ligera sonrisa, como si supiera que se saldrá con la suya. En seguida, sale Atenea. Que igual tiene una expresión de orgullo, como si no se arrepintiera de lo que hizo. 

—Théa no pudo coludirse con ellas —murmura Pablo, seguro de que ella es una víctima más. 

—Señor de Marruecos. —Escuchamos la voz del agente. Antonio se separa de nosotras y camina hacia donde se encuentra—. La siguiente persona pidió verlo antes de salir arrestada. Dice que quiere hablar con usted en privado. 

—No creo que Théa y yo tengamos que hablar cosas en privado. 

—¿Théa? —inquiere el agente—. No, esta señorita no se parece a la que estaba en las cámaras. 

Volteo a ver a Pablo y su mirada brilla; siempre supo que ella no había sido. 

—¿Entonces?, ¿quién es? —inquiere el padre de mi hija—. Llámela. 

El agente entra y por unos segundos nos quedamos expectantes, Antonio, Pablo y yo. En nuestras mentes tratamos de adivinar quién es la otra persona que mencionan. ¿Será otra de las hermanas de lo Karagiannis?, ¿una nueva cómplice? 

Nuestros rostros cambian a sorpresa, cuando vemos aparecer en el portar a Nadja. Trae las manos esposadas y cubriéndose el rostro llena de vergüenza. 

—¡Nadja! —expresa, Antonio, en verdad sorprendido. 

Nadja baja los escalones, uno a uno, ayudada por el agente. 

—¿Pero cómo? —pregunta, Antonio. 

Ella llega justo a dónde nosotros estamos, todavía con el rostro cubierto. 

—¡Descúbrete, cobarde! —expresa, Antonio—. ¿Por qué lo hiciste?, ¡qué te sucede!, ¡cómo te atreviste a hacer algo así! —Antonio la toma del brazo y le obliga a quedar frente a su rostro pero, Nadja no contesta, simplemente alza la mirada y nos ve fijamente a ambos. Ni un susurro, ni un suspiro, simplemente la mirada de una mujer que acaba de ser derrotada. 

—Nadja de Marruecos, usted está detenida… —El agente comienza a leerle sus derechos. Sigo abrazando a mi hija con fuerza, mientras miles de preguntas me vienen en mente. 

Ella, ¿por qué lo hizo?, ¿qué le hice a ella? 

—¿Y Théa? —pregunta Pablo, mientras ve cómo las hermanas Karagiannis son escoltadas a la patrulla—. ¿Dónde está Théa? —inquiere. 

Pablo trata de subir al avión, pero un agente le detiene. 

—Ya no hay nadie más, joven. Todos han bajado. 

—No, Théa… Este brazalete es de ella. Lo usaría cuando estuviese en peligro, ella… —El discurso se corta cuando Pablo cae en cuenta lo que hizo Théa. Solo le puso el brazalete a la niña para que la encontraran, dejándola, así completamente desprotegida y a merced del destino. 

Él va hacia la patrulla, donde apenas están subiendo a Atenea Karagiannis. Con la confianza que lo caracteriza, dice: 

—¿Dónde está Théa? 

Cassandra es la única que voltea a verle, y sonríe, como si Pablo le hubiese dicho algo gracioso. 

—Te diría que cuando la vieras le dijeras que es una traicionera, y que me las va a pagar. Pero, como Chez se la llevo, no sé que tan lejos y a dónde, dudo que la vuelvas a ver. Théa está justo en el lugar dónde siempre perteneció. Se encuentra con la persona a la que está destinada. 

—¡Ella está destinada a mí! —Defiende, con la impotencia asomándose en su voz. 

—Olvídate de ella, guapo. El demonio se la llevó al infierno, allá la condenarán —expresa, para luego entrar al auto. 

Pablo se queda de pie, sin saber qué decir. Juega con el brazalete que tenía Mena y su mirada se pierde en el asfalto. Él pensaba que Théa se encontraba a salvo, ahora sabe que no es así. 

Me acerco a él. Nuestras miradas se cruzan. Sus ojos brillan por las lágrimas; él está llorando. 

—Gracias —le agradezco. 

Pablo asiente con la cabeza, dirige su mirada hacia Antonio y luego suspira. 

—Nuestros caminos se separan hoy, Lila —pronuncia con firmeza—. Te deseo que seas feliz, y que tengas la historia de amor que tanto deseabas. 

Pablo está a punto de tomar camino, pero yo lo tomo del brazo. 

—Pablo… —pronuncio, y él simplemente me habla con la mirada. No quiere saber más de mí, de Antonio. Lo único que desea es ir a buscar a Théa. Así que lo suelto y lo dejo partir. Ya no hay más qué decir. El destino ha hablado. 

11 Responses

  1. Diosssssss…. sentimientos encontrados. Feliz porque rescataron a Mena y capturaron a esas viboras del demonio. Pero con el corazon apachurrado por Pablo y Thea, ay noooo porque tienen que sufrir tanto? Ya no ha sido suficiente lo que les ha pasado? Y entiendo completamente a Pablo y espero Lila y Antonio le ayuden a buscar a Thea, tienen los medios, dinero, conexiones, todo. Por Dios. Asi Pablo no quiera saber mas de ellos, pero se lo deben por lo que hizo Thea para salvar a Mena. Espero que Thea regrese pronto. 🙏🙏🙏 y puedanppr fin vivir su amor libre. Por fa.

  2. Siento el dolor de Pablo como
    Mio tengo el corazón roto y los ojos llorosos
    Por lo menos Mena ya está con sus padres ,solo espero qe Thea esté bien y ese desgraciado de Chez no le haga nada

  3. No hay palabras que describan el sentimiento que tiene Pablo 🥺🥺🥺 solo espero que pueda conseguir a Thea y que no sea muy tarde… Para que puedan tener su historia de amor 🙏🏻🙏🏻

    Por otro lado, gracias a Dios llegaron a tiempo e impidieron que Mena fuera salido del país ✨

  4. Me parece injusto que tanto Antonio como Los Canarias no ayuden a Pablo a encontrar a Thea ya que ella prácticamente dió su vida por Mena

  5. Espero que Lila reflexione bastante en todo lo que le ha hecho sentir a Pablo. Gracias a Thea y a Pablo pudieron tener su gran historia de amor con Antonio.
    Desde acá sólo pueden intentar darles el mundo a ese par que hicieron todo para ellos.

  6. En verdad detesto a lila, no puedo creer que dudará de Pablo definitivamente es una egoísta que solo ve por ella

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