La noche del tour 

Tristán toma un taxi, aunque consideró por un instante el metro. Después recordó que la casa de los padres de su novia está bastante lejos y que tendría que transbordar al menos unas tres veces, por lo que se decidió por el taxi. 

Le da las instrucciones al chofer y va arreglando su camisa, para verse un poco más decente. Pasa la mano por su cabello y nota que los rizos siguen todavía en su lugar y no se ha movido casi gracias a los productos del cabello. 

Los padres de Ana Carolina lo invitaron a cenar y, aunque trató de decirle que estaba haciendo algo importante, ella insistió. Así que ahora se encontraba camino para allá, pero no podía dejar de pensar en el rato que había pasado con Valentina. 

Había algo en ella que lo desarmaba, algo que no esperaba encontrar en ella. La primera vez que la vio, en el recibidor de la fundación, le sorprendió su belleza, aunque era innegable. 

Valentina, poseía unos hermosos ojos color Lila, tan peculiar e irradiaban un brillo que expresaban una ternura y pasión que él nunca había visto en nadie más. 

No se atrevía a decirle lo hermosa que le parecía, no por miedo, sino por respeto. Después de todo, ella estaba ahí por trabajo, no por coqueteos; pero lo admitía. 

Lo que realmente lo tenía pensando, mientras el taxi avanzaba por las calles de la ciudad, era su personalidad. Valentina era una mujer pensante, apasionada y observadora. 

Había algo en su forma de hablar, en la manera en que analizaba cada detalle de la conversación, que le resultaba fascinante. 

Y para sorpresa de Tristán, también era divertidísima. Se había reído de verdad a su lado, y no de manera forzada, como a veces sucedía cuando estaba con Ana Carolina o en otros eventos sociales. 

Con Valentina, el tiempo había pasado volando, y en más de una ocasión se encontró observándola, preguntándose qué más escondía detrás de esos ojos curiosos y de esa sonrisa juguetona.

Se sentía bien, muy bien. Había disfrutado mucho el tiempo a solas con ella. Sentía como si hubiera descubierto una parte de Valentina que pocos conocían, y le intrigaba la idea de saber más.

Claro, no se atrevería a hacerle preguntas demasiado personales, pero no podía evitar querer descifrar qué había detrás de esa apariencia encantadora, esa timidez y ese ingenio rápido. Había algo más, algo que aún no lograba identificar, y eso lo mantenía expectante.

Mientras el taxi se detenía en un semáforo, Tristán se quedó mirando por la ventana, pero en su mente seguían apareciendo flashes de la conversación con Valentina, de cómo la observaba, tratando de no ser demasiado evidente. Se preguntaba si ella había notado algo. Probablemente no, pensó, porque ella estaba completamente sumergida en la conversación, compartiendo ideas y pensamientos con una pasión que a él le parecía casi contagiosa. 

Suspiró y se recostó un poco en el asiento del taxi. Le hubiera gustado pasar más tiempo con ella, pero sabía que la noche con los padres de Ana Carolina sería larga. 

¿Por qué tenía que insistir tanto?, pensó, aunque en el fondo sabía la respuesta.

El taxi se detuvo en frente de la reja de la casa de los Santander y él se baja para después pagarle al taxi. Antes de entrar, le envía un mensaje a su chofer, quien en este momento debe estar dejando a Valentina en el hotel. 

«Sé que nunca te pido esto, pero, después de dejar a la señorita de la Torre en el hotel, ¿puedes venir a casa de los padres de la señorita Santander?». 

Sabe que el chofer lo leerá cuando pueda y que, al salir, estará afuera a tiempo. Se arregla el saco de lino, y suspira. Siempre se pone nervioso cuando viene a casa de sus suegros; aunque en realidad lo quieren mucho. 

Se acerca a la reja, toca el timbre y después de anunciarse, ésta se abre. Tristán entra caminando por el camino de terracería, hasta que se encuentra con el portón negro de los Santander. 

La casa de los Santander parece un palacio a las afueras de Madrid. Desde la entrada se puede notar su majestuosidad. 

Siempre está llena de luz, por los grandes ventanales que rodean la estructura y los techos altos que permiten que los candelabros se cuelguen de ellos e iluminen la sala. 

Toda la casa está pintada de tonos mayormente blancos y beige, lo que da una sensación de luminosidad y amplitud. 

La decoración es lujosa, demasiado para mí, y sofisticada, con muebles al estilo clásico y bordados dorados. 

Lo más impresionante es la gran escalera de caracol que lleva a los otros niveles de la casa, que llegan a ser tres. 

Las flores blancas me dan la bienvenida. Los Santander siempre tienen flores blancas por toda la casa, porque  las flores blancas no solo son un símbolo de elegancia, sino también de paz. 

⎯Joven Canarias ⎯me saluda el mayordomo cuando abre la puerta de la casa⎯. No sabía que vendría. 

⎯Ya somos dos, Juan ⎯bromea Tristán. 

⎯¡Cari! ⎯se escucha la voz de Ana Carolina, entrando por las puertas grandes y amplias del jardín⎯. Me alegra que hayas llegado, estamos cenando en la terraza. 

Ella le da un beso ligero sobre los labios, y aprovecha para acariciar su pecho. 

⎯Después de aquí, puedes llevarme a tu piso, si gustas ⎯murmura. 

⎯Sabes que me encanta llevarte a mi piso. Siempre es una experiencia diferente. 

Tristán la toma de la pequeña cintura y la acerca a él. 

⎯Tristán ⎯murmura ella, divertida. 

⎯Lo sé, me comportaré. Soy un niño bueno, ¿recuerdas? 

Ana Carolina lo toma de la mano y ambos caminan hacia la terraza de los Santander. Ahí, y algo muy raro, solo se encuentran sus padres, el resto de sus hermanas no se encuentra presente. 

⎯¡Mi yerno guapo! ⎯lo saluda la mamá de Carolina, una mujer con tantas cirugías que apenas y se le nota la sonrisa.

El contraste entre su madre y ella es en verdad enorme. Mientras la madre de Carolina trata de detener el envejecimiento, su madre decidió dejarse las canas y hacer yoga, natación y pesas para mantener la firmeza de su cuerpo hasta donde pueda. 

⎯Señora, Kika ⎯saluda, Tristán, con educación⎯. ¿Cómo le ha ido? 

⎯Muy bien. Todo bien. Me alegra que hayas venido a cenar, tenía tiempo que nadie me chuela mi lasaña. 

⎯Bueno, es que usted hace una excelente lasaña ⎯contesta, con una sonrisa. 

El padre de Ana Carolina se pone de pie y espera a que Tristán se acerque. 

Mio figlio… ⎯lo saluda, y le da un abrazo⎯. È tanto che non venivi qui. 

È perché non mi aveva più invitato ⎯responde Tristán. 

Para lograr esa frase, el joven estudió unos años italiano para poder integrarse a la familia, estaba decidido en entender todo lo que los Santander decían y así no perderse de nada. Su abuelo, David, siempre le advertía de ellos: siempre se tenía que estar alerta de los Santander. 

⎯Ya sabes que no necesitas invito ⎯termina el saludo. 

Los cuatro se sientan en la mesa y de inmediato, la mamá de Ana Caro comienza a servirle un plato. 

⎯No, no gracias ⎯rechaza Tristán con amabilidad⎯. Comí pizza con mi familia, suficientes carbohidratos por esta noche. 

⎯Vamos, ¿no me lo rechazarás; cierto? ⎯pregunta, haciendo un rostro de convencimiento. 

Tristán se pasa la mano por el cabello y sonríe de esa forma coqueta que a Ana Caro tanto le gusta. 

⎯Vale, vale… Pero no tanto, que acaban de reducir la cintura del pantalón del traje de mi hermana. 

Vero, vero, que es este sábado ⎯afirma su suegro. 

⎯Sí. Les pido permiso para traer a su hija tarde. 

En ese instante, el ambiente se vuelve pesado, y el silencio reina. David jura que puede escuchar los corazones de los tres latiendo algo agitados. 

Sabía que sucedía algo, piensa Tristán. 

Ana Carolina toma su mano con ternura y la acaricia. 

⎯Lo siento, no podré ir a la boda de Lila. 

⎯¿Cómo? ⎯pregunta Tristán. 

⎯Bueno… es que iré a La Rioja. 

⎯¿Cómo? ⎯insiste el chico. 

⎯Sí, por lo que comentamos, ¿recuerdas? 

⎯Pero… 

⎯Bueno Davide, que esta ausencia está justificada. Si no hubieses convencido a Ana Carolina, para inscribirse en la universidad, ella no tendría que faltar. 

Tristán abre los ojos, está sorprendido por lo que su suegro le había dicho. ¿Convencerla?, ¿ella?, solo le había dicho que si pensaba que era lo correcto tomara la decisión. 

⎯Ana Caro me dijo que la apoyas incondicionalmente y no sabes cuánto te lo agradecemos ⎯habla Kika⎯. Por eso te queremos tanto. 

El joven sigue sin poder articular palabra. No lo pude creer. Voltea a ver a su novia, que continúa acariciando su mano por debajo de la mesa, y ella sigue sonriendo a sus padres. Al sentir la mirada de Tristán, voltea, e insinúa con la mirada que siga el juego. 

⎯¿Davide? ⎯pregunta su suegro y él voltea. A veces se le hace raro escuchar ese nombre cuando sabe que es el de su sobrino. 

⎯Bueno, ¿qué clase de novio sería si no apoyo a mi mujer? ⎯habla al fin. 

Todos ríen en armonía, aprobando la respuesta de Tristán. Él, con gentileza, aleja su mano de la de Ana Carolina, y la pone sobre la mesa. Ella lo nota, y simplemente junta las suyas y las pone sobre sus piernas. 

⎯Pero, papá ⎯interrumpe Ana Caro⎯, dile a Tristán la noticia que le tienes. 

⎯¡Vero, vero! ⎯responde, y toma un sorbo de vino⎯. Davide, en verdad estoy impressionato con el apoyo que le das a mi figlia. Por eso, te tengo una propuesta. Perché so che tu e Ana Carolina volete stare insieme, me gustaría ofrecerte el más grande progetto que la familia tiene en La Rioja: La Ruta Enoturística de lujo dei vini di Santander. 

Una vez más, Tristán se sorprende ante la propuesta que le acaban de hacer. Había trabajado en proyectos para la fundación, pero nunca en uno que tuviera que ver con el legado de una familia. La Ruta Enoturística de lujo de los vinos Santander prometía ser una experiencia exclusiva, un tributo a la tradición vinícola de La Rioja, llena de catas privadas, visitas a bodegas centenarias y recorridos por viñedos interminables.

En realidad, a Tristán no le importaban mucho los vinos. No tenía interés en ellos, por lo que la propuesta no le atraía para nada. En ese momento, su mente comienza a divagar. Se imagina en La Rioja, dirigiendo un equipo, recorriendo los viñedos, organizando eventos para turistas adinerados y con agendas ajustadas. No sonaba mal, pero tampoco era su sueño.

Mientras se pierde en esos pensamientos, algo más ocupa su mente: el anillo de compromiso que tiene guardado en la caja fuerte de su oficina. Sabe que la pedida de mano está a la vuelta de la esquina. Lo tiene todo planeado, pero últimamente, algo ha cambiado. Valentina.

 Los ojos color lila de Valentina se han convertido en una distracción. Su aroma a gardenia lo transporta a la casa de su abuela Fátima, un lugar cálido y lleno de recuerdos. Le sorprende cómo, sin siquiera quererlo, se encuentra pensando en ella, en su risa suave, en sus pequeñas observaciones, en la forma en que sus nervios se hacen evidentes cuando están cerca.

Y ahí, en medio de una reunión importante, mientras el futuro de la Ruta Enoturística de lujo de los Santander se discute, lo único que Tristán puede pensar es en Valentina.

⎯Veo que mi yerno favorito ha quedado impresionado, porque no tiene palabras ⎯comenta su suegra, con una sonrisa maliciosa en los labios.

⎯¿Tristán? ⎯Ana Carolina le susurra para que reaccionara.

⎯¿Dime?

⎯¿Escuchaste lo que te dijo? ⎯insiste su novia, arqueando una ceja.

⎯Sí, sí ⎯afirma rápidamente, aunque en su mente las palabras se entremezclaban entre los recuerdos de Valentina y la responsabilidad que le acababan de lanzar.

⎯Y, ¿qué dices? ⎯pregunta Ana Caro, esperando que tomara el mando.

⎯Pues, es un honor para mí que me concedan ese proyecto y que confíen en mi experiencia para llevarlo a cabo ⎯responde Tristán, con la cortesía que le caracterizaba, pero sin dejar de sentir una ligera incomodidad⎯. Sin embargo, tendrá que ofrecerme mejores prestaciones que mi familia.

Los Santander soltaron una carcajada ante su respuesta. Tristán sonríe con naturalidad, aprovechando ese respiro para apartar sus pensamientos dispersos. Ana Carolina se voltea con rapidez, plantándole un beso en la mejilla con esa ternura despreocupada que siempre lo desarma.

⎯¿Ven por qué lo amo? ⎯dice ella con cariño⎯, no solo es educado y lindo… es muy gracioso.

⎯Sí, sí, ya lo vemos. Por eso es mi yerno favorito ⎯responde su suegra, guiñándole un ojo.

⎯Entonces, Davide, ¿me estás diciendo que tendré que competir contra los Canarias por ti? Estoy dispuesto a ir a esa batalla ⎯bromea su suegro, levantando una copa de vino como si sellara un acuerdo amistoso.

⎯¡Ah! ⎯Tristán disimula el nerviosismo con otra sonrisa⎯, no se preocupe, con ofertas así, cualquiera podría dudar.

Así, después de esa respuesta, la plática se desvía a otro tipo de temas vanos que provocan que Tristán vuelva a sus pensamientos. Esta vez no son concretos. Solo quiere irse de ahí, tratar de tranquilizarse con alguno de los tantos métodos mindfulness que ha aprendido a lo largo de los años, y pensar: 

¿Por qué Ana Carolina le hace esto? 

Tristán no puede entenderlo. Ella no solía ser así. Siempre ha amado su carácter decidido y su honestidad brutal, esa forma en que enfrenta el mundo de frente, sin titubeos. Es una de las cosas que más admira de ella: su capacidad de tomar decisiones, de decir lo que piensa sin rodeos. Pero ahora… ahora parece moverse entre sombras y secretos.

La duda lo corroe. ¿Acaso es una etapa de maduración, un cambio natural que todas las personas atraviesan en algún punto de sus vidas? Después de todo, ambos han crecido juntos en muchos sentidos, han compartido tantas experiencias, sueños y frustraciones. Quizás Ana Carolina está experimentando una nueva fase de su vida, una en la que las decisiones ya no son tan simples, donde la transparencia no siempre es la mejor opción.

Sin embargo, otra posibilidad ronda su mente, una mucho más inquietante. ¿Y si siempre ha sido así y él, cegado por el amor y la admiración, nunca lo ha notado? ¿Ha sido tan ingenuo como para no ver las señales? Tal vez Ana Carolina siempre ha ocultado partes de sí misma, fragmentos de su verdadera personalidad que él, en su afán por idealizarla, ha ignorado.

La cena termina temprano, a las doce de la noche. Los padres de Ana Caro se despiden y su suegro le pide que piense la oferta que le acaba de hacer. 

⎯Recuerda que los Santander te queremos, Davide, y eso es un privilegio ⎯comenta. Aunque Tristán no sabe si en ese momento es algo bueno o una amenaza. 

⎯Gracias ⎯dice, con una sonrisa cansada en su rostro. 

Cuando los padres de Ana Carolina suben por la elegante escalera de caracol, David y Ana se dirigen a la puerta. Él espera a que estén fuera para poder hablar con ella. 

⎯¿Por qué hiciste eso? ⎯pregunta. Aunque está molesto, todavía tiene un tono respetuoso y modula su voz. 

⎯Amor… 

⎯No, dime ⎯le exige⎯. No entiendo por qué. 

⎯Ya sabes que no me gusta que mi padre piense que he cedido tan rápido. Por eso le dije que tú me convenciste; jamás pensé que te llamara. 

⎯Si no te gusta la propuesta, ¿por qué no se lo dices? Habla con él y dile que los vinos no son tu pasión, que lo tuyo es la psicología, eres una psicóloga brillante. ⎯Tristán mueve las manos señalando el balcón principal de la casa de los Santander; ahí es la habitación de sus suegros.  

⎯Es que no es tan fácil, Tristán ⎯susurra Carolina, insinuando que baje la voz⎯. Mi familia no es como la tuya, dónde todos estudian lo que quieren o hacen lo que quieren. En mi familia, el legado tiene peso, los vinos tienen peso… y lo sabes. 

⎯Pero me dijiste que contigo era diferente, ¿recuerdas? No solemos reírnos de las decisiones que toman tus hermanas por complacer a tus padres. Pues, adivina qué querida… seremos la próxima broma. 

Ana Carolina lo mira con ojos tristes, sintiendo el peso de las palabras de Tristán. Él está molesto, y con razón. Sabe que no se trata solo de la propuesta del proyecto, sino de todo lo que eso representa: la presión familiar, el legado, el miedo a decepcionar. Pero también está el miedo de perderse a sí misma en ese camino, y de perder a Tristán en el proceso.

⎯No quiero que seamos una broma, Tristán ⎯dice finalmente, con la voz apenas un murmullo⎯, pero no sé cómo salirme de esto sin decepcionarlos.

Tristán la observa en silencio por un momento, sintiendo una mezcla de compasión y rabia. Quiere apoyarla, pero también quiere que sea honesta consigo misma.

⎯Ana Carolina ⎯dice con un tono más calmado, pero firme⎯, la única persona a la que te arriesgas a decepcionar, eres a ti misma.

Ella se queda en silencio después de las acertadas palabras de su novio. Sin embargo, sigue pensando que no será tan fácil, que para poder llegar a ese grado de seguridad, pasará un tiempo. 

⎯Me voy ⎯murmura Tristán, ya más tranquilo⎯. Dile a tu padre que pensaré en la propuesta, ¿vale? 

Ana Caro se acerca a él, y con ternura le da un beso ligero sobre los labios. 

⎯Te amo, mi amor. Perdóname. 

Tristán se deja besar, y que su novia lo toque con cariño. Él la toma de las manos y las besa. 

⎯¿Me amas? 

⎯Sabes que te amo ⎯le contesta, provocando una sonrisa en ella. 

⎯Eres en realidad un buen hombre, Tristán; el mejor de todos. ⎯Él esboza una ligera sonrisa⎯. ¿Qué te parece si te acompaño a tu piso y nos reconciliamos? 

Tristán niega con la cabeza. 

⎯Sabes que no creo en el sexo de reconciliación, yo creo en las palabras y en el diálogo. Además, estoy muy cansado y no creo estar a la altura. Solo quiero ir a dormir. 

 ⎯Te entiendo ⎯contesta ella⎯, pero, ¿estamos bien? ⎯se asegura. 

Él asiente. 

⎯Solo, no vuelvas a hacer esto, ¿quieres? Sabes que no me agrada que me pongan en este tipo de situaciones. 

⎯Lo sé, y lo siento. Te juro que no volverá a pasar. ¿También me perdonas por no ir a la boda por el civil de tu hermana? 

Tristán asiente con la cabeza, ¿qué podría hacer?, la decisión de que se fuera a La Rioja el fin de semana, ya estaba tomada, y sabía que no había nada ni nadie que pudiese modificarla. 

⎯A la boda por la iglesia no faltaré. Tengo que ir a escoltar al hombre más guapo y tierno del mundo ⎯habla Ana Caro con ternura. 

⎯Ya te dije que no hables así de Karl frente a mí ⎯bromea Tristán y la risa de Ana Caro termina por romper la tensión entre los dos. 

⎯Te amo, David Tristán. 

⎯Te amo ⎯contesta. 

El chofer de David llega justo en ese momento a la puerta, y él sabe que es hora de irse. 

⎯¿Nos vemos mañana? ⎯pregunta, Ana Caro. 

David Tristán, por primera vez en su vida, pone en duda su respuesta; así que responde rápido para poder salir de ahí. 

⎯Yo te marco. Mañana tengo que ir a la Casa de música y como es un proyecto grande, no sé cuánto tardaré. Pero te prometo que te aviso. 

⎯Bien… quiero llevarme mi dosis de Canarias antes de alejarme por el siguiente fin.

Él la besa ligeramente sobre los labios, como una despedida rápida. Después, se sube al auto y cierra la puerta. 

⎯¡Te amo! ⎯escucha la voz de Ana Caro por fuera. 

⎯Igual… ⎯se limita a contestar, mientras emprende el camino a casa. 

8 Responses

  1. Ay Ana Caro, medio manipuladora disfrazada de carisma pues no no no. No me agrada eso. Y mas con David que es libre y nunca ha tenido presion. Estas haciendo meritos Ana Caro para que David se vaya aburriendo de esa relacion. Para mi hasta peligra la boda. No se. No me gusta tampoco como es Ana Caro ni el resto de ellos.

  2. Ana Caro…estas peleando ser la titular…Por dejar pretender manipularlo y dejar solito a mi Picaflorcito …ya hay unos ojos lilas por ahí con ganas de sentir todo lo que ha escuchado jaja…..y yo esperando suceda jaja

  3. Ay 😞 odio ese tipo de situaciones donde una no sabe dónde está parada, me identifique con David T. en ese aspecto.
    Por otro lado la forma en la que Ana Caro deja que sus padres dirijan su vida y causen ciertas decisiones no está bien y ella necesita salir de ese círculo si quiere ser feliz… D. Tristán ya se lo dijo.

  4. Será que ahora irá solo al matrimonio civil? 🙄
    Qué dirán las hermanas 🫢
    Que opinará el picaflor mayor sobre la propuesta del Señor Santander… 🤔

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