ALEGRA
-tiempo después-
Pilar y Cairo llegaron a Nueva York para formar parte de nuestra familia. Cairo es el chofer de Karl; lo lleva a todas partes y le ayuda a bajar y subir del auto, permitiéndole moverse de manera independiente. Pilar es la asistente de Karl. Me dijo que necesitaba una enfermera preparada y se me ocurrió que la hermana de Sabina era la mejor opción. Ella no solo habla un perfecto inglés, sino que tiene todas las credenciales para ayudar a Karl en su nuevo trabajo. Además, tiene un carácter firme y una capacidad de toma de decisiones que sé que ayudará a mi marido y lo mantendrá lejos de las ocurrencias de Rico.
Por otro lado, Pilar también viene a ayudarme con el nacimiento de los trillizos, ya que necesitaré un poco de apoyo debido a los cuidados postnatales que podrían necesitar. El doctor me ha dicho que pueden nacer con bajo peso, debido a que son tres y, a veces, un bebé se lleva el peso de otro.
—Pero no debes preocuparte —señaló, mientras revisaba a mis bebés de seis meses—. Es algo común. Posiblemente, pasarán unos días en la incubadora y después podrás llevarlos a casa.
Confieso que, a pesar de la tranquilidad que trató de darme el doctor, me asusté mucho y caí en una especie de paranoia que me llevó a leer decenas de artículos sobre el nacimiento de trillizos y las probabilidades de perder a uno en el proceso o incluso en el nacimiento.
Al principio, los artículos eran enviados por mi hermana Sila, pero después de que Karl le dijo lo que hacía y cómo me impactaba, dejó de hacerlo, y ahora los busco por mi cuenta. He leído de todo: riesgos de un embarazo múltiple, síndrome de transfusión feto-fetal, restricción del crecimiento uterino, nacimiento prematuro y pérdida fetal selectiva. No sé cuál de todos me da más miedo o cuál es el que me causa más ansiedad. Solo sé que no deseo perder a ninguno de mis bebés y haré lo posible para que eso no suceda.
Debido a esto, he tomado otras medidas, muy diferentes a las que tuve en el embarazo de los gemelos. Me he puesto en una dieta estricta para que los bebés puedan subir de peso todo lo que les sea posible. También he tomado muy en serio mis hábitos de sueño y me he inscrito a clases de yoga prenatal para mantenerme en forma.
Le he bajado al ritmo de trabajo. Comencé a delegar citas, campañas y ediciones, y ahora solo me enfoco en lo más importante: atender al artista y tomar las fotos, porque estas deben ser de una forma especial y acorde con la campaña.
También paso mucho más tiempo con mis hijos. Los niños saben que el vientre de su madre ha crecido, pero aún no comprenden del todo que dentro de unas semanas serán hermanos mayores de tres más. Karl y yo hemos hecho una actividad recomendada por mi mamá, donde en cada ultrasonido les traemos un juguete y les enseñamos la foto de sus hermanos para después explicarles que ellos o ellas les envían los regalos.
Mi madre me dijo que eso hicieron con Sila, Lila y conmigo cuando David estaba a punto de nacer, y que les funcionó a la perfección, así que no pasa nada con intentarlo. Hasta ahora, ha dado buenos resultados.
Sin embargo, no importa cuánto haga, lea o investigue, la ansiedad de perder a uno de mis hijos no se va, y eso me está quitando la calma y el sueño, porque día y noche sobre pienso las cosas. Cualquier dolor o malestar que siento, inmediatamente lo asocio con la pérdida de un bebé y lo único que quiero es salir corriendo al hospital para revisar si los tres están bien. Cada visita al médico es una alegría y un desafío, porque no sé lo que me encontraré.
Lo peor de todo es que no estoy disfrutando de este embarazo y me da lástima por los bebés, ya que a mis gemelos los disfruté tanto que me siento muy culpable y solo quiero pedirles perdón. No cabe duda de que la maternidad nos transforma por dentro y por fuera.
Asimismo, nuestros planes han cambiado por completo. Habíamos acordado viajar a Ibiza para irnos de viaje en el yate que la abuela Fátima le había regalado a mi papá. No fuimos por el embarazo y ellos también lo cancelaron. Después, pensábamos ir a Inglaterra para el nacimiento de la sobrina de Karl, pero por la misma razón, no lo hicimos.
Ahora, mi familia está planeando otro viaje para recompensar el viaje cancelado a la playa y me encantaría ir. Los rumores dicen que hasta Sabina y su familia irá y que estarán todos juntos como en los viejos tiempos. Los extraño mucho, y quisiera formar parte de ese viaje, pero no será así, por lo que tendré que conformarme con ver las fotos, porque sé que tomarán muchas.
—Tal vez pueda compensar el viaje —me propone Karl.
Los últimos días he estado más triste y quejumbrosa y sé que él me quiere hacer feliz. Además, los trillizos casi llegan y estos son los últimos momentos que tenemos como familia de cuatro.
—¿Compensarlo? —pregunto, mientras me unto la crema para las estrías en mi enorme vientre.
—¿Por qué no vamos a los Hamptons?
—¿A los Hamptons? —digo sorprendida—. ¿No dijiste el año pasado que era para gente snob?
—Cambié de opinión. Mira, encontré una casa perfecta allá. Ahora que tenemos a Cairo le podemos decir que maneje hasta allá y podemos ir todos a pasar un buen fin de semana. Los gemelos podrían nadar, nosotros relajarnos y podremos salir a pasear, ¿qué te parece?
Guardo silencio por un instante, no tengo muchas ganas de ir a los Hamptons, pero tampoco me quiero quedar el fin de semana largo en Nueva York. No cuando apenas me puedo mover y ninguna de la ropa bonita que me gusta me queda.
—Vale, ¿por qué no? —respondo.
—No te ves muy emocionada —me contesta Karl, impulsándose de la silla con los brazos para acostarse sobre la cama.
Me acuesto junto con él, y acomodo la almohada de embarazo para que sostenga mi vientre y la espalda.
—Lo siento. Pero el saber que me perderé la gran reunión familiar después de la muerte de mi abuela, me duele. Me hace pensar en cuántas cosas me perderé por vivir hasta acá. Hace mucho que no veo a Lila en persona. No estuvimos para los nacimientos de nuestros hijos. Mis hijos apenas conviven con sus abuelos y extraño a mis primos. Soy la única que no está actualizada en la telenovela de Héctor y Marimar.
—Héctor le dijo a Mar que había tomado las señales de forma equivocada, que solo eran amigos. Ella le dio una bofetada —me explica Karl.
—¿Cómo sabes eso? —pregunto, bastante sorprendida.
—Héctor se lo contó a Daniel, Daniel a David, David a Moríns, Moríns a…
—Ya, ya… ya entendí. Aun así, sigo desinformada y me pierdo de cosas. Y ahora, no podré verlos hasta que los bebés puedan viajar. Eso será como un año máximo.
Karl me abraza.
—Mi Alegra está triste —me reconforta, mientras me da besos sobre el cabello.
—Basta, Karl. Es en serio.
—No estoy bromeando. Sé que estás triste y estoy tratando de recompensarte. Te prometo que todo estará bien, ¿vale? Ahora, disfrutemos del viaje y del tiempo que nos queda con estos hermosos bebés dentro de ti, porque cuando estén afuera con nosotros.
—¡Caos! —expreso.
—Caos —repite.
Las luces de la habitación se apagan y solo nos quedamos con la luz de afuera.
—¿En qué momento se nos ocurrió tener cinco hijos? —le pregunto.
Karl suspira.
—En el momento en que nos casamos por la cuarta ley.
—¿La cuarta ley? —pregunto.
—Por calientes — dice, haciéndome reír bajito.
—¿Ves cómo solo quiero hacerte feliz? —me pregunta.
No hay duda de que siempre lo hace.
***
De todo los años que estuve viviendo en Nueva York, jamás se me ocurrió viajar a los Hamptons. Honestamente, no era un lugar que me llamara la atención y mucho menos a una mujer de veinte años que acababa de mudarse de Madrid y solo quería experimentar la vida nocturna.
Sin embargo, ahora que estoy aquí, estoy bastante emocionada en pasar el fin de semana largo en la casa que rentó Karl. Me imagino tomando fotos a mis hijos, paseando por la playa, descansado en la terraza con un vaso de juego fresco en la mano. Supongo que eso es madurar. El encontrar en los lugares que a tus padres se les hace divertido, la paz que necesitas antes del caos de la maternidad; aunque ser madre de gemelos ya me ha dado una probada de lo que es eso.
Así, después de tres horas escuchando canciones infantiles y dos bebés que solo querían salir de la silla de viaje, llegamos a nuestro destino. Una hermosa cada de dos pisos, muy adecuada para la playa y con grandes ventanas para que entre el sol. Soy la primera en abrir la puerta, porque muero de ganas de ir al baño, me vengo aguantando desde la última estación.
—No, no, no, no, espera —me pide Karl, hablándome desde la puerta del auto.
—Karl…
—Tenemos que entrar todos, ¿vale?
—¡En verdad me urge ir al baño!, tengo a tres bebés pateando mi vejiga, y estos pantalones me gustan mucho. Solo déjame entrar.
—Entraremos, entraremos —me contesta.
Karl acomoda a los dos niños sobre su regazo y espera a que Pilar lo lleve. Al principio, esa imagen me causaba mucha tristeza, pero ahora, verlo así con los niños se me hace lo más tierno del mundo.
—¡Rápido!, ¡rápido! —le apresuro.
—Vamos, vamos…
Karl llega a la entrada y saca las llaves de la puerta. Las mete en la cerradura y le da un giro al picaporte.
—¿Estás lista?
—¡Listísima, amor! —le digo en tono de urgencia.
La puerta se abre, y yo la empujo apurada y lista para encontrar el baño más cercano.
—¡SORPRESA! —Escucho varias voces, y de pronto, veo a toda mi familia aquí. Y cuando digo a toda, es a toda.
Los Carter, los Ruiz de Con, los Moríns, los Carter-Cho y ahora incluimos a los de Marruecos. Mi familia está aquí, junto con mis sobrinos que no son los más emocionados y sigue echando confeti por todo el lugar.
—¡Oh por Dios! —expreso, emocionada hasta las lágrimas—, ¿qué hacen aquí?, ¿y su viaje a Italia?
Lila se acerca a mí.
—Jamás hubo un viaje a Italia. Dijimos que era eso para poder planear en otro grupo el viaje para acá.
—¿Tienen otro grupo sin mí? —pregunto, y me suelto a llorar.
Mi hermana me abraza.
—Tenías razón, se pone muy sentimental en los embarazos —le dice a Karl.
El resto de la familia se acerca y entre nosotros nos comenzamos a saludar. No puedo creer que todos estén aquí, es como en los viejos tiempos cuando todos iban a Vallarta a pasar el verano o la Navidad.
—¿Pensaste que nos iríamos sin ti de vacaciones? —me pregunta mi padre, quien ha llegado a darme un abrazo—. Claro que no.
—¡No saben lo feliz que me siento! —expreso—.¿Cuánto tiempo se quedarán?
—Casi una semana —dice mi tío Manu—. No viajamos tantas horas para quedarnos cinco minutos.
—¡Oh, tío Manu!, extraño pasarme a tu casa a nadar.
—Y yo extraño que seas la catadora de mis guacamoles y salsas. También…
En ese instante, mi tío Manu guarda silencio y me ve raro.
—¿A caso? —pregunta.
Estaba tan emocionada, que olvidé que me urgía ir al baño y ahora, la vejiga ha cedido.
—Lo siento mucho… —le expreso, mientras noto mis pantalones mojados.
Mi tía Ainhoa se acerca y me toma de la mano.
—Vamos, te ayudo a cambiarte. No te preocupes, cuando estaba embarazada de Héctor, me pasó lo mismo. No es un gran lío —me consuela.
Volteo a ver a Karl, que en ese instante se encuentra sonriendo.
—Lo sabías, también esto lo sabías.
—Yo lo organicé. Ves, solo quiero hacerte feliz —me repite, y yo sonrío.
Sila me toma del otro brazo y comienza a caminar junto con mi tía Ainhoa.
—Tenemos muchas actividades. Rentaremos un yate y nos iremos a navegar, te haremos un baby shower para los trillizos y apostaremos por el sexo de los bebés, tendremos un día de spa solo para nosotras y una ceremonia especial, y muchas otras cosas más. Verás que la pasaremos bien —me cuenta, y yo no dejo de sonreír.
No cabe duda que será un gran fin de semana juntos, no puedo esperar para ver lo que pasará. ¿Será como en los viejos tiempos?
Jajajajaja mi Karl es un amor. ❤️❤️❤️❤️❤️❤️. Ya quiero saber las anecdotas q saldran de esa reunion.sera q Antonio pasara ahi su novatada?? No sepuede ir en limpio no no jajajajaja
Oh mi Dios, que sorpresa maravillosa. Amo a Karl.
Q lindura. Toda la fam junta para animar alegra
Manu 💕 los guacamoles son su especialidad
Que linda sorpresa, vivir lejos de la familia y embarazada, se vuelve un reto
Excelente plan el de Karl!
Awww que lindo todos juntos 🥰❤️
Esperando los próximos capítulos, presiento que me reiré mucho 😅
Qué emoción este reencuentro!! Familia que se fortalece para cada etapa.