Abro la puerta de la habitación con rapidez provocando que uno de los trabajadores del hotel salte asustado.
⎯¿Se le ofrece algo, señorita Lafuente? ⎯pregunta.
⎯No, no, solo voy tarde al desayuno ⎯contesto, cerrando la puerta.
El hombre no entiende el porqué de mi prisa, en realidad, el desayuno comienza a las ocho de la mañana y son apenas las ocho con diez minutos. Sin embargo, me gusta bajar puntual, porque siento que si no lo hago no me rendirá el día y me encontraré a mi suegra y a mi cuñada y tendré que convivir con ellas.
La única manera en la que he sobrevivido en este lugar, ha sido escondiéndome, evitando a todos. Sé que no debería ser así, pero no quiero envolverme en conversaciones o situaciones que me hagan sentir incómoda.
⎯Si se le ofrece algo, le pido, me llame. ⎯Insiste el joven.
⎯Sí, sí, claro.
Cierro la puerta de mi habitación, y camino por el pasillo deseando que ninguna de las puertas de la familia Khalil se abra y me los encuentre de frente. Paso corriendo, a paso apresurado, conteniendo el aire hasta que llego a las escaleras y lo libero.
⎯Lo logré ⎯murmuro, para comenzar a bajar.
Me dormí tarde porque me enganché en uno de los libros que me dejó Nadir sobre la mesa en mi habitación. También, porque me quedé pensando en la plática que tuvimos y en la acción que tomó. Luego pensé que entró a mi cuarto y pudo ver todas mis cosas; me dio vergüenza por un minuto.
Aun así, se lo agradezco. Sus libros me han dado un poco de alegría dentro de este hotel que insiste en robármela, y por eso los leeré hasta el final. Después se los devolveré para que pueda llevárselos a su siguiente destino.
⎯Buenos días, señorita Lafuente ⎯me saluda Omar.
⎯Buenos días ⎯contesto, con una sonrisa.
⎯¿Hoy no habrá cartas? ⎯me pregunta, y yo niego con la cabeza.
⎯No. Esperaré la respuesta de mi hermana. Así que probablemente sea hasta dentro del próximo mes.
⎯Bien, entonces la esperaré.
⎯Gracias ⎯contesto.
Después de compartir un breve momento con la única persona que me aprecia y le agrada mi compañía en este hotel, me encamino hacia el comedor y entro para sentarme en la misma mesa de siempre. Sin embargo, me sorprendo cuando noto que Nadir ya está sentado ahí, leyendo el periódico de manera atenta y con un café al lado.
Me quedo de pie, sin poder moverme, sorprendida por lo que estoy viendo. Está ahí, vestido de manera formal, pero a la vez casual, en la misma mesa que yo tomo todos los días. Su camisa blanca está desabotonada de los primeros dos botones, mostrando su bien formado cuello. Los anillos de oro, que traen en sus manos, brillan con la luz del sol.
Nadir levanta la mirada y al notar que estoy en la entrada del restaurante, deja el periódico y se pone de pie, haciéndome una reverencia, de esas antiguas que solo se leen en las novelas. Me sonrojo levemente y agradezco estar muy lejos para que él no lo note.
Me acerco a un paso decidido, pero guardando mi distancia y llego a él; Nadir me sonríe.
⎯Buenos días, señorita Amira ⎯me saluda con esa voz grave que tanto me gusta.
⎯Buenos días, joven Nadir.
⎯Me tomé la libertad de pedir los servicios, espero no le moleste ⎯me comunica.
⎯No, claro que no. ⎯Nadir abre la silla y me pide que me siente a su lado. Yo lo hago con delicadeza, y luego espero a que él se siente a mi lado.
Los meseros se acercan de inmediato, y como si él ya hubiese dado la indicación, nos sirven fruta y, a mí, una taza de café.
⎯¿Cómo se encuentra el día de hoy? ⎯pregunta Nadir, haciendo el periódico, por un lado.
⎯Bien, gracias… tengo un poco de calor ⎯admito, tomando un sorbo de sorbete de naranja.
⎯Hoy es uno de los días más calurosos del año, los ventiladores no se darán abasto.
⎯Supongo que deberemos usar ropa ligera ⎯agrego.
El mesero nos interrumpe al poner los platos del desayuno sobre la mesa. Observo que ha pedido huevos, tostadas, y jamón americano. Él me ofrece la mantequilla y yo la tomo sin más.
⎯¿Qué hará hoy, señorita Amira? ⎯pregunta.
⎯Pues… iré al jardín, estaba pensando sacar mis pinturas y pintar el paisaje ⎯admito⎯. Aunque no sé si con este calor sea posible.
Nadir come un poco de pan, mientras su mirada se clava en mí. Mientras mastica, no dice nada, pero sus ojos lo comunican todo: tiene una propuesta.
⎯¿Qué le parece si va a navegar conmigo?
⎯¿A navegar? ⎯pregunto, como si no entendiera el concepto.
⎯Sí. Mi padre tiene un pequeño yate y creo que sería perfecto ir a navegar y así refrescarnos en el mar. ¿Trae bañador?
Me sonrojo de inmediato. Solo el hecho de pensar que Nadir me verá en nadador me hace sentir así.
⎯No ⎯contesto con timidez⎯. Recuerde que yo no sé nadar.
⎯Cierto ⎯contesta, un poco desilusionado.
Bien, Amira, así es como vuelves a arruinar tu oportunidad con él.
⎯Lo siento, pero, espero, se divierta ⎯hablo.
Nadir hace esa mueca que yo la hago pasar por una sonrisa, aunque, tal vez, sea una expresión de molestia; nunca lo sabré.
⎯¿Así de rápido se rendirá? ⎯me pregunta.
⎯¿Cómo?
⎯Navegar, no significa solo nadar. Podría tomar esta oportunidad para pintar algún paisaje marítimo, ¿no? ⎯propone.
⎯Eso sí ⎯resuelvo.
Nadir deja su taza de café y me mira a los ojos.
⎯Quiero pensar que está cansada de estar encerrada en este hotel, ¿no es cierto?
Asiento tímidamente con la cabeza, precavida por cualquier situación.
⎯Entonces… ¿Quiere ir? ⎯insiste, con esa mirada penetrante y brillante que tiene.
⎯Sí ⎯acepto con seguridad.
Nadir ya no me dice nada, solo regresa a comer el resto del plato.
***
Después del desayuno, subí rápido a mi habitación a cambiarme por un vestido más ligero y que pudiese ayudarme a subir al yate sin problema. Al no tener un bañador, me atreví a tomar uno de mis vestidos de verano: un vestido corte halter rojo con pequeños círculos blancos.
También tomé un sobrero de ala que cubre mis hombros y para darle un poco de estilo, me puse mis gafas oscuras, que combinan a la perfección. Nadir, en cambio, optó por conjunto más informal. Unas budas blancas con una camisa del mismo color. También trae gafas de sol, y una canasta que parece de pícnic.
⎯Vamos, se hace tarde ⎯me apresura, como si no quisiera que nadie nos viera; probablemente es así.
Camino lo más rápido que puedo y él me da su mano para subir al auto. El sentir su mano con la mía hace que un pequeño chispazo de energía se deslice entre nuestros dedos, como si un destello de magia se hubiera encendido en ese instante. El contacto es efímero, pero lo suficiente como para que una corriente cálida y suave recorra mi piel, y una sensación de serenidad me envuelva.
⎯Vamos ⎯comenta, cerrando la puerta.
Él se sube del otro lado, y tan solo enciende el auto, arranca para salir de la entrada del hotel.
⎯El puerto no queda muy lejos ⎯me explica, mientras maneja con soltura.
Vuelvo a encontrarme con el bonito paisaje que vi hace unos meses cuando vine a conocer a Amir. Ahora, todo se me hace tan diferente, más hermoso y, con más color. Supongo que he comenzado a superar, que estoy condenada a estar aquí.
⎯¿Cómo es que nadie la enseñó a nadar? ⎯me pregunta Nadir, bastante interesado.
⎯Nunca hubo la necesidad de que me enseñaran, es todo.
⎯¿Ni siquiera porque se iba a casar con un hombre que vive al lado del mar? ⎯insiste.
⎯Creo que… ⎯hablo con timidez⎯. Fui la última opción, no la primera. Así que no sabían mis padres eso. Tal vez, algún día, me animo a aprender.
⎯Entre más pronto, mejor ⎯contesta.
El auto, después de unos minutos, se detiene frente a un puerto, donde hay varios yates en fila, siendo movidos por las olas del mar. Un hombre, al parecer alguien de la tripulación, me abre la puerta y me ofrece la mano para salir.
Salgo, y el viento hace que mi sombrero vuele. Para mi fortuna, Nadir lo toma en el aire, y me lo regresa.
⎯Al parecer, el viento no quiere que esconda su cabello ⎯me comenta, y yo sonrío.
⎯Tal vez. Lo que el viento no sabe, es que mis rizos no se llevan muy bien con el mar, y mi cabello es un constante desastre ⎯admito.
⎯O tal vez, es el cabello indicado para esta ocasión. ⎯Nadir estira la mano y con suavidad toma una punta de mi cabello⎯. Ha de pensar que todo a su alrededor insiste en decirle que este lugar no la quiere, pero, tal vez, solo la invita a que sea más… usted.
Sonrío.
¿Más yo?, pienso.
⎯¿Señorita, nos vamos? ⎯pregunta Nadir, subiendo al yate.
Cuando mis pies resbalan en el último peldaño antes de subir al barco, el mundo parece ralentizarse por un momento. Caigo hacia adelante, pero antes de tocar el suelo, los brazos de Nadir me envuelven con una precisión que parece casi mágica. Su abrazo es firme, pero suave, y la cercanía es tan intensa que el tiempo se detiene por un breve instante.
Su pecho está cálido y sólido contra el mío, y el aroma sutil a madera antigua y mar se mezcla con su fragancia personal. La mezcla de sensaciones provoca un cosquilleo en mi piel y una corriente de emoción que recorre mi cuerpo. Los latidos de su corazón, rápidos y sincronizados con los míos, crean una melodía íntima que llena el silencio que ha caído sobre nosotros. A través de la delicada tela de la camisa de Nadir, puedo sentir el ritmo de su respiración, que se ajusta al mío.
⎯¿Estás bien? ⎯pregunta con un tono que mezcla preocupación y ternura.
Asiento con una sonrisa, aunque mi corazón late con una fuerza que me hace sentir más viva que nunca. Sin soltarme, Nadir me ayuda a subir las escaleras del barco con un gesto suave, y el resbalón se convierte en un recuerdo lejano mientras nos dirigimos a la cubierta.
⎯Nunca había subido a un barco ⎯le comento, tratando de justificar mi caída.
⎯Entonces disfrute la primera vez ⎯comenta.
Llegamos a la proa, y el yate comienza a moverse. Él y yo vemos cómo se adentra en el mar y nos alejamos de la ciudad. Siento la briza en mi rostro y como el calor del sol comienza a quemar levemente su piel. Con una mano, me tomo el sombrero para que no se separe de mi cabeza, y con la otra me tomo de la baranda.
El vaivén del barco me marea levemente, pero es tanta la belleza del mar y del inicio del día, que no me importa. Nadir, demostrando su experiencia en el yate, se queda a mi lado, tomado levemente por el barandal.
⎯¿No es hermoso? ⎯me pregunta, mientras me ve a los ojos.
⎯Sí. Jamás había estado tan cerca del mar.
⎯Pensé que por venir de una familia como renombre, como la tuya, habías conocido el mar antes.
⎯Lo he conocido, pero nunca estado tan cerca, es diferente ⎯le corrijo, con una libertad que nunca había tenido.
Un hombre, parte de la tripulación, lleva una bebida fresca y Nadir me ofrece que nos sentemos en los cómodos sofás. No sé si estamos cerca o muy lejos de la tierra, pero sé que no debería de estar aquí.
⎯¿Todo bien? ⎯pregunta, supongo que mi rostro no deja de expresar lo que siento⎯. Y no me mienta señorita, que sus palabras serán reservadas, pero su rostro no.
Me sonrojo.
⎯¿Tanto se me nota? ⎯pregunto, tratando de cubrir mi vergüenza⎯. Bueno, solo estoy pensando que no debería estar aquí.
Nadir, por primera vez, expresa sorpresa con su rostro.
⎯¿No debería? ⎯pregunta.
⎯Sí. No está aquí mi prometido, y no pedí permiso a la familia para salir del hotel; incluyendo que no avisé que me saldría.
⎯¿Siempre es tan correcta? ⎯Nadir toma un sorbo de la bebida.
⎯¿Correcta?
⎯Sí. Pedir permiso, no decir lo que siente, guardarse sus sentimientos, ¿siempre es así o solo en esta familia?
No lo sé, pienso, porque jamás me habían dicho algo así.
⎯Bueno… no lo sé. En mi familia suelo decir las cosas como son, supongo que tiene que ver con las órdenes que mis padres me dijeron: ser la esposa que un Khalil desea.
Nadir, deja la copa sobre la mesa y cruza los brazos a la altura del pecho.
⎯¿La esposa que un Khalil desea?, esa es su orden.
⎯Así es… ⎯admito.
⎯Según sus padres, ¿qué es lo que un Khalil desea? ⎯pregunta, bastante interesado
⎯Bueno… ⎯Trato de iniciar, pero no me viene nada a la mente. Nadir me ve atento, esperando por mi respuesta. Al parecer, está muy interesado en lo que tengo que decir⎯. Supongo que ser obediente, y saber hacer muchas cosas.
⎯¡Vaya! ⎯expresa y su tono me hace sentir como una tonta.
⎯En realidad, fue todo lo que me dijeron. Quiero pensar que por eso me dejaron aquí, para averiguar lo que un Khalil necesita.
⎯Tal vez… ⎯expresa.
Nadir se recarga sobre el sofá y voltea a ver al horizonte.
⎯Lo que un Khalil necesita ⎯repite.
⎯¿Puedo hacerle una pregunta? ⎯lo interrumpo. Nadir me ve, y aunque trae las gafas del sol, su mirada me traspasa por completo. Asiente con la cabeza y me pide que continúe⎯. ¿Por qué no me habló ayer por la noche?
⎯¿Cómo?
⎯En la mesa familiar. ¿Estaba enojado conmigo por lo que dije en la mañana?
Nadir hace una mueca con el rostro, su leve sonrisa me da pie para saber que no está enojado.
⎯¿Por qué había de enojarme? ⎯me pregunta⎯. Me gustan las mujeres que dan su opinión, sobre todo si es inteligente. ⎯Su respuesta me sorprende; Nadir suspira⎯. Como ha visto, señorita Amira, mi familia es… especial.
⎯Lo sé. ⎯Sus palabras flotan en el aire, casi como un secreto compartido en el silencio nocturno.
⎯Ellos tienen ciertas costumbres, opiniones y dinámicas ⎯explica, su voz mezclándose con el murmullo del agua y el ocasional grito de algún pájaro que pasa volando.
¿Ellos? Me cuestiono en silencio, intentando descifrar el significado detrás de sus palabras. El vaivén del barco nos mueve al unísono, como si nos estuviera arrullando.
⎯Y yo, tengo otras. ⎯Nadir continúa, su tono ahora más introspectivo. ⎯Me gusta mantener lo privado, lo que creo que vale la pena.
Mientras habla, su mirada se posa directamente sobre la mía, atravesando el filtro de las gafas de sol. Es como si buscara algo más allá de mis ojos, un entendimiento que va más allá de las palabras. La cercanía de su cuerpo y la intensidad de su mirada hacen que mi corazón lata con una emoción palpable.
No sé cómo actuar, pero el momento parece estar cargado de una energía mágica que me envuelve. La brisa marina se convierte en un susurro sutil, casi como si el mar mismo estuviera participando en nuestra conversación.
⎯Lo que vale la pena… ⎯susurra, sus palabras flotando como un eco en el mar. Nadir baja la mirada y la conexión se rompe⎯. Así que posiblemente no le hable esta noche, ni las anteriores.
⎯Gracias por avisar ⎯le contesto, sintiendo un poco el golpe de la realidad.
Nadir se pone de pie.
⎯Ahora, señorita, ¿por qué no disfrutamos del momento? Puede instalarse ahí y pintar.
⎯Gracias.
Nadir asiente con la cabeza y sin decir más, aunque creo que ya dijo mucho. Él se mete a un camarote y yo me quedo sola.
Lo que vale la pena, pienso y no sé cómo tomarlo.
Tomo un poco de la bebida refrescante, y cierro los ojos para sentir la brisa, dejar que mis preocupaciones y problemas se vayan, y olvidar todo lo que no entiendo o me hace daño; sin embargo, no lo logro, otro pensamiento se apropia de mi mente.
En ese momento, Nadir sale del camarote. Viste un bañador que resalta su figura atlética y un par de gafas de sol que ocultan su mirada, dando un aire de misterio. La brisa marina juega con sus cabellos, y su presencia irradia una confianza tranquila. Sin detenerse, camina con pasos firmes y elegantes hacia el borde del yate.
Sus movimientos son fluidos, casi como si estuviera bailando. Llega al borde del barco, se inclina ligeramente hacia delante y, con un impulso decidido, se echa un clavado en el mar. El agua se desplaza a su alrededor, creando una explosión de gotas que brillan como diamantes bajo el sol.
Miro el mar, tratando de ignorar la escena que se desarrolla frente a mí. Tomo mi bolsa y saco mi libro de bosquejos, con la intención de capturar la esencia del lugar. No traje mucho material, porque creí que eso le quitaría el estilo a mi conjunto y me daría problemas el cargar todo.
Me siento en una de las sillas de la cubierta, abro mi libro y empiezo a dibujar. Sin embargo, la inspiración parece esquiva. El mar, aunque hermoso, no me ofrece el paisaje que busco. El horizonte es vasto y el agua refleja el cielo en una vasta extensión de azul que se mezcla sin fin.
Mientras trato de enfocar mi atención en el paisaje marino, siento una presencia cerca. Volteo hacia el lado del yate y ahí está él, Nadir, saliendo del agua con movimientos elegantes. La escena es como un recuerdo vívido de cuando lo conocí.
Él camina hacia mí, su cuerpo aun goteando agua y sus músculos marcados reluciendo bajo la luz del sol. La visión de su bañador, sencillo, pero perfectamente ajustado, trae a mi mente una mezcla de recuerdos y sensaciones.
Él se acerca con una confianza casual, y su mirada detrás de las gafas de sol parece capturar un destello de curiosidad mientras pasa a mi lado. Su presencia es magnética, y me encuentro incapaz de apartar la vista. El contraste entre la serenidad del mar y su energía palpable crea un momento de tensión sutil pero intensa.
Nadir se detiene justo a mi lado, y por un instante, el mundo parece reducirse a este breve encuentro. No necesito mirar su rostro para sentir la intensidad en el aire. Su cercanía es eléctrica, y la temperatura sube un poco a medida que el sol continúa su ascenso.
Con un gesto suave, se inclina para recoger una toalla cercana y se seca, el agua deslizándose por su piel en un baile sensual que captura la luz del sol. A pesar de que está ocupado con la toalla, me doy cuenta de que está consciente de mi presencia, como si supiera que cada movimiento suyo es observado con atención.
Finalmente, cuando se seca y empieza a vestirse, me vuelvo hacia mi libro de bosquejos, intentando encontrar la inspiración que me eludió antes. Pero la imagen de Nadir, caminando hacia el mar con la misma gracia con la que lo hizo la primera vez que lo vi, permanece grabada en mi mente. Su presencia ha transformado el paisaje marino en una obra de arte viva, y el yate, el mar y el sol se convierten en el telón de fondo perfecto para una escena que ya está dibujada en mi corazón.
***
El sol comienza a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos y dorados. La tarde ha sido perfecta: el sol acarició nuestras pieles, el mar nos ofreció su frescura, y el tiempo en el yate ha sido una experiencia que atesoraré. Me he sumergido en el arte de dibujar, disfrutado de una conversación que ha sido tanto educativa como fascinante, y Nadir ha demostrado ser un hombre de gran conocimiento y experiencia en todos los ámbitos.
Llegamos al puerto, y el yate se desliza suavemente hacia su amarre. Mientras el sol se oculta, el cielo se viste de estrellas, creando un ambiente de despedida que parece casi mágico. La idea de regresar al hotel y cenar en silencio después de este día perfecto nos hace sentir un ligero pesar, pero al parecer, esta amistad tiene sus consecuencias.
Decidimos que sería mejor que entrara al hotel primero para evitar que nos vean juntos. Así que me levanto con una sonrisa, agradecida por el tiempo compartido, y me dirijo hacia la entrada del elegante hotel frente al puerto. Me aseguro de que el camino esté despejado y entro con paso decidido, manteniendo una expresión natural mientras cruzo el vestíbulo y subo a mi habitación.
El lobby del hotel es acogedor y tranquilo, y me siento aliviada de haber llegado sin incidentes. Mientras espero en mi habitación, me doy cuenta de lo mucho que he disfrutado de la compañía de Nadir. El día ha sido lleno de momentos especiales, y aunque la despedida es inevitable, me siento agradecida por la conexión que hemos compartido.
Nadir entra con una sonrisa, su presencia iluminando el espacio con una calidez que contrasta con la frescura de la noche. Se acerca a mí con un paso decidido pero relajado.
⎯Bueno, parece que ha llegado el momento de decir adiós ⎯dice con un tono cordial, pero suave, sus palabras llenas de un respeto que siento profundamente.
⎯Así parece ⎯respondo, tratando de mantener el tono ligero y amistoso.
Nos miramos un momento, y aunque no se dice, hay una comprensión mutua de que este podría ser el final del día, pero no necesariamente de nuestra conexión. La despedida es formal, pero la sinceridad en nuestros ojos revela algo más profundo.
⎯Fue un placer pasar el día contigo ⎯dice Nadir, extendiendo su mano para un apretón de manos firme y cordial.
⎯El placer fue mío ⎯respondo, estrechando su mano con una calidez que refleja la gratitud y el aprecio que siento.
Nos mantenemos así por un momento, las palabras flotando entre nosotros mientras la tensión en el aire se disipa. Luego, Nadir da un paso atrás, su expresión mezcla de respeto y una pizca de algo indefinido.
⎯Hasta luego⎯dice, sus ojos brillando con una intensidad que sugiere que hay más detrás de su mirada, aunque las palabras son simples.
⎯Hasta luego ⎯le respondo, sintiendo que esta despedida es más que un simple adiós.
Con una última sonrisa, nos damos la vuelta y nos dirigimos a nuestras respectivas habitaciones. Ya no hay más que decir, aunque en mi mente solo resuena una frase: lo que vale la pena.
Que buena historia Ana! Nadir es perfecto para ella!
Ser lo que uno es. Ternurita todo lo que le hace sentir ese irresistible Nadir
Me gusta que Nadir le insinúa que sea ella misma, se nota que es muy diferente al resto de su familia. 👏🏻👏🏻👏🏻
Nadir, Nadir, qué nervios de que alguien los vea de pura casualidad y ponga a Amira en una situación difícil…😵💫
Pero eres la brisa fresca que ella necesitaba en ese hotel, porque le das oportunidad a decir lo que siente y validas su opinión.👏🏼
Fingir que no hay amistad después de ese paseo podría resulta difícil… Veremos qué sigue 🤓