Théa

—Las siguientes semanas las pasé muy mal —continúo el relato—. Estaba en un país desconocido, no hablaba el idioma y no podía comunicarme. Hacía frío. El hambre llegó pronto y no tenía dónde ir. Los papeles se habían quedado con Chez, así que no tenía cómo identificarme. Vagué por un tiempo, muerta de miedo por lo que podría pasar. Me aterraba no saber nada de Chez. 

—¿Quieres decir que no recibías noticias de su muerte? —me pregunta Pablo, mientras acaricia mi cabello. Lo hizo durante todo el relato. 

—Así es… No había nada. Era como si la tierra se lo hubiese tragado y a nadie le importara. Te confieso que yo sigo pensando que en algún momento aparecerá.

—Ahora entiendo el cuchillo y la manera en la que entraste ayer. 

—Lo siento. Era por prevención —respondo. 

Pablo me besa la frente. 

—Luego, ¿qué pasó? 

Suspiro. 

—Pues… el chofer me encontró. 

***

Relato de Théa. 

Me encontraba en un parque, sentada en una de las bancas. Había conseguido un pan y un chocolate caliente y los disfrutaba como si hubiesen sido la mejor comida del mundo. Me sentía sucia, necesitaba un baño, pero en ese instante solo me importaba comer. 

El chofer se acercó y se sentó a mi lado. Al principio, no lo reconocí, pero cuando pronunció mi nombre, reconocí el acento; al volver la mirada, supe que era él. 

—Hola —respondí, bastante sorprendida. 

—Tardé tiempo en encontrarla. 

—No sabía que me estaban buscando —respondí, y en ese momento mi corazón latió tan rápido que me obligó a ponerme de pie; necesitaba correr. 

Él me tomó del brazo, inmediatamente, y me obligó a sentarme. Sentí terror. Pensé que en ese momento aparecería la policía y mi momento de libertad había terminado. 

—Tranquila. Mi intención no es incomodarla, Théa Alexandra Anastasiou. 

Cuando pronunció mi nombre, te juro que sentí que me daba una nueva identidad. Me había quitado el apellido Karagiannis y con eso, un peso de encima. 

—¿Cómo? —inquirí.

Justo en ese instante, el hombre sacó del bolsillo de su abrigo un sobre y me lo entregó. Pude notar que entre su ropa traía un arma. 

¡Oh, no!, pensé. Esto es una trampa. 

Sin embargo, lo noté tan tranquilo que tomé el sobre y lo abrí. Mis papales estaban ahí pero, no los que esperaba. Resulta ser, que Chez tenía mis primeros papeles, los que tenía mi apellido Anastasiou y no Karagiannis. No sabía si eso era algo positivo o negativo, pero tenía con qué identificarme. 

—No lo entiendo. —Fingí, para sacar más información.

—Théa. En realidad no soy un chofer. Soy el agente Wolfe. He estado investigando a Chez desde hace unos meses. 

¿Investigando? — me interrumpe Pablo. Bastante asombrado con lo que está escuchando. 

Sí, investigando. 

Continúo con el relato. 

—Lo de Karagiannis encendió las alarmas y nuestra investigación nos llevó a él. Descubrimos que no era un socio más, sino un hombre altamente buscado por la justicia. Ya había fingido su muerte, así que necesitábamos atraparlo y… —me explicó el agente. 

Me quedé en silencio. En realidad no sabía para dónde iba y si en cualquier momento me echaría la culpa. Así que él continuó hablando. 

—Chez tenía un terrible historial de contrabando, estafas y tratante de blancas. Lo que te hizo a ti, ya lo había hecho antes. 

Me quedo en silencio. 

—¿Pero?, Chez me estuvo acosando por años y luego… 

—Lo que te hizo a ti, ya lo había hecho antes —me interrumpió, tratando de que no continúe—. Théa, sé tu historia, sé todo sobre ti. Sé que eres hija de Karagiannis. 

—No, no lo soy. 

—Y también sé de todo lo que Chez fue capaz y lo que hizo. Era un hombre terrible. 

—Y, ¿lo que yo hice? —pregunté—. ¿Lo que yo hice no fue así? 

El agente negó con la cabeza. 

—En lo que a mí me consta, te estabas defendiendo. Eras tú o la muerte. Como te dije, Chez ya lo había hecho, fuiste la que se salvó. 

No supe qué decirle. Me sentí extraña. Había matado a Chez a sangre fría y ese hombre me estaba perdonando todo. Sin embargo, lo que siguió fue lo que me impactó más. 

—Dije que yo lo había matado —continuó—. Dije que escuché tus gritos y entré por un impulso. También dije que te escapaste después del acto. El personal corroboró mi historia, sobre todo Hanna, mi compañera, la que te pidió que no te cortaras. 

Ella también era agente, pensé. Y de pronto la tranquilidad regresó a mí. 

—Hiciste bien en no regresar, pero, te escondiste demasiado bien que no podía encontrarte. 

Impagada, me acerqué a él, recorriéndome en la banca. 

—Espera, ¿me estás diciendo que me estoy saliendo con la mía?, ¿qué maté a Chez y tú te echaste la culpa?, y, ¿qué ahora puedo irme, así nada más?, ni siquiera sé si Chez está muerto. 

—Lo está, créame. 

—¿Dónde está?, ¿hay alguna tumba?, ¿un lugar donde lo pueda comprobar? 

—Si gusta la llevo. —Se ofreció. 

Con la mano, señala una camioneta, y noto que la mujer que estaba en la casa me estaba esperando. Me dio vergüenza, pero, me subí. Necesitaba ver con mis propios ojos dónde estaba. Comprobar que había valido la pena tanta carga mental. 

Así, recorrimos las calles en silencio. El agente platicaba con su compañera y yo observaba el lugar. Era muy bonito.  Me hubiese gustado conocerlo de otra forma, y no precisamente porque Chez me trajo  arrastras. 

La mujer me observaba por el espejo retrovisor como si fuese una especie en peligro de extinción y yo sentía que me abrumaba con su mirada. Pensé que todo estaba perdido cuando llegamos a la estación de policía. 

Pablo suspira. Sospecha que lo siguiente es duro y que terminaré diciéndole que estuve en prisión o que soy una fugitiva, pero, no fue así. Al parecer, desde que me alejé de los Karagiannis y de Chez, corrí con suerte y la vida comenzó a sonreírme. 

—Cuando vi la estación de policía, evidentemente quise huir. Sin embargo, pensé “estoy en un lugar que no conozco, no hablo el idioma y no tengo dinero, ¿qué es lo que haré? No tenía muchas opciones. Además, dentro podré pedir una llamada y le hablaré a Pablo”. Así que me tranquilicé y entré junto con ellos. Me hicieron esperar en la sala de espera y unos minutos después, vinieron por mí. Los tres bajamos un pasillo donde se sentía el frío y la soledad. Desde los primeros escalones supe que me llevaban no solo a la tumba de Chez, sino a verlo. 

¿Me estás diciendo que viste el cuerpo de Chez? — pregunta Pablo. 

Asiento con la cabeza. 

—Lo vi. Tuve que reconocer una vez más cómo lo había matado. 

Los agentes y yo entramos a la morgue. Era fría, bastante fría, y había otros cuerpos en el lugar. El agente me llamó a una camilla y descubrió el cuerpo. Era él, muerto, con la sangre drenada y los ojos cerrados. Ese hombre pálido, había sido mi abusador y mi agresor, ahora, estaba muerto. 

—¿Mucho mejor? —me preguntó el agente. 

Asentí con la cabeza. Aunque no lo podía creer. Pensé que en cualquier momento se levantaría y me tomaría del cuello. Si no fuese por los agentes, creo que hubiese creído que era un sueño. 

El agente cubrió a Chez, y luego me vio a mí. 

—¿Ahora sí me cree? 

—Lo hago. Pero lo que no entiendo es cómo voy a salir de aquí. Sé que soy culpable y me da mala espina que me diga que no pasa nada. 

El agente me tomó del brazo, con mucho cuidado, y luego me llevó a la puerta. 

—Vamos, la llevaré a mi oficina. 

Subimos una vez más. Yo apretaba los papeles contra mi pecho, pensando que en cualquier momento me los quitarían y perdería mi anhelada libertad. El agente me llevó hacia su oficina y me ofreció un vaso con agua. Pensó que estaba impactada por lo de Chez, pero, no me sentía así; enrealidad, estaba aliviada. 

—Señorita Anastasiou, sé que se siente confundida por todo esto y, la comprendo. Un asesinato es un asesinato y se debe de pagar con la cárcel. Pero, yo le estoy dando libertad que mi hermana no pudo tener. 

Al escuchar sus palabras, me quedé quieta, sorprendida por lo que me estaba confesando. 

—Le dije que Chez ya había hecho esto antes y mi hermana fue una de las víctimas. Desgraciadamente, yo no pude hacer nada y llegué demasiado tarde. Mi hermana terminó asesinada por Chez y el caso impune. Usted logró lo que yo no pude y por eso me he echado la culpa de todo. A veces la ley está de tu lado, si sabes cómo manejarla. Le estoy dando la libertad que un día busqué para mi hermana. Solo váyase, no cuestione. 

—No supe qué decirle, simplemente me solté a llorar. Entre lágrimas le dije que no tenía dónde ir, y que me daba pena contactarte —le relato a Pablo—. No sabía si me creías inocente o culpable de lo del secuestro de Mena. 

Yo fui el primero que te hice inocente —me dice, haciéndome sonreír—. ¿Qué pasó después? 

Le dije que no tenía dinero. Así que él se ofreció a darme un lugar para quedarme. Me quedé en un hotel cerca del aeropuerto, durante un mes. Él me dijo que cuando decidiera irme le dijera y me compraba un vuelo a dónde quisiera. 

Muchas veces estuve tentada a hablarle a Antonio, pero supuse que estaría enojado por lo de Mena. Pensaba en ti, mucho. En regresar a tus brazos y sentirme segura, pero la Théa que conociste ya no estaba; ahora tenía otras cargas. Aunque el agente me quitó el título, sabía que era una asesina. 

No amor, no lo eres. Eres una mujer valiente, que luchó hasta el final por defenderse. Asesina no eres. 

—El mismo agente me lo dijo, incluso el día que le dije que quería volar para México. Él pronunció una frase que recuerdo día con día: “aprovecha tu libertad, Théa, que la vida te ha sonreído”. Y eso es claro, la vida por fin me ha sonreído. Cuando llegué aquí hace un mes, alquilé el piso colorido. 

—¿De verdad? 

—Bueno, he pagado las rentas vendiendo algunas de las cosas que le robé a Chez. Resulta que eran de marca, y me dieron muy buen precio por ellas. Si notas, tu número telefónico está junto al teléfono. He tratado de llamarte, pero, no había podido. Y creo que después de lo que te conté, dudarás un poco en seguir conmigo. 

Pablo sonríe. 

—No. Yo no sé qué estás pensando, pero, yo me quedo contigo. No me importa lo que hiciste, porque sé que lo hiciste en defensa propia. Yo te conozco, Théa. 

—Ya no. Toda esta experiencia me ha cambiado. 

—Lo sé. Pero cuando te veo a los ojos, eres la misma Théa de siempre. Es más, traje algo para que te recuerdes. 

Entonces, Pablo se pone de pie y va hacia la maleta que ha dejado desde ayer en la sala. Rebusca algo en ella y cuando lo saca, lo reconozco de inmediato. 

—Lo conservaste —hablo con ilusión, como si Pablo hubiese encontrado el origen de mi persona. El recordatorio que necesitaba para continuar con la vida. 

—Claro que lo hice, ¿por qué no habría de hacerlo? —Él se acerca con el diario de sueños que siempre conservaba conmigo y me lo da. Al abrirlo, comienzo a leer todos los sueños que desde pequeña decidí que cumpliría. Suspiro al notar que no hay muchos tachados. 

—No creo que la Théa que soy hoy, merezca cumplir tantos sueños. 

Pablo toma mi mano y me ve a los ojos. 

—Al contrario, la Théa que eres hoy, merece cumplir cada uno. Porque ya es libre, sin problemas, ni obstáculos. La vida nos sonríe, amor. Al fin, se terminó el miedo. Chez está muerto, tú conmigo. Podemos hacer lo que se nos venga en gana. La muerte de Chez será nuestro secreto, nadie lo sabrá, ni mis padres, ni mi hermana, nadie. Lo enterraremos y seguiremos. 

Lo abrazo. 

—Lo único que no quiero es que más adelante me culpes por lo que hice. Me partiría el corazón. 

Pablo se separa de mí y me ve a los ojos. 

—Te amo, Théa. Quiero que te grabes eso. Te amo. Y jamás me separaré de ti. Es nuestro turno de ser felices y vamos a empezar por esto. 

Entonces, Pablo arranca las páginas con todo lo que escribí durante años y deja una página en blanco—. Escribiremos  todos los sueños nuevos que haremos juntos, y yo me encargaré de que se hagan realidad. Cada uno de ellos. Aunque, puedes conservar algunos de los sueños que tenías antes—. Él me da una pluma y me la ofrece junto con la libreta—. Es más, yo tengo un primer sueño. —Y sin decir más, comienza a escribir. Cuando me muestra lo que puso, sonrío. 

—¿Tantos? 

—Bueno, empecemos con dos y de ahí vemos, ¿vale? 

Sus labios se encontraron con los míos en un beso que sabía a libertad. Sentí el calor de Pablo inundarme, borrando los fantasmas del pasado. Cada roce, cada suspiro, era una afirmación de que la vida que había elegido, a pesar de su precio, era la correcta. El peso de mis decisiones se desvanecía con cada latido de mi corazón contra el suyo.

Al separarnos, vi en sus ojos el reflejo de mi propia felicidad. Una sonrisa iluminó mi rostro, una sonrisa que no conocía la amargura ni el arrepentimiento, solo la dulce anticipación de lo que vendría.

—Este es nuestro nuevo comienzo —susurro, acariciando su mejilla—. Un comienzo lleno de amor, de risas… y de nosotros.

Me atrajo hacia sí, sellando mis palabras con otro beso. Un beso que decía adiós a las lágrimas, a los miedos y a las dudas. Un beso que daba la bienvenida a la vida que siempre había soñado, una vida llena de luz, de pasión y del amor incondicional de mi alma gemela.

FIN

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Anamar

Queridos lectores,

Con este beso lleno de amor y esperanza, cerramos el capítulo de Théa y Pablo en esta historia. Su viaje apenas comienza, y pronto podrán conocer más sobre su apasionante historia de amor en un libro dedicado a ellos.

Espero que hayan disfrutado acompañándolos en cada paso de su camino. Sus luchas, sus triunfos y su amor incondicional son un recordatorio de que siempre hay luz al final del túnel.

Pero la aventura no termina aquí. Pronto, retomaremos el hilo de "Llamas Gemelas" para descubrir el desenlace de esta emocionante saga. ¡Prepárense para más emociones, giros inesperados y, por supuesto, mucho amor!

Gracias por ser parte de esta comunidad de lectores apasionados. Su apoyo y entusiasmo son mi mayor motivación.

¡Hasta pronto!

16 Responses

  1. Hay que chulo juro que lo único que yo hubiera hecho era cortarle el pitó y meter celo por donde no entra el sol

  2. Qe hermoso capituló Thea eres una mujer valiente y ahora eres libre para amar y ser amada 🥰❤️
    Lloro de felicidad qe bonita historia y apenas es el comienzo 😍😍😍

  3. Siii ,Gracias por esta bella historia…todos luego de tanto sufrimiento son félices….y aquí estaremos esperando saber más de todos…Lila, Antonio, Mena…si tienen más hijos., etc….y muy feliz porque este par tendrán su propia historia……Gracias Ana…y Éxitos en todo lo que te propongas.. Bendiciones eres excelente escritora….

  4. Que bonito…al fin libre de ese Chez…se merecía morir…y hacer empesar a escribir sus sueños y vivir su propia historia …Gracias Ana por regalarnos próximamente la historia de este par..aquí estaremos esperando jiji…igual ver que más sorpresa nos tienes de Lila, Antonio, Mena y todos…Éxitos en todos tus Proyectos….Sólo un favor no nos abandones mucho tiempo jiji….Bendiciones

  5. Este cierre de athea y Pablo es como pasar de la oscuridad a la luz
    Espero con mucho gusto el.libro de ellos

  6. Hermosa historia, que valiente Thea, por fin se hizo justicia, no esperaba menos de tí Ana, gracias

  7. 🥺🥺 por fin Thea pudo ser libre, ser ella misma junto a Pablo, por fin tendrán su vida juntos y en felicidad 💕💕💕💕💕💕

  8. Soy muy feliz por este par! Se merecen ahora sí vivir su amor sin ataduras y disfrutando y aprendiendo juntos.
    Gracias Ana!

  9. Por finnnnnn… pueden ser libres y felices. Mas que merecido. Esperando con ansias el final total y su nueva historia, que se merecen todo lo bonito. Gracias Ana.

  10. Que hermoso capítulo, thea es una guerrera hizo lo que debía hacer, amé a Pablo y thea y lastimosamente termine detestando a lila y Antonio

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