**Entrada de diario de Valentina**
Hoy me siento confundida, pero de una forma en la que no esperaba. Tristán es tan diferente de lo que alguna vez pensé. Siempre lo vi distante, serio, como si viviera en un mundo al que pocos podían acceder. Pero esa imagen que tenía se desvaneció completamente después del tour por Madrid que me hizo. Fue uno de los gestos más bonitos que alguien ha tenido conmigo. No solo me mostró la ciudad, sino que lo hizo con una calidez y un cuidado que me dejaron sin palabras.
Ahora, sin darme cuenta, he caído bajo su encanto. Hay algo en él, algo natural, como un hechizo que lentamente se apodera de mí. Y lo curioso es que no sé exactamente cómo sentirme al respecto. No es miedo, no es ansiedad, pero es algo que me provoca de una manera intensa. Y, aunque no lo quiera admitir, me gusta. Me gusta mucho.
***
Valentina va en silencio en el auto, mientras escucha la voz de Tristán que viene cantando acompañando a la cantante: La Rosalía.
Lo que pasó
Me ha dejado en vela
Ya no puedo ni pensar
La sangre le hierve
Siempre quiere más.
De pronto, la canción es interrumpida por una llamada entrante, en la pantalla se lee Lila Canarias.
⎯Hola, Lils. Voy manejando, así que estás en alta voz ⎯dice, tratando de hacerle saber que se escuchará todo lo que le comente.
No termina de agregar que Valentina está con él, cuando Lila comienza a hablar.
⎯¿Qué significa que Carolina Santander me acaba de enviar un regalo de bodas que apenas cabe por la puerta de la casa de Alegra? ⎯pregunta, en un tono que se le nota molesto.
⎯Lils…
⎯Y con una nota que dice: ‘Lils, cuñada, siento mucho no poder asistir este sábado, pero te deseo lo mejor del mundo. Te envío este regalo, esperando que lo disfrutes. Con amor, Ana Carolina Santander’.
Tristán suspira, tratando de controlar su temperamento. No dice nada. Valentina va viendo por la ventana, fingiendo que no escucha nada; lo que es imposible.
⎯Tristán, me envió una estatua, la réplica de la diosa Afrodita de Capua. ¡Qué chingados voy a hacer con ella! ¿Cómo me la llevo a Francia?, ¿contrato una mudanza? Una instant pot me es más necesaria, una air frayer, pero, ¿una estatua?
⎯Afrodita, es la diosa del amor, te está deseando amor ⎯finalmente, habla Tristán.
⎯Pudo haberlo deseado directamente, pero me está cancelando a un día de la boda por el civil. Estoy molesta, Tristán. Alegra y yo tardamos tres años organizando este evento, ¡tres! Y justo cuando llega el día, ella cancela porque… ¿Por qué?
Tristán, está a punto de contestar cuando ella interrumpe una vez más.
⎯Espero que se esté muriendo el abuelo…
⎯Lils…
⎯Lo siento, es que estoy enojada. En fin. Mira Tristán, solo porque es la boda por el civil y no está considerada para nada importante. Pero, ¿recuerdas cuando te molestaste cuando te dije que no era parte del cortejo en la boda por la iglesia? Y que tú insististe en que era importante para ti.
⎯Sí.
⎯Pues no me hagas tener razón de los argumentos que te dije, ¿vale? ⎯Lila, suspira profundo.
⎯Ahí estará, lo prometo ⎯contesta, en tono tranquilo.
⎯Te quiero…
⎯Te quiero ⎯responde Tristán.
La canción se escucha de nuevo, pero ya no a él cantando. En la mente de Valentina, las palabras que le dijo Linda, se hacen presentes.
⎯Supongo que ya te enteraste también de esto ⎯comenta, con la mirada hacia la calle.
Valentina guarda silencio, no sabe qué decir.
⎯Las relaciones no son fáciles, sobre todo cuando tu novia es algo diferente a tu familia. Supongo que ya lo sabes.
⎯No, no lo sé ⎯contesta ella⎯, nunca he estado en una relación.
⎯¿Cómo? ⎯pregunta Tristán bastante impactado. De pronto, sus impresiones y pensamientos sobre Valentina se hacen presentes y evidentes.
⎯Yo… ⎯Duda, pero ya no hay vuelta atrás⎯, nunca he tenido novios, ni relaciones. No sé cómo es eso, pero, lo entiendo.
⎯¿De verdad? ⎯pregunta Tristán.
⎯Sí. ⎯afirma Valentina, mirándolo ahora directamente a los ojos, con la determinación de quien ha aprendido a vivir sin expectativas sobre el amor, pero con la fuerza de quien siempre ha sabido cuidarse sola.
El silencio que sigue es denso, pero no incómodo. Tristán siente que ha entrado en un terreno completamente nuevo con Valentina.
Ahora era alguien mucho más compleja y humana, alguien que le ha abierto una puerta a sus secretos más profundos, y eso lo atraía de una forma que no esperaba.
⎯Bueno… ya sabes entonces que mi relación no es del todo perfecta.
⎯Ninguna relación es perfecta, Tristán. Quien presuma que la tiene, está mintiendo. Ninguna relación sobrevive con la ilusión de la perfección ⎯dijo Valentina, con una serenidad que lo desarmó por completo.
A pesar de todo lo que había pasado, Tristán no pudo evitar sonreír. La última frase que ella le dijo resonaba en su mente, como un eco que lo hacía reflexionar sobre su propia vida. “Ninguna relación sobrevive con la ilusión de la perfección”.
Durante años, Tristán había perseguido esa idea. La perfección, en sus relaciones, en su carrera, en su imagen ante los demás, siempre había sido su norte. Pero escucharla a ella, con esa claridad tan sincera, lo hizo darse cuenta de lo absurdo que era todo eso.
⎯Supongo… ⎯contesta, y después ya no dijo más, porque no pudo contestar; Valentina lo había dejado sin palabras.
***
Los dos llegaron a la Casa de la música y entraron en silencio. El ruido que hacían los trabajadores superaba lo que ellos dos pudieran platicar. El proyecto de la Casa de la música, debía estar listo en semanas, y Tristán sentía que no lo terminarían.
Valentina se acerca a una de las mesas que estaban disponibles, saca su libreta y muestra sus apuntes.
⎯¿Cuántas semanas dices que tenemos? ⎯pregunta ella, viendo a Tristán. El aroma de su colonia la envuelve y ella se pone nerviosa, pero logra controlarlo.
⎯Tenemos a lo mucho un mes, señorita de la Torre ⎯contesta él, en un tono amigable.
⎯Vale. Entonces, si queremos que esta casa funcione, debemos quitar. ⎯Valentina voltea hacia el salón y señala algunas paredes⎯, esa, y esa pared. Tenemos que abrir el espacio para que fluya el sonido, si quieres que este sea el salón de presentaciones.
⎯¿Cómo sabes eso? ⎯pregunta él, interesado.
⎯Platiqué con el jefe de arquitectura… se sorprendió de la precisión de mi plano ⎯presume, con una sonrisa. La mirada intensa de Tristán se posa sobre ella. Valentina, dirige su mirada hacia las notas⎯. Tazarte…
⎯¿Conoces a Tazarte? ⎯pregunta él, extrañado.
⎯Sí, nos hospedaron en el mismo hotel, ¿recuerdas? Somos amigos, creo.
⎯Entonces, ¿nada de esto es confidencial?, ¿de qué sirven las reglas sobre los proyectos? ⎯reclama él, pero con una sonrisa.
⎯Bueno, es Tazarte, ¿él será quien trabaje aquí, no? En fin, me dijo que debemos revisar la acústica, sobre todo en el salón donde quieren que se hagan los conciertos. Así que averigüé como se puede hacer buena acústica y llegamos a la conclusión de que debemos quitar esas paredes.
⎯Vale, ordenaré…
⎯Aunque ⎯Interrumpe a Tristán⎯. La última vez que estuvimos aquí, me percaté que la mejor acústica no está aquí, si no, en el segundo nivel. En la que antes era la biblioteca.
⎯No, ese espacio está destinado para otra cosa.
⎯Lo sé, pero si tenemos poco tiempo, tirar los muros será tardado, y aumentará el presupuesto. Mejor, podemos poner aquí abajo las oficinas, y algunos salones. Es más fácil levantar y separar muros, que tirar.
Tristán la escucha con atención, pero su mente está dividida. Sabe que Valentina tiene razón, y sus sugerencias son inteligentes, pero no puede dejar de notar el tono de su voz, la forma en que sus ojos se clavan en los suyos con una mezcla de desafío y algo más. Cuando Valentina termina de hablar, su mirada se vuelve hacia él, fija, expectante.
⎯Si te compruebo lo de la acústica, ¿lo considerarás? ⎯su voz es suave, pero directa. Sabe que Tristán no podrá resistirse a su propuesta.
Tristán sonríe, pero no solo por la pregunta. Hay algo más en esa sonrisa, una chispa de complicidad que ambos reconocen. La tensión en el aire se vuelve palpable.
⎯Siempre escucho sus sugerencias, señorita de la Torre ⎯responde él, con un tono que busca ser neutral, pero la atracción entre ambos lo traiciona.
Valentina avanza un paso, acercándose lo suficiente como para que el espacio entre ellos casi desaparezca. Ambos sienten la corriente de lo que no dicen, esa atracción que se ha ido acumulando silenciosamente. Aunque hablan del proyecto, lo que realmente flota en el aire no tiene nada que ver con la Casa de la Música.
⎯Eso no es lo que te pregunté ⎯dice ella, sus ojos fijos en los de él, desafiantes pero llenos de diversión.
Tristán suspira, sabiendo que no puede evitar la tensión que crece entre ellos. Si Valentina le demuestra lo de la acústica, claro que lo considerará. Pero ambos saben que esto es más que una cuestión técnica.
⎯Está bien ⎯habla, su voz más baja, más íntima⎯. Si me lo compruebas, lo consideraré.
Valentina toma su libreta y sin decir nada, camina hacia las largas escaleras que hace años sus habitantes subían y bajaban con frecuencia.
Tristán va tras ella, intentando no perder el paso de Valentina, quien avanza con una determinación que hace que su largo cabello negro se balancee al ritmo de sus caderas. Él nunca ha sido de los que se fijan en el cuerpo de las mujeres, de hecho, siempre ha sentido un respeto profundo hacia ellas, evitando reducirlas a simples atributos físicos. Sin embargo, con Valentina es diferente. Hay algo en ella que lo intriga, que lo atrae de una forma sutil pero persistente.
Su figura siempre está envuelta en ropa suelta, prendas que ocultan más de lo que revelan, pero que dejan entrever que hay algo más, algo que ella no muestra abiertamente. Quizá sea ese misterio lo que lo cautiva tanto. Tristán no puede evitar preguntarse qué es lo que esconde detrás de esa fachada de sencillez, y esa curiosidad lo descoloca.
Tristán se sorprende a sí mismo sintiéndose cautivado, intentando no perderse en esas distracciones que parecen alejadas de su carácter habitual, pero incapaz de negar que Valentina tiene algo, algo que lo está volviendo loco.
¡Basta!, se reprocha.
⎯Aquí ⎯dice Valentina mientras entra al espacio, su voz resonando suavemente en la amplitud del lugar⎯. ¿Escuchas la acústica?
Empieza a caminar despacio sobre el elegante suelo de madera, sus pasos ligeros se mezclan con el eco del lugar vacío. Se aleja de Tristán con un movimiento fluido, natural, y sin mirarlo, pero consciente de que sus ojos están sobre ella.
⎯Si me detengo aquí, ¿me escuchas? ⎯pregunta, sonriendo mientras se voltea hacia él, deteniéndose justo en un punto estratégico, su voz proyectándose con claridad.
⎯Sí ⎯responde Tristán, aunque su atención está dividida.
Ella sonríe, sus ojos brillando con una chispa de complicidad, y repite la pregunta:
⎯¿Escuchas la acústica?
Tristán asiente lentamente, pero no está completamente concentrado en el sonido que rebota en las paredes. En lugar de eso, sus ojos están fijos en Valentina. Observa cómo la luz suave que entra por los grandes ventanales la baña, dándole un aura cálida y dorada.
Cada rayo parece abrazarla, resaltando la forma en que su cabello cae sobre sus hombros, y cómo el contraste entre la luz y las sombras la envuelve en una imagen cautivadora.
El espacio, en ese momento, deja de ser solo uno que hay que remodelar. Es ella, en medio de todo, la que llena el lugar, su presencia transformando la atmósfera.
Tristán siente el peso de esa atracción. Es como si todo el salón conspirara para hacerle notar su belleza, pero también su energía, esa mezcla de libertad y determinación que lo tiene completamente cautivado.
La timidez de Valentina, desaparece por unos segundos, cuando ella, divertida, da un giro lento sobre el suelo, disfrutando del eco que acompaña sus movimientos.
⎯Es perfecto, ¿verdad? ⎯comenta, refiriéndose al espacio.
Tristán asiente de nuevo, aunque no está seguro si está respondiendo a la pregunta sobre la acústica o a la sensación que ella le provoca.
Valentina se detiene en medio del lugar, y con la luz cubriéndola comienza a recitar:
⎯Cuando cierras tus ojos, duermes, cuando cierro los míos, sueño… ⎯su voz se escucha clara en el espacio, resonando suavemente en las paredes.
Tristán la observa sin decir nada, pero sus ojos no se apartan de ella. Valentina continúa caminando lentamente, sus pasos resonando sobre el suelo de madera, y sigue recitando:
⎯Debajo de mis párpados hay un mundo nuevo. El pasto siempre es verde, y es azul el cielo.
Se detiene y gira hacia él, sus palabras flotando en el aire como una melodía.
⎯Yo cierro mis ojos y vuelo con el viento, siempre reina la alegría, no existe el lamento.
La sonrisa de Valentina es tenue, pero la luz que entra por los ventanales la ilumina, dándole una presencia casi etérea. Tristán siente que algo cambia en el ambiente. Su pecho se llena de una calidez inesperada mientras la mira.
⎯El mundo es tan hermoso cuando mis ojos están cerrados, mi universo eres tú y con las estrellas yo hablo.
La tensión entre ellos aumenta, casi palpable, mientras ella se acerca un poco más.
⎯Camino entre las nubes, soñando a tu lado ⎯susurra Valentina, deteniéndose frente a él.
Tristán la escucha atentamente, sus ojos oscuros capturando cada movimiento, cada palabra. Ella sonríe, divertida.
⎯Cuando cierras tus ojos, duermes, cuando yo abro los míos, todavía estoy soñando.
El eco de sus palabras se disuelve lentamente en el espacio, pero la electricidad entre ellos queda suspendida en el aire, envolviéndolos. Tristán asiente, y aunque no responde con palabras, su mirada refleja que ha entendido lo que Valentina le quería mostrar, y quizás, algo más.
⎯Es… un poema muy bonito ⎯finalmente, habla Tristán.
⎯Se llama “Sueña”, de Clarel Estevez. Me lo recitaba mi padre antes de dormir ⎯ dice Valentina en voz baja, con una sonrisa nostálgica en sus labios.
⎯Es muy bonito…⎯ murmura Tristán, aún absorto en las últimas palabras que resonaban en el salón.
El ambiente sigue cargado de esa energía silenciosa entre ellos. Ella mira hacia el ventanal, dejando que la luz del atardecer ilumine su rostro; hay una paz en su expresión.
⎯Tu padre tenía buen gusto ⎯ añade Tristán suavemente, aunque sus ojos no pueden apartarse de ella.
⎯Él solía decir que los sueños son donde encontramos lo que realmente queremos ⎯ Valentina rompe el silencio, su voz baja pero firme. Tristán sonríe, una sonrisa pequeña, pero sincera.
⎯¿Y qué encuentras tú en los tuyos?⎯ pregunta,
Valentina lo mira, su respiración se acelera imperceptiblemente. Sus ojos se suavizan un instante antes de que su voz vuelva a sonar:
⎯Todavía no lo sé… tal vez sueño despierta… ⎯sonríe⎯, ¿me crees?
⎯¿Qué?
⎯Lo de la acústica, ¿me crees?
⎯¡Ah!, sí, sí, sí… ⎯responde Tristán, sintiendo cómo el hechizo se rompía⎯. Te creo, te creo.
⎯Además, los ventanales le darán una vista hermosa a cada concierto y el público podrá deleitarse.
⎯Vale, entonces, hagamos el cambio.
Valentina asiente con la cabeza.
⎯Bueno, ¿seguimos?
Y así, como si nada hubiese pasado, como si las miradas cargadas de tensión no se hubiesen intercambiado, ambos continúan.
***
Pasaron toda la mañana en la Casa de la Música. Ambos concentrados en todos los arreglos que tenía que hacer. Valentina, a pesar de no estar en su ambiente, mostraba mucho profesionalísimo, y comunicaba sus ideas a los expertos con claridad.
Tristán sabía que no se había equivocado. Había escogido bien y tomado la decisión correcta al escoger a Valentina y ahora, comenzaba a ver los frutos.
Cuando terminaron, ambos se suben al auto y regresaron a la ciudad. Ambos platicaban sobre el proyecto, ignorando por completo la música, la ciudad, solo se concentran en lo que dicen. Los dos están entusiasmados por lo que viene, y se sienten ansiosos por ver el resultado.
De pronto, Tristán se detiene, haciendo que Valentina salga del “hechizo”.
⎯¿Ya llegamos? ⎯pregunta ella con rapidez, para escapar de lo que siente.
Él sonríe.
⎯En la mañana, dijiste que buscabas una iglesia, ¿no es así? ⎯contesta.
Valentina asiente.
⎯Pues, es aquí… ⎯En ese instante, Valentina voltea hacia la ventana y nota que el auto se detuvo frente a una preciosa iglesia.
⎯Gracias… ⎯murmura.
⎯Mi abuela solía venir aquí cuando vivía en Madrid. Es pequeña, pero, es bonita. Dan servicios por la mañana y por la tarde, así podrás venir cuando te plazca.
⎯Muchas gracias ⎯expresa Valentina, en verdad feliz.
Ella abre la puerta y está a punto de bajar para entrar al templo, sin embargo, voltea a ver a David una vez más.
⎯Pensé que te habías burlado… ⎯confiesa⎯. Y que no me habías escuchado.
⎯Claro que no… simplemente hoy no fue mi día. ⎯Valentina sonríe⎯. La iglesia queda a dos cuadras del hotel. Si no quieres caminar, puedes decirle al chofer que te traiga ⎯avisa.
⎯Gracias… Hasta luego. Disfruta de la boda de tu hermana.
⎯Lo haré.
La joven sale del auto, y cierra la puerta con delicadeza. Un leve suspiro escapa de sus labios mientras se encamina hacia la entrada de la iglesia. Al cruzar el umbral, el aire fresco y silencioso del interior la envuelve, llenándola de una calma que hace tiempo no sentía.
Valentina se persigna con devoción, sus dedos rozando su frente, pecho y hombros, antes de dirigirse a uno de los bancos cercanos. Se sienta y cierra los ojos, dejando que el silencio la inunde.
Es un silencio especial, uno que no la hace sentir sola, sino acompañada. Aquí, en esta calma, encuentra un consuelo que ningún otro lugar le ha ofrecido. Sus tensiones comienzan a disolverse, su respiración se vuelve más profunda y pausada. Por primera vez en días, siente que puede estar verdaderamente en paz.
El suave aroma de cera de las velas y el incienso flota en el aire, pero, de repente, algo más invade sus sentidos: una fragancia familiar. El inconfundible olor de la colonia de Tristán. Abre los ojos lentamente, y ahí está él, sentado a su lado, en silencio. No había permanecido en el auto como ella pensaba, sino que había decidido acompañarla.
⎯¿Qué haces aquí? ⎯murmura ella.
⎯Venía a preguntarte, ¿quieres ir a la boda de mi hermana? No me gustaría ir solo.
Valentina sonríe, pero niega con la cabeza.
⎯Lo siento, me encantaría, pero… no me gustan las conglomeraciones. Me podría dar un ataque de pánico y arruinar todo. Sin embargo, muchas gracias por la invitación.
Tristán suspira, evitando el rechazo con un ligero toque de humor.
⎯Bueno, supongo que tengo que pedir por uno que otro pecado que cometí ahora que estoy aquí.
Valentina lo mira de reojo, con una leve sonrisa en los labios, pero en sus ojos se nota algo más profundo.
⎯Yo no vengo solo para pedir perdón por mis pecados.
Tristán, intrigado, inclina ligeramente la cabeza hacia ella.
⎯¿Entonces?
Valentina respira hondo, sus dedos juegan distraídamente con un hilo suelto de su abrigo mientras fija la mirada en el altar.
⎯Vengo para no sentirme sola ⎯confiesa suavemente⎯. Él siempre está conmigo, me guía, me da paz. Por eso necesitaba venir a verlo… para agradecerle.
⎯¿Por qué? ⎯pregunta Tristán, sorprendido por la intensidad de sus palabras.
Valentina se toma un momento para responder, como si estuviera organizando sus pensamientos, o quizá, dándole forma a un sentimiento que no había compartido antes.
⎯Por recordarme que, aunque no siempre lo entienda, hay un propósito para todo ⎯dice finalmente, para después guardar silencio.
David ya no pregunta más, solo se sienta ahí, envuelto en calma.
¡Uff! La tensión entre estos dos aumenta cada día más 🔥🔥🔥 y ni siquiera es algo muy íntimo. Es como él se va a dando cuenta de quién es ella… Y ella va descubriendo como soltarse. La atracción y el desafío constante están muy pero muy fuertes!😍
Cuanta sinceridad en Valentina hoy ❤️❤️❤️
Ay Dios, cuida mucho a este par que andaba perdido y que aunque todavía no lo sepa, se ha encontrado para complementarse. 🙏🏼
Al final podrá Valentina animarse a acompañar a Tristán? 🙄
Ay Dios cuida a este par que andaba perdido y que, sin saberlo o esperarlo, se ha encontrado para complementarse.
🥰🥰🥰🥰🥰👌
Ay ya conociendo a Ana Caro ufff lo siento pero no me gusta. Sorry 🙈. Y me encanta como se van conociendo y conectando David T. y Valentina. Me encantaaaaa.
Qué carambas ese regalo!!!
Ojalá Valentina le sirva a Tristán para darle relevancia a los procesos, no todo es perfección 🙂
Me encanta como van fluyendo como amigos
Que sí lo acompañe a la boda🥹♥️
Aquí se está cociendo algo realmente grande!!!
Que los protagonistas no son capaces de identificar