TAZARTE
-Al día siguiente –
«Buenos días, ¿todavía sigues vivo?».
«Buenos días, Bart. Sigo vivo, aquí estoy. ¿Cómo vas tú?».
«A punto de entrar a trabajar. Que tengas buen día, Daniel».
***
Reviso el móvil que me dio Jo para fingir ser otra persona, y leo nuestros últimos mensajes una y otra vez. No sé si Daniel sospeche que soy yo o si en verdad estoy haciendo un buen trabajo, pero debo admitir que lo que Jo dijo es verdad.
Daniel, es más abierto por mensajes que en persona y, mientras por aquí conozco su mente y su corazón, en vivo, lo conozco en maneras y personalidad. Unas que, hasta ahora, me han agradado bastante.
Sin embargo, todo esto se ha vuelto un reto. A veces me pongo ansioso porque no sé si él contestará un mensaje de Bart cuando esté a mi lado, y el móvil sonará. Así que reviso una y otra vez que esté en vibración para que no haya confusiones.
He pensado en dejarlo en el hotel, pero me gana la curiosidad, ¿qué pasa si me escribe mientras estoy fuera? Y lo peor de todo, es que me dijo en cada palabra que escribo como Bart. Trato de no revelar lo que él me dice en persona y cuando estamos de frente trato de no revelar lo que dice Bart; esto me va a volver loco.
Pero, la mujer rubia y que sabe cosas tiene razón, eso me gusta y me gusta bastante, y estoy decidido a seguir conociéndolo, sin esperanzas, sin expectativas, solo para descubrirlo.
El móvil vibra y me asusto. Saco el de la derecha que es el de Tasarte y me fijo que entra la llamada que estaba esperando.
⎯Hola, mi amor. Sí, sigo en España ⎯hablo, viendo el increíble jardín de la Casa de Música⎯. Saldré temprano, si quieres podemos vernos. Sí, claro. Estaré puntual. También te quiero ⎯respondo, y termino la llamada.
⎯¿Interrumpo algo? ⎯La voz de Daniel me sorprende, provocando que salte levemente. Me siento nervioso y guardo el móvil en la bolsa de mi pantalón.
Volteo y veo a Daniel frente a mí. Él es igual de alto que yo, así que nuestros rostros siempre quedan a la altura. Hoy, trae un traje muy veraniego. Es blanco, de lino. A combinación trae una camisa verde olivo pero más suave, y unos zapatos grises que hacen combinación.
Él se quita las gafas obscuras y puedo ver sus ojos café intenso, con esas largas pestañas que parecen postizas. Me sonríe.
Esa mirada…
⎯¿Interrumpí? ⎯Me recuerda.
⎯No, no, para nada. Era solo una llamada.
⎯Pues parecía importante. Lo siento. La próxima vez anunciaré que vengo aclarándose la garganta.
⎯No, no hace falta. ¿Cómo te encuentras, Solo Daniel? ⎯le pregunto y estiro la mano para saludar.
Daniel me da un fuerte apretón de manos y cuando termina de saludarme voltea a su alrededor.
⎯Es más grande de lo que creí.
⎯¿No habías venido? ⎯inquiero.
⎯No. Yo suelo ver los proyectos de la fundación terminados, no en proceso. Aunque, cuando era pequeño logré ver uno que otro. Mi padre era el presidente de la fundación. Lo fue por muchos años junto con su mejor amiga, así que…
⎯Sabes de esto… Por eso me dijo que me acercara a ti.
Daniel comienza a caminar por el amplio sitio. La casa, sin muebles, es en verdad enorme, parece un palacio, uno que pronto se llenará de música.
⎯No, no sé de esto, pero me las ingenio ⎯contesta.
Tanto él como yo recorremos las habitaciones vacías solo del primer nivel. Los ventanales del jardín están abiertos y podemos sentir el fresco viento del verano y escuchar a los pájaros cantar. Él aplaude y el eco se escucha entre las paredes.
⎯Dime, ¿para qué soy bueno? ⎯me pregunta, con una sonrisa.
⎯Bueno. He hecho una evaluación de la orquesta juvenil y he revisado todo: instrumentos, nivel, actitud.
⎯¿Y? ⎯Voltea a verme con una sonrisa.
⎯Tiene potencial, pero lo que no tiene son instrumentos y el nivel adecuado para lo que la fundación desea que se haga en noviembre.
⎯Qué lástima ⎯murmura, en verdad, decepcionado.
⎯Lo es. Hay mucho talento entre los jóvenes, pero no para aprenderse todo un Huapango… pero tengo solución, tanto para los instrumentos, como para el nivel, como para el dinero.
—No, por el dinero no te preocupes —responde, como si no fuera tal cosa.
—No me preocupa, solo que una orquesta es como un reloj suizo.
—¿Caros? —me pregunta Daniel, y esboza una ligera sonrisa.
—Sí, pero también necesitan mantenimiento constante.
Su expresión cambia, interesada.
—¿A qué te refieres exactamente?
—Bueno, los relojes suizos son famosos por su precisión y calidad; sin embargo, requieren una atención constante para seguir funcionando perfectamente. Es lo mismo con una orquesta. Cada instrumento, cada músico, cada detalle técnico necesita ser cuidado y ajustado regularmente para que todo el conjunto funcione a la perfección. Igual que un relojero ajusta y calibra cada pieza del reloj, nosotros debemos asegurarnos de que los músicos reciban la mejor formación y práctica. Además, los instrumentos necesitan mantenimiento regular, y siempre hay que estar atentos a las nuevas tecnologías y métodos que puedan mejorar nuestra representación.
—Entiendo. Así que no es solo una cuestión de tener los recursos iniciales, sino también de mantener una inversión continua.
—Así es. Si queremos que la orquesta siga funcionando con la misma precisión y calidad de un reloj suizo, debemos estar preparados para invertir en su mantenimiento y mejora constante. Y para eso necesitamos…
—Patrocinadores…
Ambos sonreímos. Al parecer, Daniel y yo nos entendemos bastante bien.
—Según lo que leí, la primera orquesta no destacó, no por falta de talento, sino porque no se supo cómo continuar. La fundación no puede absorber todo, necesita los patrocinadores indicados.
Para estas alturas, Daniel y yo ya hemos llegado a la segunda planta de la casa y nos encontramos caminando por el corredor hacia uno de los balcones.
—Necesitamos que patrocinen casas de música que patrocinen los instrumentos y el mantenimiento de estos, programas de cultura, patrocinadores individuales, el gobierno e incluso el sector de educación que pueden apoyar la orquesta como parte de sus programas de música o educación artística. Sin embargo, para que se logre todo esto necesitamos hacer una cosa simple.
—¿Cómo qué? —pregunta Daniel, observando el jardín desde el balcón de la primera planta.
—Tocar.
—Pero acabas de decir que el nivel… —Habla confundido, Daniel.
—Mezclaremos músicos profesionales con nuestros jóvenes. —Entonces, saco de la bolsa de mis vaqueros una servilleta y se la muestro.
Daniel se ríe bajito.
—¿Hiciste la idea en una servilleta?
—Sí. Se me ocurrió mientras tomaba café. En fin. Espero no te moleste.
—No, para nada. —Me pide con un gesto que continúe.
—Haré audiciones en la orquesta para ver los que tienen mejor nivel y los acomodaré. Después, les hablaré a algunos amigos que tocan en las diferentes orquestas del país —hablo emocionado—. Todos somos beneficiarios de la fundación AlegrArte, así que no se pueden negar. Armamos una orquesta fuerte, intercalando los músicos profesionales con los de la juvenil y tocamos algo atractivo.
—¿Cómo qué?, ¿Beethoven?
—No, scores de películas —contesto.
—¡Qué! —expresa, Daniel, bastante sorprendido.
—Sé que suena tonto, pero la música de concierto no es para todos. Richard Strauss decía que: “La música clásica puede ser como un idioma extranjero para quienes no están dispuestos a aprenderlo.” Pero los scores, Hans Zimmer, mi compositor de scores favoritos dice que: “Las bandas sonoras pueden ser la primera experiencia de muchos con la música orquestal, abriendo un camino hacia el disfrute de obras clásicas.” ¿Me entiendes?
Daniel se ríe bajito. Pero no lo hace con burla, sino por otra situación.
—¿Qué pasa? —pregunto, curioso.
—A mí también me gusta Hans Zimmer.
Sonrío.
Al parecer ya tienes con quién hablar de ese hombre y no solo conmigo.
—¿Es genial, cierto?
—El mejor…
—Bueno, ¿entiendes lo que te digo?
—Claro. Quieres demostrar el potencial de la orquesta, pero con música que todos puedan reconocer y disfrutar.
—¡Eso! —expreso emocionado—. Imagínate a todos escuchando piratas del caribe o La lista de Schindler y decir: esto es talento.
Ambos nos reímos. Daniel asiente con la cabeza.
—Creo que es muy buena idea… Buenísima, en realidad.
—Y podemos hacer el concierto aquí, en la Casa de Música. Un concierto de inauguración —hablo con pasión—. Daniel, si lo hacemos bien, si esto funciona, no solo tendremos lo que se necesita para el concierto de noviembre, sino que la orquesta tendría un mejor estatus y nuestros jóvenes tendrían un impulso de autoestima, enorme. ¿Qué dices?
Daniel asiente con una sonrisa amplia en su rostro. Noto como se le forman dos hoyuelos, uno en cada mejilla.
—Creo que es genial. Solo que no puedes presentar esto a la fundación en una servilleta.
—No, claro que no… —respondo de inmediato—. Obvio lo pondré en un escrito formal.
—Bien…
—Solo hay un detalle.
—¿Un detalle?
—Sí. El nombre de la orquesta. No todo debe llevar Canarias y Lafuente y eso… necesita algo que la destaque, que hable por sí sola.
Daniel se queda en silencio, analizando:
—Motivo —me dice.
—¿Cómo?
—Orquesta Sinfónica Juvenil Motivo —me dice—. Un motivo es una unidad musical fundamental que puede ser desarrollada y transformada. Justo como los jóvenes músicos, que están en un constante proceso de crecimiento y evolución. Es un nombre que simboliza un viaje artístico. Grandes obras de la música inician con un motivo.
—Tan, tan, tan, taaaaaan —Canto el inicio de la quinta sinfonía de Beethoven y él sonríe.
—Pensaba más en el inicio del segundo movimiento de la séptima, pero sí, exacto. Además, un motivo musical evoca emociones y conecta a los oyentes con la obra, que es lo que queremos hacer, conectar. Es distintivo y fácil de recordar, lo que nos ayudará a construir una identidad clara y a destacar en el panorama musical. Un motivo no se puede olvidar, siempre está presente. Y aunque no se conozca la música clásica, al escucharse siempre se reconoce… ¿Cómo es que todos conocen el primer movimiento de la quinta sinfonía de Beethoven sin escuchar a Beethoven? Eso es lo que queremos, ¿no?, destacar.
¡Vaya que es inteligente!, es…
—Interesante, perfecto. ¿Crees que le guste a la fundación?
Daniel suspira.
—Yo me encargo de eso, no te preocupes —contesta seguro.
—OSJM —deletreo —Orquesta Sinfónica Juvenil Motivo.
—Solo pon la propuesta en papel —repite.
—Sí, sí, claro —suspiro.
Pregunta, dile, pregúntale.
—¿Quieres hacer este proyecto conmigo?
—¿Cómo?
—Sí. Al ser tú quien le dio el nombre, ¿quieres hacerlo conmigo? —insisto.
—Bueno, creo que Héctor sabe más y será el indicado. —Se ríe levemente, y pasa su mano por la barba.
—Héctor sabe de música clásica, pero, su talento lo ciega un poco. Tú ves más allá, tienes visión. Venga, además, tienes contactos fuera del mundo músical y tu padre me dijo que podrías ayudarme en el tema del dinero, ¿qué dices?
Daniel suspira.
—Vale… espero no arruinarlo.
—No lo harás —contesto seguro.
Daniel y yo comenzamos a bajar las escaleras para salir de la casa.
—Entonces, ¿eres fanático de los scores y de la música del periodo romántico? —pregunto.
Daniel asiente.
—Lo soy. Puede que no sea músico, pero me encantan las películas, sobre todo Interstellar.
—Ya veo.
—Y me gusta el periodo romántico porque, bueno, una madre bailarina, un hermano pianista, en mi casa Tchaikovsky no dejaba de tocar, el pobre hombre se cansaba, al igual que Beethoven. Así que sí, me encanta ese periodo. Cuando escucho las piezas me hace sentir…
Vivo.
—Vivo.
Me muerdo levemente el labio.
Dile, dile, dile…
—Dan… Daniel.
Él voltea y me sonríe.
—Dan está bien. Así me dice mi madre.
—No sé si quieras, pero, hablando de esto, el viernes hay un concierto al aire libre donde la orquesta Simón Bolívar tocará varias piezas, y la mayoría son de periodo romántico, me preguntaba si querías ir.
Daniel sonríe.
—¿Ir?
—Sí. No solos, digo, no es que vayamos solos —hablo nervioso—. Iremos varios amigos, músicos, y después de ahí iremos a cenar, pero no es obligatorio.
—Cierto… te debo una cena. Vamos, pero la cena la pago yo.
—Perfecto.
El móvil de Daniel suena.
Canarias
Canarias
Canarias
—Me tengo que ir. Mándame el proyecto lo más pronto posible, ¿vale?
—Mañana lo tienes en tu oficina.
Daniel me da una última sonrisa y estira la mano. Nos despedimos de un apretón.
—Hasta luego, Tazarte.
—Hasta pronto… Daniel.
—Dan, solo Dan —me dice apropósito, haciéndome sonreír.
—Dan…
Así, él se pone las gafas para el sol y sale de la casa.
—¿Por la entrada de atrás?, ¿por qué?, ¿escapar?, ¿de quién?, ¿Valentina? —Logro escuchar y después, el silencio, que es tan poderoso como el sonido, me rodea, pero la sensación que tengo es de calma.
Casi la cagas.
—Cállate.
Lo haré, no sin antes meterte este duda.
—Cuál.
¿Le dirás?, ¿o seguirás manteniendo el secreto?
—Cállate.
Tic, tac, tic, tac…
Mi mente se apaga y ahora sí, el silencio toma posesión del lugar.
…WOW hasta piensan igual….me encantó este capítulo
Creo que tiene un hijo o hija … Que emoción 🥳🥳🥳
Estoy fascinada con este par, me gusta esa conexión que tienen, y ese detalle del nombre… Dan, solo Dan
Awwww me encantaaa. Y justo hoy estaba viendo videos de banda sonoras tocadas por orquesta y uffff es hermoso y me encanta escucharlas la de Juego de tronos, interstellar mi favorita. Me encanta esta historia, su contenido nos enseña muchisima cultura. Gracias Ana.
Ay que nervios!!! Qué bien se están llevando estos hombres! 🤩 Ya quiero que sea viernes y que como sale esa cita no cita 🤭
Son tan lindis, tan musicales e inteligentes 🙂 momochos