DANIEL
-Viernes-
«Hola, Tazarte. Perdón si no te he contactado los últimos dos días, pero he estado lleno de trabajo. Sé que hoy saldremos al concierto, pero me gustaría comenzar a ver lo del proyecto. Mi primo dijo que ya comenzó con la remodelación de la casa de música, y que pondrá nuestro proyecto como prioridad. No me gusta mezclar negocios con diversión, pero creo que podríamos tocar el tema. Nos vemos más tarde».
Tenemos cita el próximo domingo para que nos hagan una entrevista como familia e iniciar el proceso de adopción; esto va en serio. Lo que significa, que si todo sale bien y nos aceptan, mis padres estarán en la carrera de ser padres de nuevo, esta vez de una niña muy deseada por todos.
Confieso que la actitud de mi hermano Héctor me impresionó mucho. Se veía emocionado, incluso puedo decir que estaba entusiasmado. En la noche decidimos que le comentaríamos a la familia porque posiblemente necesitaríamos de su ayuda para algunas cosas en los trámites.
Sin embargo, cuando les avisamos, trataron de fingir sorpresa, y supe que a David se le salió un poco de información y los demás decidieron sacarle el resto. Aun así, se alegaron. Felicitaron a mis padres y dijeron que era algo inesperado, pero no nuevo; mis padres siempre quisieron una niña.
Entonces, con estas noticias y lleno de una energía nueva que no sentía hace mucho tiempo, comencé el día. Como siempre, me desperté a las 4:00 am para bajar al gimnasio del edificio con mi primo. Platicamos sobre la boda de Lila, que ya es este fin de semana, y sobre Ana Carolina, la novia de mi primo, porque últimamente ha hecho cosas que no le han gustado a David.
Después, él se fue por su parte y yo por la mía. Llegué al conglomerado y estuve revisando que los papales de una nueva empresa estuvieran correctos para una auditoría que se hará el próximo lunes, lo que significa que estaré encerrado en la oficina, haciendo entrevistas y revisando cada detalle solicitado por mi tía.
Aunque parezca fácil, notas las empresas que se postulan entran al conglomerado y mucho menos después del escándalo de los Karagiannis; así que ahora debo tener mano dura (aún más) en el proceso.
Así terminó mi día laboral. Con una hambre voraz que solo pude apagar con un emparedado que compré en local por el rumbo de mi piso, y cansado de la vista; lo bueno es que el día de hoy será solo escuchar.
«Oigan, si van a salir esta noche, les pido que no se desvelen. Mañana son las fotos familiares y necesito que todo salga perfecto. Te estoy hablando a ti, David».
Envía Lila por grupo de la familia, uno que ha estado muy animado desde la boda y la adopción de mi hermana. Lo leo y sonrío. Agradezco que nadie sepa, más que Jo, que hoy yo también saldré por la noche, no quiero preguntas.
«Yo ya soy perfecto», responde mi primo.
Con esa afirmación, el grupo de la familia explota de comentarios, provocando en mí varias carcajadas. Cuando ya queda claro que nadie se desvelará y que todos debemos comportarnos hoy. Me doy una ducha refrescante para cambiarme a ropa más cómoda.
Hoy, será un picnic en el parque, escucharemos música y platicaremos; sencillo. Me gusta que sea así. Desde que pasó el suceso los lugares oscuros y cerrados me ponen nervioso, prefiero el aire libre.
Salgo de la ducha y voy hacia mi armario para escoger la ropa de hoy. Después de ver varias combinaciones de ropa de verano, me decido por una camiseta de color azul oscuro con un corte sencillo, de manga corta y un ajuste que resalta mi figura. La combino con unos pantalones de tono claro, blanco, con un diseño de rayas verticales sutiles. Completo el conjunto con unos mocasines color beige que combinan perfectamente con el resto del conjunto.
⎯No me veo tan mal ⎯comento, mientras me pongo las gafas para ver, redondas y de armazón negro.
Mi móvil suena, distrayéndome de lo que estoy haciendo. Leo el mensaje.
«Hola, Daniel. Claro que sí. Al rato platicamos. Saludos», Tazarte me responde; por una razón que no comprendo me pongo nervioso. Creo que acabo de caer en cuenta de que voy a salir con alguien, aunque fuese por amistad, pero es una salida.
Tengo años de no hacer esto, ¿recordaré cómo comportarme?, ¿qué platicar?, ¿cómo desenvolverme? Decenas de dudas vienen a mi mente, y comienzo a ponerme más nervioso. No quiero que esto desencadene en un ataque de pánico, así que voy hacia la sala, abro las ventanas y respiro el aire.
Si me da un ataque de ansiedad o de pánico, me pondré muy mal y no saldré mi piso; definitivamente este fin de semana TENGO que estar bien, no puedo arruinarlo.
Tomo mi móvil y mientras siento el aire fresco, envío un mensaje:
«Bart, ¿estás por ahí?».
Últimamente, Bart y yo platicamos mucho. Hablamos del día a día. Él me cuenta que hizo y yo también, nada profundo, nada con intensión de algo más. Bart es como mi conciencia, no sé cómo explicarlo.
«Hola, aquí estoy», contesta.
«¿Recuerdas a Tazarte?», envío el mensaje.
«El músico».
«Hoy es el día en el que saldré con él. Pero antes de irme, he reflexionado y me percaté de que hace tiempo que no salgo con alguien y ya no sé cómo portarme. ¿Algún consejo?».
Bart tarda un poco en contestarme, pero al fin llega la respuesta:
«Recuerda que estás ahí, porque él quiere estar contigo. Sólo sé tú mismo. Déjate llevar».
***
El camino hacia el lugar de la cita se me hace largo, y eso que no vivo tan lejos del parque. Voy nervioso, jugando con los anillos de mis dedos, y mordiéndome ligeramente el labio. El corazón me late más rápido de lo habitual, mientras las dudas y expectativas giran en mi cabeza. No puedo evitar sentir una mezcla de emoción y temor, no por el pícnic en sí, sino por la compañía, por cómo todo podría desarrollarse.
Al llegar al parque del Descanso, me sorprende ver la cantidad de gente que ha decidido aprovechar el buen clima. Familias, parejas, grupos de amigos, todos esparcidos por el césped, algunos en mantas, otros compartiendo risas, esperando por el inicio del concierto, mientras comen algo. Me pregunto cómo seremos nosotros en medio de toda esta algarabía.
Distingo a mi prima Jo desde la distancia. Está charlando con François, su compañero de patinaje, y con Sebastian Copp, el primo de Karl que se ha unido a nuestro plan gracias al permiso de Tazarte. Al lado de ellos, hay otra manta, donde 4 chicos, dos hombres y dos mujeres, los escuchan; supongo que son los amigos de Tazarte.
¿Todavía él no ha llegado?, me pregunto.
Me acerco con cuidado, y en cuanto la mirada de Jo se posa sobre mí, sé que ya no puedo dar vuelta atrás; no puedo escapar.
⎯¡Daniel, por fin! ⎯me saluda Jo con una sonrisa amplia, alzando la mano para que la vea mejor.
⎯Hola ⎯respondo, tratando de sonar relajado.
Ella se pone de pie y me toma de la mano para que me acerque.
⎯Pensé que no vendrías. Estaba a punto de llamarte. ⎯Jo me abraza⎯. Tranquilo, todo estará bien. Si te sientes mal, me aprietas la mano, ¿vale?
⎯Vale ⎯contesto⎯. Aunque te prometo que estoy bien.
Jo pasa su mano por mi rostro, acariciándolo con ternura. Su mirada azul brilla. Desde que me pasó el suceso, Jo solo me ve así, con un amor y ternura indescriptibles.
⎯Lo sé, por primera vez lo sé.
⎯Entonces, déjame tratarme como si fuera a quebrarme y mejor vamos a convivir, ¿te parece?
⎯Me parece.
Tanto Jo como yo nos acercamos a las mantas. Al llegar, François me saluda, como siempre lo hace, y momentos después, la figura alta, musculosa y varonil de Sebastian Copp se aparece frente a mí.
⎯Pensé que no llegarías, Daniel ⎯pronuncia mi nombre con un tono sensual, casi arrastrando las sílabas de una forma que provoca que un calor inesperado suba a mis mejillas. No puedo evitar sonrojarme, sintiendo cómo la sangre se agolpa en mi rostro. Es extraño, incómodo incluso, porque hacía tanto tiempo que no sentía algo parecido. Es como si una corriente eléctrica me recorriera desde la base de la columna hasta la nuca, haciendo que todo mi cuerpo se alerte.
⎯Lo siento ⎯respondo, intentando mantener la compostura mientras trago con dificultad⎯, había tráfico… el chofer llegó tarde.
Mi voz sale un poco más insegura de lo que me gustaría, casi como si me excusara por algo más allá del simple hecho de llegar tarde. Intento restarle importancia a la situación, pero sus ojos no me dejan. Siento cómo su mirada me recorre de abajo hacia arriba, lenta, deliberada, como un cazador que evalúa a su presa.
⎯Pues, me hubieses dicho y yo pasaba por ti ⎯se ofrece él, con una sonrisa que desarma, cargada de una seguridad aplastante.
Su mirada no se aparta de la mía, y el aire entre nosotros parece volverse denso, cargado de una tensión que hacía años no experimentaba. Es ese tipo de tensión que te hace cuestionar cada movimiento, cada palabra, porque de alguna manera sabes que estás en un juego, en un baile peligroso en el que uno de los dos tiene que ceder. Y la forma en la que me mira, cómo se inclina ligeramente hacia mí, me hace sentir como si estuviera a punto de caer en una trampa que, a pesar de ser consciente de ella, no estoy seguro de querer evitar.
Mi corazón late con fuerza, retumbando en mis oídos. Quiero decir algo más, algún comentario ingenioso para recuperar el control de la situación, pero las palabras se me escapan, como si estuvieran atrapadas en la maraña de sensaciones que él provoca.
Este juego, esta dinámica de presa y cazador, es nueva para mí, al menos de esta manera. No recuerdo la última vez que me sentí tan vulnerable y, al mismo tiempo, tan atraído por alguien. Es un juego peligroso, lo sé, pero no puedo evitar sentir la adrenalina que corre por mis venas.
⎯Gracias, lo tendré en cuenta para la próxima ⎯consigo decir finalmente, forzando una sonrisa que espero disimule el torbellino que ha desatado en mi interior.
Él asiente, como si supiera que ha ganado esta pequeña ronda, y yo respiro hondo, intentando recomponerme. Pero entonces, un movimiento capta mi atención. Levanto la mirada y ahí está Tazarte, acercándose hacia nosotros con un andar seguro.
Casi no lo reconozco de inmediato. Lleva una camisa de lino blanco, perfectamente ajustada a su torso, y unos chinos de color caqui suave que caen con elegancia sobre sus zapatos. Hay algo en él que me toma por sorpresa. Se ve diferente, sumamente diferente, como si alguien hubiera apretado un botón y lo hubiera transformado en otra persona. Y lo noto de inmediato.
⎯Tazarte… ⎯murmuro, apenas consciente de que las palabras han salido de mi boca. Mi voz es suave, casi apagada por la sorpresa que se refleja en mi rostro. Él me devuelve la mirada y me sonríe con una mezcla de timidez y orgullo, completamente consciente de que su transformación no ha pasado desapercibida⎯. Estás… impresionante ⎯admito, sin poder evitar que mi admiración se deslice en mis palabras.
Todavía estoy tratando de procesar lo diferente que se ve. Es como si una capa de cansancio y años se hubiera levantado de su rostro, dejando al descubierto a un hombre lleno de vitalidad.
⎯Lo siento. Tuve problemas para estacionarme ⎯habla con timidez.
⎯No sabía que tenías auto ⎯comento, apenas armando la frase.
⎯Sí, fue… ⎯trata de contestar.
⎯Un regalo de un patrocinador, ¿cierto? ⎯interrumpe Jo.
⎯Sí, un regalo de un patrocinador ⎯afirma Tazarte.
Mis pensamientos están revueltos. Nunca había visto a Tazarte de esta manera, tan revitalizado, tan… diferente. Y no soy el único que lo nota. Mientras se acomoda junto a nosotros, puedo sentir cómo las conversaciones entre los demás se detienen momentáneamente, como si todos también estuvieran procesando la misma sorpresa.
Incluso Sebastián, parece impresionado. Sus ojos pasan de Tazarte a mí y de regreso, y noto un destello de reconocimiento en ellos: lo ha tomado como competencia.
¿Sobre mí?, pienso, sin saber qué hacer.
⎯Bueno, ¿vamos a disfrutar de este pícnic o qué? ⎯pregunta Tazarte, animado y con una confianza que antes no estaba tan presente en él.
Tazarte me presenta a sus amigos, todos músicos. Está Jaime, Gustavo, Adela y Andrea, los cuatro estudiaron con él y en cierto punto formaron parte de la fundación.
Tazarte se sienta a la orilla y yo al lado de él. Jo, se sienta al lado mío, dejando a Sebastián a la otra orilla; aun así, todos estamos conversando.
De fondo, escucho a alguien comentar que el concierto está por comenzar, así que empezamos a bajar la voz, para, finalmente, ver como la orquesta entra al escenario y se prepara. Tazarte, muy emocionado y experto en su materia me explica un poco sobre la acústica del lugar, y que no siempre es bueno estar hasta adelante debido al sonido.
⎯Si tienes buena acústica, no importa donde estés sentado, siempre se escuchará bien.
⎯Entonces supongo que la sala de mi casa tiene buena acústica; cuando mi hermano ensaya piano ahí, se escucha hasta en el baño ⎯bromeo, y Tazarte se ríe.
⎯Supongo que sí ⎯responde Tazarte, con una sonrisa cálida.
⎯También depende del piano, ¿no? ⎯interrumpe Sebastián, que había sido ignorado por un momento.
⎯¿El piano? ⎯pregunto, sin esperar la intervención de Sebastián.
⎯Claro ⎯Sebastián continúa, cruzando los brazos y adoptando un aire de confianza⎯. No todos los pianos tienen la misma resonancia. Un piano de cola, por ejemplo, tiene una proyección mucho más rica que un piano vertical. Si tu hermano toca uno de esos, no es de extrañar que se escuche hasta en el baño. Y la calidad de la madera también influye, sin mencionar las cuerdas…
⎯Eso es cierto ⎯admite Tazarte, con una ligera inclinación de la cabeza, aunque su tono se mantiene neutral⎯. Pero el piano es solo una parte de la ecuación. La acústica no se trata solo del instrumento, sino de cómo el sonido interactúa con el espacio.
⎯Claro, pero al final del día, lo que importa es la calidad del sonido que produce el instrumento, ¿no? ⎯Sebastián insiste, una chispa competitiva en sus ojos⎯. He estado en muchos estudios de grabación, y he visto cómo los músicos y los ingenieros trabajan para sacar el mejor sonido posible. La acústica puede ayudar, pero si el instrumento no tiene buen sonido, no hay mucho que hacer.
Tazarte lo mira por un momento, como sopesando sus palabras, antes de responder con calma:
⎯Eso es cierto hasta cierto punto, Sebastián, pero un buen director de orquesta sabe que no solo el instrumento es importante. Es como un fotógrafo con su cámara: por muy buena que sea, si no entiendes cómo la luz y la sombra interactúan con tu sujeto, no conseguirás una buena foto. Con la música es lo mismo. La acústica es como esa luz y sombra, creando el ambiente y la atmósfera que puede hacer que una interpretación mediocre se vuelva mágica, o que una excelente se vuelva inolvidable.
Sebastián se queda callado por un momento, aparentemente buscando una réplica, pero antes de que pueda hablar, Tazarte continúa, su tono más suave pero no menos seguro:
⎯La acústica puede ser la diferencia entre escuchar una melodía y sentirla en cada fibra de tu ser. Es por eso que los grandes directores de orquesta dedican tanto tiempo a estudiar cómo el sonido viaja en una sala, cómo las notas rebotan en las paredes, en los cuerpos de los instrumentos, en la misma audiencia. Es un arte en sí mismo, uno que va más allá de la calidad del instrumento. Es la experiencia completa.
Todos nos quedamos en silencio ante las respuestas de Tazarte, y la manera en que Sebastián trato de aportar algo fuera de su conocimiento. Nos impresiona que más que atacar, Tazarte lo educó y de paso, lo hizo con todos.
⎯Supongo que eso explica por qué en algunos conciertos, la música te atraviesa de una manera tan poderosa ⎯murmuro, mirando a Tazarte.
Sebastián me ve con la mirada de alguien que acaba de perder su primera ronda:
⎯Sí, bueno, al final es una combinación de todo. La acústica, el instrumento, y claro, el director… ⎯dice, tratando de no sonar derrotado.
⎯Lo importante ⎯dice Tazarte, mirándome directamente a los ojos⎯ es que cuando la música se combina con una buena acústica, puede transportarte a otro lugar, a otro tiempo. Y eso es lo que la hace tan poderosa.
Siento un escalofrío recorrer mi espalda, ante la mirada tan llena de pasión y admiración de Tazarte. La música lo llena, lo mueve, y la defiende; es un hombre que está dispuesto a defender lo que ama.
⎯Bueno, parece que el concierto está por comenzar ⎯hablo, rompiendo el silencio cargado que se ha formado entre nosotros.
Sebastián asiente, aunque un poco a regañadientes, mientras Tazarte sigue sonriendo, satisfecho de haber hecho su punto.
El aire se va enfriando lentamente mientras la tarde se desvanece en un cielo teñido de colores cálidos, y las primeras estrellas comienzan a asomarse en el horizonte. Poco a poco, las conversaciones alrededor de nosotros se apagan, como si todos, en el parque, estuvieran en un acuerdo tácito de que es hora de sumergirse en la música.
Las luces suaves del parque se encienden, emitiendo un resplandor cálido que ilumina el espacio, creando un ambiente casi mágico. Es como si el parque se hubiera transformado en un escenario celestial, donde las luces parecían pequeñas estrellas flotando sobre nosotros.
Las primeras notas de la Romanza para violín y orquesta No. 2 de Beethoven comienzan a flotar en el aire, y una quietud reverente se apodera de la multitud. La música es suave, delicada, como si el violín estuviera contando un secreto a cada persona presente.
A mi lado, Tazarte cierra los ojos, dejándose llevar por la melodía, y no puedo evitar preguntarme qué se sentirá estar tan conectado con algo tan sublime. Mientras tanto, Sebastián me ve de reojo y me sonríe de manera provocativa, provocando que me sonroje.
No lo voy a negar, es guapísimo, impresionante y su coquetería se me hace divertida; lo que me aleja de él es su intensidad.
Mientras tanto, Jo, parece triste, distraída, con la mirada sobre el césped; su acompañante la abraza. Me siento mal, porque solo hablo de mis problemas y nunca le pregunto por los suyos.
⎯¿Por qué no te dedicaste a la música? ⎯me susurra Tazarte, sin apartar la vista del escenario e interrumpiendo mi diálogo interno.
Sonrío un poco, disfrutando de la pregunta.
⎯Lo mío son los números ⎯le respondo en un tono que mezcla honestidad y resignación⎯. Pero para darle gusto a mi madre, estudié canto por un tiempo.
⎯¿En serio? ⎯Tazarte levanta una ceja, visiblemente intrigado.
⎯Sí, no llegue a hacerlo de manera profesional, pero, al menos me puedo presumir que soy el rey del Karaoke ⎯digo, riendo ligeramente.
⎯¿El rey del karaoke? ¡Eso tengo que verlo! ⎯exclama Tazarte, claramente divertido.
⎯No es tan impresionante como suena ⎯bromeo, aunque un poco de orgullo se asoma en mi voz⎯, pero mi madre siempre decía que tenía una voz decente.
La Romanza termina suavemente, y un aplauso entusiasta llena el parque. Luego, después de una breve pausa, las primeras notas de la Séptima Sinfonía de Beethoven comienzan a vibrar en el aire. Es una de mis favoritas, y al parecer también de Tazarte, porque lo noto moviendo los dedos ligeramente, como si estuviera dirigiendo la música en su mente.
El tiempo parece detenerse mientras la sinfonía avanza, y las luces del parque se vuelven más brillantes a medida que la noche se asienta por completo. La música es tan poderosa que todo lo demás desaparece; no hay más risas, ni susurros, solo las notas que llenan el espacio, elevándonos a todos.
Cuando el primer movimiento llega a su clímax, me giro hacia Tazarte y lo veo inmerso en la experiencia, con una expresión de pura admiración en su rostro. Al final, cuando las últimas notas se disipan en el aire, ambos nos quedamos en silencio, sin saber realmente qué decir.
Finalmente, Tazarte rompe el silencio.
⎯¿Ves? Hay algo en la música que los números no pueden ofrecer ⎯dice suavemente.
⎯Tal vez ⎯concedo, con una sonrisa⎯. Pero no todos podemos ser genios musicales. Algunos tenemos que conformarnos con ser buenos en el karaoke.
Ambos reímos mientras el parque vuelve a guardar silencio.
Sé que sigue el segundo movimiento, el Allegretto, y espero con ansias escucharlo en vivo. Mientras inicia, porque a un violín se le rompió una cuerda, volteo a Tazarte y nuestras miradas se cruzan.
⎯¿Qué se siente ser director de orquesta? ⎯pregunto en un susurro, como si no quisiera interrumpir la magia que se despliega a nuestro alrededor.
Tazarte me mira, una suave sonrisa curva sus labios.
⎯Es difícil describirlo con palabras ⎯responde, con una voz baja y cargada de significado⎯. Pero puedo mostrarte, si quieres.
⎯¿Cómo? ⎯pregunto.
Tazarte se pone de pie y extiende su mano hacia mí.
⎯¿Aquí? ⎯inquiero.
⎯Sí, sí, anda que ya va a comenzar.
Tomo su mano, con el corazón latiendo más rápido, mientras me levanto junto a él.
⎯Cierra los ojos ⎯me pide en un murmullo, acercándose más⎯. Y déjate llevar.
Obedezco, con nervios cierro los ojos y siento cómo el mundo a mi alrededor se desvanece, dejando solo la música y la presencia de Tazarte. Siento el calor de su cuerpo acercándose por detrás, una de sus manos se pone sobre mi cadera y la otra me toma con suavidad.
⎯Debes estar siempre ligero, suelto ⎯me dice.
⎯OK ⎯respondo, nervioso.
⎯Ahora, siente la música —susurra Tazarte, su voz roza mi oído como un aliento—. Deja que fluya a través de ti. Cada nota, cada pausa… es tu guía.
Con los ojos cerrados, siento cómo las manos de Tazarte guían las mías, moviéndolas al compás de la música. Los primeros compases del Allegretto son lentos, melancólicos, y Tazarte mueve mis manos en gestos suaves, casi imperceptibles, como si tejiera un hilo invisible con cada onda de sonido.
⎯Ahora, más fuerte —murmura Tazarte, cuando la música comienza a intensificarse. Siento cómo mis manos son llevadas en amplios arcos, trazando en el aire las formas de las frases musicales, mis movimientos sincronizados con las cuerdas, como si yo mismo las estuviera guiando.
La melodía se hace más profunda, más cargada de emociones, y siento cómo la energía crece en mi interior, una mezcla de poder y vulnerabilidad, como si la música estuviera arrancando capas de mi alma. Tazarte sigue guiándome, sus manos moviéndose con precisión, delineando la tensión y el alivio, la esperanza y la desesperación.
Tazarte tararea la melodía suavemente en mi oído, su voz baja y resonante, amplificando cada sensación. Puedo sentir la vibración de la música en mi piel, en mis huesos, y me doy cuenta de que estoy respirando al ritmo de la sinfonía, totalmente sincronizado con ella.
⎯Ahora, libera ⎯susurra Tazarte, mientras la música llega a un punto culminante. Mis manos se mueven con fuerza hacia abajo, como liberando una energía contenida. Y cuando la música empieza a suavizarse nuevamente, siento las manos de Tazarte aflojarse, guiando las mías en un descenso suave y controlado, como si calmara una tormenta.
Cuando la música finalmente se desvanece, me quedo inmóvil, mis manos todavía levantadas en el aire, mis ojos cerrados, con el corazón palpitando en mi pecho. Hay algo casi sagrado en lo que acabo de experimentar, como si por un momento me hubiera convertido en el propio Beethoven, canalizando toda la grandeza de la sinfonía.
Finalmente, abro los ojos y giro la cabeza para mirar a Tazarte, que todavía me sostiene suavemente.
⎯Eso… fue increíble ⎯digo, mi voz apenas un susurro, llena de asombro y gratitud.
Tazarte me sonríe, una expresión cálida y satisfactoria en su rostro.
⎯Eso es dirigir, Daniel ⎯dice, sus palabras envolviéndome como la música⎯. Es ser parte de algo mucho más grande que uno mismo. Es dar vida a lo intangible.
⎯Bueno, chicos, ¿alguien más pensó que el violín estaba un poco fuera de tono en ciertos momentos? He oído mejores interpretaciones, la verdad ⎯comenta Sebastián en un tono despreocupado, mientras examina sus uñas como si su actitud fuera lo más natural del mundo.
El comentario corta el aire como un cuchillo, y de repente la magia del momento se disipa, dejándonos a todos en un incómodo silencio.
⎯Seguro fue la cuerda ⎯justifico, sin saber, para luego irme a sentar a mi lugar.
Jo me da una mirada y me sonríe. Después, todos nos quedamos en silencio y continuamos escuchando el resto del concierto.
Una piedra en el zapato, el tal Sebastián!!!
Desde el capítulo anterior tengo mucho interés en el libro de Fantastic Jo!!!!
Me sacude la vida sentir la emoción de los demás por lo que lo apasiona
Que emoción!!! Me encantó como le explico Tazarte a Daniel lo que es ser director.
Uffff que emocionante. Y teamtazarte firme jajaja lo dejó impresionado tazarte a Daniel. Y Jo salvandolo jajajaja ay Coop ayy q intensidad, muy criticon jajajajaja da aportes pero destructivos jajajaja.
Dios que nervios sentí cuando Tazarte y Daniel tuvieron esa cercanía sin querer, queriendo 🫢…
Sebastián aunque es entrador, en lugar de gustar, intimida jajajajaja. #TeamTaz ✌🏼.