Antonio 

Han pasado dos días desde que sucedió el secuestro y rescate de Mena, y sigo sin entender ¿por qué mi hermana lo hizo?, ¿por qué se unió a las Karagiannis?, y lo peor de todo, ¿cómo tuvo el corazón para hacerlo con mi hija? Yo adoro a mi sobrino, jamás le haría algo así. Siempre estuve para ella, le ayudé a escapar cuando su marido la rechazaba y, ahora, ella me paga con esto. No sé cómo lo superaré. 

En cuanto las atraparon ella confesó que entre ella y Cassandra y Atenea Karagiannis habían planeado todo, eximiendo por completo a Théa de la culpa. Eso provocó que yo me sintiera culpable. ¿Cómo pude dudar de Théa? En ese momento el coraje y el miedo nublaron mi vista y pensé lo peor de ella cuando en realidad estaba tratando de proteger a mi niña. 

Quién sabe qué hubiese pasado si hubiese sido Cassandra la que secuestrara a Mena; probablemente en este momento no estaría juzgando con sus primos, riéndose con su abuela o tranquila a nuestro lado. Tal vez, ahora, estuviera perdida como Théa, que desde hace dos días no sabemos nada de ella. 

Estoy preocupado por ella. No tanto como Pablo que ha pasado todo este tiempo tratando de averiguar su paradero, pero, no hay respuestas. Incluso han cateado la casa de Chez, aquí en Madrid, y no hay nada que pueda dar una pista. 

Aunado a esto. Deo Karagiannis, se debate entre la vida y la muerte, por lo que no he podido hablar con él acerca del asesinato de mi madre. Las únicas respuestas que he obtenido, es que mis hermanas están tan sorprendidas de las acciones de Nadja, al igual que su marido, que Cassandra y Atenea irán a la cárcel como cómplices y que esto está a punto de tener un final y más vale que sea feliz. 

Observo a mi hija sentada sobre el tapete de la sala, en casa de los Canarias, mientras juega con un oso mediano de peluche que contiene distintas texturas para tocar. Por seguridad, Luz nos ha abierto las puertas de su casa y nos hemos quedado aquí. Ha servido. Lila se siente más segura y confiada, mi hija siempre está rodeada de su familia y yo me siento bienvenido, me siento bien, me siento parte de esta familia. 

—¡Antonio! —Lila me llama desde las escaleras que descienden a la sala. Porta una sonrisa tan grande que juro que ilumina toda la habitación—. Mi padre llamó hace unos momentos y nos acaba de decir que Karl sobrevivió y está fuera de peligro. Sin embargo, no todo quedó del todo bien. La operación que le hicieron del corazón provocó una parálisis en las piernas, y no podrá caminar. 

—¡Qué mal! —expreso, en verdad impactado por la noticia. Nunca pensé que un asalto podría ser tan atroz como le pasó a Karl. Sin embargo, él puede decirle a Alegra, que sobrevivió una puñalada en el corazón, literal. 

—Mi padre dice que se mantiene positivo. No hay una explicación para su parálisis, por lo que la posibilidad de volver a caminar está en el aire. Karl dice que no le importa no poder hacerlo. Está vivo, y eso es lo que importa. Además, Alegra le ha dado más razones para sentirse feliz. 

—¿Cuáles? 

—De nuevo está embarazada y esta vez… son tres. 

—¡Qué! —expreso sin poder creerlo. 

—Así es. Alegra tendrá trillizos. Me comentó que está aterrada pero, feliz. Obviamente, mi madre está por los cielos y mi padre no cabe de emoción. Hoy por la noche se lo dirán al resto de la familia; así que tú tienes una primicia. 

Lila me envuelve con sus brazos a la altura de mi cintura. Se para en la punta de los pies, y me da un ligero beso sobre los labios. 

—Entiendo que estás preocupado y que todavía no encuentras las respuestas que necesitas. Pero te juro que todo estará bien y que cuentas con la familia para lo que necesites. 

—Lo sé. Lo tengo muy claro. 

—No te desanimes. 

—No lo haré. Mucho menos ahora que seré tío Antonio, una vez más —comento y los ojos de Lila brillan, llenos de ilusión. 

—Sí te descuidas, les hacemos competencia pronto —bromea. Nada me hace más ilusión, que tener otro bebé con ella. 

—No será descuido, será a propósito —remarco y ella se ríe bajito. 

Nuestro momento romántico se ve interrumpido, cuando Lila ve por las cámaras a una persona. Siento cómo tensa el cuerpo. Sin embargo, al percatarse que es un repartidor, relaja su cuerpo. 

—¿Tristán, pediste algo? —pregunta al aire en voz alta—. ¿Cómo un paquete o comida?

—¡No! —Se escucha su voz saliendo de la cocina. 

—Hay un repartidor en la puerta. 

Vemos que uno de los guardaespaldas lo atiende, y después de un intercambio de palabras, se acerca al interfono de la puerta y el timbre se escucha dentro de la casa. 

—¿Sí? —responde Lila. 

—El repartidor dice que trae un paquete para el señor de Marruecos. 

—¿Para mí? —pregunto en tono de sorpresa, mientras la mirada de Lila se posa sobre mí. 

—Salimos. 

Lila me toma de la mano y, después de encargarle la niña a la niñera, nos dirigimos a la entrada donde el repartidor me espera. Después de identificarme y de hacerme firmar de recibido, me entrega una pequeña caja. Al ver el nombre del remitente, me sorprendo. 

—Es de Pablo. 

—¿Pablo? —pregunta ella. 

Sin perder el tiempo, mis manos comienzan a abrir el paquete, y cuando lo logro, veo un móvil dentro. 

—¿No será una bomba? —pregunta Tristán que, como siempre, aparece de forma silenciosa, como un ninja o un ente. 

—¡Me asustaste! —expresa Lila, dándole un golpe ligero sobre el pecho. 

—¡Ya sé!, eres el elegido. Te están llamando para que escapes de la Matrix. 

—Ya cállate, ¿qué no tienes otra cosa qué hacer? —le reprocha. 

Me siento nervioso y extraño. Sobre todo cuando noto que hay una nota al fondo. La tomo, y como si esa carta fuera la respuesta que espero, la leo de inmediato en voz alta. 

—Antonio. A pesar de todo, mi intención siempre ha sido ayudarte y que Lila y tú sean felices. Cuando buscaron pistas en la casa de Chez, encontraron la bolsa de Théa y después de unas horas al notar que no había evidencia me la dieron. Aunque puede que no haya pistas de su paradero, descubrí algo en la galería que es muy importante para ti. Sospecho que esta fue la razón por la que Théa quedó involucrada. Espero resuelva las dudas que todavía tienes. Saludos, Pablo Estevez. 

Tanto Tristán como Lila leen la carta en silencio junto conmigo, así que cuando la termino los tres levantamos la vista y nos vemos mutuamente. Sé que tengo que ir a la galería, pero me da miedo.

—¿Quieres que lo haga por ti cuñado? —me pregunta—. Solía ver primero las calificaciones de Moríns, cuando estudiaba la carrera. Se ponía muy nervioso.  

—No. Tengo que hacerlo yo —contesto, abriendo el móvil que ya viene sin clave. 

La pantalla me muestra una fotografía de Pablo y Théa y el corazón se me hace pequeño. Dondequiera que esté, espero esté bien. Me dirijo hacia la galería y al abrirla noto varias fotos de Pablo y Théa pero, solo un video. El último que ella tomó. 

—¿Sobre qué tratará? —pregunta Lila. 

Seleccionó el video y al abrirse, este se mueve un poco para después enfocar al frente. Cassandra y Nadja salen a foco. Comienzo a verlo. 

*Video, se escuchan conversaciones entrar Cassandra y Nadja*

—Te lo pido, Cassandra. Ya has hecho mucho daño. El plan para separar a Antonio de Lila se te fue de las manos. Era solo darles un susto, no todo esto que pasó. 

—¿Crees que a mí se me salió de las manos?, ¿a mí? —pregunta Cassandra—. Yo no fui quien robó el contrato que firmó tu padre. Yo no fui quien mató a su propio padre, porque fue descubierta de haberlo hecho. 

—¡Yo no quería matarlo! —dice Nadja entre lágrimas. —Pero sabes que si no lo hacía delataría todo. 

—¡Y para qué!, ¡Lila sigue con Antonio y mi hermana en un infierno! 

—Esa no es mi culpa… ¡Tú mataste a mi hermana! —contesta Nadja, entre lágrimas. 

—La maté porque gracias a tus estupideces descubrió todo lo que habías hecho y le diría a Antonio. Si no fuese por mí, ahora estarías en la cárcel, malagradecida. 

—Te lo pido, Cassandra, solo detente. No te puedo dar ese dinero sin que mis hermanas lo sepan. Te lo pido. 

—No, ¡no! Por tu culpa nos hemos quedado en la ruina, y solamente tú puedes arreglarlo. Así que ahora vete y ve cómo me darás esa cantidad, si no, atente a las consecuencias. 

—Cassandra… —ruega Nadja. 

*El video se termina*.

Un silencio profundo nos cubre a todos. Uno lleno de sorpresa, de coraje e incertidumbre. Lila voltea a ver a su hermano, que ha contenido la respiración profundamente y que casi se encuentra morado porque ha olvidado que para vivir necesita respirar. 

No puedo creer todo lo que he escuchado, por lo que repito el video para asegurarme de que no lo hice mal. Lo veo dos veces más, hasta que Lila toma el móvil con delicadeza y lo aleja de mi vista. Alzo mi mirada, y noto que ambos tienen el rostro completamente desencajado. 

—Al parecer, si era una verdadera bomba —le comento a mi cuñado, quien simplemente asiente con la cabeza—. Y sí me regresaron a la realidad. 

—Antonio… —pronuncia Lila. 

—Quédate aquí. Necesito hacer algo. 

Lila me toma del brazo. 

—Cabeza fría y corazón cálido —me recita—. Piensa antes de actuar y cuando lo hagas, recuerda quién eres. 

Asiento con la cabeza. 

Le doy una palmada en los hombros a Tristán, y él respira profundo. 

—Yo las cuido. 

Así, con el móvil todavía en las manos. Subo a mi auto y salgo de ahí. Necesito confrontar a Nadja, necesito explicaciones, ya no resisto más. Es hora de cerrar el círculo. 

***

Ni en mis sueños más raros pensé que vendría a la prisión y mucho menos a visitar a una de mis hermanas. El día que parecía haber comenzado con una maravillosa noticia, ahora, se vuelve opaco con el video que me envió Pablo. Uno que Théa sabía me iba a dar todas las respuestas menos el de su paradero.

La cárcel de mujeres donde se encuentra mi hermana Nadja no es un lugar agradable, y en el ambiente se respira tensión, soledad e incertidumbre. A medida que camino por los pasillos sombríos y fríos, el sonido de las puertas de metal cerrándose detrás de mí crea una sensación de claustrofobia y angustia. Las paredes están pintadas de un color gris desgastado y el olor a desinfectante impregna el aire.

Finalmente, llego a la sala de visitas, una habitación grande con mesas y sillas dispuestas en filas ordenadas. A pesar de la aparente amplitud, el ambiente está cargado de tensión y melancolía. Las ventanas altas están cubiertas por barras de metal y las luces fluorescentes parpadean intermitentemente en el techo.

Por fortuna, en este momento no es hora de visitas programadas, por lo que logré que me dejaran entrar sin mucho problema. La sala está vacía, lo cual es un alivio. Necesito hablar a solas con Nadja, sin interferencias ni oídos curiosos.

Me siento en una de las sillas de plástico duro y espero pacientemente, aunque mi corazón está latiendo con fuerza en mi pecho. No puedo evitar sentirme nervioso por lo que me espera. No sé qué esperar de esta conversación, pero estoy decidido a obtener respuestas.

Pasados unos minutos que se sienten como horas, veo a mi hermana acercarse escoltada por un guardia. Su rostro está pálido y demacrado, y sus ojos reflejan una mezcla de tristeza y resignación. Me duele verla en esta situación, pero sé que es necesario enfrentarla y hablar sobre lo que ha sucedido.

—Antonio —me saluda con voz apagada mientras se sienta frente a mí—. No esperaba verte aquí.

—Nadja —respondo, luchando por mantener la compostura—. Para mí tampoco es agradable verte aquí, pero necesitaba hablar contigo. 

Nadja asiente con la cabeza, pero no dice nada más. Sé que ella también está ansiosa porque no sabe la razón por la que estoy aquí o tal vez simplemente piensa que le reclamaré del secuestro de mi hija. Ninguno de los dos está seguro de por dónde empezar. El silencio se extiende entre nosotros, llenando la habitación con una tensión palpable. Finalmente, reúno el coraje suficiente para romper el hielo.

—Nadja, necesito que me expliques esto —le pido. Y sacando el móvil de Théa, le muestro el video que grabó. 

Nadja fija la mirada en el video y no dice ni una palabra. Simplemente, sabe que no podrá fingir más, así que prefiere no decir nada. Cuando el video termina, ella baja la mirada, incapaz de sostenerla. Sé que esta conversación es difícil para ella, pero también es necesaria para mí, para todos. 

—Lo siento, Antonio —murmura con voz temblorosa—. Fui yo. Fui yo quien empezó todo esto. Fui yo quien carga la culpa de la muerte de papá, y de nuestra hermana. 

El peso de sus palabras cae sobre mí como un martillo. No puedo creer lo que estoy escuchando. Mi propia hermana, la tía de Mena, ha sido responsable de todas mis desgracias desde el primer día. Es una revelación devastadora que me deja sin aliento.

—¿Por qué, Nadja? —pregunto, luchando por contener la ira y el dolor que amenazan con desbordarse dentro de mí—. ¿Por qué harías algo así?

Nadja levanta la mirada hacia mí, sus ojos llenos de lágrimas.

—Lo hice por celos, por envidia, por desesperación. —Su voz resuena en la habitación—. Lo hice porque pensé que era una injusticia. 

—¿Injusticia? —inquiero. 

—Sí —responde con fuerza, segura de lo que va a decir. Nadja sabe que ya no hay vuelta atrás y ahora debe defender su punto—. Era injusto que papá te dejara casarte con Lila, irte sin tener consecuencias. Mientras que a mí me había casado con un hombre que no amo y que simplemente me tiene como trofeo. Pobre de mi hijo… pobre de él —pronuncia. 

Las lágrimas corren por sus mejillas, y ella se cubre el rostro para evitar que la vea. Las esposas brillan en lugar de los brillantes brazaletes que antes usaba—. Tú me prometiste que te quedarías conmigo, que me ayudarías, y, de pronto, te enamoras y te vas con otra sin importarte los demás. 

—¡Claro que me importabas!, ¡Te hubiese ayudado de todas formas! 

—¡No, claro que no! —grita—. Te ibas a ir, me ibas a abandonar, y lo sabes. Así que fui y se lo conté a Cassandra y a Atenea y entre las tres planeamos tu rompimiento con Lila. Yo fui la que les dije todo, me enteré escuchando detrás de las puertas cuando conversabas con ella. Yo fui quien les di la ubicación del taller, yo fui quien le escribió la carta de puño y letra fingiendo ser tú. Yo, yo, y yo. 

—Dios —expreso en un murmullo. 

—Atenea y Cassandra me dijeron que todo estaría bien. Que no me preocupara. Ellas hicieron su parte y yo la mía, y parte de lo que debía hacer era sacar el contrato de la caja fuerte y quemarlo. Hice lo mismo con las copias que tenía el abogado. Se las pedí en nombre de papá y las desaparecí. 

—Fuiste tú —pronuncio, ya sin un tono de sorpresa, sino más bien afirmando. 

—Pensé que lo había logrado, pero, la tinta invisible que papá ponía en la agarradera de la caja fuerte, me delató. 

De pronto lo recuerdo, como un flechazo en mi mente, recuerdo la mancha que Nadja tenía en el dedo, para después, recordar a mi padre tratando de decirme algo que solo pasó para mí como quejidos de un hombre moribundo. 

—Papá, trató de decírmelo. Papá. 

—Él se dio cuenta de todo. Yo sabía que iba a sobrevivir en cuánto llegara el cardiólogo. Sabía que te diría todo y nuestro plan se vendría abajo. Así que tomé la decisión más difícil de mi vida. 

—¿Cómo lo hiciste? —inquiero, con dolor en mis palabras. 

—Una sobredosis de su medicina para el corazón. Johansson me había dicho que si le daba más de la dosis podría provocar taquicardia, entonces me aseguré que le causara eso y más. Le di de más y todo lo demás lo sabes. —Suelta de nuevo el llanto—. Hubieses visto sus ojos. Me dio una mirada que jamás olvidaré, que me ha perseguido desde ese instante. Papá sabía lo que estaba a punto de hacer y no podía evitarlo. No obstante, eso es algo con lo que debo de pagar y ahora lo estoy haciendo; no hablo de la cárcel. 

—Dime lo demás. 

—Cassandra y Atenea se enteraron de lo que hice y me prometieron que guardarían el secreto. Incluso, que saldría beneficiada de todo. Sin embargo, lo arruinaste de nuevo, cuando escogiste a Théa en lugar de a Atenea. 

—Vivir con Atenea sería un horrible infierno. 

—Lo sé. Pero nuestro plan iba a que te casarás con ella y tanto los negocios de los Karagiannis como mi tranquilidad quedaran intactas y prósperas. Pensé que lo del asunto de papá y lo del plan para que te alejaras de Lila, ya había quedado en el pasado. Pero no fue así, Ana sospechaba de mí. 

—Ella… 

—¡Me perseguía por todas partes!, ¡me llenaba de preguntas sin sentido! —me grita, entre lágrimas—. Sabía que estaba ocultando algo y no me dejaba ni a sol ni a sombra. Tú estabas enojado con todas y ella trató de comunicar sus sospechas, pero, como siempre, con esa necesidad que tienes de alejar a todos, esa necedad de no escuchar a nadie, no lo logró hacer; así que optó por traer pruebas, y me siguió a casa de Cassandra. 

—Dios… —murmuro, porque ya sé lo que viene. 

—En la boda de Cassandra, Ana volvió a enfrentarme mientras todos estaban distraídos. Me amenazó y me dijo que sabía lo de papá, lo que habíamos hecho con el doctor que falsificó la firma de Karl. Ella había comenzado a averiguar por su cuenta y eso me ponía en peligro. Así que días antes de que Cassandra se fuese de luna de miel, le comenté todo, le dije que estaba en problemas y necesitaba su ayuda. Yo no sabía que Ana me había seguido y que había conseguido entrar a la casa. —Mi hermana rompe en llanto—. Fue Cassandra quien la descubrió. Ana trató de escapar, pero Cassandra la tomó del brazo y comenzaron a forcejear. La empujó con tanta fuerza que Ana resbaló y se pegó fuertemente en la cabeza que… 

Las palabras de mi hermana son inaudibles. No entiendo lo que dice, pero imaginó lo que pasó. 

—Ana —rezo su nombre como si le estuviera pidiendo perdón. 

—Karagiannis se enteró del asunto y ayudó a esconder el asesinato como un suicidio. Yo no supe qué pasó, simplemente seguí órdenes de irme a casa y me enteré como todos. Ellos lo hicieron pasar como si se hubiese quitado la vida. Ustedes simplemente le dieron el significado que quisieron. 

Doy un golpe fuerte sobre la mesa. 

—¡No sabes lo que me hiciste pasar! Estaba tan enojado con ella por todo lo que hizo. La carta no es necesario que me digas que fuiste tú porque estoy seguro de que la escribiste. Mi hermana siempre quiso ayudarme y protegerme y yo… 

—Lo siento, Antonio —susurra Nadja, con los ojos llenos de lágrimas—. Lo siento tanto.

La miro a los ojos y veo el remordimiento y el arrepentimiento en su mirada. A pesar del dolor y la traición, sigue siendo mi hermana, y no puedo evitar sentir compasión por ella y eso es lo que me duele más. Todos los momentos que vivimos juntos. Las confesiones, los abrazos, las largas noches soñando juntos y ahora… ya no hay más. 

—A partir de ahí Cassandra Karagiannis me estuvo pidiendo dinero por su silencio. Me amenazaba diciéndome que revelaría todo si no le daba la cantidad que pedía. Así que comencé a vender mis joyas. Ella sabía que su padre tenía problemas financieros, así que la cuota fue subiendo hasta que… 

— Te quedaste sin joyas que vender. 

Ella me toma de las manos. 

—Cuando dije la idea del secuestro de Mena, me encontraba desesperada. Mi marido me pidió el divorcio Antonio, se quiere quedar con mi hijo. Yo volvería a casa con mis hermanas: derrotada, pobre y en desgracia. Con una culpa tan grande que sabía que no podría remediar. 

Corrige y desarrolla:

Retiro mis manos de las suyas y me pongo de pie. No puedo soportar escuchar más; ya ha sido suficiente. Las noticias que he recibido me han abrumado por completo. Es hora de salir de aquí y dejar que el destino y la justicia sigan su curso. Siento que estoy a punto de explotar, de gritarle en el rostro y amenazarla con llevarla a la cárcel por todo lo que ha hecho. Sin embargo, las palabras de Lila resuenan en mi mente y me tranquilizan.

—No te acusaré por el asesinato de nuestro padre y de Ana. Ya cargas con suficiente culpa, y cada día ella misma te juzga. Pero a partir de ahora, considera que tienes otro hermano. Olvídate de mí, así como yo me olvidaré de ti.

—Antonio…

—Tus acciones me han destrozado. Trátame como si hubiera muerto.

Me vuelvo hacia la salida, donde el guardia espera para abrirme la puerta. De repente, el grito desgarrador de mi hermana resuena en el aire y me hiela por dentro.

—¡CUIDA A MI HIJO! ¡NO LO ABANDONES! ¡TE LO RUEGO, ANTONIO! ¡NO DEJES QUE ESTÉ SOLO!

No me detengo, porque no quiero que ella se dé cuenta de que la he escuchado, pero sus palabras se quedaron en mi mente, y, así como ella carga con las culpas de las muertes de mi padre y mi hermana, yo cargaría con esa responsabilidad el resto de mi vida. 

5 Responses

  1. Ufffff por Diosssss. Siii total capitulazo. Por finnnnn sabemos la realidad de lo que paso. Y sigo sin poder creerlo. Es impresionante como la envidia, amargura, rabia lleva a cometer actos tan atroces y fuera de si.. que fuerte

  2. Cómo una persona puede estar tan atormentanda para hacer tantas cosas malas, como para matar a su padre, destrozar su familia entera…

    El remordimiento y la culpa no la dejarán en paz, ese será su infierno…

  3. Que sentimientos tan ruines, hacen actuar así, tan lamentable. Gracias a Thea, la bebé está con su familia, porque no ponen todo el poder y contactos para rescatarla?? En el mismísimo infierno se encuentra Thea con la basura de su captor. Imagino que ella no va a tener un final feliz, 💔😭

  4. Definitivamente la culpa será más poderosa que otra cosa. La envidia es un sentimiento que nos lleva a hacer cosas repudiables.

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