Daniel
—¿Un proyecto de música?, ¿tú? —pregunta David, bastante interesado.
—Sí.
David se ríe.
—¿Qué día es este?, el día de inventar proyectos ¡Como si fuera tan fácil!
—Lo sé, pero no es un nuevo proyecto, va aunado a otro, al de noviembre. —Traté de explicar con calma, pero David está demasiado alterado.
—Aun así, me suena a mucho trabajo. ¿Qué parte de no se pueden crear proyectos de la nada no entienden? Creo que tú y la señorita de la Torre creen que pueden hacerlo así.
—Y, aunque dices que no se puede crear proyectos de la nada, aquí estamos, tratando de hacer que los cambios funcionen para justificar que ella te ayude.
David me ve con rostro de pocos amigos.
—No me cambies el tema… Estos son ajustes, lo que tú quieres es un proyecto de cero. ¿Para cuándo lo quieres?
—Septiembre.
—¡Ja!, claro, septiembre. ¿No quieres algo más?
—No, gracias. Con un proyecto me basta —respondo. Hoy sé que no le caigo nada bien a mi primo.
David suspira. Deja el lápiz del iPad al lado y se amarra el cabello con una liga que ha dejado al lado.
—¿Cómo piensas que te lo aprueben? —pregunta.
—No sé. Pensé que ya lo tenía aprobado… eres mi primo.
—¿De verdad?, ¿por qué soy tu primo? —me dice.
—Sí, bueno. Si estás haciendo estos cambios por una mujer que no conoces… ¿Qué no harás por mí?
David guarda silencio.
—Touché…
Sonrío.
—Entonces, ¿es un sí?
—Asegúrate de que Tazarte tenga todo listo para mañana y lo aprobaré —me asegura.
David vuelve a abrir el archivo y noto como sufre. Algo que él odia por completo es cuando le cambian las cosas o lo desordenan; por eso es que mi hermano se divierte tanto cuando pasa la mano por su cabello y lo despeina.
Mi primo es fanático del orden y la limpieza, perfeccionista en algunos sentidos, sobre todo en su trabajo. Piensa que serlo así le ayuda a mantenerse en el camino, a no salirse del objetivo.
Entonces, tomo el Ipad y observo lo que está haciendo.
—No te saldrás del presupuesto. Solo trata de que no aumente la mano de obra y el material. Espero que sean cambios mínimos.
—Lo sé… Solo que no me gusta cambiar nada. Todo estaba perfecto.
—Y ahora, será más que perfecto —le consuelo—. Ahora vámonos, que me estoy muriendo de hambre.
—Baja primero, tengo que hacer unas llamadas —me dice, poniéndose de pie.
—Solo no tardes, ¿vale? Que en serio me estoy muriendo de hambre. Iré a ver a Karl, te espero abajo.
—Sí, sí… —me contesta.
Salgo de la oficina de David, y después de despedirme de Linda, voy hacia el elevador y presiono el nivel donde se encuentra Karl. Solo seré breve porque en realidad tengo mucha hambre y todavía tengo un largo día en el conglomerado.
Las puertas se abren, y la sonrisa de Jaime, el asistente de Karl, no se hace esperar.
—Hola, Jaime, ¿se encuentra disponible Karl? —pregunto.
—Hola, señor Daniel. En un momento se desocupa, está terminando de… ¡ah, ya se desocupó! —interrumpe lo que estaba a punto de decirme.
De la oficina no solo sale Karl, sino otro hombre. Uno bastante gallardo, de cabello largo y rizado amarrado en un moño. Tiene la barba muy bien arreglada, y su estatura hace que su cuerpo se vea imponente.
Su mirada se pone sobre mí, lo sé, la puedo sentir debajo de sus gafas oscuras.
—Buenas tardes —dice en una voz grave y sensual—. Al parecer, las sorpresas en este lugar no terminan.
—¡Ah, Daniel! —Expresa Karl—. Lo siento, no recordaba que tenía una cita contigo.
—¿Qué no me presentarás? —pregunta el hombre, viéndome de los pies a la cabeza.
—Sí, claro. Daniel, él es mi primo y socio de Alegra, Sebastian Copp.
—Un placer —respondo.
—El placer será mío —contesta, fijándose en mis labios.
—Sebastián está aquí para la boda. Vino un mes antes porque tiene unos negocios que atender y…
—¿Eres modelo? —me pregunta, interrumpiendo a Karl.
Me quedo en silencio, porque no sé si lo está diciendo en broma o es una pregunta seria. Karl sonríe levemente y sin sentirse ofendido por lo que acaba de pasar, solo guarda silencio.
—¿Yo?
—Sí, tú… ¿Lo eres?
—No que yo sepa —respondo.
Sebastian Copp se ríe. Lo hace claro y fuerte, incluso creo que es bastante exagerado.
—Pues, tienes un perfil bastante singular. Único, si podría ponerlo en otras palabras.
—Vaya —murmuro.
Sebastián, sin importarle el espacio personal, se acerca a mí y me toma del mentón.
—Me encantaría tomarte algunas fotos… Artísticas, sobre todo —aclara.
Yo siento como me sonrojo. Sebastián es una persona bastante intensa y creo que está acostumbrado a recibir siempre un sí.
—Bueno… debo hacerme tiempo. Estoy a punto de involucrarme en un proyecto y…
—¿Estás en una relación o saliendo con alguien, a caso?
—Sebastián, no creo que sea la pregunta indicada para… —interrumpe Karl.
Sin embargo, yo no lo escucho. La palabra relación no ha estado en mi vocabulario por mucho tiempo y la frase ‘saliendo con alguien’ es algo que por ahora ha quedado en citas malas. Aunque, de pronto, me viene a la mente Bart.
¿Tengo una relación con Bart?, o, ¿cuáles son sus intenciones?
—Bueno…
—Dame tu número —habla Sebastián.
—¿Cómo?
—Dame tu número. Te llamaré cuando tenga un espacio en la agenda o, tal vez, ¿para una cena?
¿Me está invitando a salir?
Paso saliva. Karl, solo me mira con una sonrisa, al parecer está acostumbrado a esto. La intensidad y seguridad de Copp, en verdad deja a cualquier persona sin palabras. Copp me entrega su móvil y con un gesto me indica que marque mi número.
—El verde, por favor… —comenta, con una sonrisa.
Presiono el verde y mi móvil comienza a sonar.
—Bien… no olvides registrarme, Daniel. No me gusta que me pregunten ¿quién soy?, al responder.
Sebastián voltea a ver a Karl y le sonríe.
—Siempre es un placer venir a visitarte, primo. Iré a tu casa, Alegra y yo tenemos cita con el de bienes raíces antes de que ella viaje a París.
—Lo sé —habla Karl, anunciando que sabe perfectamente lo que hace su esposa.
Sebastián voltea a verme.
—Nos vemos pronto. Es una promesa.
—Un gusto. —Me despido y lo saludo de mano.
Sebastián me la da por educación, no porque desee hacerlo. Quiero pensar que tiene otros planes.
Él se va, dejando una estela de colonia bastante fuerte y varonil. Sus pasos son firmes, reflejando la seguridad que emana.
—Creo que… le gustaste a mi primo. —Rompe el silencio Karl.
—¿Te queda duda? —pregunto, y él sonríe.
—Lo siento. Sebastián suele ser muy directo, aunque después, se acobarda un poco. Sí lo sabré yo. —Suspira—. En fin, vamos, que tengo una agenda llena. No puedo esperar por la luna de miel para descansar.
—Con que no hagas cinco hijos más en ese Yate, todo perfecto —bromeo y Karl se ríe.
***
«¿Te puedo hacer una pregunta?»
Le envío un mensaje a Bart.
Voy de regreso a mi piso, después de haber tenido un día bastante ocupado.
Normalmente, Bart me contesta rápido, a veces siento que siempre trae el móvil en la mano o está al pendiente de mí.
Sin embargo, casi llego a mi casa y aún no recibo respuesta.
«¿Exactamente qué quieres conmigo?».
Pregunto.
TAZARTE
La reunión de hoy con Daniel me dejó un buen sabor de boca. Es increíble cuando dos personas se entienden a la perfección y compaginan tanto como él y yo lo hicimos.
Tenemos un nuevo proyecto, y sé que funcionará. Así que tan solo me desocupé, comencé a hacer llamadas y a convencer a mis amigos para que se unieran. Hasta ahora, todo me han dicho que sí, pero que siga igual más adelante.
Por otro lado, hoy terminé de hacer las audiciones para acomodar los sitios en los atriles de la juvenil. Me asombra la cantidad de talento que hay; me emociona saber que de aquí saldrán los próximos músicos de España al mundo.
Llego al hotel y lo primero que me dan en la recepción es el folleto de Bienes Raíces que pedí. La fundación me ha dicho que puedo escoger un piso de los que tienen disponibles, pero yo quiero uno a mi gusto, así que lo buscaré por mi cuenta.
Necesito que el lugar, donde me voy a quedar los próximos cinco años, vaya con mi estilo, sea seguro y esté cerca de los servicios básicos; incluso estaría genial que hubiese un parque cerca.
Estoy buscando algo cerca del metro y así poder transportarme; no compraré un auto.
Llego al elevador y al abrirse la puerta, una huésped de cabello negro, lacio y de mirada lila me sonríe.
—Ya de regreso —me saluda.
—Así es, Valentina.
—Iré a cenar al restaurante del jardín, ¿me acompañas? —pregunta.
A Valentina la conocí justo ayer, cuando ambos coincidimos como los únicos clientes que cenan en el restaurante del jardín.
También coincidió que ella viene a la fundación a pedirle a David que cambie un proyecto para beneficio de su comunidad.
Es una mujer muy inteligente, pero tímida, nerviosa, incluso, me atrevo a pensar que está huyendo de algo.
—No, hoy pido servicio a la habitación; estoy cansado.
—Va, bueno, otro día será.
Valentina toma rumbo al restaurante, y yo entro en el elevador. En segundos subo y llego al nivel donde se encuentra mi habitación.
Un buen baño, una cena y la reunión, pienso, mientras paso la tarjeta.
A pesar de que vivir en un hotel es bonito y fácil, sobre todo éste que es tan elegante, necesito mi casa. Me hacen falta mis libros, mis partituras, mi espacio; me hace falta mi hogar.
Para entrar en ambiente, conecto mi móvil a las bocinas y pongo Play a la Séptima Sinfonía de Beethoven.
Su favorita.
—Sabes que siempre me ha gustado.
Pero hoy más.
—No es cierto.
Claro que sí.
—Que no.
¡Por qué no lo admites!
—¿Admitir qué?
Qué te…
—¡Esa parte! —expreso, para comenzar a tararear la melodía y mover las manos. Me imagino dirigiéndola, tal como lo hice hace dos años.
Mi móvil suena, al ver el nombre, sonrío.
—Mi reunión se adelantó, supongo que la emoción fue demasiada.
Contesto, la cámara se enciende y ahí está, le sonrío.
****
Dos horas después me desocupo. La llamada fue bastante larga porque había mucho que platicar.
Antes de darme un baño veo, por pura curiosidad, el móvil de Bart y siento un pequeño salto en el corazón al ver los dos mensajes.
«¿Te puedo hacer una pregunta?».
«¿Exactamente qué quieres conmigo?».
¡Uy, Bart!
—Me lo envió hace 2 horas.
¿Por qué te habrá preguntado eso?
—¿Habrá pasado algo?
Debes ser sutil. Esconde tus nervios.
—¿Qué nervios?
Me quedo con el móvil entre las manos pensando la respuesta. Suspiro.
—Sólo contesta, no estás en un juicio.
«Hola, lo siento, estaba un poco ocupado. Con respuesta a tu pregunta somos personas…».
¡Wow! Años estudiando en una de las mejores escuelas de música y contestas eso.
—Conociéndose… —hablo en voz alta.
Envío el mensaje y espero con ansias su respuesta.
Daniel contesta de inmediato.
«Dos personas conociéndose…».
«Sí, eso es lo que es».
Respondo.
«Es raro, porque los primeros mensajes que me enviaste, parecías decidido a muchas cosas».
Es porque ese no eres tú.
—Lo sé. Me encantaría saber qué cosas le dije.
«Bueno, la verdad es que me dejé llevar por las circunstancias. Ya sabes, es una aplicación de citas, todo es tan apresurado, espontáneo y directo».
Veo la leyenda de «escribiendo», así que espero la respuesta de Daniel.
«Y, si crees que todo es tan apresurado y directo… ¿Qué haces en una aplicación así?».
Oh, oh…
—Oh, oh —expreso.
¿Qué le contestarás?
—Estoy pensando, espera…
Tal vez, si te sinceras… él ya lo hizo contigo.
—No…
Vamos…
Me quedo en silencio; sin dudarlo, comienzo a escribir.
«¿Me creerás si te digo que solo quería platicar con alguien? Sé que cuenta tonto, pero, lo único que quiero es eso».
¿Espero te crea?
—Me creerá, es un buen hombre.
«Platicar conmigo, ¿sin más?».
Insiste.
«Así es. Solo platicar. A veces, ¿no tienes ganas de platicar con alguien que solo te lea?, ¿sin juzgarte?, ¿sin más?».
Lo que envío es verdad, no es nada para agradarle. Soy sincero, me gusta platicar, sin ánimos de que eso lleve a algo más.
«Entonces, ¿jamás me invitarás a salir?».
Claro que no lo invitarás, porque eres tú, Tazarte.
«Bueno, por ahora no».
Y así es cómo lo pierdes.
«Entonces, ¿dejo un hueco en mi agenda?».
Al leer ese mensaje sonrío, solamente de imaginar el tono en que lo dice.
«¿Estarías dispuesto a hacer eso por mí?».
Respondo, un poco más tranquilo.
«Lo haré. Aunque, no te tardes mucho, al parecer, puede llenarse».
—¿Qué quiere decir con eso? —digo en voz alta.
¿A caso…?
—Puede ser…
El corazón, por alguna razón, me late rápido, mientras escribo el siguiente mensaje.
«Pensé que se habían terminado las citas desastre».
«Nunca dije que era una cita».
Mierda…
«Se llama Sebastián Copp. Al parecer, es fotógrafo».
Como si una chispa se encendiera en mí, voy hacia el ordenador y pongo el nombre de Sebastian Copp. La imagen que veo no me gusta, y no porque esté guapo, sino porque se nota que es todo un playboy.
—¡Dios!
Es guapo, alto y rico..
—No todo en la vida es apariencia y dinero… ¡eh!
Si tú lo dices…
«¿Sigues ahí?».
Me responde.
«Entonces, por ser amigos, ¿me dejas un hueco en tu agenda?».
¿Sabes lo que acabas de hacer?, te mandaste directo a la zona del amigo.
«Lo haré. Aunque, no te tardes mucho, al parecer, puede llenarse. Me alegro de que hayamos aclarado nuestro estatus, Bart».
Y que te hayas mandado por completo a la Friend Zone, también.
«Me alegra tenerte de amigo».
«Igual».
Sebastian es… ¿perfecto para él?
Suspiro. Mientras veo la fotografía de Sebastian Copp no dejo de pensar en lo que pasamos hoy. Eso que vi en los ojos de Daniel fue algo, y para mi mala suerte, me ha quedado la curiosidad de saber qué.
—Bart se fue a la zona del amigo, Tazarte… no —hablo en la habitación solitaria, mientras una sonrisa se dibuja en mi rostro—. Él no ha decidido su lugar.
Ayyyy llego competenciaaaa jajajajaja. Tiene q mosquearse Tazarte. Esto se puso bueno. Y pues es mejor q vaya siendo asi con bart irlo soltando para q entre tazarte arrasando como debe ser. Jajajajaja.
Jajajaja me encanta como Tazarte es regalado por si mismo 🤣🤣
-gritos internos-
Sebastián Copp arrasó. Abordó a Daniel sin darle chance a reaccionar 🤭.
Atento, Tazarte, que en un pestañeo te quedas tirando cintura jajaja 🤣.
¿Cómo que personas conociéndose? 🤷🏻♀️ Unas clases de ligue con Sebastián no te vendrían mal 🤓.
Quiero creer que puedes repuntar con eso de aún no decides tu lugar… 👍🏼 Me agradas 🫶🏼
Bart el amigo, Tazarte el amort 🙂 Necesito la confianza de Sebastián para comerme el mundo
Por favor me compartes un poquito 👌🏼