KARL
-2 meses después-
Después de nuestra boda, no boda, el tiempo pasó volando para Alegra y para mí, y en cuanto menos lo esperamos, la llegada de nuestros bebés se adelantó.
—¿Cómo que los corazones de los bebés están débiles? —pregunto, bastante angustiado.
Alegra, voltea a verme y al notar mi cara de preocupación, sabe que esto es peligroso.
—¿Karl? —me pregunta.
—Sí. Apenas se escuchan, si quieren salvarlos, debemos intervenir hoy.
—¡HOY! —pregunta Alegra, mientras se levanta de la camilla—. ¿Cómo que hoy?, Todavía me faltan algunas semanas de gestación, si tengo a los bebés hoy, puede que no sobrevivan —responde alterada—.¿Karl?
Asiento con la cabeza.
—El doctor tiene razón, es ahora o nunca.
—¿Cuáles son las posibilidades de que los bebés sobrevivan? —pregunta ella, en un tono de desesperación.
—Señora…
—¿Cuántas?
—Si lo hacemos hoy y son llevados a cuidados intensivos, un 80%, pero lo tenemos que hacer ya.
Alegra me toma la mano, buscando mi aprobación.
—Es ahora o nunca, Ale —le comento.
—Hablaré al hospital para que vayan preparando su habitación y el quirófano —nos avisa.
El doctor sale de la habitación y nos deja solos. Ella rompe en llanto y yo, le tomo las manos y las beso.
Me duele ver a Alegra así, angustiada y llena de miedo, sobre todo cuando hace meses estaba feliz y rodeada de su familia, en aquel lugar de los Hamptons donde pasamos una de las mejores semanas de nuestra vida.
Alegra y yo nos casamos. Tuvimos un hermoso baby shower donde la familia nos dio hermosos regalos y entre risas y anécdotas nos compartieron consejos. También, como siempre, se apostó sobre el sexo de los bebés. Alegra dijo que posiblemente tendría dos niños y una niña y yo dije que tendríamos tres niñas.
Algunos le dieron la razón a Alegra, otros a mí, pero también nos auguraron que tendríamos otros tres niños más, así que Alegra quedaría bendita entre los hombres. Al final, nos desearon que fuese la combinación que fuese, lo importante es que los niños tuvieran salud y llegarán bien. También nos prometieron que estarían aquí el día que llegaran, como era costumbre en la familia.
Sin embargo, ahora nos vemos abrumados por lo que nos acaban de decir. Alegra estaba a tan solo unas semanas de tener a los bebés y ahora, está a horas de poder perderlos. Las alarmas se encendieron, cuando ella durante el día no los sintió moverse como solían hacerlo y decidió venir al doctor a revisarlos; resulta que su instinto era el correcto.
—¿Qué haremos con los niños? —me pregunta, mientras una enfermera empuja la silla de ruedas y la lleva directo a la ambulancia.
—No te preocupes. Ya le pedí a Pilar que los cuide. También le pedí que avisara a tus padres, para que estuvieran enterados y viniesen para acá.
—¡Llama a Sila! —me pide, interrumpiendo mi conversación—. Yo sé que ella trabaja con bebés prematuros, llámala y dile que la necesito, ¿sí?
El rostro angustiado de Alegra me parte el corazón, así que simplemente le digo que sí, y que no debe preocuparse por nada. Sin embargo, la preocupación llega, cuando los paramédicos la suben sola a la ambulancia.
—Lo siento, deberá ir por otros medios —me dice el paramédico.
—Lo sé.
Es lo malo de estar en una silla de ruedas, que sin querer te conviertes en otro paciente en lugar de ser el acompañante.
—No, Karl, ven conmigo, ¿qué pasa si pierdo a los bebés? —me pregunta ella, en lágrimas.
Como puedo, me acerco a ella y le tomo la mano.
—No los perderás. Yo estaré a tu lado cuando lleguen y todo saldrá bien, ¿vale?
—No, espera Karl, no. No me dejes sola, te lo pido —me ruega, rompiendo en llanto.
—Iré detrás de ustedes — le aseguro—. Mantente tranquila por el bien de los bebés.
Las puertas de la ambulancia se cierran y, para mi fortuna, Cairo acaba de llegar por mí. Se baja de la camioneta y con gran velocidad abre la puerta y me levanta para sentarme en el sillón.
—Sigue a la ambulancia, no la pierdas de vista —le ordeno.
—Sí, señor —contesta, para luego guardar la silla de ruedas y arrancar el auto.
Cairo maneja a una velocidad alta, esquivando los autos y tratando de no perder de vista a la ambulancia donde viene Alegra, mientras yo llamo con urgencia al móvil de Sila, ella me responde de inmediato.
—¿Karl? —pregunta—. ¿Cómo está Alegra?, me acaba de llamar mi papá, dice que la van a internar.
—Sí. Ella me pidió expresamente que estuvieras aquí para atender a los bebés, así que te pido que…
—Para tu suerte no estoy en Madrid, sino San Gabriel. Ya estoy terminando de hacer la maleta y en este momento salgo para allá. Tomaré un avión en Oaxaca a la Ciudad de México y de ahí para Nueva York. Llegaré, no sé en cuánto tiempo pero, llegaré.
—Gracias, Sila.
—No hay nada que agradecer. Ahora ve con tu esposa, no esposa y apóyala, Alegra te necesita.
—Lo sé.
—Y Karl… No volverá a pasar, ¿entiendes?, no va a pasar. —Me recuerda, para después terminar la llamada.
Cierro los ojos y me viene a la mente la última vez que estuve en una situación así. En ese momento, era joven y no sabía cómo reaccionar, pero ahora tengo más experiencia y sobre todo, más años. Esta vez, mis tres bebés sobrevivirán, sé que eso pasará, confió en que eso pasará.
***
Escucho el bip, bip, bip, del electro, mientras Alegra se encuentra recostada en la camilla, con una cinta envolviendo su abultado vientre. Ella tiene las manos juntas, los ojos cerrados y murmura oraciones rogando porque todo salga bien. Yo reviso desde mi lugar, que es a su lado, las gráficas que arrojan.
—¿Está muy mal? —me pregunta, sacándome del trance. Volteo a verla—. No me puedes mentir, así que sé que lo que respondas será la verdad.
—Los corazones sigue latiendo —le aseguro—. Siguen latiendo.
Ella asiente con la cabeza, y vuelve a hundir su rostro, pero esta vez sin soltar mis manos.
—Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene, nada le falta, solo Dios basta —recita.
—Nunca había escuchado que rezaras. Según yo, tu familia no era religiosa.
—No somos religiosos, pero nuestros padres nos enseñaron a rezar. Esta oración la rezaba mi abuela Mena y yo me la aprendí de memoria porque es un poema. Me hace sentir segura. Me hace pensar que todo va a salir bien.
—Todo saldrá bien —repito.
—Karl. Yo no quería a estos bebés al inicio y ahora, no quiero perderlos. He estado pensando en estas horas que ellos lo saben y por eso se quieren ir… si los pierdo, no me lo voy a perdonar. No me lo voy a perdonar —repite.
En este momento, tengo el impulso de ponerme de pie y abrazarla con fuerza, pero mis piernas no responden ni a las lágrimas de mi esposa.
—Estoy contigo, sé de corazones, ¿recuerdas? —le comento y ella asiente—. Aquí estoy contigo.
Las puertas de la habitación se abren y una enfermera entra seguida de dos camilleros más.
—Señora, es hora —le dice, y ella asiente con la cabeza—. El señor debe salir para cambiarse, la iremos llevando al quirófano.
—No me dejes sola —me pide, y de nuevo rompe en llanto.
—Solo iré a cambiarme, en momentos estaré contigo, ¿vale?
—Te lo pido, Karl. No me dejes sola. Quiero a mi mamá, quiero a mi papá. Mi papá sabe de bebés —me ruega, mientras se la llevan envuelta en lágrimas.
—¿Señor? —me pregunta un camillero.
—Me cambio y voy —le aseguro y él me lleva hacia la sala donde debo cambiarme y ponerme la ropa para el quirófano.
Es terrible la sensación de saber que esta entrada al quirófano no es para que yo opere, sino sabiendo que está en juego la vida de mis bebés y que yo, no estoy a cargo de que todo salgan bien.
Cuando perdí a mi primera hija, no tenía el conocimiento suficiente para saber lo que pasaba, y por eso, me hice especialista en el corazón, porque juré que jamás me volvería a pasar. Este es el momento, para cumplir esa promesa.
—¿Y Karl? —pregunta Alegra.
—Aquí estoy —le digo, mientras me acerco a ella, y tomo su mano—. Todo va a salir bien, ¿vale?
—Deja de decirme eso, solo dime, ¿qué pasará si perdemos a los bebés?
—¿Cómo qué pasará? —inquiero.
Alegra asiente.
—¿Qué pasa si los perdemos? —sus hermosos ojos cafés se abren, expectantes a una respuesta.
—Pues lloraremos juntos. Lo haremos con fuerza, y nos abrazaremos mucho y luego los recordaremos como ese milagro que tuvimos y que no se logró. Jamás te dejaré de amar, ni te echaré la culpa, si eso es lo que te preocupa.
—Pero no los perderemos —me asegura, con una sonrisa y las lágrimas cayendo por sus mejillas.
—Pero no los perderemos.
—¿Listos? —nos interrumpe la voz del médico—. El bebé número uno está por llegar.
Quiero levantarme, tengo el impulso de hacerlo, pero las piernas no me lo permiten. Un leve llanto se escucha al fondo, anunciándonos que uno ha llegado.
—Es una niña —nos avisan, mientras el pediatra la toma y la revisa.
—¡Una niña!, ¿la ves? —me pregunta Alegra.
Noto que la niña es diminuta, apenas debe pesar un kilo o un kilo y medio.
—Sí. Y respira —le aseguro.
El pediatra se la lleva a la incubadora y sigue revisándola.
—Llega bebé número dos. ¡Otra niña!
El leve y agudo llanto, se escucha al fondo y otro pediatra la toma entre sus brazos.
—Otra niña, tenemos dos niñas, Karl —me dice emocionada, haciéndome sonreír.
—Bebé número tres, es una niña.
—¡Tres niñas!, ¡tenemos tres niñas! —le expreso a Alegra con alegría.
—¿Está bien? —me pregunta.
Volteo hacia dónde están los pediatras, y noto que mi hija, mi pequeña y menuda niña, tiene dificultades para reaccionar.
—No —murmuro.
—¿Karl? —pregunta—. ¿La niña está bien?
Noto como el pediatra le está haciendo la reanimación, y en ese instante los recuerdos de mi primera hija vienen a mí. Como me quedé paralizado, sin saber lo que pasaba, pero, hoy, sé exactamente lo que pasa y sé que puedo ayudar.
Un impulso me hace mover la llanta de la silla de ruedas, pero la mano de Alegra me sujeta el brazo, haciendo que me detenga. Volteo a verla, con los ojos llenos de lágrimas y en ese preciso momento, lo entiendo todo.
Cuando tuve a mi primera niña, estaba tan concentrado en el proceso, que me olvidé de la madre por completo, lo que llevó a los reclamos y al término de mi relación. Hoy, comprendo, que soy el esposo de Alegra, y que por más que tenga el conocimiento para intervenir en el proceso, en este instante solo pertenezco a ella y debo confiar en los doctores.
—¿Karl?, dime si la niña está bien —me pide, mientras llora.
—Ale… —comienzo la frase, cuando un leve gemido se escucha, y la niña reacciona.
—¡Rápido, a cuidados intensivos! —se escucha.
—Está viva. Las tres están vivas. Se las llevaron a cuidados intensivos —le comento, y ella rompe en llanto.
Me acerco a su rostro y le doy un beso sobre los labios.
—¡Somos papás de trillizas! —le anuncio con alegría—. Tenemos tres hermosas niñas.
Alegra asiente con la cabeza, mientras continúa llorando. A pesar de todo lo que está sucediendo, sentimos alegría, porque ambos comprendemos que está permitido regocijarnos de felicidad, aunque el panorama no esté claro. Porque somos padres de nuevo, porque llegaron tres niñas a nuestra vida, porque Alegra y yo hemos realizado nuestro sueño en conjunto, tener una familia.
Uff que fuerte y para Karl revivir lo que ya una vez perdio, que doloroso. Trillizassssssssss jajajajajaja jum dolor de cabeza y canas verdes jajajaja seran picaflorcitas o seran “aburridas” jajajajaja acaban de nacer y yo ya viendo el futuro, sorry, me emocione jajajajaja. Que lindos. Y Karllll cuando volvera a caminar????????? Eso me angustia.
Q fuerte. Pero bendicion que nacieran vivas. Como dice el capítulo. 3 corazones
Que bellos y que angustia en este capítulo. Todo los sufro con ellos. Quiero que a pesar de todo lo que han enfrentado logren salir adelante y Karl pueda estar bien. Aunque no camine que pueda hacer feliz a su mujer. Tu sabes Ana. 😝😏😜😉
WOW que fuerte….nada fácil el momento…con 2 pediatras en la flia y tan lejos y la importancia de Karl de estar y no poder … ojalá pronto las piernas le respondan… aunque esté era el momento 🥺
Que momento! Saber que su lugar es ser esposo justo en el momento en que la incertidumbre le impulsaba ir con su bebé para no repetir la historia
Que llorada hay tantos sentimientos en el ambiente, pero esa güilas son fuertes como el papa y la mamá
Y van llegando los refuerzos 🥰😍🤧
Que hermoso como Karl le habló a Alegra si llegaban a perder sus bebés. Tiene un corazón tan bello 🥰🥺🥺 que todo salga bien 🙏🏻🙏🏻🙏🏻
Qué difícil ser padre, esposo, médico y lograr responder a todos tus instintos al tiempo. Son una pareja increíble Karl y Alegra y merecen sus cinco bendis enloqueciendo sus vidas