Karl 

La vida da giros inesperados y, a veces, los acontecimientos que parecen más trágicos son los que nos conducen a un nuevo comienzo. Hace unos meses, el accidente que tuve me dejó postrado en una silla de ruedas, lo que le dio un giro inesperado y drástico a mi vida.

De pronto, pasé de ser un cardiólogo activo y apasionado a un hombre de hogar, un padre amoroso y un esposo que apoya a su mujer con su proyecto de vida. Y tenemos que agregar que pronto seré padre de trillizos. Todo esto me ha dado una de las experiencias de vida más increíbles que he tenido y, sobre todo, el mejor regalo: mi vida.

—No todos sobreviven a una puñalada en el corazón —me dijo el doctor en consulta. Supongo que la ironía de la vida es que un cardiólogo haya recibido una y, lo mejor, es que se haya salvado. Supongo que lo que me sucedió será un recordatorio constante de la fragilidad de la vida y la importancia de aprovechar cada momento, y eso es justo lo que estoy haciendo.

Despertar cada mañana con la luz filtrándose por los increíbles ventanales que hay en nuestra habitación, voltear y ver a Maël y a Davide dormidos en medio de nosotros, apoderándose por completo de la cama King Size donde pronto ya no cabremos todos.

Observar a Alegra, dormida y envuelta en esa almohada de embarazo, con el vientre descubierto y el cabello cayendo sobre su rostro, siempre me hace sonreír. Toda la escena me hace pensar lo afortunado que soy de poder verlo todos los días. De que mis hijos crezcan ante mis ojos y que no sea yo un recuerdo en las pocas fotografías que me he tomado.

Alegra y yo hemos formado una hermosa familia, un gran hogar. Uno lleno de amor, risas y complicidad. Hemos aprendido, a pesar de lo difícil que fue al inicio, a adaptarnos a nuestra nueva realidad, a encontrar nuevas formas de disfrutar la vida y valorar cada momento juntos.

Mi mujer ha sido mi roca y mis hijos la motivación para seguir adelante de manera positiva. He encontrado la forma de mantenerme activo y en forma. Mi fisioterapeuta, una mujer llena de energía y optimismo, me ha enseñado a fortalecer mis brazos y mi torso, permitiéndome realizar tareas que antes parecían imposibles. He descubierto que puedo gatear y rodar por el suelo con mis hijos, convirtiéndome en un compañero de juegos más que en un padre observador.

Ahora, puedo levantarme de la cama sin problemas y sin uso de un elevador que me alce por las mañanas. Me las he arreglado para ducharme solo, vestirme sin ayuda de Alegra —aunque honestamente quisiera que me desvistiera. También he comenzado a leer más, no solo artículos sobre mi carrera y mi área, sino también literatura, principalmente novelas, de la gran biblioteca que David Canarias, el abuelo de Alegra, dejó de acervo en el Penthouse.

Asimismo, he encontrado la manera de ayudar a Alegra con los gemelos. Les hago de comer con un poco de ayuda del chef o de la niñera, los alisto para la siesta y me encargo de sacarlos a pasear un poco por la tarde, para que no estén aburridos en el piso.

Alegra, en su segundo trimestre de embarazo, ya comienza a cansarse, no solo como parte de los síntomas, sino por la agenda tan apretada que tiene. Como el embarazo de los trillizos nos tomó por sorpresa, no hubo manera de cancelar o posponer algunas citas, por lo que debe trabajar todo lo posible antes del nacimiento.

Ambos hemos preparado la habitación de los trillizos. Todavía no la hemos decorado del todo porque no sabemos qué sexo son; lo dejaremos para el día del nacimiento. Al principio, no sabíamos qué sentir; sin embargo, ahora estamos emocionados y deseamos que pasen los meses para conocerlos.

Pero a pesar de mis esfuerzos por mantenerme ocupado y activo, un sentimiento de vacío persiste en mi interior. Echo de menos la adrenalina de la sala de operaciones, la satisfacción de salvar vidas, la camaradería con mis colegas. La medicina es mi pasión, mi vocación, y no puedo imaginarme viviendo sin ella.

Es por eso que he decidido que es hora de volver a trabajar. Sé que será un desafío, pero estoy dispuesto a enfrentarlo. Pero, lo que más estoy dispuesto a enfrentar es la negación de Alegra cuando le comente que quiero regresar a la clínica y también la de David Canarias, cuando me diga que debo cumplir el periodo establecido de descanso.

Así que para eso, primero hablaré con Sila, aprovechando que está en Nueva York. Para que me ayude a convencerlos, especialmente a su hermana Alegra, que sé será un hueso duro de roer, sobre todo cuando le comente que el mismo Rico se ofreció a ayudarme, para llevarme y traerme.

Sila siempre ha sido la mediadora en la familia. Su capacidad para escuchar y entender a todos la hace la persona ideal para ayudarme en esta situación. He planeado cuidadosamente mi argumento, destacando no solo mi deseo de volver a mi pasión, sino también mi compromiso con mi familia y mi salud.

Entonces, aprovecharé que hoy iremos a visitar la clínica, para exponerle mi caso y que en los próximos días le comente a su hermana y a mi suegro. Sé que es una movida algo arriesgada, pero no tengo muchos momentos a solos con ella. Si no está con Alegra, está con Moríns o luego todos juntos, lo que me da un margen muy pequeño para hacerlo. 

Sila y yo, salimos después del desayuno, directo hacia la clínica. Por fortuna, el clima en Nueva York, va mejorando y hoy el recorrido no es tan pesado como cuando yo iba en los inicios de primavera o del verano.

Ambos platicamos sobre lo que la fundación quiere hacer con la clínica. Al parecer, ha tenido bastante éxito, así que planea hacerla un poco más grande, contratar personal y hacer justo lo que hizo en San Gabriel. Por ahora, el plan es solo quedarse en el área, porque aún no saben si podrán extenderse a otras áreas o a otras partes de Estados Unidos. 

—El trabajo de la clínica es sumamente importante —me comenta, mientras nos estacionamos en frente de la clínica—, así que debo ser meticulosa con lo que vaya a preguntar y observar hoy. 

—Bien —respondo, habiendo la puerta y esperando a que el taxi baje la silla de ruedas. 

—Sí sabes que no era necesario que me trajeras, ¿no? Pude haber venido sola —me dice, mientras me sostiene la silla de ruedas. 

—Lo sé. Pero en realidad quería mostrarte todo. Además, me ayuda a despejarme. Estar encerrado en el piso no es lo mío. También me salvé de conocer a otro artista de reguetón más. 

Sila se ríe bajito. 

—Debes amar mucho a mi hermana como para aguantar… 

—La amo con toda mi alma. Prácticamente, regresé de la muerte por ella. Sin embargo, quisiera que mis hijos después de canciones de cuna escucharan un poco de ópera o de Tchaikovsky. 

—Pues deberías vivir con Héctor y Daniel. Solo escucharon eso de pequeños. Ahora, Héctor le ha dado por tocar en el piano salsa y música regional mexicana, y Daniel se la pasa cantando bulerías por la vida. Así que nada te garantiza que Maël y Davide les guste el reguetón. 

—Bueno, mientras Alegra ya no los arrulle cantando “Ella y yo” de Don Omar, todo bien. 

Ambos nos reímos fuerte. Se siente bien que tu mejor amiga comparta tus mismas aficiones y puedas hacer este tipo de bromas sin que tu mujer llore por horas. Sí, Alegra de nuevo anda sensible por el embarazo, por eso mi temor en decirle la idea de volver al trabajo. 

Tan solo llegamos a la entrada de la clínica, la primera persona que nos recibe es Rico, que al parecer estaba al pendiente de nuestra llegada. Sus ojos se abren grandes, cuando me ve rodar la silla de ruedas y llegar a su presencia. 

—Rico… —le saludo, con una sonrisa. 

Él no me dice nada, solo me ve de los pies a la cabeza, asombrado por mi nueva condición, supongo que en el fondo sabe que estoy así por su culpa. 

—No me veas así. —Respondo a sus miradas—. Estoy bien, estoy vivo. Seré padre de trillizos. 

—¿De verdad? —pregunta, y ese último dato lo relaja. 

—Así es. Alegra espera tres… 

—Tres… —repite. 

Sila se acerca a nosotros, antes de entrar recibió una llamada de su madre y se ha quedado un poco rezagada. 

—Rico te presento a mi cuñada, la señora Sila Ca… 

—Canarias. —Complementa, bastante asombrado—. Es un placer tener de frente a la persona cuyo nombre lleva la fundación. 

—Gracias. Pronto se cambiará, ¿sabes? El rumor es que solo se quedará el Canarias. 

—Fundación Canarias, suena mejor con el Sila. 

—Sí, lo sé. Pero ya es tan grande que el Canarias abarca todo, ¿no crees? Además, es el apellido de mi abuelo, de mi padre, de mis hermanos, mío y de mis hijos. Tendrá más sentido cuando ya no esté. 

—Eso sí —acepta Rico. 

—Estoy aquí para dar un tour por la clínica y que me hablen de la propuesta que me dice Karl estuvieron haciendo. 

—Claro, claro… pero primero pasen. 

Así, Sila entra primero a la clínica y después lo hago yo. Tardo un poco más debido a que todavía no sé manejar muy bien la silla en todos lados. Sin embargo, cuando lo hago, los aplausos estallan asustándome un poco. Cuando logro recuperarme, noto que todo el personal y algunos de los pacientes me están aplaudiendo a mí, como si hubiese hecho algo heroico. 

—¿Qué pasa aquí? —pregunto a Rico. 

—Bueno, todos están felices de que Karl Johansson esté vivo y feliz —me responde—. Y que tengas la gran propuesta de la clínica benéfica. Creo que serás un gran director. 

—¿Cómo? —pregunta Sila. 

Cierro los ojos y hago una mueca, transmitiéndole a Rico que acaba de cometer un error. 

—¿No se lo habías dicho? —me pregunta, Rico. 

—Ahora entiendo por qué mi hermana te odia tanto —habla mi amiga. 

—Lo sé. No tienes que recordármelo. Lo único que deseo es que ese odio no se expanda en toda la familia. 

Sila suspira. 

—¿Por eso querías venir?, ¿tenías esto planeado? —me pregunta, ella. 

—Esto no. Lo de la bienvenida. Pero sí tenía planeado decirte que quiero regresar a trabajar a la clínica. Quiero volver a mis actividades normales antes del accidente, quiero volver a ser yo. Y de todas las personas en este mundo, tú eres la que más me entiendes, ¿cierto?

Sila suspira. No le gusta mucho que le recuerden sobre su accidente y de cómo luchó para reincorporarse a su profesión de pediatra. Ella también estuvo a punto de perder la vida, y sabe que eso es algo más que nos une. Sabe que con esa frase le puedo llegar al corazón y recordarle lo maravilloso que es hacer lo que te apasiona. A ambos la medicina nos hizo colegas y mejores amigos, y ahora, somos familia. Ella es mi cuñada yo soy el padre de sus sobrinos, y sé que puede comprenderme en el dilema. 

—¡Dios, Karl! —expresa. 

—Solo déjame explicarte, ¿vale? Es lo único que te pido. 

Sila acepta. La verdad es que hasta ahora no hay nada que yo diga o haga que ella no pueda negar. 

—Bueno, pues los dejaré solos —habla Rico. 

—No. —Se lo prohíbo—.Esta idea también fue tuya, y debes estar presente en la conversación. 

Rico siempre tiende a huir. Le da miedo enfrentar las situaciones o los problemas. Creo que si no hubiese sido su cómplice en lo de la clínica clandestina, me hubiera dejado morir. 

Los tres avanzamos por la clínica, mientras yo le explico la idea que tengo. Es muy similar a lo que se hace en México, solo que aquí necesitaríamos un poco más de tiempo para arreglar algunos detalles. Aun así, las instalaciones ya las tenemos y creo que con mi experiencia podría lograr que esto prosperara. 

—Me encanta la idea —expresa Sila—. Sin embargo, no sé si pueda convencer a mi padre que seas tú quién esté a salvo. Después de tu accidente y de lo grave que estuviste, él le prometió a Alegra que te cuidaría y eso engloba el hecho de que no puedes trabajar hasta dentro de un año. 

—Sabes que no duraré un año así —le recuerdo. 

Ella lo sabe, así que asiente con la cabeza. 

—Mira, sé que piensan que necesito descansar todo ese tiempo pero, no es así. He estado haciendo rehabilitación y ejercicio. Todos los días me revisan y me tomo las medicinas tal y como me lo indicaron. Sé cuidarme, yo sé de eso. Además, Sila, recuerda que tú regresaste al poco tiempo de tu accidente. 

—Karl… 

—Solo intentémoslo ¿quieres? No te cuesta nada. 

Ella mira a Rico, quien ha estado callado todo el tiempo que hemos dado el tour. después, dirige su mirada hacia mí y suspira. 

—Convence a Alegra, hoy. Si lo logras, yo hablaré con mi padre y haré lo mío… ¿vale? 

Sonrío.

—Sabía que podía contar contigo —expreso, para luego ver a Rico—. Tú me ayudarás a convencerla. 

—¿Yo? —pregunta sorprendido—.Alegra me odia. 

—Pues espero que logres que al menos te tolere. De eso depende que echemos andar el proyecto. Vamos, que se nos haces tarde. 

—¿Ahora? 

—Solo estoy hoy y mañana en Nueva York y después me voy a Madrid. Supongo que ahora es un buen momento. —Finaliza Sila, provocando que Rico, suspire nervioso. 

****

Cuando llegamos al piso, lo primero que vemos es a Moríns caminado por la sala con unos casquillos en los oídos y hablando sobre cosas de la fundación, mientras que atiende a los gemelos y les enseña los libros que Alegra siempre les deja sobre los tapetes de colores. 

Maël los ve atento, mientras que Davide gatea hacia la piscina llena de pelotas y juega con ellas. Sin embargo, tan solo ve a Rico, alza las cejas sorprendido, pero sin dejar de hablar. 

—Alegra debe estar arriba —Les digo. 

No obstante, como si ella me hubiera escuchado, sale de la cocina con un vaso enorme de agua llena de hielo, y masticando uno, haciendo que el sonido se escuche por la habitación. 

—¡Llegaron!, ¿a qué no saben con quién acabo de hablar? David se va a morir cuando se lo diga, con Rosa… ¡Qué demonios hace él aquí! —Explota,  mientras fulmina a Rico con la mirada. 

—Ale… 

—Nada de Ale —me interrumpe. Camina hacia Rico, exponiendo el hermoso vientre que tiene y acariciándolo con sus manos para tranquilizarse—. Te dije que no te quería volver a ver. 

—Lo sé. En mi defensa, yo tampoco quería venir. Pero Karl y tu hermana me obligaron. 

Alegra voltea a ver a Sila con ojos de furia, que de inmediato estira la mano tratando de hacer un gesto para que se calme. 

—Recuerda que estás embarazada, hermana. Recuerda que cargas tres bebés. 

—Pues estos tres bebés están furiosos también, así que somos cuatro contra tres. 

—Ale, solo déjame explicarte, ¿quieres? Necesito que me escuches. Es muy importante para mí que lo hagas. 

Alegra cierra los ojos, y respira profundo. Sé que me escuchará, conozco bien a mi mujer, solo tengo que esperar a que ella me diga que quiere a cambio. 

—Lo haré. Pero se me antojan unas quesadillas de queso Oaxaca. Así que Rico debe ir a conseguirme unas. 

—¿Yo? —pregunta,  bastante confundido. 

—Sí ve. Pero que sepan cómo las que venden en los mercados de México. Si no, ni te aparezcas. 

—Y, ¿dónde voy a conseguir eso? 

—No me preguntes, yo estoy gestando… 

—¿Y eso que…? —Alegra le lanza una mirada, interrumpiendo la pregunta y haciendo que él salga del lugar. 

En cuanto Rico se va, ella toma un enorme sorbo de agua. 

—Al fin. Ahora dime, ¿qué pasa? —inquiere. Sila y yo nos miramos confundidos—. No soporto a Rico, así que tenía que hacer algo para sacarlo de mi vista. Si sabes que no lo soporto para que lo traes. 

—Porque es parte del plan, mi vida. 

—¿Mi vida? —Ahora soy yo quien está bajo la mirada amenazante de Alegra—. Debe ser algo en verdad grande, como la vez que… ¡Oh por Dios!, no me digas que te convenció para volver a esa clínica clandestina. 

—¿Clínica clandestina? —pregunta Sila, bastante confundida. 

—No… —Trato de explicar algo, pero no sé mentir. Si abro la boca prácticamente estaré diciendo toda la verdad. 

—¿Qué es lo que quiere? Dime Karl, antes de que decida que lo mejor será hacer mis maletas e irnos todos a Madrid. 

Me acerco a ella. 

—Quiero volver a trabajar en la clínica. Sé que no puedo ir, así que Rico se ofreció para llevarme y traerme todos los días. 

Alegra sonríe, para luego decir de manera contundente: 

—No. 

Ella se da la vuelta y camina hacia la habitación. Sila, encoge los hombros, es su forma de decir ‘te lo dije’. Sigo a Alegra hacia la habitación y antes de que cierre la puerta, entro. 

—Alegra. 

—¿Por qué insistes en llevarme la contraria, Karl? —me responde, en un tono serio, demasiado serio para ser de su parte—. Te advertí de Rico, desde la primera vez que lo vi. Te dije que era peligroso y terminaste en una clínica clandestina. Un lugar ilegal y peligroso, donde casi mueres. Te pasé el hecho de que no quisiste denunciarlo, porque no querías quitarle su licencia. Me convenciste diciendo que era todo lo que él tenía y que tú tenías más. Y ahora, regresas con él para contarme una grandiosa idea, donde una vez más estarás a tu lado. Lo que me hace pensar que a ti simplemente te vale lo que yo pueda decir y todas mis advertencias. Simplemente, no me haces caso, no me escuchas. 

—¿No te hago caso?, ¿no te escucho? —respondo, bastante molesto—. Claro que lo hago, y por esa razón es por la que vivimos aquí. Cuando me dijiste el sueño que tenías, te escuché, y dejé todo lo que conocía para seguirte hasta acá. Cuando pasó lo de los bebés, en ambas ocasiones, te escuché e hicimos lo que a ti te parecía conveniente. Ahora, sé que lo de Rico salió mal y que fue completamente mi culpa. Pero debes creerme cuando te digo que es un buen hombre. Y que todo lo que haces es para bien. Tal vez no sea el método adecuado, pero ese hombre me salvó la vida, y también le estoy agradecido. Así que escúchame y después ves si me das la razón o no. 

—Bien, dime. —Me pide que prosiga. 

—Estoy aburrido. —Es la primera frase que me sale de los labios—. Estoy comenzando a desmotivarme. No es porque no me guste pasar tiempo con los niños o contigo, sino porque mi vida cambió de un día para otro. Un día estaba atendiendo a los pacientes, y al siguiente, me encontraba al borde de la muerte. De repente, ya no puedo mover mis piernas y dependo de otras personas para realizar ciertas actividades. Pasé de ser completamente independiente a depender de una medicina o de si la niñera puede llevarme al parque. No puedo ayudarte del todo con los niños, y pronto darás a luz a tres más. Siento que no puedo proveer a mi familia como debería. Sin embargo, mi mente sigue funcionando perfectamente, mis manos aún pueden hacer muchas cosas, y puedo ejercer mi profesión. Por eso, te digo esto porque no deseo esconderte nada: voy a regresar a trabajar a la clínica. Haré mi vida lo más normal posible y trataré de ser el Karl de antes. Mis necesidades también son importantes. Como te dije, tu sueño es el inicio del mío, pero si no confías en mí, no podrá ser.

Alegra me mira fijamente, con esa mirada color ambar que desde el inicio me hizo perder el juicio. Su boca se mueve, creo que va a sonreír. Sin embargo, las lágrimas se escapan y empiezan a correr por su mejillas. 

—No sabía que te sentías así —expresa, para luego soltarse a llorar. 

—Ale… —pronuncio su nombre con ternura. 

—Yo pensé que todo estaba bien y resulta que no tanto. Soy una egoísta, ¿cierto? Si nos hubieramos quedado en Madrid tal vez tu accidente no hubiese pasado y… 

—No, amor —respondo. 

Me acerco a ella y le indico que se siente sobre mis piernas. Alegra lo hace y me abraza. 

—Tienes razón. Siempre me escuchas y comprendes. Me seguiste hasta acá y me has ayudado a criar a dos niños, y ahora lo haremos con cinco. Eres un excelente compañero de vida, un increíble padre y sí, un gran doctor. Te mereces todo, te lo juro, pero sin Rico. 

Sonrío. 

—No hay manera, ¿verdad? 

—No. 

—Él se ofreció a llevarme y traerme todos los días de la clínica acá… 

—No. Rico no te llevará ni traerá de ningún lado. No te prohibo trabajar de nuevo en la clínica, pero no te irás con él. Le pediré a mi padre que contrate un chofer. 

—Vale… 

—Y yo escogeré a tu asistente. No quiero fotografías de chicas como si fuese una aplicación de citas. 

—Perfecto, señora. —Le doy la razón. 

Ella me abraza. Apenas y nuestros cuerpos se juntan debido al vientre abultado. 

—Te amo, Karl. Y lo único que quiero es que estés a salvo. 

—Lo estaré. ¿Confías en mí? 

—Siempre lo hago, siempre. Solo quiero que envejezcamos juntos, me dolería perderte. 

—No me perderás. Regresé de la muerte para estar contigo, ¿dime si hay algo mejor que eso? 

—No quiero que lo averigues —me murmura al oído, para después darme un beso sobre los labios. 

Pongo la mano sobre su vientre y la beso. Puedo sentir como la sangre bombea a mi corazón y este se emociona. Sin embargo, aún no hay respuesta dónde quiero que lo haga Todavía no siento nada. 

—Tranquilo. En realidad ahora no quiero nada. Capaz y me haces dos más y tenemos quintillizos. 

Ambos nos reímos, aunque no sabemos si es por el chiste o porque ambos sentimos que eso podría ser verdad. 

3 Responses

  1. Que dificil adaptarse a tantos cambios tan bruscos asi de repente. Pero juntos son invencibles, y Mi Karl volvio de la muerte. 😍❤️ y yo los apoyo a los dos, buena idea q vuelva a trabajar y buena idea lo del chofer, yo tambien odio a Rico y no se pprque Karl insiste qur es buena persona. Yo soy como Alegra, no le veo lo bueno y lo quisiera lejos de ellos. 😅

  2. Que sea la oportunidad también para que Rico se redima y finalmente todos encuentren su rumbo. Alegra y Karl son un gran equipo y van a seguir superando todo juntos

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