DANIEL

Estimado Sr. Ruiz:

Nos complace informarle que el proyecto que propuso ha sido aprobado por el comité de la Fundación Canarias-Lafuente. Tras una evaluación exhaustiva de su propuesta, hemos decidido darle luz verde para proceder con el desarrollo del mismo.

El comité ha reconocido el valor y la relevancia de su proyecto, y estamos entusiasmados por ver cómo se llevará a cabo. Por favor, no dude en ponerse en contacto con nosotros para coordinar los siguientes pasos y asegurar que todo se desarrolle según lo planeado.

Estamos seguros de que este proyecto será un éxito y contribuirá de manera significativa a nuestros objetivos comunes.

Agradecemos su dedicación y esfuerzo en la elaboración de esta propuesta.

Atentamente,

Karl Johansson
Presidente
Fundación Canarias-Lafuente

David T. Canarias Ruiz de Con
Director de Proyectos
Fundación Canarias-Lafuente

Leo la carta y sonrío. Sé que yo ya sabía que el proyecto estaría aprobado, sin embargo, al recibir el documento con la aprobación escrita, me hace pensar que hice algo bueno por Tazarte y que ahora, podremos comenzar con los preparativos. 

Presiono el botón de imprimir y mando el documento a la impresora. Momentos después, Marlen toca la puerta y entra cuando le doy el paso. 

—Señor, aquí está su documento. —Veo a Marlen a los ojos, insinuándole que no me gusta que me diga señor y suspira—. Daniel. 

—Así es, este es mi documento. Te pido que lo pongas en un sobre. 

—Muy bien. 

Marlen sale de la oficina para dirigirse hacia el sitio donde guardamos la papelería. Yo aprovecho para apagar el monitor y tomar mi saco, o más bien el de David, ya que lo dejó en mi casa hace tiempo y creo que todavía no nota que yo lo tengo. 

Me acomodo el saco color lila y me arreglo el cuello de la camisa. 

—Listo, ¿vas a salir? —me pregunta. 

—Sí. Tengo que ir a dar este sobre. 

—¿A dónde? —continúa Marlen el interrogatorio. 

—A un lugar —responde Daniel, con propiedad y una sonrisa 

—¿Irás a la fundación?

Daniel niega. 

—Solo iré a dejar el sobre y regreso. Cualquier situación me llamas al móvil. Daniel toma el sobre y comienza a caminar por el corredor. Marlen le grita: 

—¿Y si su tía me pregunta por usted?, ¿qué le digo si no sé dónde va? Robert siempre me decía dónde iba. 

—¿Ves a Robert aquí? —pregunto. 

—No. 

—Entonces, ahí tienes tu respuesta. Si mi tía pregunta por mí, le dices que me llame al móvil.

Entro al elevador, y Marlen se presenta en la puerta; impide que se cierre. 

—Ya dígame, ¿dónde va? —pregunta. 

La veo con extrañeza. 

—¿Para qué? 

—Pues para saber. Soy la única asistente que no tiene chisme de su jefe. No me da material. 

Me río levemente. 

—¿Es en serio? 

—¡Sí! —exclama—. Solo deme algo para ganarle a Silvia del Departamento de Tecnología. No puede ser tan aburrido. 

Suspiro. 

—Bien, te puedo decir que la carta es para Tazarte. 

—¡CAFÉ OLÉ! —expresa, emocionada—. Al fin me da algo. Nunca pensé que fuese tan joven, guapo y rico y tan aburrido. 

—¡Guau!, fuertes declaraciones —le comento. 

—Lo siento, me emocioné. En fin, gracias. 

—Marlen… —le pido, al notar que sale corriendo hacia la oficina, ella voltea y me ve—. Sin exagerar, ¿vale? 

—Pero por supuesto, Daniel. 

Las puertas del elevador se cierran y un suspiro llena el silencio. Sé que las asistentes y la mayoría de los empleados hablan sobre nosotros, pero jamás me había importado saber lo que cuentan. 

¿Será que todos piensan que soy aburrido?, pienso. 

—No es que seas aburrido, estás deprimido. —Y de pronto esa frase me da un poco de paz; no sé por qué. 

Las puertas se abren, y antes de ir hacia la puerta y solicitar mi auto, me detengo en medio de la sala para enviarle un mensaje a Tazarte. 

«Hola, estoy saliendo del conglomerado, ¿te puedo ver dónde estés?»

Envío el mensaje. Camino hacia la puerta y antes de pasar el umbral, mi móvil vibra. 

«Estoy en ensayo. ¿Te veo en la juvenil?» 

Me responde. 

«Llego en una hora», envío mi respuesta y me dirijo hacia mi auto. 

***

TAZARTE 

Muevo mis manos al ritmo del tango, mientras la orquesta yace frente a mí. La sala está iluminada por un resplandor tenue, donde los rayos de luz parecen danzar al compás de la música. El aire está cargado de anticipación y el murmullo de los instrumentos se mezcla con el vibrar de las cuerdas de mi batuta.

Con una mirada atenta, sigo el flujo de las notas de “La Cumparsita”. Cada violín, cada bandoneón, cada contrabajo parece respirar junto a la melodía, llevándonos a una evocadora nostalgia. Los músicos están completamente inmersos, sus dedos bailan sobre las teclas y las cuerdas, mientras el ritmo contagioso del tango envuelve la sala.

Me inclino hacia adelante, marcando el compás con precisión, mis movimientos son una extensión del alma de la pieza. La intensidad aumenta, y puedo ver cómo las emociones fluyen a través de cada rostro en la orquesta. Hay un intercambio casi mágico entre los músicos y la partitura; el tango se convierte en una conversación en la que todos participan, pero solo uno guía.

—Sigan el compás, no se pierdan —les pido a los músicos, que aunque son jóvenes son bastante talentosos. 

La pieza sigue fluyendo. Todo va como una ola que sube y baja con una elegancia contagiosa. El ritmo de este tango se siente como un pulso en el aire, y la orquesta responde con un entusiasmo vibrante. Cada instrumento añade su matiz único, creando una textura rica y compleja que envuelve a todos en el auditorio.

Puedo ver las miradas concentradas de los músicos, sus cejas fruncidas en un esfuerzo compartido por mantener la cohesión. Los violines y los bandoneones se entrelazan en una danza melódica, mientras los metales y las percusiones proporcionan un marco sólido. La atmósfera se llena de un fervor palpable, y el calor de la interpretación se siente casi físico.

—Mantengan la energía —les animo, mientras la música alcanza una nueva altura. La complejidad de la pieza se despliega en capas de armonías y ritmos, y cada sección de la orquesta parece conectar con la pieza de una manera más profunda. La sinergia entre los músicos es palpable, y el resultado es una interpretación que se siente tanto apasionada como meticulosamente controlada.

Finalmente, el tango llega a su clímax, una explosión de sonido y emoción que resuena a través del auditorio. La última nota se mantiene en el aire, suspendida en un momento de sublime silencio.

Se escucha un aplauso a lo lejos y, al voltear, veo a Jo Carter sentada en una de las butacas del teatro. 

—Bravo, bravo —expresa. 

Mis estudiantes sonríen, emocionados por el gran avance que acaban de hacer. 

—Bien. Lo dejamos hasta aquí por hoy, sigan practicando —les pido. 

Mis estudiantes asienten para, después, comenzar a guardar sus instrumentos. Yo volteo y me bajo del podio. Momentos después, Jo Carter sube las escaleras del escenario para encontrarse conmigo. 

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —le pregunto. 

Jo, vistiendo un vestido bastante veraniego, con un cinturón dorado que marca su angosta cintura, hoy tiene un aroma a perfume fino, dulce pero agradable. Su cabello, dorado, lo trae peinado con una cola de caballo, dejando que repose sobre su hombro. 

—El suficiente para darme cuenta de que eres un hombre muy pasional. Espero que lo seas en todos los sentidos. 

Sonrío levemente. 

—¿Qué es lo que te trae por aquí? Tu primo me envió un mensaje hace veinte minutos y viene para acá —le advierto. 

—Que venga… solo somos dos personas conversando en este lugar, ¿qué podría pasar? —Sonríe—. En fin, vine hasta acá para que me actualices, ¿cómo van las cosas, Bart? 

—Van… bien. 

—Te escucho dudoso, ¿algo pasó? —me pregunta. 

Los ojos azules de Jo se clavan en los míos y sé que si no le digo lo que pienso ella lo averiguará; esa mujer saber cosas. 

—Dime, ya sabes que… 

—Vamos bien —la interrumpo—. Pero… 

—Pero… —Insiste Jo. 

—¿Conoces a un hombre llamado Sebastián Copp? —inquiero, en el tono más natural posible. 

—¡Uhg!, Really? —me dice, en un tono de desprecio que me hace saber que ella no apoyará esa decisión—. Claro que lo conozco, es el socio de mi prima Alegra. Le tira a todo lo que se pueda. 

—¿De verdad? —pregunto con sorpresa. 

—Sí, lo que tiene de guapo lo tiene de…—Hace una pausa, como si estuviera pensando la palabra correcta—. Intenso. —Al fin la pronuncia—. Yo coincidí con él varias veces y créeme que es algo difícil lidar con él. 

—Si es socio de tu prima, ¿cómo es que Daniel no lo conoce? —pregunto. 

Jo suspira. 

—Fueron tiempos difíciles para Daniel en esa época. En fin, ¿qué pasa con Sebastián Copp? —Jo se cruza de brazos, como si estuviera ya molesta por lo que le diré. 

—Quiere salir con Daniel. Lo conoció ayer. 

—Y, ¿tú que piensas de eso? —me pregunta. 

—Pues… no pienso, solo informo. 

Jo me toma de la mano y me lleva hacia las butacas de la primera fila. 

—No, si no te importara no me hubieses dicho nada, lo hubieras evitado. Sin embargo, lo trajiste a colación, lo que significa que la situación no te agrada por completo…¿a caso estás celoso? 

—¡No! —contesto de inmediato. 

Me quedo en silencio esperando a que mi mente me aconseje, pero, al parecer, sigue dormida. 

—Y, ¿por qué sobre reaccionas? —Sigue Jo, tratando de adentrarse en mis pensamientos. 

—¿Sobreactuar? No, solo quiero dejar en claro que no estoy celoso. 

—Bien… —responde, para después sacar de su bolso un espejo de marcha Chanel y sacar un lápiz labial de la misma marca. 

—¿Bien? —pregunto. 

—¿Jo? —Escucho la voz de Daniel detrás de mí. 

Al voltear veo a Daniel, con una sonrisa sincera y ese look veraniego que le queda muy bien. Sus gafas oscuras y redondas, lo hacen ver muy apuesto, aunque creo que es la combinación de todo. Tanto él como David se visten muy bien, como si hubiesen tenido un asesor de imagen. 

—Daniel… —habla Jo, y le sonríe. 

—¿Qué haces aquí? —pregunta. 

Jo me ve a los ojos, en ella puedo ver esa mirada de desafío, como si estuviera a punto de hacer una travesura o de ponerme a prueba. Me pongo nervioso, así que me levanto de inmediato antes de que ella hable. 

—Viene a… 

¡Ja!, ¿a qué? Nadie visita el ensayo de una orquesta excepto que tenga algo que ver con ella. ¿Jo tocará algún instrumento?, ¿qué vas a decir? 

Noto el rostro de Daniel, sigue esperando a que complemente la frase, pero en realidad no sé qué decir. 

—Vine porque quiero nuevas ideas para mi rutina de patinaje artístico. Estaba pensando en algo clásico y me dijeron que él era el experto, ¿no es así? 

Me quedo sin decir nada. 

Amamos esta mujer, ¿cierto? 

—Así es —respondo, tanto a Jo como a mi propia mente. 

—Vaya… —expresa, Daniel, con una sonrisa—. Estoy seguro de que Tazarte tiene buenas ideas. 

—Las tiene —asegura Jo—, muy buenas ideas. 

Su tono es de burla, no una severa, sino como si estuviera probando mis habilidades de improvisación que, para este momento, han sido por completo nulas. 

—Tú, ¿qué haces aquí? —pregunto, tratando de acomodar las ideas.

Daniel me da el sobre que tiene en sus manos y me sonríe. 

—Ten… 

Lo tomo y lo abro de inmediato, sonrío al ver la carta de aprobación del proyecto. 

—Sí que tienes contactos… —bromeo, al saber que es su primo quien los aprueba. 

—Sí, me debe unos favores y me los estoy cobrando. A Jo también le debo varios. —Ella sonríe. 

—Pues… ¡Me encanta, maravilloso! —expreso. 

—Así es —dice Daniel, y me regala una sincera sonrisa—. Ahora, ¿qué sigue? 

—Pues… comenzar. Ya tengo una lista de algunos colegas que, sé, estarán dispuestos a ayudarme. Puedo llamarlos y comenzar. 

—Perfecto —habla Daniel. De pronto, saca el móvil y al ver el nombre en la pantalla, suspira—. Cuatro llamadas. 

—¿Cuatro llamadas? —pregunta Jo, bastante interesada. 

—Sí, ayer conocía al socio de Alegra, a Sebastián Copp. Le di mi número y no deja de llamarme. 

—Pues, respóndele… —dice Jo, y me ve de reojo para ver mi reacción; trato de no verla a ella. 

—¿Crees? —Duda Daniel. 

—Sí, por qué no, ¿hay algo que te lo impida? —le pregunta. 

Daniel reflexiona. Puedo ver cómo los pensamientos pasan por su mirada, y como los clasifica; lo está considerando. 

—Pues… no lo sé. 

—Pues… —Lo anima a que lo haga. 

—Pues… —Trato de unirme a la conversación. 

—Pues, vale… —responde Daniel, empujado por el hechizo de Jo y por mi… 

Estupidez. 

Él envía un mensaje de texto, al parecer es como yo, no le gusta hablar por el móvil. 

—Bueno, dame la lista de los músicos que deseas invitar. Moveré a mis contactos para que empiecen a hacer una cotización sobre el número de cuartos de hotel que necesitaremos. 

Me encanta que Daniel diga “mis contactos”, como si no se refiriera a su propia familia. Según lo que estuvo averiguando sobre los Ruiz de Con y Canarias, su poder y fortuna es increíblemente grande e importante, pero, su reputación lo es todavía más. Son la única familia de España que no tiene situaciones donde sus miembros hayan faltado al respeto o haya abuso de poder; en pocas palabras, son una familia ideal. 

—Tu contacto me debe dinero. —Regreso a la conversación, al parecer, Jo y Manuel se quedaron hablando de su primo. 

—¿De qué?

—De la última apuesta. 

—Sabes que David es malísimo para apostar… —defiende Daniel. 

—Y, aun así, lo hace. Creo que no escarmienta. Mejor para mí —responde Jo, con una amplia sonrisa. 

—No tienes corazón, Josephine —bromea su primo. 

—Y David no tiene suerte. Siempre me divierte ver cómo David se las arregla para encontrar nuevas formas de perder. 

El móvil interrumpe la plática entre los primos. Daniel lo saca de su bolso y lo lee. 

—Dice que el viernes me quiere invitar a cenar. Le diré que no, tengo una cena contigo y un concierto —habla, viéndome y sonriendo. 

—¡Ah, sí! —expresa Jo, y me acabo de percatar que le he dado lo que necesita para molestarme el resto del día. 

—Sí, pero, ¿por qué no lo invitas? —hablo, viendo a Daniel. 

¡Ah, si serás pen…! 

—¿Cómo? —pregunta Daniel, sin entender. 

—Sí, sí, el concierto es al aire libre y pues… no es que tengamos una cita, solo es una salida de amigos… y una promesa que tienes que pagar. 

Si no fuese tu conciencia y no estuviese atado a ti, ya me hubiera largado… 

—¿De verdad? —insiste Daniel. 

—Sí, bueno… si quieres. Yo lo digo por si… 

—Yo también voy… —habla Jo. Volteo a verla y ella cambia su rostro a uno más normal. Se fue la sonrisa pícara. 

—¿Qué? —pregunto. 

—Sí, si es una salida de amigos, yo también puedo ir…¿no? Digo, somos amigos, los tres. 

Daniel clava su mirada en mí; esperando mi respuesta. 

—Pues… sí, por qué no —respondo. 

—¿Seguro? —vuelve a preguntar Daniel. 

—Sí, por qué no… es más, recuerda que mis amigos músicos irán. 

—Cierto. Entonces, le diré. Pero, yo sigo invitando la cena, ¿vale? —me recuerda Daniel. 

—Sí, sí… claro. The more, the merrier —expreso. 

El móvil de Daniel suena. 

—Lo siento, debo contestar esta llamada —nos indica. 

Él se aleja y Jo y yo nos quedamos solos. Ella toma su bolsa y suspira. 

—Pues bueno… eso salió bien —habla, para luego ir frente a mi y verme a los ojos—. Pues bueno, amigo, nos vemos el viernes. —La sonrisa pícara regresa. 

—¿En serio irás? —pregunto. 

—Sí, como lo dijiste, the more, the merrier —Y al decir esto se da la vuelta para comenzar a subir las escaleras y salir de aquí. Se despide de su primo y voltea a verme desde arriba. 

Eso salió bien…

—Sé que lo dices con sarcasmo, pero, ¿por qué no habría de salir bien? Solo iremos a un concierto y Copp es un amigo más. 

Un amigo más… 

—Lo es, no veo a Daniel muy interesado en él. 

¿Interesado en él? Si lo estuviera, a tí que te importa, ¿no? 

—No, no me interesa, Daniel puede hacer lo que quiera y salir con quien quiera. Me da igual todo lo que tenga que ver con él y con Sebastian Copp. 

—¿Tazarte? —escucho mi nombre. Doy un pequeño salto al ver a Daniel a mi lado—. ¿Todo bien? 

—Sí, sí… estaba pensando en alto. 

Daniel sonríe. 

Creo que te escuchó.

—Sabes, tengo algo de tiempo, ¿gustas ir por un café para platicar del proyecto? —me invita con amabilidad—. Digo, si puedes. Creo que interrumpí una conversación importante.

Mierda. ¿Iremos? Dile algo o pensará que estás loco. 

—Sí, sí, claro, voy por mis cosas.

—Bien, te espero en el auto —responde, para luego subir las escaleras y dirigirse a la puerta.

Eres un tipo con suerte, y lo sabes, Tazarte. 

—Lo sé. 

Entonces por qué insistes en arruinarlo… 

—Por qué si no lo hago, te irás y ¿quién me hará compañía? —respondo. 

Algún día tendrás que dejarme ir… 

—Algún día, pero hoy, no —diciendo esto, voy hacia mi oficina para recoger mis cosas. 

3 Responses

  1. Ay Señor Bendito!!! Tazarte ya mandaste a Bart a la zona de amigos, pero tú vas para allá también 🤷🏻‍♀️.
    ¡Ponte las pilas, chico!
    Daniel sería una buena compañía si lo que temes es la soledad 🫶🏼… Además, si te preguntó varias veces, es por algo ¿no? 🤭
    Ojalá Jo salve tu noche🤞🏼.

  2. Jajajajaja no paro de reir con las novatadas de Tazarte jajaja. Y Jo ay Jo es unica, me encanta como es. Me encantó el cap, pero al final me dejo un sin sabor con Tazarte, le teme a la soledad tambien? Que tanto a sufrido? Que le ha pasado? Jum esa cita de “amigos” con Jo incluida va a estar bomba jajaja

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