KARL 

—¡Karl!, ¡Karl! —escucho mi nombre repetidas veces, mientras trato de alejarme de Alegra—. Te estoy hablando. 

—Te escucho, Alegra, pero no me place hablar contigo —comento, para seguir alejándome. 

Lo que odio de estar, todavía, en silla de ruedas es que no me puedo ir tan rápido como yo deseo. Dar dos pasos y encontrarme en otro lado de la habitación. Ahora hago un esfuerzo doble, pidiéndoles a las ruedas que avancen, pero en realidad todo tiene que ver con la velocidad de mis brazos. 

Alegra me alcanza, ella corre levemente y toma las agarraderas de mi silla y me detiene. Me enoja que me haga eso, así que doy un suspiro en alto, admitiendo mi derrota. 

—Ale… 

—No, tenemos que hablar —me dice en tono de amenaza. 

—¿No podemos esperar a mañana o al menos que regresemos a la casa? 

—No —habla decidida. Después abre la puerta de una habitación, prende la luz y me percato que es una bodega donde guardan algunas cosas del salón—. Este es el lugar. 

—Ale… 

Ella me mete en la bodega, cierra la puerta y el sonido de la música animada desaparece. Ahora sí, no tengo dónde ir y no hay pretexto para no escuchar. Alegra se planta frente a mí y me ve a los ojos. 

—¿Esto es a lo que tengo que llegar para que me escuches? —me pregunta. 

—Te escucho. Que no esté de acuerdo en lo que dices, es muy diferente —contesto en el mismo tono. 

Alegra suspira, se baja a mi altura para poder verme a los ojos. Hoy se ve hermosa, con un maquillaje ligero, ese cabello rizado lo tiene recogido en un peinado alto y algunos mechones caen elegantemente de la cabeza a los hombros. Huele delicioso, a una mezcla de perfume y lavanda. 

—Lo que entendí, es que no quieres aceptar porque piensas que tus decisiones nos han hecho sufrir. 

—En resumen —le digo—. No voy a aceptar y no me vas a convencer. 

—¿Desde cuándo eres tan necio, Karl? Dime, ¿desde cuándo ves todo negativo? 

—Desde que casi pierdo la vida y te dejo sola con cinco hijos. Cada día que pasa me pongo a pensar en la irresponsabilidad de mi parte si te hubiese dejado con todos. 

—¿Irresponsabilidad?, ¡qué ibas a saber tú que ese hombre se iba a meter al consultorio a robar!, ¡no fue algo que pediste! —habla, un poco modesta. 

—¡Pero, aun así, te encargas de recordarme todos los días que estoy así por culpa de Rico, cuando no es así! —Levanto la voz, provocando que se ponga de pie—. Eso es lo que no entiendes, Alegra, fue mi decisión, yo le dije que le ayudaría, y yo le pedí que me alejara del consultorio para que no lo descubrieran. Es por eso que es mi responsabilidad, mi decisión, yo armé ese caos y ¡CASI TE DEJA VIUDA! —le grito, dejándome llevar por el momento. 

Un silencio se hace dentro de la habitación, uno tan raro que siento que nos está llevando por otro camino. En realidad, no entiendo por qué ella se pone de este modo, si estoy respetando el hecho del porqué nos venimos a Nueva York, a cumplir su sueño y eso es lo que quiero que suceda. 

—¿Desde cuándo te da miedo el caos? —me pregunta, bastante seria—. Tú y yo somos caos, ¡nuestra vida es caos! —me indica—. Nunca hemos sido una pareja normal. Nos enamoramos diferente, pensamos diferente y hemos llevado nuestra vida con la corriente, sin ningún plan. Pero tus decisiones Karl, lo que has dicho y hecho, han sido indispensables. —Alegra se siente sobre las piernas, pasa sus brazos por mi cuello y me tiene abrazado cerca de su cuerpo. Ella coloca su frente sobre la mía—. Si no hubieras decidido buscarme después de que te rechacé, yo no hubiese descubierto el maravilloso hombre que eres. Si no hubieses decidido dejar todo en Madrid para venir a Nueva York a ayudarme a cumplir mi sueño, yo no sería la persona que soy hoy. Si no hubieses decidido dame la decisión final sobre mi cuerpo y lo que quería, no tendríamos cinco hijos. Si no hubieses decidido abrazar el caos que soy, no tendríamos todo lo que tenemos —habla, con ternura. Sus manos acarician mi rostro con mucha ternura—. Tus decisiones Karl, que han sido las mías también, me han dado todo, absolutamente todo, no tienes por qué pensar que han arruinado mi vida. 

—Ale —murmuro su nombre. 

Alegra se acerca a mis labios y me da un beso. Siento todo su perfume envolver mi cuerpo, así como sus labios comerse a los míos sin restricciones. 

—Te amo —me dice mientras me besa—. Y amo que quieras quedarte porque deseas que yo siga cumpliendo mi sueño, pero esta no es una decisión que estamos tomando en conjunto, la estás tomando tú por mí. 

Ella se separa de mis labios y nuestras miradas se cruzan. Sí, estoy confundido, porque no entiendo qué es lo que me está tratando de decir. ¿A caso ella ha cambiado de opinión?, ¿querrá que me vaya a Madrid y la deja en Nueva York? 

—Una cosa que he aprendido, Karl, durante todos estos años contigo, es que los sueños no echan raíces en un solo lugar. Sé que la Alegra de antes soñaba con venir a Nueva York y triunfar como fotógrafa de moda, pero la de ahora ve las cosas de otra manera. Ya tengo lo que necesito: contactos, reconocimiento y las habilidades para triunfar dondequiera que vaya. Así como tú puedes ejercer la medicina en cualquier parte del mundo, yo puedo ser fotógrafa donde sea, porque solo necesito mi cámara. Sin embargo, criar una familia es diferente. Nuestros hijos necesitan estabilidad, constancia y, sobre todo, un lugar seguro. Es importante que sus padres sean felices y hagan lo que les apasiona, y eso es precisamente lo que estoy tratando de que hagas. —Me ve directo a los ojos—. Sé que dirigir la fundación tal vez no era tu sueño inicial, pero es uno de tus sueños y todo se está alineando para que lo cumplas. Sería un error no aprovechar esta oportunidad solo por pensar que tu decisión me alejará del mío. Yo ya tengo lo que quiero, y si no, trabajaré para conseguirlo. Pero ahora creo firmemente que es tu turno de soñar, porque quiero que Maël, Davide, Amada, Alma y Alegrita aprendan la importancia de tomar oportunidades y perseguir sus sueños. Quiero que vean que el esfuerzo y la constancia pueden llevarlos lejos, y que su padre y su madre también sueñan y hacen lo imposible por cumplir esos sueños.

Sonrío. 

—Has madurado tanto, mi Alegra —le murmuro y ella sonríe y me da un beso sobre los labios—. Bueno, siempre supe que lo eras. 

Siento otro beso sobre mis labios. 

—Entonces, ¿tomarás el trabajo en la fundación? —insiste. 

—Si acepto el puesto, significará regresar a Madrid, y no solo por un año, sino por varios. Tendremos que vender nuestra casa aquí y dejar atrás la vida en el lujoso Penthouse. Es probable que nos mudemos a casa de tus padres, y nuestros hijos compartirán jardín con Héctor y Jo. Fátima, Lucho, Lolo y Eva no saldrán de nuestra casa. Los sábados serán de wafles con Moríns y Sila, tus padres nos visitarán seguido y tendremos reuniones familiares de más de 4 miembros. Todo será un poco caótico. No tendremos mucha privacidad —le hago saber y ella sonríe. 

—La privacidad la haremos nosotros —contesta—, siempre nos la hemos arreglado, ¿no? 

En ese momento, las manos de Alegra comienzan a viajar por mi pecho, acariciándolo suavemente y erizando mi piel. Sus dedos desabrochan uno a uno los botones de mi camisa y yo me río bajito sobre sus labios. 

—Esto es lo que amo de la antigua Alegra, lo atrevida que es. 

—No lo sería si no supiera que tú también cedes —habla. Alegra me quita la camisa y con cuidado la cuelga sobre las agarraderas de la silla—. No queremos que se ensucie. 

Mis manos ya están recorriendo sus curvas y buscando la manera de abrirme paso en su hermoso y ceñido vestido. No lo digo, pero lo pienso, las sesiones de cardio conmigo y de pesas en el gimnasio le han formado a Alegra un hermoso cuerpo curvado y robusto que me encanta. Al fin, encuentro un espacio y comienzo a acariciarla bajo las ropas. El beso se intensifica, y siento cómo mi virilidad comienza a responder. De pronto, no me importa que decenas de personas nos estén esperando afuera, o que puedan descubrirnos aquí. En este momento, solo me importa ella. 

—Mejor me las quito —me dice Alegra, al notar que quiero romper sus suaves medias. 

Ella se pone de pie y con una sensualidad que solo ella maneja, se quita las medias para ponerlas sobre mi cuello como si fuesen una mascada. Siento el peso de su cuerpo sobre mis piernas y su intimidad frotando la mía. 

—Si esta es tu manera de convencerme, sabes que lo vas a lograr —hablo, con la voz agitada. 

—Ya estás convencido. Esto simplemente es algo que deseo hacer contigo —me contesta. 

Pronto nuestros cuerpos se unen, y comenzamos a hacer el amor en esa pequeña habitación que no sabemos si en algún punto se abrirá. Sin embargo, lo disfrutamos, nos amamos. La adrenalina nos empuja a hacerlo duro y rápido, pero con espacios para mirarnos a los ojos y decirnos cuánto nos amamos. 

El vestido de Alegra se encuentra sobre el suelo y ella está en una hermosa lencería negra sobre mí. Me he hecho un espacio entre su braga y el roce de la tela hace que me excite más. 

—Podría hacerte cinco hijos más —le murmuro al oído, mientras ella gime bajito en mi oído. 

Sé que siempre se lo digo, y ella se ríe, porque es verdad, si no fuera porque ya hemos prevenido de todas las maneras posibles, Ale y yo no tendríamos solo cinco niños. Ahora es momento de disfrutar, de disfrutarnos. De celebrar que yo estoy vivo, ella está feliz y que todo está bien, todo resultó mejor de lo que pudimos esperar. 

—Gime más alto —le pido. 

Ella lo hace, pero no es suficiente. 

—Más, gime más. Sabes que me gusta que lo hagas fuerte. 

—Pero… —trata de hablar, pero hago un movimiento que hace que ese gemido salga fuerte. 

—Nadie nos escucha… 

—¿Cómo sabes? —pregunta, conteniéndose. 

—Confía en mí… 

Alegra comienza a moverse encima de mí. Lo hace aumentando la velocidad, al grado de que debo poner los frenos de la silla para que esta no avance. Escucho cómo lo disfruta, como los gemidos van aumentando de tono, hasta que ambos terminamos y gemimos con fuerza. 

—¡KARL! —grita, para luego hundir su rostro sobre mi pecho. 

La tomo entre mis brazos, y la abrazo con fuerza, dejando que nuestras respiraciones tomen el espacio en ese lugar. Alegra descansa sobre mí, sus labios besan levemente mi piel, a la altura de mi cicatriz, haciéndome sentir más vivo que nunca. 

—Entonces, ¿te convencí? —me pregunta, entre pequeñas risas. 

—Estaba convencido desde antes de comenzar a desnudarte. 

Ella levanta la cabeza y sus ojos se cruzan con los míos. 

—Y nos casaremos —agrega. 

—¿Cómo? —pregunto extrañado. 

—Sí. Lila me propuso que nos casáramos en una boda conjunta con ella y Antonio y dije que sí… 

Beso su nariz con ternura. 

—Mi Alegra… sí que has cambiado. Acepto, acepto casarme contigo.

—Más te vale, porque ya no podemos separarnos, por cinco razones. 

La abrazo. 

—Jamás tendré razones para separarme de ti, mi Alegra. 

—¿Entonces?, ¿aceptarás el trabajo? 

—Sí… —admito. 

Ella me ve a los ojos y sonríe con picardía. 

—Te amo… 

—Te amo más —contesto, y le doy un beso sobre la frente—. Mientras los niños y tú vayan conmigo, tengo todo. 

—Vamos contigo, siempre. Tú eres mi raíz. 

7 Responses

  1. Esa unión que los ha llevado a crecer como pareja y personas, es tan grande, mágico como la unión familiar qué nació de los Ruiz de Con -Caballero más Canarias. Ejemplo de vida en tantos aspectos y no por el dinero, sino por los valores, el ejemplo, solidaridad, empatía, etc.

  2. Que bello momento. Aparte que es verdad. Puedes ser fotógrafa en cualquier lugar del mundo y tb doctor en cualquier lugar. El plus es que le van a dar más familia d visita a esa super familia de 7

  3. Awww q lindos. Yo tambien me emocione al saber lo que ha madurado Alegra y como la vida, hijos, experiencias y demas cosas nos va cambiando y nuestras prioridades y que mas lindo q saber q cuentas con una persona q te apoya.

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