DANIEL 

Siete de la noche y he llegado puntual. Me he vestido cómodo, como me lo ha pedido Julián, pero todavía no hay rastro de él. Me ha dicho que llegue a tiempo, que es indispensable que lo haga, así que supongo que en cualquier momento aparecerá. 

«He llegado».

Le envío mensaje. Mientras estoy recargado en mi auto. El chofer está esperando indicaciones para saber si me deja solo o se queda esperándome. 

—Espero que no se esté haciendo el misterioso —murmuro. 

De pronto siento ese pinchazo que me indica que el pánico está a punto de apoderarse de mí, cuando miles de pensamientos sobre lo que pudiese pasar en este instante me embargan. 

¿Qué tal si me ataca?

¿Qué tal si es una trampa? 

¿Será que tengo que huir? 

—¿Solo Daniel? —escucho la voz de Tazarte. Volteo hacia mi derecha y lo veo, caminando hacia mí. 

—Maestro. 

—Dime Tazarte —me recuerda. 

—Lo siento, Tazarte. 

Él me nota algo angustiado, así que se acerca a mí y me mira a los ojos. 

—¿Todo bien? —pregunta. 

Su mirada café se vuelve intensa, como si tratara de entender todo lo que pasa por mi mente. 

—Sí, sí, estoy bien —respondo. 

—¿Seguro? 

Asiento con la cabeza. 

La mirada intensa se aleja de mí y una sonrisa se dibuja en su rostro. 

—¿Qué haces aquí? —le pregunto. 

Tazarte voltea a ambos lados de la acera. 

—Bueno, es un sitio público —me hace saber. 

Me río bajito. Estoy tan paranóico y que he preguntado eso en voz alta. 

—Cierto, lo siento. 

—Está bien. Creo que ando un poco perdido porque no tengo ni idea de dónde estoy. He olvidado cómo caminar por Madrid. 

—Bueno, si te vas mucho tiempo, puede pasar. Aunque, por experiencia, creo que solo necesitas unas cuántas direcciones. 

—¿Me das tu la dirección? —me pregunta, con una voz grave. 

—Bueno, dime dónde quieres ir. 

—¿Daniel? —Escucho una voz, y al voltear, noto a un hombre alto, incluso más alto que mi padre y eso que mide casi 1.90, con cuerpo perfectamente bien definido, musculoso, arropado por unos pantalones pegados de deporte y una camisa sin mangas. Su cabello rubio. Una pequeña arracada cuelga de su oreja derecha—. ¿Eres Daniel? 

—Sí, sí —acepto, todavía recuperándome. 

Él sonríe. 

—¡Ah!, trajiste a alguien más —comenta, viendo a Tazarte—. Mejor, mucha más diversión para los tres.

—¿Cómo? —pregunta, Tazarte. 

Julián nos guiñe el ojo, y después me toma del brazo para jalarme hacia él. 

—Vamos, que se nos hace tarde. 

—¿Tarde? —pregunto. 

—También tú, quiero ver tu resistencia, hombre de ojos intensos —le dice a Tazarte, y con la otra mano lo lleva hacia él. 

Los tres caminamos hacia un edificio, que, al abrir sus puertas, se convirtió en un estudio deportivo. 

—¿Qué es esto? —pregunto. 

—Es mi nuevo estudio de Insanity —responde Julián. 

—¿Insanity? —pregunta Tazarte, sin entender nada. 

—Sí. La verdad, utilizo la app de citas para atraer nuevos clientes. Aunque, déjame decirte, que tú me gustaste desde el inicio, y no tienes mal cuerpo. Así que te daré una clase muestra y después, podemos ir a mi piso y volvernos insane. 

Tasarte al escuchar eso arquea las cejas, sorprendido. 

—Me encanta Madrid. Uno sale a la calle en busca de algo para cenar y termina metido en un trío —bromea. 

Niego con la cabeza. 

—No tienes que quedarte —le comento. 

—No, sí, qué se quede. Me gustan también así, como él, altos, flacos, pero marcados—comenta Julián—. Vamos, que la clase está por comenzar. 

—Yo creo que mejor me voy, lo mío es correr, no esto —me dice Tazarte. 

Sin embargo, como si esto fuese una película de terror, las puertas del lugar se cierran, dejándonos a los dos adentro, junto con 20 personas más que vienen listas para esto. Yo al menos traigo puesta ropa cómoda, pero Tazarte, trae vaqueros, una playera de color negro, básica y un saco encima, que dista bastante de las dos veces que lo he visto con traje; debo confesar que me agrada más de traje. 

—Vamos —nos anima Julián, que está más que preparado —. Aquí sabré cuánto aguantan de cardio —nos dice en voz baja. Después se aleja y va al frente de la clase, dejándonos atrás. 

—Eres un hombre lleno de sorpresas, solo Daniel —me dice Tazarte, con una media sonrisa y ese tono de voz grave que no me molesta para nada. 

Niego con la cabeza. 

—Sólo sé que es otra cita pésima de la que no puedo escapar, pero tú sí. Vete, yo te cubro. 

Tazarte sonríe. Se amarra el cabello largo y rizado, haciéndose un moño en la parte de atrás, y se quita el saco, para dejarlo en una de las sillas que hay al lado. 

—Ya estamos aquí. Además, no abandonaré a un soldado que está a punto de caer. Porque, ¿si sabes que el insanity es los ejercicios que hacen los soldados en Estados Unidos? 

—¿Cómo? —pregunto. 

—¡BIEN! —Se soprepone la voz de Julián—. Ni nombre es Julián y este es el nuevo concepto de Insanity. Les recomiendo que tomen descansos cuando lo necesite y constantemente chequen el ritmo de su corazón. Vamos a hacer todos estos ejercicios de cardio hasta el fallo. 

—¿El fallo cardiaco? —me pregunta Tazarte, haciéndome reír bajito. 

—Muy bien, vamos a empezar con el calentamiento, ¡vamos con el cardio circuit! 

Así comenzamos la cita, una que no me esperé y que confieso que me hace extrañar al hombre de los gatos, incluso al obsesivo – compulsivo; al menos con ellos estaba sentado. Nos movemos de un lado para el otro, llevando el ritmo de Julián, que cada vez se va poniendo más difícil. 

Mi mirada se posa en Tazarte, cuya camisa comienza a empaparse de sudor. Movemos los brazos y las piernas, corremos en nuestro lugar y siento que ya no aguanto más. Hago ejercicio en el gimnasio, no puede ser que mi cuerpo comience a fallar. 

—¡Vaya cita! —me dice Tazarte—. La próxima vez te consigues uno que te lleve a modelar en cerámica. 

Me río. 

—¡MUCHA RISITA ALLÁ! —se escucha la voz de Julián, y viene hacia nosotros, con una actitud decidida—.¡Vamos!, ¡más rápido!, ¡más rápido!, ¡veme a los ojos!, ¡más rápido! —me presiona. 

Así empiezo a acelerar y cuando comienzo a agarrar un ritmo, él lo cambia. 

—¡Ahora de lado!, ¡pasos laterales!, ¡vamos!, ¡vamos!, ¡vamos! —nos grita. 

Tazarte y yo nos volteamos a ver y nos vemos sudando, con el rostro pálido y los cabellos empapados. Él corre lo más que puede, como si en realidad lo hiciera por su vida. 

—¡Saltos!, ¡saltos!, ¡saltos! —nos indican. 

Para nuestra suerte, Julián pasa a otras dos víctimas, que se encuentran a dos filas de nosotros. Tanto Tazarte como yo nos detenemos, agitados. 

—Este es el peor trío en el que he estado —me comenta. 

—¿Ya has estado en un trío? —pregunto, bastante interesado. 

—Sí, de violín, cello y viola —contesta, haciéndome reír —. ¿Cuál pensaste? 

—No nada… solo. 

—¡MUCHA PLÁTICA ALLÁ!, ¡LOS VOY A TENER QUE SEPARAR! —nos grita Julián. 

—¿Qué es esto?, ¿la primaria? —pregunta Tazarte. 

Julián se acerca de nuevo a nosotros, estoy comenzando a pensar que esto ya es personal. 

—Vamos, quiero ver tu burpiee —me dice. 

Me quedo en silencio. 

—¡Vamos, quiero ver tu burpiee! —me indica—. Vamos, vamos, vamos.

No sé por qué le hago caso, pero, comienzo a hacer los burpiees a una velocidad que no conocía. 

—¡Vamos!, ¡vamos!, ¡vamos! Eleva tu potencial, demuéstrale al mundo que no eres un hombre mediocre, que no eres un hombre vago y que se lleva por los vicios. 

—¡Guau!, ¡relájate, hermano! —interrumpe Tazarte, al escuchar su discurso. 

—¡Tú también!, ¡hazme burpiees! 

—Yo, creo que paso —contesta él. 

—¡Burpiees! —le indica—. Push, push, push, push —le grita, mientras Tazarte se tira al piso para comenzar a hacer los burpiees. 

—Push, push, push. Vamos, más rápido, más rápido —nos alienta—.Push, push, push, ¡ASÍ! 

Julián se aleja de nuevo, y tanto Tazarte como yo acabamos tirados en el suelo. Con el pecho agitado y a punto de desfallecer. 

—Eres un baúl lleno de sorpresas, solo Daniel —me dice, apenas pudiendo hablar. 

—¡VAMOS, TERMINEN CON FUERZA! —se escucha a Julián, quien no ha dejado de gritar durante 40 minutos. 

Volteo a verle, y por alguna razón me gana la risa, así que comienzo a reírme con soltura, al verme en esta nueva situación, pero esta vez al lado de Tazarte, al que he jalado sin querer a mi peor cita de todas. 

—¿De qué te ríes? —pregunta. 

—Que al parecer en esta cita sí terminé agitado, tirado en el suelo y sin poder moverme. Puedo decirle a mi primo que terminé con la follada de mi vida —contesto, para seguir riendo. 

Tazarte se une a la risa. 

—Yo solo quería algo de cenar. La próxima vez que te vea por la calle me iré por el otro lado. 

Reímos, lo hacemos con fuerza. Ya no nos importa si Julián sigue gritando adelante a otro par de chicos que de seguro engañó de la app de citas. 

—Definitivamente, tienes el peor tino para citas —comenta Tazarte, poniéndose de pie y caminando hacia su saco. 

Yo aprovecho que Julián está distraído, para ponerme de pie y seguir a Tazarte a la salida.

—Pues no habrá segunda cita, pero al menos sé lo que es el insanity —le comento y él se ríe bajito. 

—Yo he cambiado mi perspectiva sobre los tríos —contesta—. Sigo prefiriendo el trio para violín, piano y cello de Beethoven. Al menos es más sutil, menos regañón y gritón.  

Así, comenzamos a caminar hacia la salida, y ambos vamos cojeando, porque cada músculo del cuerpo nos duele de manera terrible. Salimos a la calle, después de decirle a la asistente que nos borre de la lista de prospectos para venir a hacer este ejercicio. 

—Bueno… —me dice Tazarte—. Supongo que la cena queda cancelada. 

—Lo siento. De verdad no tenías que entrar conmigo, pudiste haberte ido. 

—¿Y dejar a mi compañero parlanchín de la primaria morir solo? —contesta, haciéndome sonreír—. La próxima vez, solo te evitaré en la calle, no lo tomes personal. 

—No lo haré —le digo, para luego reír.

Ambos nos quedamos en silencio. A pesar de la situación, no hay incomodidad entre nosotros. Incluso, puedo decir que hay camaradería con un toque de “algo” que no sé qué es. Sus ojos café intenso se clavan en mí, haciéndome sonrojar por un segundo. Tazarte sonríe, y el simple gesto ilumina su rostro, dándome otra perspectiva de él. 

El ruido de la ciudad parece desvanecerse mientras estamos parados ahí, como si el mundo nos diera un respiro para este momento. La luz de las farolas crea un suave resplandor alrededor de Tazarte, haciendo que su presencia parezca aún más cálida y acogedora. 

—De todas formas, me alegra haberme encontrado contigo —dice suavemente—. No era lo que esperaba, pero, al parecer, estás lleno de sorpresas. 

—Gracias, de verdad —respondo. 

—Bueno, entonces… —Empieza Tazarte, pero parece dudar por un instante, como si buscara las palabras adecuadas—. Nos vemos. 

—Sí, claro. Hasta luego. 

Tazarte se da la vuelta, y comienza a caminar. Sin embargo, yo lo detengo. 

—¡Oye!, ¿qué te parece si otro día te repongo la cena? —le pregunto. 

Él voltea y me sonríe. 

—¿La cena? 

—Sí, digo, al parecer siempre que nos encontramos la cago en cierta manera. Buscabas algo de cenar y te metí a esta locura. ¿Qué te parece si programamos una cena?, te llevo a un buen restaurante aquí en Madrid. 

Sus labios se curvan en una sonrisa genuina. 

—Me encantaría eso —contesta, sin poder ocultar su entusiasmo.

—Perfecto. Entonces, ¿te parece el viernes?

—El viernes suena bien.

Nos quedamos un momento más en silencio, sin decir ni una palabra. 

—Bueno, será mejor que me vaya —dice finalmente Tazarte, pero sin moverse aún—. Creo que llegaré a casa llorar y a tomarme un frasco entero de relajante muscular. 

Me río bajito. 

—De nuevo, lo siento. Estuviste en el peor lugar, en el momento adecuado. 

—O, tal vez tenía que estar en este lugar, en este momento —me responde—. Todo es cuestión de perspectiva. 

Sonrío. 

—Bueno, me voy. Nos vemos el viernes. 

—Sí, claro, yo también debería irme. 

—Cuídate, ¿vale? —dice, con una voz suave—. Y analiza mejor tus citas. 

—Lo haré. Te lo prometo. Tú también cuídate, Tazarte. 

Nos despedimos con una sonrisa, y mientras se aleja, me percato de que Tazarte siempre está presente en los momentos donde lo arruino. Siempre aparece justo cuando digo algo que me hace ver amargado y ahora en momentos así, como un testigo involuntario mis peores momentos.

 Me pregunto si lo notará, si se da cuenta de que, sin quererlo, es el espectador constante de lo peor de mí, de mis fallas y mis torpezas. Ojalá estuviera también en los momentos donde todo sale bien y puedo mostrarme sin las sombras de mis equivocaciones.

De pronto, mientras lo veo partir, caminando lentamente debido al dolor de piernas, me da un ataque de risa que no puedo controlar. No sé si me río por cómo camina o porque hace unos días le eché a Jo la culpa de que mis candidatos eran terribles y ahora, me percato, que en realidad, mis intentos de vida amorosa son terribles. 

Mucha risita, recuerdo las palabras de Julián, y vuelvo a reír. Lo mejor es ir a casa y tirarme en la cama. Al menos de esta cita salí exhausto, tal y como David me lo auguró. 

***

-Ese día por la noche – 

«¿Estás disponible?» 

Le escribo a Bart, al que dejé en pausa por la confusión de mensajes de la mañana. Me encuentro recostado en mi cama, con almohadillas de hielo sobre mis piernas y un olor a eucalipto emana de mi piel. Me he puesto todos los ungüentos contra el dolor muscular que he recordado que tengo, para poder hacer lo básico. 

Es en este momento donde lamento vivir solo y no tener a Rosa o a Silva para pedirles que me suban algo de cenar. El mensaje llega. 

«Buenas noches, ¿cómo te fue en la cita?» 

Me pregunta. No respondo de inmediato. 

«¿Tan mal?»

Insiste. 

«Terrible. Resultó que el hombre tenía un local de Insanity y terminé muerto de cansancio. Es más, llegué a pensar que eras tú, flirtfit».

«No. Me puse flirtfit porque no encontraba otro nombre de usuario. Lo mío no es andar invitando a citas para hacer ejercicio. Tengo otro estilo». 

Otro mensaje de él me llega. 

«Lo siento. En verdad te veías muy entusiasmado, especialmente por el cardio». 

«Hubo cardio», respondo. «Sólo que no era lo que yo esperaba».

Mucha risita, pienso. 

Hay una pausa y después sigue otro mensaje de él. 

«No siempre se obtiene lo que uno espera, pero, ¿qué es lo que tú esperabas de la cita?, o más bien, ¿qué es lo que quieres que pase en una cita?»

Me quedo en silencio, con el móvil en mis manos y la pantalla iluminando mi rostro en mitad de la habitación oscura. Unos momentos después, comienzo a escribir. Lo hago con sinceridad. Envío el mensaje y lo leo en la pantalla. 

«Solo quiero alguien que me invite un café y platiquemos de todo y de nada. Quiero una persona que quiera llevarlo lento y pausado, no que quiera meterme a su piso y a la cama en diez minutos. Quiero alguien que entienda que tengo miedo, y que a veces me cuesta levantarme en las mañanas y caminar por esta ciudad y a veces hasta sonreír. Quiero a alguien que no haga mucho esfuerzo en agradarme, que los ratos de silencio no sean incómodos, y que me vuelva a enseñar lo bonita que es la vida y lo grandioso que es el amor. Eso quiero, Bart, eso es lo que quiero». 

«He perdido el sabor a la vida. He olvidado lo que es sentirse amado. Me he aprisionado. Solo quiero ser libre y amar con libertad». 

Entonces, borro el último mensaje, porque no sé por qué lo escribí, no sé por qué se lo confesé. Ni siquiera sé quién es Bart y ando diciendo cosas que no debería. Sin embargo, no puedo evitarlo, algo me dice que puedo confiar en él. 

«Buenas noches, Daniel». 

Responde. Sin saber si logró leer lo último que borre. 

«Buenas noches». 

Escribo, para después quedar solo en la oscuridad. 

7 Responses

  1. Jajajajajaja Tazarte fue al rescate jajajajaja definitivamente no tiene suerte en esas citas a ciegas jajajaja. Que irá pasar ahora, ese viernes en la cena? Que emocion.

  2. Dios esa cita me mate de risa con Daniel y Tazarte y la reflexión que le escribe sin saber que Bart es Tazarte si alcanzo a leer que buena va a ser esa cita del viernes

  3. Pobre Daniel no le pega ni una cita…jaja…al menos Tazarte estuvo ahí para apoyarlo y ayudarlo a librarse de Julián……esta muy interesante la novela…que pasará con este par????….logrará Daniel recuperar su libertad y creer en el Amor y disfrutar de la vida….hummm…espero que si y mo salga dañado otra vez….Ana eres fantástica….

  4. Jajajajaja me rei hasta más no poder….
    Me encantan que tengan esa conexión 💕.
    Uy lo que escribió solo Daniel me llegó al alma y más allá 💓💓💓💓.
    Amo que Tazarte este al rescate aunque Daniel piense que solo ve sus desastres, dicen que si la persona se queda en tus peores momentos es porque es la indicada

  5. Jajaja cuando le cuente a David Tristán seguro lanzará la carcajada de su vida.
    Me encanta como están teniendo estos momentos juntos, como sin esperarlo ya van teniendo anécdotas, a mí me encanta

  6. Jajajaja el lugar correcto y momento adecuado ☺️. Que ser tan loco resultó Julián. Por suerte pudieron salir de ahí.
    Ahora esperaremos a que le reponga la cena, el viernes.🤭
    Tremenda historia la que va a por Tristán.🤣
    Daniel merece una cita como la que describe. 🥹🫶🏼

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